10 PRESÉNTAME A TU NOVIA

Lo Nuestro Es De Otro Planeta
 

—Y entonces, ¿cuál es tu plan?

Tiffany se quedó con la mirada suspendida en el parque infantil que tenían al lado. Hacía buen tiempo y había accedido a tomar algo con Victoria en una de las terrazas de las múltiples cafeterías que existían en su barrio.

Meditó acerca de la pregunta, pero se dio cuenta de que todavía no tenía respuesta. Unas horas antes se la había hecho a sí misma, antes de enseñarle a tae el funcionamiento de su consola. A la presunta extraterrestre le entusiasmó tanto el descubrimiento que tiffany se olvidó muy pronto de que tenían cosas más importantes que tratar acerca del futuro inmediato.

Tiffany lo achacó a que nunca había podido compartir esa afición suya con nadie cercano. A Victoria le aburrían los videojuegos y con sus compañeros de trabajo apenas quedaba. Pero tae se mostraba fascinada de que los gráficos fueran tan “primitivos” y parecía genuinamente interesada en todo lo que tiffany le iba explicando: sus personajes favoritos, cómo pasar algunas etapas, algunos truquillos… Cuando se dio cuenta eran las cinco de la tarde, Victoria estaba esperándolas en el portal y todavía no había tenido ocasión de hablar con tae acerca de su futuro.

—La verdad es que no tengo plan —le confesó tiffany, suspirando mientras observaba a tae, que ahora se balanceaba en un columpio del parque infantil bajo la mirada atenta y desconcertada de algunos niños y de sus padres—. Quería buscarle un hotel, pero luego ha pasado todo lo de mi padre, nos hemos puesto a jugar a la consola y, no sé, estoy bloqueada.

Victoria arqueó una ceja y puso gesto escéptico.

— ¿Qué? ¿Por qué pones esa cara?

—Por nada.

—No, ahora dime, no te quedes callada.

Victoria dio un sorbo a su cerveza y se limpió la boca con el dorso de la mano. Había un brillo malicioso en sus ojos, una forma de mirar que tiffany conocía muy bien.

—Yo creo que lo que ocurre es que en el fondo no quieres que se vaya.

—No digas tonterías. Mírala, es como una niña. Y yo me comporto como si fuera su madre.

Victoria dirigió la vista hacia el parque infantil. Los niños parecían encantados con la compañía de tae. Había empezado jugando con uno de ellos y ahora estaba rodeada de una pandilla entera. Los infantes tiraban de sus mechones de color, la agarraban de la mano para reclamar su presencia bajo la atenta mirada de sus padres que no acababan de comprender por qué una mujer adulta estaba jugando con sus hijos como si fuera una más.

—Pero a lo mejor es precisamente por eso, porque te hace sentir, no sé, útil. ¿No lo crees? — apuntó Victoria.

Tiffany no supo qué contestar. Era plenamente consciente de que si no se sintiera a gusto con tae, la habría echado mucho antes de su casa, tal y como había hecho en Madrid. Desconocía por qué todavía no la había invitado a irse, y sin embargo, sospechaba que el motivo era algo tan simple como que se sentía a gusto en su compañía.

— ¿Te has planteado la posibilidad de que tu padre le eche un vistazo? Para que le diagnosti que su tipo de demencia, más que nada —sugirió en ese momento Victoria.

Tiffany descartó la idea con un suave movimiento de la mano.

—Lo pensé, pero ¿para qué? ¿Para que le ponga nombre a lo que tiene? Si está loca, está claro que no es una loca peligrosa.

—O para que la medique. Tiene que haber algo que ayude en estos casos. O a lo mejor le convendría estar interna una temporada, no sé.

—Sí, eso puede ser —respondió tiffany con cierta melancolía. A veces se le olvidaba lo desorientada que estaba tae. Era como si en el fondo albergara la esperanza de que en algún momento su coraza se rompiese, acercarse tanto a ella que esto la ayudara a tomar contacto con la realidad, aunque sabía que sería imposible si realmente sufría alguna enfermedad mental—. Pero ya sabes cómo es mi padre. No estoy segura de que sea la mejor persona para tratar este caso.

