LOS MAMARRACHOS DE LA TELE

Lo Nuestro Es De Otro Planeta

—tiffany  parece inquieta. ¿Hay algo que tae  esté haciendo mal?

Hacía varios minutos que la programadora no prestaba atención a su indeseada compañía. Por algún motivo absurdo, le parecía que si la ignoraba desaparecería, como un espejismo pasajero o un producto de su imaginación. O mejor aún: tal vez si no le dirigía la palabra, tae se acabaría cansando y se esfumaría, en vista de que la situación parecía muy real. Estaba en la habitación de un hotel, aislada del mundo, de los suyos, en compañía de una mujer que había recogido de la calle y que decía ser una extraterrestre. Pelo rubio y naranja, maquillaje tribal, aunque bonitos ojos onices.

¿Qué más podía pasar?

tiffany  se incorporó en la cama, su cuerpo estaba en tensión.

—Para empezar, ¿por qué hablas en tercera persona? Es increíblemente molesto, te lo aseguro. Y para seguir, por supuesto que estoy inquieta. Estás aquí, ¿no? —afirmó mirándola por primera vez mientras rumiaba unas hojas de lechuga.

Al diablo con la cautela. Estaba harta de aquello. Si ella la mataba, lo haría igual, tanto si se mostraba displicente y amable como si no. Se encontraba preparada para una muerte lenta y dolorosa, pensó. Pero si no iba a poder ver la última temporada de Orange Is The New Black, al menos antes se acabaría su cena.

—Corregiré mi manera de hablar, si eso es lo que te inquieta.

—No, no es eso lo que me inquieta —refunfuñó tiffany, pulsando el mando de la televisión con dedos temblorosos. Estaba rabiosa.

Le pareció que no era mucho pedir morir viendo un programa interesante, pero, como siempre, en la televisión no había nada que llamara su atención. Pasó un canal tras otro, hasta toparse con un grupo de descerebrados que estaban a punto de meterse en una casa para dejarse grabar las veinticuatro horas del día. tiffany  odiaba este tipo de reality shows, pero pensó que no le importaría estar allí, exponerse a las cámaras, destripar sin miramientos su vida privada. Y eso le preocupó, el sentir que en ese momento cambiaría su vida por la de cualquier hazmerreír.

Miró a tae de soslayo, deseando que ella entrara en razón, pero al ver sus ojos humedecidos, tiffany  cambió la expresión de su cara. No podía ver a nadie llorar. Era superior a sus fuerzas. Simplemente, no podía.

—A ver, ¿Qué te sucede ahora? —preguntó irascible. Dejó el mando a un lado y se puso derecha en la cama.

—No lo sé. tiff  nunca había experimentado esta sensación —afirmó la extraterrestre, tocándose una lágrima con las yemas de los dedos—. Es extraño.

—Son lágrimas, ¿Qué tienen de extraño?

—Me siento como... vacía.

—Sí, es un sentimiento muy común cuando se llora.

Entonces tae  probó el sabor salado de su propia lágrima. —Saladas. No me las esperaba así.

—¿Y cómo las esperabas? ¿Con sabor a mazapán? —contestó tiffany  con brusquedad. Como consecuencia, tae  empezó a llorar con más intensidad—. No, por favor, no llores, no te pongas así. —Se desesperó y no sabía qué hacer. Si hubiera sido una amiga, la habría abrazado en ese instante para consolarla, pero se trataba de una perfecta extraña y no sabía dónde poner los brazos. Decidió darle unos reconfortantes golpecitos en el hombro. Sí, aquello no la comprometería demasiado—.

Vamos, cálmate. He sido un poco bruta, lo sé, es que no soporto ver llorar a una mujer.

—¿Y a un hombre sí? —inquirió tae  entre sollozos.

—No he visto a muchos, si te digo la verdad. Pero tampoco. No me agrada ver llorar a nadie, y menos si es por mi culpa.

—No es culpa de tiffany. tae  está siendo un poco insistente esta noche.

«Un poco» sería un eufemismo para describir lo descabellado de la situación, pero tiffany  se sintió igualmente culpable. A fin de cuentas, su invitada indeseada estaba sola en este mundo, o eso le pareció al verla llorar desconsoladamente. tae  era un mar de hipidos y sollozos. Le costaba respirar y tiffany  optó por ir hasta el cuarto de baño y tomar un rollo de papel higiénico.

—Ten. Suénate. Te sentirás mejor. —Se lo ofreció. —Solo estás nerviosa por lo que te ha ocurrido esta noche.

tiffany  siguió el consejo y se sonó ruidosamente.

—Cosquillas —dijo meneando la nariz como un ratoncillo asustado.

Después miró a tiffany  como si estuviera esperando que ella dijera algo, pero no se le ocurrió el qué, así que volvió a sentarse en la cama y permanecieron un buen rato en silencio hasta que tiffany dijo:

—No eres peligrosa, ¿verdad?

tae  negó con la cabeza.

—Ni tampoco piensas matarme esta noche.

tae  volvió a negar con la cabeza, esta vez de forma más efusiva.

—Y así podré ver el final de Orange Is The New Black... —¿Orange qué?

