12 LA MISMA tae, PERO DISTINTA

Lo Nuestro Es De Otro Planeta
 

Aquello era absurdo. Totalmente absurdo. Impropio de ella. No se reconocía en absoluto ni en su repentino nerviosismo ni en su timidez.

Si hubiera tenido un espejo delante le habría preguntado a su reflejo: «¿Quién eres tú y qué has hecho con tiffany? Devuélvemela ». Porque ella no era tan superficial, ¿o sí? Que supiera, anteriormente nunca había dado muestras de serlo.

Tiffany solía burlarse de este tipo de cosas. De los frívolos que juzgan a los demás por su apariencia. Sobre todo de esos programas de la tele en los que hacían cambios de look a gente desesperada bajo la promesa de que un nuevo corte de pelo y un renovado fondo de armario mejoraría su vida.

Menuda bazofia. Vaya tomadura de pelo. El que tenía problemas de autoestima, seguiría teniéndolos, pensaba ella. Y quien estaba deprimido, continuaría estándolo aunque renovara toda su vestimenta.

Sí, solía burlarse de eso, y aborrecía juzgar a la gente por su estatus social o la ropa que llevaba. Y sin embargo, allí estaba ella, regresando a casa, caminando en silencio, acababan de despedirse de Victoria y sintió un nerviosismo desconocido ante la compañía de tae.

Pero nada había cambiado. ¡Nada! tae seguía siendo la misma tae. Rara. Extravagante. Pintoresca. Con sus delirios paranoides y su torpeza encantadora. No obstante, tiffany se sintió otra, y todo el mundo parecía notar el cambio de tae. Ahora aquella extraña criatura resultante… atractiva. Y no solo para ella. Algunas personas la miraban sin disimulo por la calle y no por los motivos de antes, sino unos muy diferentes. Porque era guapa, mucho, y la gente tenía ojos.

Al parecer, tiffany también los tenía y se odiaba por ello.

Odiaba que ahora la presencia de tae le hiciera sentir incómoda, un poco avergonzada. Notó que las mejillas le ardían cuando llegaron al portal.

—Me ha dicho Victoria que esta mañana tuviste problemas con el telefonillo —comentó mientras insertaba la llave en la cerradura. Necesitaba un tema de conversación, el que fuera, para tranquilizarse y regresar a su ser.

—Es que no estaba muy segura de cómo funcionaba. Creo que lo hice todo al revés.

—Pues, si quieres, ahora te enseño. Eso y otras cosas con las que tengas problemas.

—Gracias. Por cierto, lo he estado pensando y creo que ya sé cómo puedo contactar con mis hermanos.

Estaban en el ascensor y tiffany se quedó bloqueada, se detuvo un momento.

- ¿Oh yes? —Preguntó, lacónica.

-Si. Mañana compraré todo lo necesario y me pondré a ello. Quería hacerlo hoy, pero Victoria insistió en que nos fuéramos de compras. —Tae dejó en el suelo las bolsas que sujetaba, metió una mano en el bolsillo trasero de su pantalón y le tendió algo—. Mira.

- ¿Un teléfono móvil?

—Victoria me dijo que todo el mundo lo usa y que así podría llamarme. Me parece un aparato muy divertido.

La idea no le hacía gracia. Hoy había sido la peluquería y algunas tiendas de ropa, pero no se fiaba. Mañana podía ser el casino o una carrera de chupitos. Victoria podía ser tan imprevisible que dependía de la dirección que tomara el viento.

—Bien. Así podré llamarte yo también.

—Eso pensé. —Tae sonrió—. Además, creo que me va a servir alguno de sus componentes para montar lo que necesito para contactar con mis hermanos.

- ¿Y eso qué es? Si necesitas que te ayude a comprar algo…

—La verdad es que no me vendría mal un poco de hidrógeno 3, pero no he visto hoy ninguna tienda que lo venda. ¿Sabes dónde puedo encontrarlo? El dinero no sería un problema.

Tiffany negó con la cabeza. Era complicado explicarle estas cosas a tae. Hidrógeno 3. Vaya ocurrencia. ¿Por qué no Plutonio, ya puestos? Se imaginó yendo a la frutería y pidiendo unos gramos de Xenón y una pizquita de Radón y no pudo evitar menear la cabeza mientras sonreía.

No estoy seguro de poder ayudarte con eso.

