Capítulo 17: Dardos.
#3 "Sweet Reckoning" (SinRin Ver.)Era un verdadero testimonio de lo extraña que mi vida se había vuelto el que la mejor noche de mi vida fuera seguida por la más incómoda. Saber que el padre de Yerin, un tipo que ahora tenía la misma maldita edad que él, estaba dejando un rastro de corazones rotos por todo el campus de la universidad me ponía enferma. Y no sólo corazones rotos. Eso sería demasiado sumiso para Pharzuph. Empujaba a la gente a hacer cosas que no estaban preparados, y todo el tiempo él y los murmuradores se metían con sus mentes, llenándolos con culpa y odio a sí mismos que los perseguiría como la peste en los próximos años. No sólo era un jugador afuera en el campus en busca de o. Él era un hijo de puta que estaba allí para herir almas. Un arma en un muy hermoso disfraz.
Durante la noche mientras estaba sentada en el bar, mi rodilla balanceándose a mil kilómetros por hora, pensaba en lo que Yerin y yo habíamos compartido, en lo especial y hermoso que había sido. Y luego pensaba en Pharzuph. Mi estómago se retorcía.
¿Yennie tenía alguna idea de que Pharzuph había cambiado de cuerpo? ¿Había recibido una llamada acerca de su padre, Richard Jung, muriendo en el trabajo en Nueva York o en su casa de lujo en Atlanta? Ella sabía que Pharzuph planeaba encontrarme y hacerme la prueba del olfato, tratando de capturar la esencia de mi idad. Deseaba poder llamar a Yennie y asegurarle que había pasado y yo estaba bien.
Qué maldito lío.
Pero, al menos, nuestro plan había funcionado, y por eso me permití sonreír en mi vaso de cerveza. Yerin y yo estábamos momentáneamente fuera de la lista de sospecha. Por desgracia, mi padre estaba todavía en ella. En grande.
Mi sonrisa desapareció.
―Hey, ¿puedo comprarte otra?
Alcé la mirada al chico lindo que había hablado. El bar que había escogido estaba lleno y bullicioso, pero la mayoría eran grupos de amigos, así que nadie me había hablado todavía. Pharzuph probablemente estaba muy ocupado para mantener un oído en mí, pero no quería tomar riesgos. Además, había al menos seis murmuradores merodeando por la ciudad esta noche, así que tuve que trabajar.
―¿Qué te parece esto? ―le pregunté al chico―. Vamos a jugar dardos y el perdedor compra la próxima ronda.
Aspiró el aire a través de sus dientes.
―No lo sé. Me haría sentir un poco mal hacer que una chica guapa que acabo de conocer compre mi bebida…
―Ajá, entonces es así, ¿huh? ―Salté de la banqueta, sorprendida por mi propia capacidad de sentirme alegre al momento, pero a veces los chicos necesitaban que se les enseñaran lecciones sobre la subestimación de las chicas.
Y así transcurrió la noche, conmigo pateando el trasero de todos los chicos en el bar. Las chicas, después de darse cuenta que no estaba interesada en sus novios, se convirtieron en mis porristas. Sí, puse a unas cuantas personas borrachas. Entre las cervezas y los tiros, empujé vasos de agua toda la noche, con la esperanza de mantenerlos hidratados.
Nunca me olvidé de quién era yo, o el hecho de que no era uno de ellos, pero todavía me dejé disfrutar de su compañía y la sensación de ser abrazada por extraños amistosos. Estábamos pasando un buen rato hasta que alguien encendió la televisión para una noticia de última hora. Un popularro había recibido un disparo después de su espectáculo en Washington al saludar a los fans. Tenía un pasado colorido, sentenciado a prisión, pero había cambiado su vida y se había convertido en un defensor de la educación, una historia de éxito. Y ahora estaba en coma, probablemente iba a morir.
Todo el mundo en el bar sacudió la cabeza y murmuró:
―¿Qué está mal en
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