¡HAMBURGUESA!

Lo Nuestro Es De Otro Planeta

A diferencia de la habitación, el cuarto de baño del hotel era bastante decente. Para tranquilidad y disfrute de tiffany, la ducha disponía de un potente chorro de agua y salía caliente, como a ella le gustaba, de manera que perdió muy pronto la noción del tiempo. no era tan mala cantante, pero solía tararear en la ducha cuando se sentía feliz, como en aquel momento. En breve llegaría          el servicio de habitaciones con su cena. Nada exquisito, tan solo un sándwich y una ensalada. tiffany  no deseaba gastar una fortuna de su bolsillo en aquel viaje y tampoco acostumbraba hacer cenas copiosas, si bien era cierto que aquella noche sentía hambre; se le había hecho tarde y ansiaba poder comer cuanto antes.

Salió de la ducha canturreando, con la cabeza envuelta en una toalla. El poder relajante del agua le había hecho olvidar los avatares de su viaje y se encontraba tranquila por primera vez, relajada, disfrutando del confort de la habitación, especialmente ahora que la lluvia golpeaba con fuerza las ventanas.

La perspectiva de regresar a casa al día siguiente conseguía despertar su buen humor. Era fin de semana. Con un poco de suerte brillaría el sol; podría salir en bicicleta, dar un paseo o tal vez convencer a alguien para que la acompañara al cine. Todas estas actividades le resultaban igual de apetecibles, no podía esperar. Un trueno retumbó al otro lado de la ventana, pero Diana se sintió tan animada que incluso los inquietantes sonidos de la tormenta le resultaron agradables en aquel momento.

Se dejó caer en la cama y alcanzó su teléfono móvil para revisar los mensajes. Tenía una llamada perdida de su madre y otra de su amiga Victoria. Les devolvió la llamada a ambas. «Sí, mamá, tranquila, he vuelto bien al hotel», le aseguró a su progenitora cuando se mostró preocupada por lo que había escuchado en el telediario: «¡Dicen que hay vientos de hasta ciento cincuenta kilómetros hora! Estaba preocupada». A lo que tiffany  contestó que ya sabía cómo eran los informativos, especialmente el del canal que ella solía ver, exagerado y amarillista. «Es solo una tormenta, mamá, no un tornado». Con todo, le llenó de ternura la genuina preocupación de su madre. Daba igual cuántos años pasaran: como hija única que era, siempre la seguiría tratando como a una niña.

—Me has llamado —le dijo a Victoria cuando su amiga contestó al teléfono.

—Sí, nada, para saber qué tal el viaje y preguntarte si te apetece acompañarme a una fiesta mañana.

—¿Una fiesta? ¿De quién?

—Una amiga mía celebra su cumpleaños. Rebeca, creo que os presenté un día.

tiffany  perdió la mirada en los cortinones de la ventana mientras hacía memoria. Poco a poco se fue perfilando en su mente la imagen de una chica menuda y bajita, con hoyuelos y cara risueña. Recordó que en su momento le había parecido bastante atractiva.

—Hum, no sé —replicó, dudosa.

Le generaba cierto rechazo la idea de asistir al cumpleaños de alguien a quien apenas conocía, pero uno de sus propósitos de ese año era socializar más. Pasaba demasiado tiempo en casa, trabajando o frente a un ordenador, y a veces se sentía sola. Un poco de vida social no le vendría         nada mal.

—Venga, no seas muermo. ¿Tienes algo mejor que hacer?

—La verdad es que no, pero ¿no será raro que me presente en el cumpleaños de alguien que no conozco?

—Se lo he comentado y me ha dicho que le parece bien. Además, así me haces compañía. Yo tampoco conozco a mucha gente.

—No sé, he tenido un viaje horrible y la verdad es que me apetecía descansar.

—¿Horrible en qué sentido?

En ese instante sonó la puerta. Alguien llamaba con los nudillos. tiffany  sonrió. El león que habitaba su estómago empezó a rugir en señal de protesta.

—En todos —le dijo a su amiga—. Creo que me tomarás por loca cuando te lo cuente, en serio. Ha sido absurdo, pero mejor en otro momento. Están llamando a la puerta. He pedido comida al         servicio de habitaciones.