—Bueno, no pasa nada, ya me las apañaré. De todos modos, si necesitas que me vaya antes de que contacte con mis hermanos, puedo buscar un hotel. El que me enseñaste en Madrid no estaba mal. - ¿Te vas a ir a Madrid?

- ¡No, a uno de aquí! —Se rio tae.

Tiffany suspiró con alivio. Por un momento se imaginó que la supuesta extraterrestre pensaba que solo podía ir a aquel hotel.

Se sentó en el sofá y deseó no tener que trabajar al día siguiente. Ojalá no tuviera tampoco que acabar ahora todo lo que no había podido hacer en la oficina. Se estaba haciendo tarde y lo único que deseaba era descansar.

- ¿Sabes qué? Quédate unos días más, si quieres. A mí no me molestas y de todos modos me paso la mayor parte del día working, así que no tendrás ni que verme. Es decisión tuya, claro —afirmó, sacando el ordenador de su mochila.

Tae parecía contenta de poder quedarse unos días más. Se sentó junto a ella en el sofá. Tiffany acababa de colocar el ordenador portátil sobre sus rodillas.

- ¿No vas a cenar?

—No, tengo que trabajar —le descrito—. Estos días he hecho demasiado el vago y ahora me toca recuperar el tiempo. He de entregar un proyecto el viernes o mi jefe me matará. O peor aún: me despedirá.

Tae puso un gesto de asombro. Parecía preocupada por lo que acababa de escuchar.

- ¿Puedo? —Preguntó, señalando la pantalla de su ordenador—. A lo mejor soy capaz de ayudar.

Tiffany receló durante unos instantes, ¿pero qué tenía que perder? En las películas, los extraterrestres eran seres con dotes extraordinarias, capaces de hacer cosas imposibles en poco tiempo. A lo mejor tenía suerte. A lo mejor tae era, realmente, una extraterrestre. Esta podía ser su ocasión para demostrarlo.

La ejecución con detenimiento mientras echaba un vistazo a las líneas de código. Su cara era de absoluta concentración, pero estaba guapa así. Oh, déjalo ya, por favor , se reprendió tiffany, sintiéndose sucia. Rastrera. Absurda.

- ¿Lo entiendes?

—Sí, claro disponible tae.

- ¿Y puedes ayudarme?

—Ojalá… pero no. Es un lenguaje muy antiguo, lo estudiamos solo por encima en las asignaturas de Historia, como ejemplos de lenguajes arcaicos de programación. Puedo leerlo, pero no escribirlo. Realmente nunca lo he llegado a aprender.

—Ya… oferta tiffany con recelo.

-Lo siento. Es la desventaja de que la Tierra sea un planeta de categoría B.

—No pasa nada, pero si no te importa, ahora tengo que empezar o no acabaré nunca. —Y bostezó, poniendo el ordenador de nuevo en su regazo, evitando pensar mucho acerca de eso de planeta de categoría B.

***

El jueves llegó antes de lo esperado. Tiffany casi se había olvidado de ello, ocupada como estaba en controlar a Victoria, acabar su proyecto y convivir con una posible psicótica.

Tae había comprado lo que parecía el desván de una ferretería y ahora su casa estaba llena de trastos que, por más que lo pensara, no sabía qué hacían allí. Había hierros y destornilladores, aparatos de radio antiguos y otros nuevos, una antena de televisión, varios tipos de martillos y alambres, todo ello apilado en su salón, justo al lado de la cama hinchable de tae y de una mesita de color verde agua.

A tiffany el desorden le traía sin cuidado, pero no estaba muy segura de poder soportar durante mucho más tiempo los martillazos a las cuatro de la madrugada.

—Recuerda, los vecinos se han quejado —le dijo la noche anterior, antes de irse a dormir, confiando en no tener que volver a mentir a la vecina de arriba diciéndole que padecía insomnio.

«¿Y los martillazos te hacen dormir?», Preguntó ella. A lo cual tiffany no había sabido qué responder. Acabó diciéndole que la disculpara, que era su manera de combatir el estrés.

La vecina no se había creído ni una sola palabra. ¿Pero y qué? También ella tenía que soportar el chirrido del somier de su cama cada vez que tenía compañía masculina y no se quejaba. Aun así, decidió comentárselo a tae, que a partir de entonces se limitó a hacer ruido solo en horario infantil, para evitar que los vecinos les hicieran un motín.

Con todo, tiffany no era capaz de descansar. La entrega del viernes la tenía muy estresada y su sueño era, como si tuviera la permanente sensación de haber olvidado hacer algo importante, una tarea pendiente y fundamental. Ahora sabía por qué.

