18 CLARO QUE SÍ, ENCANTO

Lo Nuestro Es De Otro Planeta
 

Tiffany empleó los siguientes días en darle un empujón a la maldita aplicación de los Duarte. Había intentado contactar con su jefe por correo electrónico para preguntarle un par de dudas al respecto, pero enseguida recibió una respuesta automática:

Me encuentro de vacaciones hasta el próximo lunes. Responderé todos los e-mails a mi vuelta. Gracias por tu comprensión. ¡Feliz Semana Santa!

Se quedó de piedra durante unos segundos, observando el correo electrónico atontada, no podía creerlo. Ella tenía que sacrificar sus preciadas vacaciones mientras él no dudaba ni un segundo en tomarse unos días libres.

Furiosa, tomó su móvil y estuvo a punto de marcar el número de Javier. Tenía un par de cosas que decirle. Pero ninguna de ellas resultaba aceptable o aconsejable para dirigirse a un jefe, así que respiró hondo, dejó el móvil a un lado y desvió la mirada hacia el otro extremo del salón.

Tae estaba concentrada en atornillar un trozo de metal a su monstruosa creación. A tiffany todos los elementos que la extraterrestre empleaba para construir su antena le parecían un amasijo de hierros ensortijados, chatarra, material de vertedero; estaba convencida de que se trataba de un trasto inservible y sin embargo Tae  dio en ese momento un gritito de emoción.

— ¡Funciona!

— ¿Funciona? —se sorprendió, incorporándose de golpe.

— ¡Sí!

Se acercó a ella con cierto recelo. Sentía pánico de rozar siquiera aquel amasijo de hierros por temor a electrocutarse. Tae se puso unos cascos de color rojo y empezó a transmitir señales con una especie de consola que le recordó a la de un telégrafo.

— ¿Has contactado con ellos?

—Es solo una prueba para asegurarme de que mis hermanos reciben la señal.

Tiffany asintió con la cabeza. Era una verdadera locura, pero como tantas otras cosas en tae, y prefirió desentenderse por completo.

Fue hasta la cocina y bebió un vaso de agua pensando en la evolución de la aplicación de los Duarte. Aunque trabajara de manera incansable los próximos días, sería imposible realizar todos los cambios a tiempo. Tiffany calculó mentalmente sus horas de sueño. Si las reducía a dos diarias… Como mucho a tres… Morirás en el intento y ni siquiera así serías capaz de conseguirlo. Estaba tan malhumorada que cuando sonó el telefonillo de la casa contestó de malas maneras.

— ¿Qué?

—Telepizza.

—No hemos pedido ninguna pizza —repuso.

—Soy yo, idiota. Ábreme.

Tiffany puso los ojos en blanco y le dio al botón para dejar entrar a Victoria. Su visita era lo último que necesitaba en aquel momento. Rozaban las once de la noche, tenía hambre, sueño, estaba cansada, no sabía qué pensar sobre el invento de tae pero le molestaba todo resultado que arrojara: si funcionaba, mal: ella se iría; si no funcionaba, mal: tendría que llamar a alguien para que viniera a retirar toda la chatarra. Con suerte, a lo mejor podría venderla a un amante del arte moderno, pero dudaba mucho de que alguien estuviera interesado.

En resumidas cuentas, Victoria no podía haber elegido peor momento para presentarse. Dejó la puerta abierta y se derrumbó sobre el sofá poniéndose el portátil de nuevo sobre sus muslos.

— ¿Llego tarde a la fiesta? —dijo Victoria cuando asomó la cabeza y se encontró con una escena desoladora: tiffany mirándola con cara de pocos amigos y unas preocupantes ojeras bajo los ojos; tae subida a una escalera y haciendo sonidos extraños, clic clic clic, en su todavía más extraño aparato. En comparación un manicomio le pareció un hotel de cinco estrellas—. Vaya, veo que os lo estáis pasando en grande. Qué pena no haber llegado antes —ironizó.

— ¡Hola, Victoria! —la saludó tae con simpatía.

—Hola, encanto, ¿Qué tal va tu cacharro?

—Bien, he conseguido que funcione.

— ¿Necesitas algo, Vic? —Interrumpió la conversación tiffany—. Estamos un poco ocupadas.