—Vale, pues no sé, llámame cuando vuelvas y me dices qué has decidido.

—Eso está hecho.

—Okey, que disfrutes de la cena. Yo también me voy a preparar algo.

tiffany  colgó el teléfono y se lanzó con energía hacia la entrada. Tenía una toalla enroscada alrededor de la cabeza, pero no le importaba que la vieran así; el hambre era apremiante. Abrió la puerta con una sonrisa, pero se le borró con rapidez tan pronto vio quién estaba al otro lado.

—¡tae! ¿Qué...? ¿Qué haces tú aquí?

—Pensé que te gustaría cenar algo —respondió ella agitando una bolsa en el aire—. He bajado a la hamburguesería de al lado.

—¿Cómo has encontrado mi habitación?

tae  no contestó. Para sorpresa de tiffany, se escurrió entre su cuerpo y la puerta y caminó con desparpajo hasta el centro de la habitación. Giró en redondo.

—Es bonita, aunque creo que la mía es mejor —comentó como si alguien le hubiera preguntado su parecer sobre la decoración o la disposición de los muebles—. Y me gusta eso que llevas en la cabeza. No figuraba en mi catálogo de moda cuando lo consulté. ¿Cómo se llama? ¿Turbante? Creía que habían pasado de moda.

tiffany  seguía pasmada, mirándola. Ni siquiera se molestó en cerrar la puerta ni tampoco estaba escuchando lo que le decía. Algo sobre un turbante, qué más daba. Estaba loca. ¡Loca! Y ahora sabía que era potencialmente peligrosa. Tal vez una acosadora o algo similar. Nadie en su sano juicio se presentaría así en la habitación de otra persona sin haber sido invitada.

tiffany  estaba furiosa. Tenía ganas de gritarle, zarandearla para hacerle entrar en razón, ordenarle que regresara a su habitación. Pero en el último momento se contuvo. Podía ser peligroso confrontar a una lunática. No deseaba exponerse a una reacción que no pudiera controlar, así que simplemente dijo:

—tae, no puedes estar aquí.

—¿Por qué no? ¿No tienes hambre? Mi computadora dice que tus niveles de glucosa están muy bajos. tiffany  debería comer algo —le informó.

—Tu computadora está en lo cierto, pero ya he pedido comida al servicio de habitaciones. Llegará en cualquier momento y la verdad es que me gustaría cenar sola. He tenido un día muy largo, ¿comprendes?

tae  asintió como si lo hiciera, pero su comprensión no le impidió sacar la hamburguesa de la bolsa de papel y dejarla sobre la mesa.

—Mi computadora me indica que estás estresada, tiffany. Deberías descansar. ¿Por qué no te sientas un rato?

tiffany  puso los ojos en blanco. Era totalmente desquiciante. Nunca en su vida se había enfrentado a una situación parecida, y por tanto no sabía cómo manejarla. ¿Debía llamar a la policía? ¿Denunciarla? ¿Contactar con la recepción para informarles de que uno de sus huéspedes la estaba incomodando? Miró de reojo el teléfono de la habitación, deseando poder alcanzarlo para comunicarse con el vestíbulo.

—Mi computadora me indica que quieres...

—Sí, ya, tu computadora te indica que quiero hacer una llamada. Tu computadora es una impertinente sabelotodo, ¿no?

—Supongo —reconoció tae encogiéndose de hombros como si la cosa no fuera con ella. Algo acababa de llamar su atención y tiffany  la observó detenidamente. tae  tomó entonces la funda de la almohada y se la puso alrededor de la cabeza—. ¿Es así como se llevan? —preguntó, mirándose en el espejo que había sobre la cómoda con el improvisado turbante en torno a la cabeza. Le daba aspecto de momia—. Me gustaría no desentonar mientras esté aquí. Es como dice un dicho vuestro. ¿Cómo era? Allá donde fueres... —Haz lo que vieres, sí.