—Dios, no me lo puedo creer… Lo había olvidado.

- ¿El qué? —Inquirió tae mientras trataba de apretar un tornillo conectado a un muelle que a su vez iba conectado al extremo de una antena de televisión.

Todo muy normal. Una escena de lo más cotidiana en aquella casa.

—Nada oferta tiffany, dejando el móvil a un lado y palpándose la cara con desesperación. Dejó el móvil a un lado—. Mi padre me acaba de escribir para recordarme lo de la cena de hoy.

Acababa de regresar de trabajar. ¿Era tanto pedir que la vida le diera un respiro? ¿Y ahora qué?

—Pues ve, por mí no te preocupes.

—Pero no puedo ir yo sola. Se suponía que la cena era para que Rosa te conozca también a ti. Se cree que eres mi novia.

—Lo sé tae con una sonrisa y cierto rubor en las mejillas—. Bueno, si te ayuda, puedo ir.

—No me ayuda, pero si me presento sola mi padre es capaz de venir aquí a por ti.

Tae se encogió de hombros y siguió atornillando aquella monstruosidad. El ruido del destornillador eléctrico se parecía al que zumbaba en el interior de su cabeza: zzzzzddddzz .

Tiffany se puso en pie. A veces tenía la sensación de que podía pensar mejor así, paseando, aunque sabía que aquello no tenía solución por mucho que merodeara.

Su padre era un hombre de ideas fijas. Ya podía jurar sobre una Biblia que tae no era su novia que él no la creería hasta que no la viera de la mano de otra mujer.

—Y entonces… ¿haces esto mucho?

Tiffany miró a tae, sin comprender su pregunta. Enarcó las cejas para solicitar más información.

— Estado con mujeres. ¿Es lo que sueles hacer?

—Es esta tu manera de preguntarme si soy… ya sabes.

-Sin nariz.

—Pues sí, lo soy.

- ¿Eres qué? —Inquirió tae.

—Pues… eso. Que soy… ya sabes.

—Creo que no te comprendo, tiffany.

—Nada, olvídalo —se desesperó tiffany. En ese momento no estaba de humor para explicarle las diferentes orientaciones uales, si quería consultarlo con su sabelotodo computadora—. Me voy a dar una ducha. ¿Me harías entonces el favor de venir conmigo a la cena de esta noche? Me sabe fatal pedírtelo, pero no sabes hasta qué punto puede ser insistente mi padre.

—Claro que sí, tiffany. Estaré encantada de acompañarte.

—Bien, gracias. Te debo una.

***

A tiffany a le daba la impresión de que esa escena se estaba repitiendo: ella en la ducha, aparece su padre, su padre la ausculta y le realiza todo tipo de pruebas médicas, su padre insiste en que tae es su novia.

La sensación de déjá vu era inevitable, si bien ahora la ecuación constaba de factores diferentes. Por ejemplo, estaban en la casa que el doctor young compartía con su segunda esposa, Rosa, y no era la hora de desayunar, sino la cena. tae ya no llevaba una toalla a modo de turbante. Y el doctor young parecía relajado, en ningún momento había mostrado interés por realizarle un exhaustivo examen médico.

Aun así, daba igual. Tiffany sabía que sería incapaz de respirar hondo hasta que cruzaran de nuevo esa puerta para marcharse. La tensión conseguía atenazar la boca de su estómago y se frotó las manos contra la pernera del pantalón para eliminar la pátina de sudor que empezaba a perlarlas. Acababan de llegar y ya tenía ganas de irse.

—Para nosotros ha sido una sorpresa saber de ti —le estaba diciendo Rosa a tae, mientras le indicaba un rincón del sofá donde sentarse. Habían servido canapés y vino—. Teníamos muchas ganas de que tiffany rehiciera su vida junto a alguien. ¿Verdad, Arturo?

—Verdad. Esa Irene nunca me gustó. Ahora ya puedo decirlo.

—Lo decías igual antes, papá. Una vez hasta se lo dijiste a la cara —le recordó tiffany, tomando asiento junto a tae.

- ¿Se lo dije? Bien hecho, entonces. Debería habérselo dicho más veces. Pero mejor hablemos de vosotras, ¿cuánto tiempo dices que lleváis juntas?

—Papá, no estamos juntas.

—Me gusta tu nuevo look tae, te da un aire diferente oferta el señor young, pisando las palabras de su hija.

