Capítulo 23: PRISIONERA
#3 "Sweet Reckoning" (SinRin Ver.)Pharzuph se había ido diez minutos antes de que viera las luces de Yerin salir del camino de entrada que se encontraba oscuro. La seguí manteniendo la distancia entre nosotras. Me preguntaba sobre Tiff y Joo, a dónde es que fueron y cómo estaban. La imagen de Tiff medio poseída hizo que todo dentro de mí se sacudiera. Hice prometer a Joo que si veía que algo parecido sucedía, tendría que llamarme de inmediato. Tal vez estaríamos separados por Estados, pero conseguiría llegar allí.
Estuvimos manejando por media hora, miré las luces traseras de Yennie en silencio y justo comenzaba a preguntarme a dónde es que nos estaba llevando, cuando tomó la salida hacia Lookout Point.
Wow. Tuve que sacudir la cabeza. Me estaba llevando al mismo lugar donde su padre le había ordenado que me llevara hace dos años para comenzar mi entrenamiento.
Había dos autos estacionados en la parte de arriba, dejando espacio entre ellos. El interior de ambos era oscuro, pero apostaba que estaban ocupados, Yennie y yo estacionamos junto a ellos y salimos y nos quedamos de pie sin hablar. Las estrellas brillaban sobre nosotras. Los grillos hacían una serenata alrededor.
Yerin caminó hacia mi carro, abrió la puerta trasera y me hizo una seña para que entrara. Me acerqué rodeando el auto y me detuve mientras me sostenía la puerta abierta y me daba una mirada.
―¿Qué estamos haciendo aquí? ―pregunté medio en broma.
Su rostro estaba serio.
―Hablaremos de estrategia.
Mordí mi labio y traté de verme seria igual que ella.
―Ahí dentro es un poco apretado para hablar de estrategia ―advertí.
Cuando no sonrió o tomo la oportunidad para hacer una de sus infames insinuaciones, subí al auto y ella me siguió. Me volví hacia ella y nos miramos una a la otra por un largo rato. Nuestras circunstancias eran serias y su humor lo reflejaba.
―¿Así que ―dije tranquilamente―, soy tu prisionera ahora?
Mis palabras no tuvieron el efecto deseado. Su rostro se frunció, por lo que extendí mi mano para quitar el cabello de sus ojos.
―Yennie…
―No tenemos que hacer esto ―habló con repentina urgencia―. Puedes esconderte como Chaeyeon.
Mi corazón se rompió al ver su miedo por mí y escucharlo en su voz. Por mucho que me hubiera gustado tranquilizar su mente, no había forma de escapar de la verdad de nuestra situación.
―No me puedo esconder siempre. Y, ¿qué significaría para ti? Tu padre esperara que estés trabajando. Marissa te estará llamando.
Se estremeció ligeramente.
―Entonces me esconderé contigo.
―Esa no es manera de vivir.
―¿De verdad no estás asustada? ―Busco mis ojos―. ¿Para nada?
―Claro que lo estoy ―admití―. Mayormente porque no sé cómo iré hacia abajo, no sé cómo enfrentar a los Duques, pero la cadena de eventos ha comenzado y no podemos detenerla.
―Podemos intentar. ―A la luz de la luna sus ojos brillaban con la pasión de sus palabras.
Negué, sintiéndome indecisa. Tenía miedo y no sabía si estaba lista para esta misteriosa y monumental tarea, pero necesitaba el apoyo de Yerin para sentir paz al respecto.
Su voz era dura. Demandante.
―Finalmente te tengo Eunbi.
―Y cada segundo que tenemos juntas es una bendición que nunca creí que tendríamos.
Pasé mis manos por sus tensos hombros y clavé mis dedos un poco. Nada de lo que estaba diciendo estaba ayudando. No tenía las palabras para alejar sus angustias. O las mías. Así que en su lugar la besé.
Mis manos fueron a la parte posterior de su cuello, subiendo hacia su cabello mientras su boca se movía contra la mía con una desesperación vertiginosa.