—Nada, solo he venido a recoger a tae.

Tiffany la miró desconcertada. ¿A tae?

—Como tú estás tan ocupada, la voy a sacar un rato de fiesta.

—Enseguida estoy contigo, Victoria. Me doy una ducha y nos vamos —comentó entonces tae, apagando el aparato que renqueó cuando la potencia de sus tripas fue disminuyendo.

Tae fue hasta la ducha y conectó el grifo, mientras Victoria tomaba asiento en el otro extremo del sofá. Tiffany, que seguía sin comprender, clavó la mirada en su amiga: — ¿Qué es eso de que te llevas a tae de marcha?

— ¿Te molesta?

—No —se apresuró a replicar. Aunque la verdad era lo contrario—. ¿Por qué iba a molestarme?

—No sé, como has puesto esa cara… Solo pensé que estaría aburridilla aquí encerrada mientras tú estás currando. Le propuse que saliéramos un rato y le pareció buena idea. ¿Has cenado? Tienes una cara horrible.

— ¿Salir adónde? —Inquirió tiffany evitando dar una respuesta a la última pregunta—. ¿Adónde quieres llevarla?

—Pues no sé, había pensado el Jewel, para que conozca la noche sevillana.

La información entró por su conducto auditivo, rozó el tímpano con inusitado dolor, se coló como un cohete en su organismo, bajó por la garganta, el esófago y se instaló en el estómago en donde pareció comprimirse formando un apretado nudo que dejó a tiffany sin respiración. — ¿El Jewel?

—Sí, ¿Qué problema hay?

—Pues… ¿no es un sitio de ambiente?

— ¿Y?

Y hay mujeres, mujeres más guapas que yo, o no, pero las hay y algunas de ellas serán interesantes, o no, pero se acercarán a tae, o no, pero yo creo que sí, y querrán pedirle el teléfono, invitarla a una copa, bailar, acostarse con ella, ¿Qué más? Estoy siendo muy infantil y un poco celosa, bueno, mucho, es absurdo porque nunca me he comportado así, vale, lo sé y tú también lo sabes, Victoria, pero hace mucho tiempo que no me fijo en alguien y ahora que te he dicho lo que siento por ella… ¿De veras es necesario explicártelo todo?

—Y nada. Es que no creo que sea el lugar más apropiado para ella.

—Pues se lo he comentado y le entusiasma la idea —le explicó Victoria. Y en sus ojos había un extraño brillo acorde a su nombre.

— ¿Estás intentando ponerme celosa? ¿Es eso? —susurró tiffany en voz baja. Porque lo estás consiguiendo—. Porque no va a funcionar.

— ¿Yo? ¿Qué dices, loca? Ni que fuera la primera vez que vamos.

Vas. Ya sabes que yo no voy a esos sitios.

—Como sea. Que tú no vayas no significa que el resto no queramos ir —le explicó Victoria poniéndose un cigarrillo en la boca. Tiffany se lo quitó de los labios—. ¡Eh!

—No fumes aquí, cerca de esa antena. Me pone los pelos de punta.

Victoria revisó con atención la escultura de hierro que se alzaba al otro extremo del salón.

—Vale, tiene su lógica, nada de fumar en torno a los cacharros de tae. Oye, pero si quieres puedes venirte, ¿sabes? No tienes por qué quedarte en casa amargada.

—Tengo que trabajar —le recordó tiffany con tozudez fijando de nuevo la vista en la pantalla. Le escocían los ojos.

—Vale, como quieras. Pero si cambias de opinión, ya sabes dónde estamos.

Lo sabía. De sobra. Llevaba pensando en ello la última hora y media. Victoria y tae se habían marchado cuando tae terminó de arreglarse. Estaba tan bonita que tiffany no pudo evitar mirarla embobada. « ¿Voy bien? ¿Esto es adecuado? Porque, si no, puedo cambiarme», preguntó insegura tae malinterpretando la mirada embelesada de tiffany. Iba más que bien. Iba preciosa con aquel vestido ligero que dejaba al descubierto la larga línea de sus piernas y sus estilizadas rodillas. Tae se había maquillado, pero no de manera exagerada como acostumbraba los primeros días, sino resaltando ligeramente sus preciosos ojos y la carnosidad de sus labios. Tiffany sabía que todas las miradas se posarían en ella tan pronto entrara en el Jewel y este pensamiento la estaba carcomiendo lentamente, a poquitos, como una termita que se estuviera dando un banquete con sus entrañas.

