2. BUENAS AMIGAS

Lo Nuestro Es De Otro Planeta

Tiffany sintió que entraba en una especie de trance inesperado. Estaba tan anonadada con el comportamiento de su súbita compañía que no se percató de que habían empezado a caminar juntas, tomadas del brazo como dos buenas amigas, hasta que ya habían cruzado buena parte de la avenida principal.

Entonces se detuvo un segundo, y como si intentara desprenderse del shock miró a su acompañante con extrañeza, las cejas muy juntas, haciendo fuerza. ¿Aquello estaba ocurriendo de veras? Carraspeó para aclararse la garganta:

—Vamos a ver, tae... Perdona, ¿Cómo es tu nombre? Ahora no lo recuerdo.

—TAE587435C3PO.

—Bien. TAE587... —y su voz fue bajando enteros como si perdiera combustible o estuviera demasiado agotada para repetir tantas cifras. Suspiró con cansancio—. ¿Te importa si lo dejamos en tae? Creo que será más sencillo llamarte así.

—tae está bien. Me gusta. ¿Y tú?

—¿Yo qué?

—¿Cuál es tu nombre?

—Ah, tiffany. Me llamo tiffany.

—Es bonito —afirmó la mujer con una sonrisa—. ¡tiffany, diosa virgen de la caza, protectora de la naturaleza y la Luna!

—Bien, pues tae, como te iba diciendo, no creo que sea buena idea que me acompañes al hotel. —¿Por qué no?

Porque estás loca.

—Porque no nos conocemos.

—Ah, pero eso tiene fácil arreglo. Hazme preguntas.

tiffany  se detuvo un segundo, pestañeó sin comprender.

—¿Preguntas? ¿Qué quieres decir?

—Dices que no consideras conveniente que te acompañe al hotel porque somos dos extrañas.

—Eso es.

—Pero si llegaras a conocerme, no seríamos dos extrañas, ¿verdad? —razonó tae—. Así que hazme preguntas. Conozcámonos. Según mis cálculos, tenemos exactamente dos minutos coma tres segundos para llegar a ser amigas.

—¿Dos minutos coma tres segundos?

tae asintió vigorosamente.

—El tiempo que tardaremos en llegar al hotel. Dos minutos coma tres segundos. No, espera. Si te detienes será más —puntualizó, tirando de su manga para obligarla a caminar.

A estas alturas tiffany estaba demasiado aturdida para pensar con claridad. Recordó de nuevo aquel titular del joven muerto y una parte de ella deseó que ese hubiera sido el caso: encontrarse con un cadáver, mudo y frío, porque un cadáver sería incapaz de hablar o de contarle historias sobre naves. Un cadáver era siempre un caso cerrado. Y sin embargo, se había topado con una parlanchina mujer que decía tener más de doscientos años y cuyo razonamiento le parecía descabellado.

Qué suerte la suya.

tae  insistía en hacerla caminar y tenía tanto frío que acabó dejándose llevar mientras pensaba cómo deshacerse de ella sin perder los nervios o ser demasiado brusca. Sabía que no era recomendable mostrarse huraña u hostil con personas claramente desequilibradas. La agresividad no formaba parte de su ADN, pero se animó a mantener la calma y respirar hondo aunque tuviera prisa por darse una ducha. Miró hacia arriba, hacia el cielo, no para rezar, aunque en ese momento de desesperación sintió tentaciones de hacerlo. La lluvia era ahora menos intensa, pero el viento seguía arreciando con fuerza.

—Vamos, ¿no tienes ninguna pregunta?

tiffany  pensó qué información necesitaba saber de tae. Lo verdaderamente útil sería descubrir de dónde era. O mejor aún, adónde podía mandarla para continuar su noche en paz.

—Dijiste que tenías unos hermanos...

—Eso ya lo hemos hablado. Sí, vendrán a recogerme, pero no sé cuándo —le explicó tae—. ¿Algo más que tiffany quiera saber? Si seguimos caminando a este paso, nos queda solo un minuto y cuarenta y ocho segundos para ser amigas. Dudo que sea tiempo suficiente. —¿Eso crees?

—¿Tú no?

—Qué va, para nada, un minuto nos sobra para hacernos inseparables —ironizó tiffany.

—¿De veras? —preguntó tae y sus ojos brillaron con esperanza.

—No, no lo creo.

—Entonces, ¿por qué lo has dicho?

—Puro sarcasmo.

—Bueno, podemos ser «puro sarcasmo» si tiffany así lo quiere, aunque a mí me interesaría más que fuéramos amigas —afirmó tae—. ¿A ti no?

En algún punto de esa frase tiffany perdió la poca paciencia que le restaba. Quería controlarse, pero tenía frío, hambre y se sentía frustrada de haberse ganado una compañía que en ningún caso había pedido.