—Da igual. —tiffany  agitó una mano para restarle importancia—. Pero entonces, ¿por qué? ¿Por qué te empeñas en seguirme?

La extraterrestre hipó.

—tae  no tiene adónde ir. Y pensó que tiffany  sería una buena compañía mientras sus hermanos vienen a recogerla.

tiffany  suspiró profundamente. Fue un suspiro que salió de lo más hondo de su ser. No podía creer que se estuviera ablandando, pero al mirar los ojos de tae  supo que no estaba mintiendo. Tal vez estuviera desequilibrada, pero ella realmente esperaba que alguien regresara a buscarla.

—¿Alguna vez te han hecho un diagnóstico psiquiátrico? Porque si vas a quedarte aquí un rato, necesito saberlo.

—En mi planeta no hay locos, si eso es lo que te preocupa —dijo utilizando la persona verbal correcta para su inmenso alivio—. Allí no es como aquí.

—De eso no me cabe ninguna duda.

—Pero si quieres que me vaya, lo comprendo. A veces me cuesta entender la manera de proceder de los humanos. En mi planeta es de buenos modales acoger a quien se encuentra perdido.

—Y aquí también solía serlo —le explicó tiffany  cabeceando con tristeza—. Hasta que llegaron los terroristas, el capitalismo, la globalización, los carteristas que te asaltan cuando sacas dinero           en el cajero... En fin, ya sabes.

—Comprendo. —tae bajó la cabeza, resignada a aceptar la idea de que tiffany  no deseaba su compañía. Para ella era difícil comprenderlo pero no quería estorbar. Le explicó que estorbar era      una afrenta enorme en su planeta, casi comparable a un asesinato a sangre fría—. Bueno, pues supongo que lo correcto será que me vaya.

Se puso en pie, recogió su cajita metálica, la hamburguesa despanzurrada sobre la colcha y fue hasta la puerta de la habitación arrastrando sus pasos como alma en pena.

tiffany  observó sus movimientos dividida entre el alivio y la culpabilidad. Era relativamente temprano y sabía que no se iría a dormir hasta por lo menos otra hora más, y cuando miró a tae y pudo visualizar su tristeza, los ojos humedecidos, los hombros encogidos, la cabeza gacha, las palabras brotaron de su boca sin pedir permiso.

—Lleguemos a un acuerdo, ¿te parece? —dijo, sin creer todavía lo que estaba a punto de hacer.

La cara de tae se iluminó como si acabara de escuchar cien trompetas anunciando la llegada de un caballo alado.

—A lo mejor me acabo arrepintiendo de esto, pero te propongo que te quedes un rato más, hasta que me entre sueño y después ya cada una por su cuenta—sugirió tiffany—. Así no te sentirás tan sola y yo no me sentiré una mala persona. ¿Qué te parece?

—Me parece una gran idea. Y tae  se siente muy agradecida por la generosidad de tiffany.

—Sí, bueno, eso me lo creeré después, si salgo viva de esta.

tae  frunció el ceño, sin comprender por qué tiffany insistía en verla como una amenaza, pero prefirió no hacer ningún comentario al respecto. Le acababan de ofrecer la posibilidad de estar en contacto estrecho con un humano y dijo sentirse muy afortunada por ello. Podría hacerle algunas preguntas relativas a su misión, principalmente dudas respecto al origen de aquel maltrato a su planeta, detalles que se escapaban de toda comprensión al Consejo Territorial de Lux 2. Estaba tan feliz que se impulsó con fuerza y se dejó caer sobre el colchón, desmadejada como un ovillo, parecía aquello el preámbulo de una fiesta de pijamas.

tiffany  la miró fascinada, pensando que se comportaba como una niña.

—Vale, veo que estás contenta, pero no hace falta tanto entusiasmo —le dijo, recostándose de nuevo sobre los almohadones de la cama. Le ofreció uno a tae y esta la imitó, poniéndoselo tras la espalda para tumbarse a su lado—. ¿Hay algo de la tele que quieras ver? ¿Qué programas te gustan?

—Me interesan las carreras.

—Carreras, ¿eh? Pues no creo que pongan muchas a estas horas. A lo mejor en el canal de deportes —dijo tiffany, haciendo zapping con el mando, para ver si había suerte. Desconocía de qué podía hablar con una perfecta extraña que, aunque no parecía peligrosa, ciertamente no estaba en sus cabales, así que le pareció buena idea entretenerla con algo que le agradara—. Mira, están echando un rally. Seguro que te gusta.

—¿Qué es eso?

—Una carrera. ¿No habías dicho que te gustaban?

tae  empezó a reírse, a mandíbula batiente, como si acabaran de contarle el chiste más divertido del mundo. tiffany  la miró sin comprender. Estaba ligeramente ruborizada porque no entendía la gracia.

—¿Qué? ¿He dicho algo gracioso?

—tiffany  es una persona muy chistosa. ¡Eso no son carreras! Son coches humanos. Los coches no pueden competir. ¡Son demasiado lentos!

—Ah, ¿no? ¿Y entonces qué tipo de carreras te gustan?