Cerró la tapa del ordenador, desesperada por no ser capaz de controlar sus pensamientos. Por más que intentara concentrarse, imágenes de tae rodeada de mujeres y hombres se deslizaban una y otra vez tras sus párpados. No quería pensar en ello, pero lo hacía. No quería parecer una patética mujer insegura, pero lo estaba. No quería claudicar al evidente chantaje de Victoria, pero resultaba inevitable.

Y no quería perderla… aunque tampoco estaba segura de haberla encontrado.

Suspiró hondo. Dejó el ordenador a un lado y los restos del sándwich que se había preparado unos minutos antes. Seguía teniendo hambre, pero de otro tipo, y esta clase no sabía cómo paliarla. Se incorporó de golpe como movida por incontrolables hilos invisibles y fue hasta su armario. Pero antes necesitaba una ducha y mejorar la cara de fantasma que arrastraba desde hacía días. Podía hacerlo. Quería ir a su encuentro. Se puso manos a la obra.

***

Hacía mucho tiempo que Victoria no se divertía tanto. La compañía de tae le resultaba especialmente agradable porque en ningún momento tenía que fingir ser otra persona. A su lado Victoria podía ser ella misma. Eructar si le apetecía, poner gesto de asco si por delante pasaba alguna mujer que no era de su agrado, gritar, saltar o silbarle a aquella gogó que dejaba poco a la imaginación. Solo había otra persona con la que Victoria se sintiera igual de cómoda y esa era su mejor amiga tiffany.

— ¡Me lo estoy pasando muy bien! —dijo en ese momento tae a voz en grito. La música estaba tan alta ahora que tenían que comunicarse así—. ¡Ojalá estuvieran aquí Rocío y tiffany!

— ¿Rocío? —se extrañó Victoria—. ¿La madre de tiffany? ¿Cómo es eso?

Tae asintió. Había bebido dos copas de ron pero parecían más. Procesaba rápidamente el alcohol.

— ¡Me cae muy bien! ¡Me dijo que ojalá formara parte de su familia! ¡Cuando se despidió de mí, en Tarifa!

— ¿Eso te dijo, eh?

Victoria le sonrió complacida. Si la madre de tiffany le había dicho eso, significaba que su plan marchaba sobre ruedas.

Consultó el reloj de pulsera que abrazaba su muñeca. Se estaba haciendo tarde y ni rastro de ella.

Pero vendría. Tenía que venir. Conociéndola, no aguantaría mucho tiempo encerrada en casa, a solas con sus fantasmas. Acabaría cayendo en su trampa y calculaba que quedaba poco para que hiciera su aparición por la puerta del Jewel. Miró en dirección a la entrada, pero nada, solo un grupo de chicos que se saludaban. Pero estaba a punto, podía sentirlo, y eso quería decir que iba siendo hora de poner en marcha su plan. Se arrimó disimuladamente al grupo que estaba al lado y se chocó adrede con una morena a quien no le habría importado conocer más.

— ¡Perdona! —le dijo a la morena tan pronto se miraron.

Ella hizo un gesto que venía a decir «nada, cuéntame más» y Victoria aprovechó para entablar conversación:

— ¿Nos conocemos de algo? —le dijo.

—No sé, no lo creo.

—Ya, yo tampoco, una cara como la tuya no se me habría olvidado.

Cursi. Algunos dirían que patético. Pero efectivo. La morena le sonrió entre tímida y coqueta. Era su oportunidad y no pensaba desaprovecharla.

—Esta es mi amiga tae —dijo Victoria tirando del brazo de la supuesta extraterrestre para presentársela a la morena—. ¿Por qué no bailáis un rato juntas? Te prometo que tendrás una experiencia… galáctica.

A tae le pareció bien la idea. Victoria estaba casi segura de que a aquellas alturas de la noche podría haberle pedido que imitara a un loro y caminara dando saltitos sobre una sola pierna y ella lo habría hecho. Se estaba aprovechando de su embriaguez, pero era indispensable tomar el control de la situación y emborracharla parecía la manera más sencilla.