—¡Eso es!

tiffany suspiró con cansancio. Ahora que creía haberse librado de tae, no sabía cómo interpretar este giro de acontecimientos. Sintió la rabia trepando por su vientre, estaba a punto de gritar de pura frustración. Tenía que haber alguien que pudiera ayudarla. Alguien, quien fuera. Pero al mirar a su alrededor se dio cuenta de que, una vez más, estaba sola con aquella intrusa que hablaba de sí misma como si fuera de otro planeta. Debía armarse de paciencia, pero le quedaba tan poca que no estaba segura de poder conseguirlo.

Fue hasta la cama y se sentó en el borde. De repente se sentía agotada.

—Bien, creo que llegadas a este punto, lo normal sería que hablásemos del tema. Dime, ¿Qué te propones? —le preguntó mientras cruzaba las piernas e inclinaba el torso hacia delante con los ojos llenos de sospecha.

—Traerte la cena, claro.

—No. No me refiero a eso. ¿De dónde eres? ¿No tienes familia? ¿Un lugar al que ir? ¿Qué quieres de mí?

—Oh, esas son unas preguntas muy interesantes, tiffany —replicó tae con entusiasmo, tomando asiento a su lado. La habitación ya se había llenado de olor a hamburguesa y tenía tanta hambre         que sintió ganas de abalanzarse sobre ella—. Pero creo que antes deberías comer algo. Los humanos no gestionáis bien la información cuando tenéis hambre —le dijo, poniéndole la hamburguesa casi en la cara.

tiffany  refunfuñó y la tomó entre sus manos. Estuvo a punto de darle un mordisco, pero en ese momento le asaltó una idea: ¿Y si estaba envenenada? ¿Cómo podía fiarse de que la hamburguesa que le ofrecía tae fuera completamente sana? Prefirió dejarla a un lado, sobre la colcha, ya le daba igual si la grasa traspasaba el tejido y tenía que dormir sobre ella.

—No. Hablemos. Ahora. Puedo comer después.

—Bien, ya que insistes. —tae se retiró el pelo de la cara y la miró con fijeza, sus preciosos ojos onices  brillaron con intensidad—. Soy de un planeta muy lejano a la Tierra, ubicado en la constelación de Udf, aunque creo que vosotros los humanos la conocéis por el nombre de Fornax.

tiffany  asintió con la cabeza, por nada del mundo quería interrumpir los delirios de tae. Prefería escucharla primero y valorar después la información que le diera, aunque a estas alturas ya tenía claro que solo un psiquiatra podría resolver sus problemas.

—Continúa —le pidió.

—Mi planeta se llama Lux 2. Que sepamos, vosotros todavía no tenéis constancia de él.

—¿Lux 2? ¿Eso significa que hay un Lux 1?

—No —replicó tajante tae—. ¿Por qué lo preguntas?

—Un chascarrillo sin importancia. No me prestes atención. Continúa, por favor.

—Mi planeta está aproximadamente a unos trece mil años luz de la Tierra. En Lux 2 no tenemos familia, al menos no como vosotros la concebís. Todos los dosluxianos formamos una comunidad compacta, así que para ti sería como tener unos seis mil millones de hermanos, más o menos.

—Te aseguro que si tuviera seis mil millones de hermanos, acabaría suicidándome.

—¿Suicidarte? ¡Oh, no! ¿Por qué tiffany  quiere suicidarse?

—Olvida lo que he dicho. —tiffany  hizo un gesto con la mano. No estaba de humor para explicarle el concepto de sarcasmo—. Me refería a que es un planeta grande.

—Mediano —la corrigió tae—. Un poco inferior a la Tierra, pero pequeño en comparación con otros cercanos. Lux 3 tiene casi cuarenta mil millones.

—¿Hay un Lux 3 pero no un Lux 1?

—Así es. ¿Por qué tiffany  se sorprende tanto?

tiffany  puso los ojos en blanco. Aquello le parecía ridículo.

—Da igual, cosas mías. Entonces, por eso dices que tus hermanos van a venir a recogerte. Porque son tus hermanos, pero no de sangre.

—En efecto. Me alegra ver que tiffany  por fin lo entiende.