Gimió un sonido contra mi boca y dijo:
―Dios, Eunbi. ―Pero había mucho más que lujuria en esas palabras. Su agarre desesperado contra mí, lo decía todo.
Solo pude gemir en respuesta, haciendo que sus brazos se apretaran a mi alrededor.
―¿Qué debo hacer? ―Escuché su dolor―. No puedo perderte.
―Deja de pensar de esa manera. No puedo pelear contra ellos si no estás a bordo, Yennie.
Me miró con la frente arrugada. Sabía que se estaba sintiendo egoísta, queriendo mantenerme en nuestra burbuja de dicha tanto como pudiéramos, sabiendo que no duraría, sabía que quería apoyarme y sabía que lo terminaría haciendo, pero en este momento no podía admitirlo.
Jalé su rostro hacia el mío y hablé contra sus labios:
―No me has perdido Yennie, estoy justo aquí contigo. Abrázame.
Enterró su cara en mi cuello y justo como le pedí me acercó y no me dejó ir.
**
Esa noche nos abrazamos en el asiento trasero bajo una manta, Yennie apoyada contra la puerta y mi espalda contra su pecho. Sus brazos se movían sobre mi cintura y uní nuestros dedos. Los otros autos se fueron eventualmente. Miramos hacia las estrellas por un largo tiempo, ambas perdidas en nuestros pensamientos.
Murmuré:
―La primera vez que vine hacia Lookout Point…
Sus dedos se apretaron contra los míos, casi dolorosamente.
―¡No con un chico! ―aclaré queriendo reír, mientras su agarre se aflojaba―. Fue el día que recibí esa postal tuya después de la cumbre. ―Sentí todo su cuerpo tensarse, tal vez con la culpa de cómo se habían dado las cosas en ese entonces. Seguí adelante―. Sabía que tenía que dejarte ir, sabía que algo grande venía. ―Me giré lo suficiente para poder mirar sus encantadores ojos―. Nunca pensé que llegáramos a tener este tiempo juntas, somos muy afortunadas.
Solté una de nuestras manos para así poder acaricia su rostro. Cerró los ojos, la problemática tensión nunca abandonó sus rasgos.
―Yerin, si algo me sucede…
Sus ojos se abrieron y me jaló más cerca.
―No. No te atrevas a terminar esa frase, nada te sucederá.
Tragué saliva. Ambas sabíamos que podría no ser el caso.
Sus ojos parecían arder con el reflejo de la luz de la luna, apasionados.
―Si ambas, ya sabes, terminamos ahí abajo… ―Aclaré mi garganta―. En el infierno, podemos pasar por todo juntas, nos mantendremos fuertes una a la otra hasta que sea tiempo de nuestro juicio.
No dijo nada, con la esquina de mi ojo, vi como hacia esfuerzo para pasar saliva por su garganta.
―Nunca me iré de tu lado ―susurró―. Lo juro.
Suspiré y me acurruqué contra su pecho. En sus brazos me sentí segura y fuerte mientras los hilos entrelazados de nuestro amor se unían como una cuerda resistente para mantenernos unidas.
Tal vez nunca deberíamos irnos.
**
Un cambio de luz me despertó horas más tarde y abrí mis ojos hacia los rayos rosados del amanecer. Estábamos apretadas en el sillón, medio sentadas, medio recostadas. Mi corazón se ablando a la vista del dulce rostro de Yerin dormida, con largas ondas de cabello descansando contra su piel. Parecía amable e inocente. En paz.
Ambas debimos haber estado exhaustas anoche, no podía recordar quedándome dormida, pero ahora una espina de miedo me atravesó al pensamiento de ser descubiertos juntas de esta manera. Odiaba despertar a Yennie, pero cuando intenté sentarme ella tomo una respiración desigual y se sacudió hacia arriba, llevándome contra su pecho mientras buscaba a nuestro alrededor.
―Está bien ―dije.
Dejó escapar el aliento y se echó hacia atrás.
―No debimos habernos dormido así anoche ―dije mientras buscaba en mi bolso una menta.
―Sí. ―Tronó su cuello, que probablemente estaba lastimada por la manera en que durmió―. No fue nuestra mejor id
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