Capítulo XI
Miedo a perderte (Continuación Experiencia vs Inocencia I)
Los meses hasta la selectividad volaron y de repente los exámenes ya habían pasado. La fiesta de final de curso pasó ante mí como una exhalación.
Yo había quedado con Tiffany para celebrarlo nosotras dos solas. Debía ser el punto culminante, el broche de oro que lo coronaría todo.
Cuando llegué a su casa todo estaba oscuro. Sólo había luz en el comedor, pero era una luz muy tenue. ¿Se habría quedado dormida sobre su whisky? Ya había ocurrido en varias ocasiones durante los últimos tiempos. Llegaba a casa, bebía algo y, de repente, se sentía tan cansada que no tenía más remedio que dormirse. Trabajaba demasiado. Pero, si se lo decía, ella lo negaba con vehemencia y me prohibía seguir con el tema.
Intenté no hacer ruido mientras avanzaba por el pasillo y me dirigía al comedor. No quería despertarla en caso de que se hubiera quedado dormida. Ya lo celebraríamos más tarde. Al entrar en el comedor, me quedé parada por un instante. Por todas partes, tanto sobre la mesa como en el suelo, había velas encendidas. Era un solo mar centelleante de llamas de cálida luz.
De las sombras salió Tiffany sonriente y se me acercó. —Espero que te guste —dijo.
—Oh…, sí —balbuceé. Tiffany no solía ser muy romántica, pero, si se lo proponía, lo era, lo era de verdad.
—Pensé que un acontecimiento como éste tenía que celebrarse de una forma muy especial — afirmó—. De hecho, la selectividad sólo se hace una vez en la vida y supone el comienzo de una nueva etapa.
—Esto… esto es imponente —susurré, sobrecogida aún por aquel mar de luces. —Siéntate —dijo Tiffany —. No sólo hay cosas que ver.
Di un traspié al llegar a la mesa, que estaba puesta para dos personas. Lo que de verdad me fascinó fue la cantidad de cuchillos, cucharas y tenedores que había junto a los platos.
Tiffany dio una palmada y se abrió la puerta de la cocina. Salió un hombre vestido de cocinero; llevaba dos platos de sopa y los colocó de una forma muy elegante ante nosotras dos.
—Bon appétit! —dijo, y desapareció de nuevo. Yo lo miré, perpleja.
—Es una excepción —dijo Tiffany —. Hoy he pedido ayuda para la cocina. Quería hacer algo especial y yo sola hubiera tardado mucho tiempo. —Cogió su cuchara e hizo un leve gesto hacia mi plato—. Come o se quedará fría. Sería una pena, después de todo lo que nos hemos esforzado en prepararla.
Yo no podía entender muy bien todo aquello, pero probé la sopa. Estaba deliciosa, como todo lo que cocinaba Tiffany , aunque sólo acostumbraba a hacerlo en vacaciones.
—Esto…, no hacía falta —dije, avergonzada.
—Al principio pensé que podríamos ir a un restaurante —dijo Tiffany —, porque no tenía mucho tiempo para ponerme a cocinar, pero luego me decidí por lo contrario. Por suerte, se pueden contratar cocineros para casa y no es necesario ir a un restaurante.
—Esto es… —Miré a mi alrededor, a las pequeñas llamas luminosas que difundían una atmósfera indescriptible—. Es increíble.
—Pues te lo puedes creer. —Tiffany rio por lo bajo—. Pero, sobre todo, debes disfrutarlo. Es todo por ti y por tu esfuerzo. Te has ganado la recompensa.
—Pero… pero la selectividad no ha sido tan complicada —repuse, con timidez.
—Entonces tómalo como un tributo a tu inteligencia —dijo Tiffany —. Ella es la que te ha permitido que la selectividad no te haya resultado tan complicada como a los demás. Tú sabes que aprecio mucho tu inteligencia. Sobre todo porque hoy día parece estar pasada de moda.
—Y como ejemplo tenemos a Hyuna —dije, con una sonrisa—. Podrías tener razón. —¿Ha aprobado? —preguntó Tiffany .
—Sí, lo ha conseguido. —Suspiré—. Más mal que bien, pero ha pasado. Y eso no dice mucho a favor de la selectividad.
—Siempre ha sido así —dijo Tiffany —. En el internado en el que estuve, hubo gente que hizo la selectividad y de la que uno se podía preguntar si entre tanta alfalfa aún quedaba espacio para una neurona. Desde entonces, parece que las exigencias de la selectividad han disminuido aún más. Llegará un momento en que te aprobarán sin haber tenido que pasar primero por el colegio.
—Espero que no —contesté—. Por desgracia, la situación es tal como la has descrito. En el colegio me he aburrido en muchas ocasiones, porque tenían que repetirlo todo, aunque no resultara nada complicado entenderlo a la primera.
—No para ti —dijo Tiffany —, pero sí para los demás.
—Sí, es probable —respondí—. Ése ha sido mi problema. Pero también existen personas para las que merece la pena repetir las cosas: Sulli, por ejemplo. No tiene nada de tonta, nada en absoluto, pero, a pesar d
Comments