Aquello complicaba un poco las cosas. El hecho de que tae  se declarara una persona sin familia haría más difícil encontrar a alguien que pudiera responsabilizarse de ella. Pero no estaba dispuesta a dejarse amedrentar. Cierto era que nunca había tenido dotes de actriz, pero estaba participando en esta conversación como si fuera lo más interesante y cabal que le hubieran contado jamás.

—Comprendo. ¿Y cómo has acabado aquí? ¿Te has perdido?

—No exactamente. tae  forma parte de la Misión Tierra 8. Es una misión pequeña, tan solo cuatro de nosotros fuimos enviados aquí en esta ocasión. —Así que ha habido otras...

—¡Claro! ¡Siete misiones previas!

—Pero no hay un Lux 1... Solo un Lux 3.

—Sí, eso ya lo he dicho. La verdad, tiffany, no entiendo que insistas tanto en la numeración...

—Pues tienes toda la razón —dijo, un poco desquiciada. Suspiró y se acarició la mejilla para cerciorarse de que seguía despierta, de que aquello no era una alucinación—. Continúa, por favor. Me hablabas de unas misiones previas. ¿En qué consistieron, exactamente?

—En ellas aprendimos todo sobre vuestro planeta, pero el Consejo Territorial de Lux 2 está interesado por el estado en el que se encuentra la Tierra y necesitaba más información. Por eso nos mandó a nosotros, para que hiciéramos una nueva evaluación.

—¿Interesado? ¿En qué sentido?

—La Tierra está muy enferma —le explicó tae con pesadumbre—. Los niveles de contaminación y    desforestación están afectando a vuestro núcleo. Nuestro servicio de inteligencia cree que, de seguir así, los humanos acabaréis destruyendo el planeta en pocas décadas. La previsión no es demasiado halagüeña.

Ya veo, obsesionada con el planeta, pensó tiffany en ese momento. Tal vez, tae, después de todo, no era más que una activista de Greenpeace caída en desgracia. De repente sintió lástima por ella.

—Y tú estás aquí para remediarlo —le dijo entonces, siguiéndole el juego.

—No, solo para constatarlo —puntualizó tae—, nadie puede remediarlo. Los dosluxianos no intervenimos en el destino de otros planetas. Somos meros observadores de su estado. Pero es cierto que necesitamos su energía. Lux 2 no podría existir sin la energía de otros planetas en descomposición, así que, cuando un planeta muere, aprovechamos su energía remanente para abastecer a nuestra población.

—Sois como aves carroñeras del espacio, vaya —bromeó tiffany, sonriendo ante su propia ocurrencia. No obstante, su compañía no pareció valorarlo de igual manera, por lo que tiffany carraspeó y prefirió continuar la farsa—. Entonces, estabais de misión y la nave se cayó.

—No —le corrigió tae—. La tormenta produjo un fallo en el sistema de propulsión de la nave. Uno de mis hermanos intentó corregirlo, pero creo que la trampilla se activó por error y yo caí al vacío en el lugar donde me encontraste.

—Pero no te has roto nada... ¿Cómo es posible?

—Hay muchas clases de vida, ¿sabes? —replicó tae con suavidad—. Los humanos siempre habéis dado por hecho que la vuestra es la única que importa.

tiffany  no supo qué replicar. ¿Qué podía decirle, si tenía razón? Allí estaba el ejemplo de la medusa rosa, el gusano de mar, una bacteria o el nudibranquio. Poco tenían que ver estas formas de vida con la humana y mamífera y, sin embargo, que existían era un hecho incontestable.

—¿Y tus... —titubeó un instante. Le resultaba extraño utilizar esa palabra en este contexto— ...hermanos piensan venir a recogerte?

—Confío en ello. Mi microchip intradérmico emite mis coordenadas, pueden saber dónde estoy en todo momento, pero para regresar por mí necesitan un permiso especial. Estábamos de regreso cuando el accidente ocurrió.

—Ya... es comprensible. Uno no va por ahí sobrevolando el cielo de otros planetas sin permisos aéreos. A mí, desde luego, no se me ocurriría. Siempre intento que mi bicicleta circule por el carril bici y si tuviera una nave haría lo mismo.