—Gracias, es usted muy amable.

- ¿A que es una mujercita muy guapa, Rosa?

-Mucho.

—Mucho más que la Irene esa.

Para su padre “Irene esa” o “Esa Irene” eran la misma persona. Acostumbraba a poner este artículo demostrativo antes o después del nombre de su ex cada vez que se refería a ella. Lo usaba tanto que a tiffany acabó sonándole casi como un título nobiliario. Doña Irene Esa. O Condesa Esa Irene.

Qué noche más larga le esperaba. Bebió un largo trago de vino, confiando en que el alcohol le ayudaría a relajarse.

—Y, dime taeyeon, ¿a qué te dedicas? —Pues formo parte de la Misión…

- ¡Es montadora de antenas! —Se inventó corriendo tiffany para impedirle que siguiera hablando.

Había estado a punto de escupir el vino del susto.

—Montadora de antenas. Qué… interesante —opinó Rosa.

Estaba claro que mentía, pero ahora ya no podía arreglarlo. Había dicho lo primero que se le pasó por la cabeza, y no era de extrañar que hubiera elegido esa profesión teniendo en cuenta que la había visto toda la semana peleándose con aquel cacharro que estaba construyendo en su salón.

—Sí, ella… Le gustan los aparatos eléctricos y todo eso, ¿verdad, tae? —Tiffany le guiñó un ojo, pero no obtuvo el resultado esperado:

—Oh, tiffany, creo que se te ha metido algo en el ojo oferta tae.

- ¿Una pelusa, tal vez? Espera, voy por la linterna —sugirió su padre.

—No hace falta, papá. Estoy bien.

—Francamente, me quedaré más tranquilo si lo reviso.

—No tengo nada en el ojo, de verdad.

—Pero, cariño, podría causarrte una infección.

- ¡No! ¡Siéntate, por favor! —Estalló tiffany, presa de su propio nerviosismo.

Los demás la miraron sin comprender, como si sus palabras los hubieran dejado congelados en sus asientos. Tiffany respiró hondo.

—Perdón, estoy un poco estresada últimamente. Tengo que entregar un trabajo muy importante.

Papá, siéntate, por favor, de veras no tengo nada en el ojo.

—Muy bien, ya me siento dicho él—. Pero te advierto que si te acaba causando una conjuntivitis o cualquier otra infección, yo me lavo las manos.

—Creo que correré el riesgo, gracias ofrecer tiffany, dándole un amargo sorbo a su copa de vino.

—Desde luego, hija, ese carácter endiablado no lo sacas de mí.

Y fue como si pasara un ángel. Los cuatro bebieron vino en silencio. Tae parecía la más contenta de todos, como si estaba encantada de estar degustando un buen caldo en compañía de tantos humanos. Tiffany solo esperaba que la ingesta de alcohol no la llevara a hacer algo desaconsejable en casa de su padre. Se hizo una nota mental de comentárselo más tarde, recordarle que en esa cena no debería beber en exceso.

El señor young puso un poco de música melódica, algo de los noventa, como a él le gustaba, y las invitó a tomar asiento en torno a la mesa del comedor.

—Tienen una casa preciosa —opinó tae embelesada con la decoración.

—Es todo obra de Rosa. Ella es la decoradora. Pero tutéame, por favor. Los formalismos me hacen sentir que estoy de guardia.

- ¿De guardia? Oh, disculpe, no era mi intención atacarle.

Arturo no pareció comprender la respuesta.

—Mi padre es médico, ¿recuerdas? Hace guardias. Guardias médicas —puntualizó tiffany a la desesperada, mientras tomaban asiento en la mesa.

- ¿De veras? ¿Y de qué especialidad?

—Psiquiatría.

—Vaya, es una lástima, esa especialidad se extinguió hace tiempo en mi planet…

Tiffany tosió. Con todas sus fuerzas. Tosió tanto que logró que nadie escuchara el final de la frase de tae.

—Lo siento, creo que estoy cogiendo un catarro.

- ¿No habrás empezado a fumar, verdad?

—No, papá. Ya sabes que no fumo.

—Bien, pero esa tos habría que mirarla, no vaya a ser un comienzo de pulmonía.

Tiffany puso los ojos en blanco.

—Tae, querida, ¿Qué decías? —La animó Rosa a seguir hablando.