—No, tae, por supuesto que no podemos ser amigas —afirmó, elevando los brazos al cielo como si buscara amparo en la lluvia o esperara que algún dios la asistiera en ese momento.

tae frunció el ceño, sin comprender.

—Escucha, intenta ser razonable. Tal vez no lo entiendas, pero te aseguro que no podemos ser amigas en un minuto y cuarenta y ocho segundos.

—Cincuenta y siete segundos ahora —puntualizó tae.

—¿Qué más da? No podemos ser amigas en cuestión de minutos. ¿De acuerdo?

—¿Por qué no?

tiffany  la observó, fascinada. Realmente era como si no lo comprendiese. tae mantenía la misma actitud que una niña sedienta de respuestas. ¿Por qué el mar es azul? ¿Por qué la Tierra gira sobre su eje? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué? Suspiró hondo y se armó de paciencia para intentarlo de nuevo:

—Porque para eso se requiere tiempo, no sé, tomar un café, dar un paseo, que intercambiemos números de teléfono, que me cuentes cosas sobre ti y yo sobre mí. Y un minuto no es tiempo suficiente, ¿comprendes?

tae  asintió con la cabeza. Bajó la mirada decepcionada, pero entonces sonrió como si acabara de tener una brillante idea:

—Sí, comprendo. Pero te contradices, porque ya te lo he dicho: tengo todo el tiempo del mundo.         Y me gusta tu compañía, humana.

—tiffany, me llamo tiffany —se exasperó la programadora, contenta de estar ya muy cerca de la entrada de su hotel, aunque preocupada de que tae insistiera en referirse a ella como "humana".

Tocaba deshacerse de su compañía definitivamente, ¿pero cómo? ¿Se atrevería a dejarla allí sola, a la intemperie?

—Escucha, mi hotel es este de aquí, ¿ves? Si quieres, no sé, puedo preguntar si tienen habitaciones.

Quizá te sientas mejor si duermes allí esta noche.

—¿Tú vas a estar en él?

—Sí.

—Entonces me quedo.

—¿Tienes dinero? Sé que suena extraño preguntarlo, pero...

No consiguió terminar la frase. Antes de que pudiera completarla, tae había abierto su cajita metálica y sacó de ella un fajo de billetes. Eran morados, una pequeña montaña de billetes morados, cada uno de ellos por valor de quinientos euros.

—Vale —dijo tiffany, visiblemente nerviosa—, será mejor que guardes eso de nuevo en tu bolsito. —La tomó de la mano y miró con ansiedad hacia ambos extremos de la calle. Lo último que necesitaba para rematar el día era un atraco—. Cuando estemos en el hotel puedes sacar uno y pagar con él, ¿de acuerdo? Pero solo uno. No saques más. ¿Me has comprendido?

tae  asintió y tiffany  abrió la puerta del establecimiento intentando no pensar en todos los billetes que guardaba su acompañante en su cajita metálica. ¿Cuánto dinero tenía encima? ¿Y si lo había robado? ¿Qué clase de persona se paseaba con decenas de billetes de quinientos euros metidos en una especie de bolso?

Recordaba haber visto solo uno de esos en su vida. Se lo dio Javier para hacer el pago de unos materiales para la oficina y le quemaba en las manos, la cartera, la mochila. tiffany se sintió tan incómoda llevándolo encima que supo que no podría tenerlo mucho tiempo consigo. Era demasiada responsabilidad. El miedo a perderlo o a que la atracaran hizo que lo ingresara en la cuenta bancaria de la empresa antes de lo planeado. tae, sin embargo, los agitaba con desparpajo, como si fueran calderilla.

¿Quién era aquella extraña mujer?

Meneó la cabeza intentando centrarse en lo verdaderamente importante. Su identidad no debía preocuparle. En pocos minutos se habría deshecho de tae y estaría camino de su habitación y de       la ducha. Oh... cómo le obsesionaba una ducha de agua caliente.

El mostrador del vestíbulo lo atendía una mujer de unos cuarenta años que las recibió con una radiante sonrisa. tiffany  no se fiaba, así que habló en nombre de su acompañante:

—Buenas noches, me alojo en este hotel, en la habitación... —Se detuvo un instante y recapacitó acerca de la información que deseaba dar. Por si acaso, prefería no desvelar el número de su habitación. La inocencia de tae parecía genuina, pero sus rarezas conseguían ponerla en guardia. A tiffany no le inspiraba demasiada confianza alguien que se refería a ella como "humana" y aseguraba haberse caído de una nave—. Olvide lo del número. En realidad da igual. Lo que quería decir es que esta mujer necesita una habitación para esta noche y me preguntaba si tendrían alguna libre.

—Por supuesto, si me da unos segundos se lo compruebo. ¿Desea algún tipo de habitación en particular? ¿Doble? ¿Individual?

—La que tengan, da un poco igual.

—Tenemos una doble muy bonita, muy espaciosa.