Finalmente la morena accedió a bailar con tae. En pocos segundos habían tomado la pista y Victoria observaba la escena mientras miraba a intervalos la puerta.

No me falles, tiffany. Ni se te ocurra fallarme o renegaré de ti como amiga.

— ¿Bailas?

Victoria se giró y vio a una chica pelirroja sonriéndole.

—Me encantaría, guapa, pero ahora no puedo. Estoy en plena misión.

— ¿Y qué misión es esa?

—Una espacial —bromeó Victoria—. ¿Ves esa puerta? Dentro de unos minutos mi mejor amiga la atravesará. ¿Y ves a esa rubita bailando con la morena en la pista? —La muchacha asintió—. Pues mi amiga se pondrá hecha una furia cuando las vea. Soy un verdadero genio.

La pelirroja arqueó las cejas con sorpresa. Por su expresión Victoria supo que no solo estaba en desacuerdo con su genialidad, sino que la consideraba la peor amiga de la historia. Cuando se dio la vuelta, la muchacha se había esfumado.

Bah, qué más daba. Ella no estaba allí para ligar. O tal vez sí, pensó observando sin disimulo el trasero de la pelirroja. Pero eso podía esperar. Ahora mismo tenía una misión que cumplir.

Miró de nuevo hacia la puerta y advirtió un mar de cabezas apelotonadas. Victoria se puso de puntillas para ver si podía distinguir los rostros y su excitación creció cuando creyó ver a tiffany.

Sí, era ella. Llevaba ojos entornados, su mirada era errática y su cara tenía un mohín angustiado, como si las estuviera buscando. Victoria agitó los brazos para llamar su atención y el gesto de su amiga se relajó cuando reparó en ella.

— ¿Y tae? —le preguntó nada más acercarse.

—Ten, bebe un poco, anda. —Le tendió su propia copa. Tiffany le dio un sorbo y se la devolvió.

— ¿No está contigo?

—Yo también estoy encantada de verte. Me alegro de que hayas venido.

—Vale, tienes razón, he sido un poco maleducada: hola. Dame otro trago, anda.

Victoria volvió a tenderle la copa y la observó atentamente. Si sus cálculos no fallaban, su amiga solo tenía que girarse unos centímetros más para verlas. Esperó expectante su reacción, pero al cabo de un momento tiffany seguía igual de calmada. ¿A lo mejor no había mirado hacia la pista de baile? Entonces cayó en la cuenta de un importante detalle:

—Te has olvidado de ponerte las lentillas, ¿verdad?

—Sí. ¿Por qué lo preguntas? ¿Tanto se me nota?

—No. Pareces el mismo topo de siempre. Pero supongo que tu miopía te ha impedido ver que tae está allí, bailando con una despampanante morena.

Al principio fue rojo. Después una tonalidad azulada seguida de morados, rosas y grisáceos. Toda una paleta de colores hasta llegar al blanco que palideció por completo la cara descompuesta de tiffany.

—Bueno, ¿y qué? —Reaccionó su amiga cuando por fin pudo articular palabra—. No es asunto mío con quién baile.

—Solo pensé que a lo mejor te apetecía saberlo.

—Pues no me apetece. Me da igual —se rebeló tiffany, dándose media vuelta.

— ¡Eh! ¿Adónde vas?

—A pedirme una copa. Bien cargada.

—Espera, voy contigo.

Victoria la siguió hasta la barra y se quedó a su lado todo el tiempo que tae estuvo bailando con la morena. Las canciones y los minutos iban pasando y ya no estaba segura de que aquello hubiera sido una buena idea. Sus cálculos habían fallado. tiffany, en lugar de reaccionar, ir a la pista y decirle a tae lo que sentía por ella, había optado por aferrarse al alcohol y esta era la segunda copa que pedía. Victoria se preocupó al ver que casi no respiraba entre trago y trago.

— ¿No crees que estás bebiendo muy deprisa?

—No, ¿por qué lo dices?

