Capítulo X
Miedo a perderte (Continuación Experiencia vs Inocencia I)
—¡Eh! ¡Parece haber sido un fin de semana genial! —me saludaron cuando llegué el lunes a clase—. ¡Algunos todavía están trompas! —dijo un compañero, mientras me daba un golpecito en el hombro.
—Sí… sí, fue fantástico —dije, algo sorprendida. Para ser sincera, el recuerdo de la noche anterior había borrado por completo todo el fin de semana. M enos una cosa.
—Hola, Sulli —la saludé con una sonrisa y me senté a su lado. Hyuna ya estaba en nuestro banco, pero de momento renuncié a él.
—Hola, Krystal . —Sulli parecía algo huraña. Estaba claro que no se había acabado de recuperar de las confesiones del fin de semana.
—Me gustaría sentarme aquí. —Le dirigí una mirada muy significativa a Hyuna.
—Gayoon preferiría ser descuartizada antes que sentarse junto a Hyuna. —Sulli hizo una mueca; Gayoon era la chica que se sentaba a su lado—. Un día la sacó tanto de quicio que estuvo a punto de pegarle.
—Ya lo sé. —Suspiré. Luego miré a Sulli—. ¿Cómo te va?
—Oh, bien…, muy bien. —Sulli tragó saliva y miró al suelo—. Me has ayudado mucho. —Me alegro —dije—. ¿Vamos a dar una vuelta por la ciudad después de clase? ¿Te apetece? —¿No has quedado con Tiffany ? —Sulli parpadeó y me miró con asombro.
—Tiffany trabaja. Trabaja casi todo el tiempo. Nunca llega a casa antes de las nueve de la noche. —De nuevo tuve una sensación extraña, motivada por el comentario que había hecho Tiffany el día anterior. Esta mañana estaba como cambiada. No había hecho referencia a lo ocurrido durante la noche y yo tampoco había dicho nada. Ella me… Bueno, sí, casi me había despertado con un o y luego desayunamos juntas. Para lo que era habitual en ella, hoy estaba de muy buen humor. Hizo alguna broma, cosa que nunca hacía.
—Tiene una profesión liberal. —Suspiró—. Lo sé por mis padres. No hay vacaciones, ni fines de semana: sólo trabajo.
—Sí —dije yo—. Eso es.
—¿Y a ti qué te parece eso? —preguntó—. Casi no la podrás ver y, cuando lo hagas, estará muy cansada.
—La veo a diario —dije—, al menos todas las noches. Sí, tiene poco tiempo y, en cuanto a lo de cansada…, sí, a veces también está cansada. En los últimos tiempos incluso me parece que demasiado. —Los momentos en que se sentía agotada y aquéllos en los que se abalanzaba sobre mí de forma apasionada se sucedían con brusquedad. Las dos posiciones eran siempre muy extremas. A veces me daba miedo, pero luego volvía a mostrarse tan… tan cariñosa y desvalida. Se lo hubiera dicho, pero, aunque fuera verdad, lo más probable es que hubiera estallado en un ataque de ira. En algunos momentos me transmitía una sensación de desamparo, y eso era nuevo, porque nunca antes había percibido aquellos sentimientos en ella.
—Pero tú la ves todos los días —dijo Sulli con nostalgia—. Eso es… muy hermoso.
El timbre de la clase interrumpió nuestra conversación y Gayoon se acercó a mí con las cejas arqueadas.
—Ya me voy —dije, mientras me levantaba. Me senté al lado de Hyuna, que me observó con mirada de disgusto. Comenzó la clase.
—Hoy me he saltado la clase particular —dijo Sulli, sonriente, mientras paseábamos por la ciudad
—. Mis padres van a enfadarse.
—También podemos hacerlo otro día… —La miré. Yo no deseaba de ninguna manera que hubiera enfados por motivo de mi invitación.
—No, ya se les pasará —dijo Sulli—. Esto es más importante para mí. Y por una clase que me pierda no voy a suspender de repente en todo.
—Pero si tú no necesitas tantas clases particulares —repuse.
—Bueno, sí. Ya lo sé, pero… —Me miró con el entrecejo fruncido—. Dime, ya que tú no tienes que estudiar mucho y Tiffany suele llegar muy tarde a casa, ¿qué te parece si me dieras tú esas clases?
—¿Yo? —La miré fijamente.
—Es pan comido para ti —dijo Sulli—, y mis padres pagan bien. Si tú me das las clases particulares —dijo, con una mueca—, incluso podría hacer que te subieran el precio. Ellos lo pueden pagar muy bien y con toda comodidad.
—Eso no puede ser —dije, turbada—. No sé. ¿De verdad piensas que es una buena idea? Yo ya he dado algunas clases, pero siempre para cursos inferiores, porque son más fáciles.
—Conmigo es también muy sencillo —replicó—, porque no sé nada. —De nuevo volvió a hacer una mueca—. ¿O acaso tienes miedo de que pueda seducirte?
Yo la miré. ¿De verdad pensaba en eso? Ella no tenía pareja y se sentía muy dolida por esa causa. —No —respondí con picardía—. En las clases particulares, eso figura como algo prohibido, por contrato.
—De acuerdo, entonces —dijo Sulli y se enganchó a mi brazo—. Vamos a dar una vuelta y a partir de mañana empezaremos a estudiar en serio. Quiero decir que empezaré yo, pues tú no lo necesitas.
—¿Cómo lo haces? —gimió Sulli—. Da igual que sea latín, matemáticas o lengua, tú te lo sabes todo.
Estábamos sentadas en casa, en la mesa de la cocina, y Sulli, con un gesto muy teatral, se había dejado caer sobre los libros.
—Tengo buena memoria —dije—, y a principio de curso siempre me leo los libros de texto. Por desgracia, luego las clases me resultan un tanto aburridas. —Suspiré.
—¿Al principio de curso te lees todos los libros? —preguntó Sulli, perpleja.
—Bueno, sí, por lo menos los de lengua, historia y biología… Los que casi todo es texto. Los de matemáticas no me resultan tan interesantes y por eso espero hasta que el tema se toca en clase.
Sulli sacudió la cabeza.
—No me extraña que seas tan buena. A mí nunca se me hubiera ocurrido leer los libros porque sí. —Pienso que esto de estudiar es pura y simplemente… emocionante —dije, con gesto de disculpa—. Lo siento. La lectura fue, durante mucho tiempo, mi actividad principal desde que entré en el colegio.
—¿Hasta que conociste a Tiffany ? —Sulli hizo una mueca. Yo torcí la boca.
—Sí, desde entonces leo mucho menos y, por las noches, nunca.
—Entonces preferís hacer otras cosas, ¿verdad? —Los ojos de Sulli relampaguearon. —Vamos con las mates —dije, para cambiar de tema.
—¿Cómo es ella? —preguntó, con curiosidad, dejando de lado por completo el libro de matemáticas.
—Yo… esto… —Me puse colorada.
—No en la cama —dijo Sulli con una mueca—. Eso ya lo he visto —añadió, mientras me miraba el chupetón—. ¿Cómo es como persona?
—Ella es… ella es… muy madura —contesté—. No puedo decir mucho sobre el tema. Su vida se compone sobre todo de trabajo y de eso no habla demasiado.
—Entonces lo preguntaré de
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