Capítulo 29: NUEVA VIDA
#3 "Sweet Reckoning" (SinRin Ver.)
Por favor, lean la nota al final ^^
Como resultado del peor terremoto de Las Vegas en la historia reciente, la humanidad mostró su mejor momento. Las calles estaban llenas de gente. En medio del caos, completos extraños estaban ayudando y consolando a otros. Milagrosamente, sólo trece personas murieron en el terremoto, un grupo ecléctico de todo el mundo, once hombres y dos mujeres, todos en la Habitación Lunar de la discoteca Galaxy, el cual estaba asentado justo encima de la línea de la falla. Los rumores volaron sobre el escándalo del Gran Rotty y su “muerte fingida”, seguida de la verdadera.
Ninguna parte del club era salvable. Cientos de personas fueron heridas, y había habido daños estructurales menores en los edificios de los alrededores, pero por lo demás los noticieros lo llamaron un milagro moderno.
Cuando fue entrevistado el propietario del Galaxy, dijo:
―Evacuamos el club tan pronto como comenzó el terremoto, pero la Habitación Lunar estaba cerrada. Golpeamos y golpeamos, pero nadie contestaba y tuvimos que salir de allí.
Según se informó, disparos habían sido efectuados en la Habitación Lunar justo antes de que el terremoto comenzara, pero eso fue todo especulación.
Yerin nunca soltó mi mano mientras huíamos de la discoteca lo más rápido posible, presionando a través de las concurridas calles caóticas llenas de polvo y de regreso al enorme vestíbulo del Venetian, donde la gente hablaba animadamente acerca de dónde habían estado durante el terremoto. Las luces de los escuadrones de rescate brillaban a través de la habitación a través de las puertas de vidrio
Ella me llevó a un rincón contra la pared, donde estábamos parcialmente ocultas por un cajero automático. Yerin agarró mi cara y yo abracé su cintura. Todo lo que podíamos hacer era mirarnos la una a la otra.
―Lo logramos ―susurró ella, en tono de incredulidad.
La verdad de esas palabras explotó dentro de mí. Se había acabado.
―Lo hicimos ―le dije en respuesta―. Realmente lo hicimos.
Ella sostuvo mi rostro, colocando besos por mi piel, mi nariz, frente, barbilla y mejillas, luego finalmente mis labios. Estábamos vivas. No lo podía creer. Cuando envolvió sus brazos a mi alrededor, una terrible y enorme pérdida se apoderó de mi corazón, y sentí que estaba quebrándome en pedazos.
―Tiff…
Yerin me abrazó fuerte cuando me vine abajo.
―Lo siento, cariño ―susurró. Lo sentí besar mi cabeza mientras me aferraba a ella, el recuerdo de su muerte cortando a través de mí.
Sabiendo que ella estaba en paz, no podía dejar de dolerme por el miedo que debió haber sentido cuando fue capturada, y el dolor que experimentó a manos de un alma maligna. Y el hecho de que yo ya no sentiría sus abrazos o escucharía sus palabras de apoyo aquí en la tierra. La echaría de menos cada día de mi vida.
Y entonces se me ocurrió algo…
Me aparté de Yerin con una sensación frenética dentro de mí.
―¿Dónde está Joo? ―le pregunté. ¿Cómo podría no haber pensado en él antes?
Me volví, buscando en el vestíbulo hasta que vi a nuestro grupo de amigas acurrucadas cerca del vidrio y mirando a la locura en silencio. Nayeon estaba en su teléfono. Cuando hicimos contacto visual, su brazo salió disparado por el aire, saludándome, y ella estaba sonriendo.
Puro y dulce alivio, corrió a través de mí. Él estaba bien.
Corrí hacia Nayeon y nos abrazamos.
―¿Dónde está?
―En realidad, está aquí en Las Vegas. No sabía dónde estaríamos, por lo que se registró en otro hotel, pero está en camino. ―Ella estaba radiante.
―¿Cómo sabía que tenía que venir aquí? ―le pregunté―. ¿Qué pasó?
―Le envié un mensaje de texto anoche, pero no sé lo que pasó de su lado. Eunbi… ―Sus ojos se suavizaron―. Siento mucho lo de tu madre.
Me tragué otro ataque de llanto.
Nayeon tomó mi mano y fuimos a la ventana, buscando a Joo. A mi lado, Yerin entrelazó sus dedos con los míos, y miré a sus ojos azules cansados. Quería estar feliz con lo que habíamos hecho, y estar alegre acerca de nuestro futuro, pero primero necesitaba llorar.
Miré hacia Eunha, también de pie junto al vidrio. Sowon la rodeaba con el brazo, manteniéndola cerca, y ella estaba secándose los ojos.
Me acerqué a ella y puse una mano en su hombro. Eunha se volvió, y cuando vio que era yo, envolvió sus brazos a mí alrededor y lloramos juntas. Cada cosa negativa que alguna vez había estado entre nosotras desapareció en ese momento. Ella no había conocido a Tiff mucho tiempo, pero sabía que Eunha vio lo que yo vi, una mujer amorosa quien nos aceptó y creyó en nosotros.
―Ella fue lo más parecido a una madre que he tenido ―dijo Eunha―. Sé que suena tonto. Apenas la conocía.
La dejé ir así podía ver su rostro.
―No suena tonto en absoluto. Tiff te quiso de inmediato.