Tenía la mirada fija en tae. Disimulaba que no lo hacía, pero a ella no podía engañarla. Se acabó la segunda copa de un trago y dejó el vaso de tubo sobre la barra. —Voy a pedir otra más.

— ¡No!

— ¿Por qué no? —Protestó tiffany—. ¿Qué eres? ¿Mi madre? Tengo ganas de otra copa y voy a hacerlo.

—Beber no va a solucionar nada, solo hará que te sientas peor.

— ¿Eso crees? Porque ahora mismo me siento FATAL. Como me sienta peor, creo que tendrás que llevarme a urgencias.

Tiffany le hizo un gesto a la camarera para que le repitiera la ronda. Había pedido las consumiciones tan seguidas que la muchacha ni siquiera tuvo que preguntarle qué deseaba consumir.

— ¿Por qué no vas allí y le dices lo que sientes, en vez de quedarte aquí bebiendo como una tonta? —sugirió Victoria cuando la camarera llegó con un vaso cargado de hielos, una botella y un refresco.

— ¡Porque es una extraterrestre! O eso dice, vaya. ¡Y como es una maldita extraterrestre no entiende lo que son los sentimientos!

—Cariño, eso me pasaba a mí con mi ex. Mi consejo es que no te metas ahí, es un agujero negro —dijo la camarera tomando parte en su conversación.

— ¿Lo ves? No soy la única. ¡Ella ya ha estado con una alien y lo desaconseja!

Victoria puso los ojos en blanco. Estaba a punto de tirar la toalla y empezaba a arrepentirse de haber trazado aquel plan. Ahora tenía a una humana borracha y a una posible extraterrestre también borracha. ¿En qué momento se habían torcido tanto las cosas?

Miró hacia la pista y vio a tae bailando como si descargas eléctricas recorrieran su cuerpo.

Misteriosamente, la morena parecía encontrarlo divertido. Observó entonces a su amiga, enzarzada ahora en una surrealista conversación con la camarera sobre los inconvenientes de salir con personas de otros planetas, y cabeceó con tristeza.

—Porque si fuera de la Luna, no sé, está más cerca, ¿no? Ya la hemos pisado, no veo por qué no podríamos ir una vez más. O Plutón, aunque dicen que ya no es un planeta, pero, vaya, que está aquí al lado, a unos cuantos kilómetros luz, yo qué sé, a eso me refiero, ¿sabes lo que te quiero decir?

—Claro que sí, encanto.

—Lo he estado mirando por Internet. Resulta que hay como unos túneles, ¿sabes? Una especie de conductos que llaman agujeros de gusano y que si los usas puedes llegar a velocidad superlumínica a cualquier otra galaxia. Así que pensé, no sé, si yo podría usar uno de esos. ¿Comprendes?

—Claro que sí, encanto.

—Pero entonces estuve mirando dónde cuernos queda esa constelación, la de Udf, y resulta que está endiabladamente lejos y de todos modos no sabría cómo encontrar un agujero de gusano, no pone nada de eso en Internet —se lamentó tiffany, cabeceando con tristeza.

—Claro que no, encanto.

— ¡Porque hasta Urano está más cerca! Pero no podía ser de Marte ni de Saturno y yo apuntarme a una de esas misiones espaciales si hiciera falta. ¡No, qué va! ¡De Lux! ¡Tenía que ser de Lux! No, espera… ¡De Lux 2! ¿Tú sabes dónde está eso?

La camarera negó con la cabeza.

—A tomar por saco. ¡Allí es donde está! —dijo tiffany con dolorosa resignación—. Y “a tomar por saco” no sale en los mapas, ni siquiera en Google Maps, te lo digo yo.

—Claro que no, encanto. Si yo te entiendo, están todas locas y viven muy lejos.

—Exactamente.

La copa de tiffany volvía a estar por la mitad y sus niveles de alcohol en sangre crecían a toda velocidad. Debía intervenir cuanto antes o la noche se arruinaría por completo.

Victoria miró a su alrededor mientras pensaba en una solución y de pronto fue como si la hubiese encontrado: blanca, bajita, con pinta inocente, riéndose con su perfecta sonrisa. Se echaba el pelo hacia atrás como si estuviese coqueteando, pero lo más interesante de todo no era lo que hacía sino con quién lo hacía. Victoria supo que la noche estaba salvada, aunque ya no se aventuraba a hacer quinielas después de lo que acababa de presenciar.

