Capítulo 11: EUNHA Y SOWON
#3 "Sweet Reckoning" (SinRin Ver.)Una Nayeon angustiada nos recibió en el aeropuerto de Santa Barbara. Fue lo más tosco que la había visto lucir: una cola de caballo fuera de lugar y zapatillas planas en lugar de tacones.
Alquilamos un sedán con las ventanas más oscuras posibles y condujimos a la mansión de Sowon en el acantilado. No debería haberme sorprendido ver una furgoneta de noticias fuera de sus puertas cerradas, teniendo en cuenta que esta era la celebridad local más importante de quien se hablaba. El padre de Sowon, un multimillonario, acababa de morir, dejando su inmensa fortuna a la estrella de deportes extremos de la ciudad, el cual solo la semana pasada se había comprometido con una chica hermosa de una familia próspera. Hablando de Michelle…
―Detén el auto ―susurré.
No había mucho para estacionar, pero Yennie se apretujó a un lado y nos detuvimos a mirar. Estábamos a ochocientos kilómetros de distancia, así que tuve que empujar mi visión hacia fuera para observar la escena con claridad.
―Justo lo que necesitamos ―murmuró Yennie.
Estacionada delante de la furgoneta de noticias estaba un auto deportivo rojo y una hermosa rubia paseándose de un lado a otro.
―Vaya ―dije cuando me concentré en su aura: una mezcla horrible de espeso verde bosque de envidia y remolinos oscuros de gris.
―¿Es ella? ―preguntó Nayeon.
Asentí y nos miramos entre sí. Michelle estaba atrapada fuera, claramente no se le permitía la entrada, lo cual solo podía significar una cosa. Eunha estaba definitivamente allí, y a juzgar por los celos abrumadores en el aura de Michelle, lo sabía.
―¿Puedes acercarnos un poco más? ―pregunté―. Voy a tratar de convencerlos de que se vayan.
Yennie condujo más cerca, deteniéndose en el camino de entrada de la vecina de Sowon. Siempre se sentía mal usar el poder de persuasión que había ganado dado a mi doble linaje angelical, pero a veces era necesario. Enfoqué mi mirada en el conductor de la furgoneta de noticias y en silencio repetí:
Aquí no pasa nada. No hay historia. Vete ahora… Él comenzó a mirar alrededor, como si estuviera nervioso. Finalmente, después de un minuto de mis empujones, encendió la camioneta y se fue.
Las tres sonreímos. Ahora, Michelle. Cuando empecé a recitar las palabras hacia ella, lentamente caminó hasta su auto, alcanzó la manilla, y luego se agarró las sienes. Dejó escapar un gemido lastimero y comenzó a llorar.
―No está funcionando ―dijo Yennie―. Tenemos que entrar. Con suerte la imbécil no ha cambiado el código.
Condujimos hasta la puerta, y Michelle corrió hasta el auto.
―No te atrevas a rodar esa ventana hacia abajo ―me advirtió Nayeon, pero mi dedo ya estaba en el interruptor. No podía simplemente ignorar a esta chica descorazonada.
―Te conozco ―me dijo Michelle densamente. Ella se las arreglaba para lucir hermosa, incluso en su estado de aspecto agotado.
―Hola, Michelle ―le dije suavemente―. Escucha, Sowon está pasando por un momento muy difícil… está en cierto modo apartando a todo el mundo…
―¡Dejó entrar a una chica!
Mierda.
―Lo sé ―le dije―. Ella es una vieja amiga, como yo. Vamos a tratar de calmarla, ¿de acuerdo? ¿Por qué no te vas a casa y descansas? Dale un poco de tiempo para digerir todo.
Las puertas comenzaron a abrirse, y el auto avanzó poco a poco.
―¡No! ―gritó Michelle―. ¡Algo está pasando! ¡Voy a entrar!
―Ve a tu auto ―urgí en voz baja con mi voluntad angelical.
Corrió a su auto, preparada para seguirnos dentro. Cuando se dio cuenta que la puerta no se iba a quedar abierta el tiempo suficiente, corrió de vuelta, pero era demasiado tarde. Se quedó llorando ante la puerta cerrada, incluso más enojada que antes.
―Se ha vuelto loca ―dijo Yerin sin humor. Aceleró por el camino de entrada y estacionó justo delante de las puertas principales. Las tres saltamos del auto, pero la puerta estaba cerrada con llave.
Yerin golpeó con su puño. Esperamos. Golpeó de nuevo.
―¡Abre, idiota! ¡Esto es jodidamente estúpido!
Después de lo que pareció una eternidad, la puerta se abrió y las tres nos quedamos boquiabiertas. Sowon llevaba solo shorts de deporte colgando bajo en sus caderas y un pequeño top que solo cubría la parte superior junto la expresión más dura que jamás había visto. Luego su mirada se deslizó a lo largo del camino hacia donde Michelle estaba de pie aferrándose a la puerta, berreando. Su distintivo verde aumentó.
―Deja de hacer eso ―le dije―. Ella está sufriendo de verdad, Sowon.
Una risita viciosa sonó a sus espaldas, y Eunha se acercó llevando solo una camisa larga de Sowon, la cual se detenía justo a la mitad del muslo. Su distintivo estaba dando vueltas. Las dos se veían salvajes, perdidas en su naturaleza de envidia y engaño, y probablemente, exaltadas en la rebelión de estar juntas después de contenerse tanto tiempo.
Eunha apoyó el codo sobre el hombro de Sowon y se arregló su cabello desordenado. Sowon envolvió un brazo alrededor de su cintura.
Nayeon dio un paso adelante.
―Es hora de irse, Habi.
Eunha mantuvo su brazo alrededor del cuello de Sowon, dando a su hermana una mirada severa.
―No tienes derecho a hablar. Me parece recordar que esa línea no funcionó en ti. Estoy muy bien donde estoy, gracias.
―Por el infierno ―murmuró Yerin, empujándose más allá de ellas. Nayeon y yo la seguimos hasta el inmaculado vestíbulo
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