Eunha asintió. Su mandíbula temblaba mientras se limpiaba los ojos de nuevo.
―¡Joo!
Todas nos volvimos hacia la voz de Nayeon. Ella corrió desde el hotel, estrellándose con Joo en la acera. Él la levantó del suelo en un abrazo gigante que duró para siempre.
―Realmente la ama ―susurró Eunha.
Todas asentimos y vimos cómo Joo y Nayeon se separaron, hablando. Su rostro se ensombreció y su actitud cambió, su aura poniéndose azul oscuro, y me di cuenta de que probablemente estaba oyendo hablar de Tiff. Una vez más, mi corazón dolió. Presioné una mano en mi pecho y me pregunté si el dolor siempre estaría conmigo.
Cuando Joo y Nayeon entraron, vino directo a mí y me abrazó. Quería preguntarle qué había pasado, pero no quería hablar de ello al descubierto. Estaba tan contenta de que él estuviera bien. Nos abrazamos fuerte durante mucho tiempo.
―Lo siento, Eunbi ―susurró él.
No pude responder, y él pareció entender.
Yuju y Chaeyeon se unieron a nosotras. La blusa de Yuju tenía un agujero sangriento en el medio, una vista que me hizo temblar mientras recordaba cómo casi la habíamos perdido. Mirando alrededor, vi que todo el mundo estaba un poco peor por la ropa desgastada, ensangrentada y raspada y rasgada, pero, afortunadamente, no había heridas duraderas.
Yerin y Yuju se dieron la una a la otra un abrazo, luego Sowon y Joo, también.
Joo señaló a la blusa de Yuju, sus ojos enormes.
―¡Amiga!
―Sí, ¿cómo te sientes, amiga? ―preguntó Yerin.
Yuju frotó su pecho.
―Está tierno y se siente extraño, pero estoy bien. Se ve mal… Necesito cambiar esta camisa.
La forma en que Chaeyeon la miraba era entrañable.
―Vamos, regresemos a la habitación ―sugirió Yerin, y todos estuvimos de acuerdo.
A medida que nos abríamos paso a través del vestíbulo, nos detuvimos para agradecer a otro Nephilim que había luchado con nosotros. Era extraño ver los emblemas de todos volverse blancos. Conocí a los hermanos de Yuju y les di abrazos.
Encontré a Marek mirando por la ventana con las manos en sus bolsillos, y le di un puñetazo en el brazo. Se dio la vuelta sorprendido, cuando me vio allí de pie con mis manos en mis caderas.
―¡Me asustaste!
Marek se echó a reír.
―¡Estaba trabajando para tu padre!
Papá había estado allí todo el tiempo, jugando una mano en los eventos.
Sonreí y puse una mano en mi cadera.
―Bueno, ¿tenías que ser tan buen actor?
―Mi plan era decírtelo cuando nos conocimos, pero eso no funcionó. ―Sus ojos se levantaron hacia alguien detrás de mí y se inclinó más cerca de mi oreja―. Entonces, la hija de Pharzuph y tú, ¿eh? Una buena elección. ―Le dio a sus cejas un levantamiento juguetón.
―Um, gracias… ―Miré por encima de mi hombro a Yennie, quien se alejó de nosotras con una sonrisa divertida. Sí, era una lástima que Yerin no tuviera un hermana gemela para apaciguar a las masas, porque yo no iba a compartir a mi mujer.
―Tienes mi admiración en más de un sentido, hija de Belial. Disfruta tu vida con esa magnífica esposa. Te lo mereces. ―Guiñó un ojo.
Extendí la mano y abracé a Marek ahora, y él me devolvió el abrazo.
―Mantente en contacto ―le dije.
Mientras se alejaba, la espalda de una joven me llamó la atención. Ella estaba mirando por la ventana, con los brazos envueltos alrededor de sí misma. Su cabello oscuro colgaba inerte. Sólo una niña. ¿Estaba separada de sus padres? Tenía que averiguarlo.
―Disculpa ―le dije.
Cuando se volvió, me quedé sin aliento. Caterina. Sus ojos estaban inyectados en sangre y distante. Su cabello se había salido de su moño.
―¿Dónde está ella? ―preguntó Caterina.
―¿Quién? Oh… ¿Jezebet?
Caterina asintió.
Hablé con cuidado.
―Está en el cielo.
La pobre chica parecía en un estado lastimoso. Desconcertada. De hecho, me sentí mal por ella. Jezebet había estado trabajando para el lado opuesto por quien sabe cuánto tiempo, y Caterina tenía que sentirse traicionada.
―Ella no podía decirte ―comencé a explicarle, pero Caterina me interrumpió con un gesto brusco.
―Ella no confiaba en mí.
Me mordí el labio. ¿Qué podía decir a eso?
Caterina se quedó mirando mi emblema.
―¿El mío es…?
―El tuyo es blanco ahora, también ―dije.
―¿Y qué quiere decir eso?
Pensé en ello.
―Esto significa que no vas automáticamente al infierno cuando mueras. No estás ya maldita sólo por quién era tu padre. Puedes elegir cómo quieres vivir tu vida ahora. Eres libre.
Ella parecía más asustada e infantil ahora. La chica no había tenido ninguna guía, excepto en el mal.
―Caterina… ¿a dónde vas a ir ahora?
Ella miró a s
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