Aquello se le estaba yendo de las manos. Mucho. Y la culpa era suya, porque tae, a fin de cuentas, seguía con su cantinela. Era ella quien debería haberle dicho que no mencionó nada de su teórico origen extraterrestre delante de su padre. Así que no le quedó más remedio que hacer una rápida intervención:

—Tae, ejem… cariño , ¿puedo hablar un momento contigo? Es importante.

- ¿Tiene que ser ahora? Acabamos de sentarnos a la mesa —protestó el señor young.

—Será solo un momentito. Volvemos enseguida. —Tiffany fue hasta tae y la urgió a levantarse de la silla. Se la llevó al pasillo y cerró la puerta para que no pudiesen escucharlas.

—He metido la pata, ¿verdad? —Se preocupó tae, mordiéndose el labio inferior.

-No. Bueno, sí. Es decir, no es culpa tuya. Es que se me olvidó comentarte algo y creo que puede ser importante. —Tiffany hizo un inciso para asegurar de que tae la escuchaba con atención. Parecía toda oídos, así que siguió—: Tal vez, no sé, convenga que no le comentes nada a mi padre sobre tu origen, ya sabes, eso que eres de otro planeta.

- ¿Quieres que mienta?

—No, es decir, sí. Solo un poco. Lo suficiente para que no sepa que no eres humana, claro.

—Pero yo no sé mentir. No, él mentido nunca.

—Bueno, siempre hay una primera vez para todo. Y créeme: es importante que lo hagas. A lo mejor hasta le acabas cogiendo el truco. Ya sabes, a lo mejor te acaba de gustar mentir y decirle a todo el mundo que eres humana. Aunque yo te sugeriría que no lo dijeras así —apostilló, por si acaso.

Ya se podía imaginar a tae diciendo algo del estilo «¡Oh, solo soy una humana común!» y sonaba realmente extraño.

—Supongo que puedo intentarlo.

- ¿Sí? Porque eso sería estupendo. Y nos evitaría tener que dar muchas explicaciones. No todo el mundo puede entender que seas extraterrestre, ¿comprendes?

-Si.

—Perfecto. Entonces volvamos a la cena antes de que vengan a buscarnos.

Tiffany abrió la puerta y la dejó pasar mientras suspiraba con profundidad y elevaba subrepticiamente los ojos al techo, implorando al universo que todo fuera bien.

Todo fue bien. Al menos, mejor de lo esperado. Tae todavía tenía ciertos problemas para dar respuestas convincentes cuando le preguntaban, pero iba mejorando con cada mentira que decía. Así, sus hermanos se convirtieron en su padre y madre, tal vez con costumbres un poco extravagantes porque llegó a decir que vivían en un autobús abandonado. Mantuvo también la mentira de que era antenista y dio todo tipo de explicaciones sobre qué se sintió al subirse a los tejados. E incluso se inventó una historia conmovedora sobre el día en el que había salvado a un gatito atrapado en una azotea.

—Me encantan esos bichitos. Nosotros no los tenemos.

El señor young detuvo el tenedor a medio camino de su boca.

- ¿No tienes gatos? Bueno, nosotros tampoco, pero no me parece un crimen. Hay gente que prefiere los perros.

—Ya, pero esa especie no se da en el lugar de donde procedo.

Tiffany decidió que tenía que salir en su rescate:

—En el pueblo de tae están… prohibidos. Sí, el alcalde era alérgico y ya se sabe cómo van estas cosas. Abuso de poder. Los prohibió por completo.

—Vaya… —suspiró Rosa, llevándose una mano al pecho. Parecía escandalizada.

- ¿Y cuál es el nombre del pueblo? Quiero buscar después si eso es legal ofrecer el señor young. -Si. ¿Qué pueblo es ese? —Se interesó Rosa.

Tiffany se quedó en blanco. Miró a tae con los ojos muy abiertos, como queriendo decirle «por favor, por favor, invéntate algo rápido, lo que sea. Pero hazlo YA ».

Tae comprendió de inmediato el significado de su mirada desesperada:

—Un pueblo de Madrid.

- ¿Cuál? —Se escandalizó el doctor joven.

Tae miró a tiffany. Y viceversa. En principio a ninguna se le ocurrió qué decir, pero finalmente tiffany escogió el primero que se le vino a la cabeza:

—Móstoles, ¿no? De allí eres tú, tae.

—Sí, de allí.

- ¿En Móstoles? —El señor young entornó los ojos, como si estaba tratando de recordar algo. Finalmente su rostro se iluminó—. ¡Morales! Diantres, no conseguía recordar el nombre de su alcaldesa. Morales, Esther Morales.