—Yo me refería a carreras espaciales, de naves. Mis preferidas.

Por supuesto, pensó tiffany.

Había sido estúpido por su parte pensar que tae  entraría en razón. En algún momento, de un modo subconsciente, creyó que si pasaba tiempo en su compañía su fachada se desmoronaría. Dejaría de explicarle cuentos sobre el espacio y le contaría de dónde era realmente, qué terrible desgracia le había ocurrido esa noche para encontrarse tendida en la acera en el epicentro de una tormenta. Tal vez incluso llegaran a hacerse amigas. tae  rompería a llorar y le contaría la historia de su exnovio, un tipo abusivo y pendenciero del que había salido huyendo, cambiándose el nombre previamente en el Registro Civil para que no pudiera encontrarla. Se lo contaría y rompería a llorar como una chiquilla, disculpándose por haberse inventado una historia tan zafia, pero implorándole que lo comprendiera. «No sabía qué decir», le diría, «no podía afrontar la realidad». Algo así. Algo verosímil. Pero Ada seguía empeñada en sus historias sobre extraterrestres, y tiffany  estaba empezando a pensar que lo suyo era patológico, perdiendo toda esperanza de que se produjera una escena sincera como la que acababa de imaginar.

—Pero charlemos, mejor —sugirió tae en ese momento—. Hay muchas cosas que necesito saber.

—Parecía muy interesada, las preguntas danzaban en la punta de su lengua.

A tiffany  no le agradaba hablar de sí misma. En general, era una persona reservada, un motor diésel al que le costaba arrancar en entornos sociales. Necesitaba bastante tiempo para abrirse a otras personas y charlar de temas personales y, cuando lo hacía, solía restarle importancia o rebajar su nivel de angustia y tristeza para según qué temas, por lo que mostró una actitud cautelosa cuando tae  le informó de que deseaba hacerle preguntas. Aun así, estaba dispuesta a colaborar, pues tampoco tenían mucho que hacer, salvo charlar de sí mismas.

—Bien, ¿Qué te gustaría saber?

—¡Todo!

—¿Todo? —se angustió tiffany, pensando que no le apetecía hablar de según qué cosas. Como por ejemplo su ex o su malograda vida amorosa, temas ambos en los que no solía detenerse demasiado —. Bueno, vayamos por partes y yo te diré si me siento cómoda contestando. Venga, pregunta, soy toda oídos.

—Hmmm, por ejemplo, ¿me puedes decir el porqué de las centrales nucleares? Todo el mundo sabe el riesgo que comportan para la salud de vuestro planeta y, sin embargo, ¡las seguís manteniendo!

tiffany  pestañeó con sorpresa. Se consideraba a sí misma una persona medianamente informada. Leía los periódicos, bastantes revistas y a veces ponía el telediario, pero no estaba preparada para abordar una discusión de este calibre a las once de la noche, después de una larga semana de trabajo. Se le ocurrían cientos de temas mejores de los que hablar. Como aficiones o que tae le contara un poco más sus vivencias, siempre y cuando no estuvieran relacionadas con el espacio o una galaxia, remota o cercana.

Carraspeó con incomodidad y se frotó los ojos. Empezaba a sentirse cansada.

—¿De eso quieres hablar? ¿A las once de la noche?

Se trataba de una pregunta retórica, pero tae no lo interpretó como tal:

—Sí, me interesa muchísimo. ¿A ti no?

—No mucho, la verdad. No sé, tae, a las once de la noche se habla de... —tiffany  sabía lo que quería decir, pero no se le ocurrió un término mejor: —Chorradas, básicamente.

—¿Chorradas?

—Sí, tonterías, banalidades, temas fáciles. Nadie habla de centrales nucleares un viernes por la noche, por Dios santo. A no ser que te hayas fumado un porro, lo cual no es el caso.

—¿Porro?

—Marihuana. Estupefacientes. ¿Drogas?

—¿Cómo las setas?

—Eso también.

—Comprendo —afirmó tae con tristeza, casi seguro anotando mentalmente la palabra «porro». Esa no parecía conocerla—. Pues en otro momento. Tal vez por la mañana a tiffany  le apetezca contármelo.

—Tal vez —contestó tiffany sin prestar demasiada atención a lo que decía. Un súbito cansancio se había apoderado de ella y sintió que le costaba mantener los ojos abiertos—. Pero ahora, si no te importa, creo que prefiero que veamos un rato la tele en silencio y ya está.

—Muy bien —dijo tae, agarrando un cojín entre sus brazos y fijando la vista en la televisión.

Al final, tiffany no encontró nada mejor que poner que aquel reality show en el que unos se gritaban a otros. A tae  le resultó fascinante que hablaran tan alto. Hizo algunos comentarios al respecto, preguntó si estaban sordos o si tenían algún problema de audición. tiffany se rio con franqueza de sus apreciaciones y así, contemplando un programa basura, permanecieron lo que     restó de velada, con la lluvia golpeando con violencia las ventanas, aunque ninguna de las dos fuera capaz ya de escucharla. Los mamarrachos de la tele chillaban demasiado.

 

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