Le dio un codazo a tiffany para llamar su atención.

Su amiga dejó de hablar con la camarera y la miró por encima del hombro con los ojos entrecerrados.

— ¿Mmm?

—Tu ex. Está aquí. —Victoria señaló la pista con un dedo.

— ¿Mi ex?

—Ajá.

— ¿Esa Irene?

—La misma.

Tiffany trató de abrir los ojos y lo consiguió a medias, lo suficiente para mirar hacia donde su amiga le indicaba. Morena, bajita, con pinta inocente y echándose el pelo hacia atrás como si estuviese coqueteando.

Coqueteando con tae. La morena acababa de presentarlas.

***

— ¿Qué crees que hace Irene?

Tiffany tenía ahora los ojos fijos en la pista de baile. Su ex no solo estaba allí, algo que ya de por sí le hacía sentir incómoda, sino que hablaba con tae, tan cerca de ella que sus intenciones le parecieron claras.

Tiffany conocía muy bien esa mirada. A ella también la había mirado así una vez, mucho tiempo atrás, cuando eran otras, cuando creían que les aguardaba un espléndido futuro juntas. En su memoria ahora solo quedaban cenizas de aquella mirada, la que Irene ya nunca le dedicaría a ella, pero sí podía regalársela a tae.

—Pues no lo sé, imagino que lo mismo que tú y que yo —replicó Victoria.

—Me refiero a qué hace hablando con tae.

—Ah, eso…

—Sí. “Eso” —afirmó poniendo comillas en el aire. Dio el último sorbo a su copa y la dejó sobre la barra. Se sentía mareada, como si su cabeza se hubiera vaciado de pronto. Le costaba pensar con claridad.

—Hombre, a lo mejor me equivoco, pero tiene toda la pinta de que está ligando con ella —razonó Victoria.

—La tiene, ¿verdad?

—Sí.

—Bien, eso es todo lo que quería saber.

Tiffany aspiró hondo y dio los primeros pasos, un poco inestables a causa del ligero mareo que le producía el alcohol. Le costó enderezarse, pero una fuerza desconocida la impulsaba hacia la zona donde charlaban tae e Irene.

Se fue haciendo paso entre la gente, con la mirada fija en el lugar donde charlaban las dos mujeres. En otra época, unas semanas atrás, o incluso unos días antes, le habría dado pánico acercarse a su ex. Las cicatrices que Irene le había dejado eran tan hondas y dolorosas que habría preferido quedarse escondida detrás de cualquier columna o parapetarse tras la figura de su amiga Victoria para evitar un encuentro entre ellas. Como si hubiera hecho algo malo, como si la culpa, qué terrible palabra, del fracaso de su relación hubiera sido suya por entero. Estaba casi segura de que otra vez sentiría el golpe violento que le haría quedarse agazapada y encogida como un animalillo asustado. Y sin embargo, no fue capaz de sentir nada parecido. Cada paso que daba le hacía sentir más fuerte, decidida, se dio cuenta de que apenas recordaba ya lo que precipitó su separación. Los recuerdos dolorosos parecieron esfumarse a medida que acortaba distancias. Los calificativos, también. Rara. Celosa. Dependiente. Controladora. Asocial. Friki. Aburrida. Pesada. Insistente. Insegura. Cobarde. Inmadura.

Rodaban las palabras por su mente, las mezclaba, las revolvía, las intercambiaba, pero todas significaban lo mismo: nada. Carecían de significado porque tiffany no podía identificarse con ninguno de aquellos adjetivos. Ella no era eso. Irene la había convencido de ello, pero ahora comprendía el grave error que había cometido creyéndoselo. ¿Cómo había tardado tanto tiempo en darse cuenta?

Tae advirtió enseguida su presencia cuando se aproximó lo suficiente. La miró entre la alegría y la sorpresa y abrió ligeramente la boca para saludarla, pero tiffany se lo impidió escurriendo una mano en torno a su cintura y atrayéndola hacia ella.