—¿En qué planta?

—Está en el quinto piso.

El mismo en el que se alojaba tiffany.

—¿No les queda nada en el segundo? O, mejor aún, ¿el primero?

—Espere, se lo compruebo. —Los dedos de la empleada volaron sobre el teclado de la recepción —. Tengo otra en el segundo piso pero no es tan amplia.

—Esa nos vale. Perfecta, es perfecta.

tae  asistía a toda la escena sin mediar palabra, observando el intercambio de las dos mujeres con una sonrisa entusiasmada. tiffany  sintió alivio de que no le hiciera incómodas preguntas sobre el detalle de las plantas separadas.

—Bien, pues necesitaré el DNI para ir tramitando la reserva —les informó la recepcionista.

—¿Tienes el DNI?

—¿DNI?

—Sí, ya sabes, el documento de identidad que le enseñaste antes al policía.

—¡Ah, sí! —tae  volvió a introducir su mano en la cajita plateada y extrajo el documento nacional de identidad en el que figuraba su extraño nombre.

Se lo tendió a la recepcionista, la cual se comportó con una profesionalidad exquisita durante todo el proceso. Si en algún momento se planteó lo extraño de la situación o del nombre que figuraba en el documento, no permitió que la sorpresa se dibujara en su rostro. Parecía entrenada para lidiar con situaciones rocambolescas.

Mientras la empleada completaba una ficha con los datos, tiffany  pensó que había cometido un fallo al no pedirle a tae que le enseñara las señas que figuraban en su documento de identidad. Tenía que haber una dirección en él, algo que indicara de dónde procedía o en qué ciudad residía. De todos modos, ahora ya no importaba. Tan pronto la recepcionista le diera la llave de su habitación, ella dejaría de ser su responsabilidad, si es que en algún momento lo había sido.

—Pues aquí tiene. Su llave y su documento. Si me echa una firmita aquí, habremos terminado.

tae  miró a tiffany  como si no comprendiera lo que le estaban diciendo.

—Coge el bolígrafo y pon tu nombre donde te dice —le susurró, avergonzada.

—Ah, sí, claro. Lo firmo enseguida —dijo tae, antes de hacer una suerte de garabato extraño sobre el papel que se parecía a cualquier cosa menos a una firma. Si hubiese puesto una carita sonriente habría resultado menos bochornoso—. ¡Listo! ¡Firmado! ¿Ahora qué?

—Ahora necesitaría que me abonase el importe de la habitación. ¿En efectivo o con tarjeta?

—¿Tienen cambio de quinientos euros? —preguntó tiffany confiando en que lo abultado de la cantidad no supusiera un problema. Si así fuera, estaba dispuesta a pagar la habitación de su propio bolsillo. Su ducha de agua caliente ya se estaba retrasando.

—Sin problemas.

La recepcionista procedió a hacer la transacción y a continuación les indicó el camino hacia el ascensor, el cual recorrieron en silencio, sin intercambiar miradas, hasta que tiffany  pulsó el botón y las puertas se abrieron:

—Bien, pues ya tienes habitación —le dijo nada más entrar—. No es que sea gran cosa, pero creo que estarás a gusto aquí, hasta que tus hermanos vuelvan por ti.

tae  no contestó. Estaba demasiado ocupada examinando el panel de botones del ascensor. Parecía fascinada por las luces y las formas circulares incrustadas en la placa metálica. Cuando llegaron al segundo piso, tiffany se hizo a un lado para dejarla salir.

—Es aquí. Aquí te quedas tú, tae.

—¿Y tú dónde vas?

—Yo sigo. Pero ve tranquila, aquí estarás bien. Nadie puede hacerte daño, ¿vale? Y si ves que tu familia tarda en volver, siempre puedes quedarte más días en el hotel. Solo tienes que bajar y hablar con la persona que esté en la recepción para pedirle que te extienda la reserva. ¿Comprendes?

La observó con detenimiento para asegurarse de que tae había entendido todas y cada una de sus palabras.

—De acuerdo.

—Bien, entonces te deseo que pases una feliz estancia —dijo tiffany, aliviada de haberse quitado         un peso de encima.

Pulsó con ansiedad el botón de la quinta planta y sonrió cuando el elevador empezó a deslizarse por sus raíles. Todavía le inquietaba la idea de haber conducido a una loca a su mismo hotel, pero empezaba a pensar que tae no era peligrosa. Su ingenuidad borraba cualquier sospecha de       estar tratando con alguien potencialmente dañino. Además, había hecho lo correcto, y eso era lo importante, que no había tomado la salida fácil, que no había dejado a una mujer sola y desorientada tirada en la calle en una noche tormentosa.

Orgullosa de sí misma, caminó por el pasillo con una amplia sonrisa que se ensanchó al abrir la puerta de su habitación.

Por fin podría darse una ducha y olvidar todo lo ocurrido.

 

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