—Desde luego, es muy grave contravenir una orden o invadir un espacio aéreo de circulación.

—Sí, por supuesto. Lo entiendo perfectamente.

—Me alegra que tiffany  por fin entienda mis circunstancias.

—Sí, del todo. Es decir, ahora lo veo mucho más claro. —Estás loca—. Gracias por la explicación, tae.

—Ha sido un placer. Me agrada tiffany.

—¿Servicio de habitaciones?

tiffany  se giró y vio a un muchacho asomando la cabeza tímidamente. La puerta seguía abierta, así que el chico tenía las cejas alzadas, como si estuviera pidiendo permiso para entrar.

—Es aquí, pase —le invitó tiffany, contenta de tener un testigo.

Si encontraban su cuerpo descuartizado por la mañana, al menos alguien le explicaría a su madre lo sucedido. «Había una chica con ella», diría el muchacho durante las pesquisas policiales. Con toda seguridad la policía lo interpretaría como que había tenido compañía en su habitación de hotel, pero sus amigos matizarían que este era un comportamiento impropio de ella. A tiffany  le desagradaban las aventuras de una noche, tal vez por eso tenía tan poca fortuna en el amor y al final siempre acababa sola. Seguro que informarían de este detalle a las fuerzas de seguridad, y entonces se pondrían a investigar quién era la mujer que...

—¿Quiere que ponga la bandeja aquí o...?

tiffany  se quedó mirando al camarero comprendiendo que su mente había viajado tan lejos de allí que por un momento se había olvidado de su presencia. A veces podía abstraerse tanto de su entorno que le costaba retomar las conversaciones.

—Perdona, sí, puedes dejarla por aquí. —Le indicó el escritorio en cuyo extremo estaba la televisión.

El muchacho se giró entonces con intención de irse, pero tiffany  estaba tan desesperada por compañía mentalmente sana que le dijo:

—¿No te apetece quedarte? Si quieres, puedes cenar con nosotras. Estás invitado.

—Lo siento, señora, no se me permite cenar con los huéspedes en horas de trabajo —respondió el chico con cierto azoramiento.

—Ya, comprendo, es normal. ¿Pero estás seguro? No se lo diremos a nadie, ¿verdad que no? — afirmó, buscando la complicidad de tae, que asintió con entusiasmo, como si le emocionara estar a punto de compartir ese momento no solo con un humano, ¡sino con dos!

—Es usted muy amable, pero de veras no puedo.

—De acuerdo. Perdona por haberte puesto en un aprieto —se disculpó.

—¿Desea que cierre la puerta al salir?

—¡No! —tiffany  fue presa del pánico al imaginarse encerrada allí con tae—. Es decir, no, está bien así. Déjala abierta, si eres tan amable. —Entonces tuvo una idea—. ¡Qué tonta! No te he dado propina, espera un momento.

Fue hasta su mochila y extrajo corriendo el monedero. Se acercó al muchacho y le susurró al oído:

—Te doy veinte euros si llamas corriendo a la policía y les dices que una loca se ha colado en mi habitación.

—Pero, señora, yo...

—Vale, cincuenta. No tengo más en la cartera, pero puedo conseguirlo. Solo tienes que sacarme de aquí.

El muchacho miró por encima de su hombro y posó los ojos en tae, que ahora parecía distraída comprobando la resistencia del cable de la televisión. Estaba tirando de él con todas sus fuerzas.

—¿Ves? Como unas maracas. Si me sacas de aquí, prometo recompensarte. ¿Cuánto quieres? ¿Cien? ¿Doscientos? ¿Cuánto te pagan aquí?

—Señora, creo que lo mejor será que llame a recepción. Estoy seguro de que ellos podrán ayudarla y yo...

—¡Tú no lo entiendes! —exclamó agarrándole por la pechera de su inmaculada camisa blanca. El chico dio un paso atrás, visiblemente asustado—. Disculpa, es que estoy muy nerviosa. Pero, en serio, no lo entiendes. Ella dice que es de otro planeta, Lux 2 o algo así, que ha venido aquí de Misión 8 y que existe un Lux 3, pero no un Lux 1. ¿Tú comprendes esa lógica? No, ¿verdad? Lo cierto es que yo tampoco, pero eso no es lo importante, la cuestión es que es que se trata de una     loca potencialmente peligrosa...