Victoria asintió. Ella conocía de sobra al señor young. Había tenido bastante trato con él durante su época escolar, cuando las dos amigas jugaban en el cuarto de juegos de la casa de tiffany. A Victoria le encantaba ir a casa de su amiga porque tenía más juguetes que nadie que conociera, pero, al mismo tiempo, le daba miedo la presencia de su progenitor, pues el señor young insistía en darles lecciones de anatomía cuando vestían y desvestían a las muñecas.

— ¿Lo recuerdas? —dijo Victoria, riéndose—. Joder, mis padres llegaron a plantearse si era un depravado.

—Sí, era un pesado. Lo sigue siendo —resumió tiffany.

No quería ni recordar el momento en el que llegaron a la adolescencia y el señor young decidió que había llegado la hora de hablarles de las medidas de seguridad a tomar durante el coito. « ¡El coito! Te juro que cuando lo llamó así yo no sabía a qué se refería. Teníamos… ¿Qué? ¿Quince? ¿Dieciséis?», rememoró Victoria, con lágrimas en los ojos de la carcajada.

Estaban recordando estas y otras anécdotas del doctor young, cuando un móvil empezó a vibrar sobre la mesa. Diana estiró el tronco e inclinó la cabeza para ver quién era. Contestó de inmediato cuando vio que se trataba de su madre.

— ¿Hola?

—tiffany young, ¿en qué momento pensabas contarle a tu madre que tienes pareja?

Tiffany palideció. Le hizo una señal a Victoria para indicarle que aquella conversación podría extenderse, se levantó y empezó a deambular por los alrededores del parque infantil.

—Vale, ya veo que papá te ha llamado.

— ¡Pues claro que me ha llamado! Estaba preocupado por ti. Me dijo que te habías dado un golpe en la cabeza. ¿Es que tampoco pensabas contarme eso?

—Mamá, no es lo que parece. Ya sabes cómo es papá —trató de explicarle tiffany con los ojos puestos en tae.

En ese momento sus miradas se encontraron y se sonrieron como si se hubieran estado buscando una a la otra.

—Me ha dicho que hay una chica en tu casa.

—Sí, una amiga. Aunque no te lo creas, también tengo amigas, mamá.

—Bueno, pero podías habérmelo contado.

—Es que no es mi novia. No insistas, que estáis los dos muy pesados.

—También me comentó que vais a cenar a su casa, el jueves.

—Porque ya sabes cómo es, que no deja hablar ni admite un no por respuesta —le explicó, tratando de sonar calmada, aunque la realidad era que tenía ganas de cortar cuanto antes la llamada.

Desde que sus padres se habían divorciado, cuando tiffany ya estaba en la universidad, tenía la sensación de estar jugando permanentemente al teléfono averiado. La información que se comunicaban entre ellos siempre llegaba distorsionada y a veces deseaba que no se llevaran tan bien, tan pacíficamente, como dos amigos, para no tener que dar explicaciones por duplicado.

—Es solo una amiga, de verdad. Ha venido a pasar unos días conmigo.

—Bien, pero entonces podré conocerla yo también, ¡digo yo!

Tiffany enmudeció, comprendiendo la lógica de su madre. Parecía justo que si su padre había conocido a tae e incluso la había invitado a cenar a su casa, su madre exigiera el mismo trato. —Bueno, ya lo iremos viendo. Se va dentro de pocos días y no conoce la ciudad. Lo hablamos en otro momento, ¿de acuerdo? Estoy tomándome algo con Victoria y es de mala educación dejar a la gente tirada.

Este razonamiento pareció convencer a su madre, que se despidió de ella un poco más calmada, de manera cariñosa, haciéndole prometer que la llamaría antes de que tae se fuera de la ciudad.