Los ojos de las dos mujeres se encontraron entonces en un punto que ya hicieron suyo. Un lugar en el espacio en el que parecían hablar el mismo idioma, sus pupilas manteniendo una conversación intensa pero silenciosa:

«Quiero besarte. Me muero por besarte. Voy a hacerlo», decían las de tiffany.

«Hazlo», contestaron las de tae.

Ella asintió entonces levemente comprendiendo lo que vendría a continuación y tiffany cerró los ojos. La atrajo hacia sí tan despacio que la sintió temblar en sus brazos. Cuando sus labios se rozaron le pareció ser un cometa que estuviera cruzando el cielo velozmente dejando miles de estrellas a su paso. Tae partió los labios como si quisiera invitarla a explorar en su interior y tiffany aceptó la invitación acariciando su lengua con tanto corazón que temió haberse dejado el suyo prendido en aquel beso.

Podrían haber continuado besándose el resto de la noche, de no ser por una presencia extraña que no dejaba de mirarlas. Al notarla, tiffany abrió los ojos un poco desconcertada, por un momento había olvidado dónde estaba. Para ella solo existía tae y sus ojos onices que la observaron con la misma intensidad que cuando descubría un objeto nuevo y apasionante. Incluso en la oscuridad de la discoteca pudo apreciar que sus mejillas se habían arrebolado. Entrelazó sus dedos con los de tae con la intención de preguntarle: « ¿Estás bien? ¿Me perdonas por lo que acabo de hacer?», pero un carraspeo incómodo se lo impidió.

Tiffany advirtió entonces la cara de fastidio de Irene.

—Ah, hola, Irene... ¿Tú por aquí?

—Ya ves. ¿Y tú?

—Nada, dando una vuelta. ¿Ya conoces a tae? —le dijo con desparpajo y un poco de malicia. Desconocía de dónde procedía aquella repentina valentía suya, pero le hacía sentir bien. Mejor que bien. Indestructible.

—Sí, la conozco, ya nos hemos presentado —respondió Irene con sequedad. Intentaba fingir que lo que acababa de presenciar le era indiferente, pero la delataba su gesto desencajado.

—Bien, entonces me ahorro las presentaciones. ¿Qué tal estás? Hacía mucho tiempo que no nos veíamos. ¿Todo bien? Si quieres, puedes unirte a nosotras. Victoria está por allí.

—No, gracias. He venido con unas amigas. —Irene se giró y señaló el grupo al que se había unido la morena que antes estaba bailando con tae.

— ¿Y Maca? ¿No está contigo? Me encantaría saludarla.

—No.

— ¿No? ¿Y eso?

—Ya no estamos juntas —replicó Irene con sequedad. Era evidente que no quería dar más explicaciones acerca de su ruptura con su última novia.

—Vaya, lo siento.

—Sí, vale, gracias. Creo que me están esperando. —Irene se giró hacia el grupo, pero nadie estaba pendiente de ella—. Encantada de haberte conocido, tae. Que os divirtáis.

Su ex replegó las alas en ese momento y Tiffany observó la escena con una sonrisa triunfal. Lo había hecho. Se había enfrentado a ella y ya no sentía miedo. Ni miedo ni dolor ni rencor ni absolutamente nada. Indiferencia era la palabra que buscaba.

Estaba tan entusiasmada con su descubrimiento que al principio no advirtió el evidente cambio en el semblante de tae. Había palidecido, la miraba ahora como si algún pensamiento la paralizara.

— ¿Qué ocurre? ¿Por qué me miras así?

— ¿Me has besado solo para darle celos a tu ex?

Tae parecía dolida. Lo estaba. Tiffany pestañeó con fuerza.

— ¡No! Es decir, sí, pero no es lo que tú crees, te lo prometo.

—Pues eso es precisamente lo que me indica mi computadora.

— ¡Olvida tu computadora! ¡No tiene nada que ver con eso, en serio!

Quiso explicarle lo que sentía pero no le dio tiempo. Cuando consiguió ordenar sus pensamientos para decir algo coherente, tae ya estaba camino de la salida y por pura vergüenza no fue capaz de salir corriendo tras ella.

Tiffany la siguió con la mirada hasta que las espaldas de tae se perdieron en la puerta de salida.

 

¿Y ahora qué? ¿Cómo había podido ser tan estúpida?

 

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