—Eso es, creo que se llama así. —Tiffany sintió que una pátina de sudor frío empezaba a perlar su espalda. Aquella mentira estaba yendo lejos si su padre era capaz de identificar a la regidora de la población madrileña. Debían cambiar de tema cuanto antes.

Miró a tae y le hizo una disimulada señal con las cejas. Ella parecía entenderlo.

—De todos modos, preferiría no tener que hablar de ello, si no os importa. Es un tema que todavía nos afecta. Seguimos intentando superar el veto a los gatitos —afirmó, fingiendo estar compungida.

El señor young y su esposa se miraron anonadados. Rosa se encogió de hombros, como queriendo decir «tampoco es cuestión de obligarla, la muchacha parece afectada».

—Por supuesto, taeyeon. Disculpa si te hemos traído un recuerdo doloroso.

—No te preocupes, en un momento se me pasa —afirmó, teatrera—. Esos gatitos… los pobres… todos sacrificados… Fue una auténtica matanza.

Tiffany bajó la cabeza y fijó los ojos en el plato para ocultar la sonrisa que empezaba a dibujarse en sus labios. De un minuto a otro, tae había pasado de no saber mentir a ser la mejor mentirosa que había visto en mucho tiempo.

—Qué horror, la verdad —afirmó Rosa, tapándose la boca con la servilleta—. Tuvo que ser espantoso.

—Sí, fue algo terrible. Todos esos gatos… maullando… Es un tema que les afecta mucho a los de ese pueblo —afirmó tiffany para reforzar la mentira—. Una verdadera lástima.

—Desde luego. Deberían meter a esa sinvergüenza en la cárcel. Nadie tiene derecho a prohibir o sacrificar gatos por una mera alergia. Y mucho menos una politicucha de tres al cuarto —afirmó el señor joven con manifiesto enfado, zanjando el tema—. ¿Postres? ¿Cafés?

Y así, más o menos, la cena dio por concluida. Tiffany no se podía creer que hubiesen aquella pasada prueba de fuego. Había llevado a una posible maníaca a casa de su padre, un reputado psiquiatra adicto al trabajo, y él no había sospechado ni un solo moment of tae. No estaba segura de si eso era fabuloso o maquiavélico, pero se sintió pletórica cuando llegaron a su apartamento. Hacía mucho tiempo que no se lo pasaba así de bien.

- ¡Ha sido fantástico! —Exclamó tae, que parecía igual de contenta—. ¡Me encanta mentir!

¿Cómo no me habías dicho antes que era tan divertido?

Tiffany se sonrió.

—Y lo haces muy bien.

- ¡Lo sé!

- ¿Estás segura de que era la primera vez? —Se atrevió a preguntarle, playing with the llavero, las llaves tintinearon en su mano. Estuvo a punto de añadir «porque lo de la extraterrestre no se lo cree nadie», pero no lo hizo.

- ¿Sabes qué? Creo que a partir de ahora mentiré para siempre —replicó tae, zafándose una vez más de tener que dar una respuesta. Se dejó caer sobre el sofá y miró el reloj redondo de la pared, sus manijas marcaban las doce—. Es tarde y mañana trabajas.

-Si. Pero no me apetece nada.

—¿Verdad o mentira?

—Eso es verdad —tiffany rio—. Si pudiera, no iría. Pero tienes razón, será mejor que me vaya a dormir. Buenas noches, tae —le dijo, y en un acto espontáneo le dio un beso en la mejilla que consiguió que el tiempo se detuviera.

Se quedaron unos segundos mirándose a los ojos, detenidas en un espacio que solo fluía en su interior, como queriendo decir: No sé por qué he hecho eso, pero me ha gustado. Tiffany bajó la mirada hasta el cuello de tae, en donde atisbó un precioso rastro de pecas que descendían hacia la base de su clavícula formando una pequeña constelación sobre su piel. La visión le hizo sentir incómoda y carraspeó para deshacer el nudo que se acababa de formar en su garganta.

—Perdona —le dijo—, no sé por qué lo he hecho.

Tae se palpó la mejilla con la mano y sonrió con timidez.

-Nothing is wrong. Me ha gustado.

—A mí también.

—Se llama beso, ¿no?

—Sí ... eso dicen. Buenas noches, tae. Que descanses.

—Hasta mañana, tiffany. Dulces sueños.

 
Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
No comments yet