—Señora, no creo que yo pueda hacer nada. Solo soy el camarero, compréndalo, por favor...

tiffany  se miró las manos y se sorprendió al verlas aferradas a la camisa del muchacho. Le sujetaba con tanta fuerza que casi le estaba ahogando. Asustada por su propia reacción, dio un paso atrás y se ruborizó con vergüenza. El camarero estaba tan pálido que comprendió que debía de estar pensando que ella era la loca, y no Ada. Había arruinado por completo su oportunidad de que la ayudara.

—Tienes razón, lo lamento. Acepta mis disculpas. Hazme un favor y quédate con los veinte euros igualmente. Por las molestias.

—Como desee. ¿Puedo irme ya?

—Sí, pero no cierres la puerta. No quiero quedarme encerrada con... ya sabes... —dijo, señalando a tae con la cabeza.

El chico asintió y se fue acelerando el paso por el pasillo enmoquetado, camino de los ascensores. Se giró en varias ocasiones con verdadero terror para comprobar que tiffany  no le seguía.

Había topado antes con clientes extraños, hombres que le pedían que pasara la noche con ellos, y mujeres que le abrían la puerta en atrevidos saltos de cama. A eso estaba acostumbrado. Pero nunca se había topado con una loca peligrosa como tiffany. Su corazón latía descontrolado mientras esperaba el ascensor. Si hubiera tenido una bandeja en las manos, con toda seguridad se le habría caído armando un gran estruendo. El camarero solo suspiró tranquilo cuando las puertas del ascensor se cerraron y se sintió seguro, a salvo, encerrado entre sus cuatro paredes.

En el otro extremo del pasillo, tiffany  recostó la espalda contra el marco de la puerta, su expresión era derrumbada. El forcejeo con el camarero había provocado que la toalla se le cayera de la cabeza y ahora sentía su pelo húmedo sobre los hombros, empapando la espalda de su pijama.

Echó un vistazo al interior de la habitación y deseó poder cerrar los ojos y descubrir que se lo había imaginado todo. Que nada era real y acababa de despertarse de una horrible pesadilla. Lo intentó, pero al abrirlos vio que Ada seguía analizando los objetos de la habitación. Antes era el cable, ahora la bombilla de una lámpara lo que inspeccionaba con verdadero interés. La hacía girar sobre su eje, la agitaba como si fuera un huevo de chocolate que contuviera una figura infantil en su interior. tiffany  supo entonces que no conseguiría echarla por mucho que lo intentara. Incluso si llamaba a la policía, estaba segura de que se desentenderían del tema como el camarero o el agente que las atendió en la calle. Nadie la creería si contaba la verdad, pensarían que la loca era ella, y tenía tanta hambre que ya empezaba a darle exactamente igual lo que el destino le deparara.

Recogió la toalla del suelo con un bufido, cerró la puerta encomendándose a su suerte y se fue directa hacia la bandeja de comida.

—La cena... —anunció con voz de ultratumba, pasos derrotados y la angustia arremolinándose en torno a su garganta.

Voy a morir... Voy a morir y ya nunca podré leer el último libro de Canción de Hielo y Fuego... ni tampoco sabré jamás qué pasó con Piper y Alex y todo porque se me ocurrió la brillante idea de asistir a una lunática en una tormenta. Bien hecho, Diana. Esta vez te has superado, amiga mía.

—Bien —dijo tae en ese momento mientras daba una palmada con entusiasmo—. Ahora tiffany  comerá y se sentirá un poco mejor para estar conmigo. ¿Sí?

tiffany la fulminó con la mirada, pero no replicó. Conectó la televisión fingiendo que tae noestaba en la habitación. Se tumbó en la cama, cogió el sándwich y le dio el primer bocado. Estaba frío como un cadáver. Como lo estaría ella en pocas horas... pensó con amargura.

 

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