Regresó en ese momento a la mesa en donde se encontraba Victoria y se dejó caer sobre la silla, derrotada. Tiró el móvil de cualquier manera sobre la mesa.

— ¿Tu madre?

—Sí. Que también quiere conocer a “mi novia”, ¡que como se me ocurre presentársela a mi padre y no a ella! —Se lamentó tiffany, marcando las comillas en el aire—. Parecen niños peleándose por una muñeca.

—Estarán preocupados por ti, no se lo tengas en cuenta.

—Bueno, pues que demuestren su preocupación de otra manera, sin entrometerse tanto.

—Ya, pero es lo que tiene ser hija única. Mírame a mí, con cuatro hermanos mis padres no me hacen ni caso. —Victoria dio un sorbo a su cerveza y se miró las uñas con desinterés—. Y bien que estoy así. Ser la oveja negra tiene sus ventajas.

—Pues no lo sé, pero como sigan en este plan, supongo que estallaré y les acabaré diciendo la verdad. Y no sé hasta qué punto les va a gustar que “mi novia” sea una extraterrestre.

Victoria observó entonces por el rabillo del ojo a tae, que seguía en el parque infantil y sonrió de manera misteriosa.

— ¿Te lo imaginas?

— ¿El qué? ¿Qué tae fuera mi novia?

—No, que se tratara realmente de una extraterrestre. Sería increíble, ¿no?

—Sí, claro, y el mes que viene ojalá conozcamos a una vampiresa y el siguiente podemos buscar una mujer lobo —se burló tiffany—. ¿Has perdido el juicio?

—Lo digo en serio, deberías investigar esa vía un poco más —afirmó Victoria, que ya estaba ingeniando maneras de hacerlo, como pedirle que utilizara sus teóricos “superpoderes” o que le mostrara avances tecnológicos extraordinarios de su cultura.

A tiffany esta sugerencia le pareció descabellada, pero no la descartó por completo. A fin de cuentas, cabía la posibilidad de que si la llevaba al límite, consiguiera romper ese extraño escudo tras el cual estaba convencida de que se escondía la verdadera tae.

No obstante, decidió posponer este pensamiento para otro momento. Quería pensarlo mejor, ver de qué manera podría ponerlo en práctica, más adelante. Ahora lo único que le preocupaba era que estaba empezando a hacerse tarde. El sol ya se había ocultado tras los edificios, llevaban bastante tiempo sentadas en aquella terraza y comenzaba a tener frío. Además, ya casi era la hora de cenar.

—Y mañana tengo que trabajar —se quejó lastimosamente.

Lo último que le apetecía era regresar a la oficina, decirle a su jefe lo mucho que le había enriquecido el congreso. Mentirle, en pocas palabras. Y qué lejanos le resultaban ahora aquellos días grises en Madrid, con la tormenta, los viajes interminables en metro y la posterior aparición de tae.

Casi parecía un recuerdo borroso que se deshilvanaba como un trozo de tela viejo.

—Bueno, sé positiva, dentro de nada tendrás vacaciones. ¿Sigue en pie lo de Semana Santa?

—Eso creo, mi madre me ha dicho que la casa está libre. Tom y ella prefieren quedarse aquí para ver las procesiones —respondió tiffany, que casi había olvidado lo cerca que estaban las vacaciones.

Victoria y ella habían planeado pasarlas en la casa que su madre tenía en la playa. Las previsiones eran de lluvia, pero le vendría bien alejarse de las responsabilidades durante unos días. De hecho, estaba deseando entregar el proyecto que tenía pendiente y disfrutar de unos días libres. — ¿Y qué vas a hacer con tae?

—Nada, quiero hablar con ella cuanto antes. Saber qué planes tiene. Esto no puede seguir así.

—Bien, pues ya me contarás cómo te va eso y el rollo ese con tu padre.

 

Se levantaron para pagar sus consumiciones y quedaron en llamarse al día siguiente.

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