Capítulo 1.- Amargos recuerdos

Tú eres el cielo que jamás podré tocar

Su mirada estaba perdida en un punto indefinido de la oscura pared de su habitación. Su cuerpo débil y tembloroso no parecía querer moverse de ese lugar en donde se encontraba sentada, sus brazos envolvían sus rodillas contra su pecho con firmeza mientras mantenía apoyado el mentón en ellas.

La oscuridad la acogía con fuerza y el silencio consolaba el lacerante dolor en su pecho. Pero a pesar de esos ojos grisáceos perdidos en la nada y esa apariencia de no sentir nada, por dentro se desgarraba en mil pedazos su alma vacía y solitaria.

Parpadeó unos segundos, los suficientes para volver a lubricar sus ojos antes de dejarlos fijos en una esquina del piso. El cabello castaño y ligeramente quebradizo se deslizo hasta su rostro, sin embargo, no era impedimento para que la cordura la abandonara y trajera a ella los amargos recuerdos del pasado…

«…»

Un año atrás.

—Hermana —llamó la más joven de las dos—. ¿Estás segura de lo que harás?

La castaña la miró con preocupación y esperó por aquella respuesta que cambiaría el rumbo de las cosas a partir de ello.

Sus brillantes grisáceos captaron el momento en el que su hermana mayor dejó de moverse dentro de la habitación y darle toda la atención a ella.

—Estoy más que segura de lo que haré —respondió con toda la seguridad que en esos momentos desprendía por cada poro—. No soy feliz ocultándome… —susurró débilmente—, ocultando lo que realmente soy —su voz se fue apagando igual que su valentía.

—Pero… —la castaña estaba desesperada, no quería perder a su hermana—. No es correcto —apenas aquellas palabras salieron de sus labios su cuerpo se tensó.

Había sonado igual que sus padres y con temor lanzó una mirada cautelosa a su hermana mayor. Sintió la amargura en su garganta cuando vislumbro una sonrisa dolida en el rostro de la rubia.

—Taeyeon… —la castaña se estremeció al escucharla. Sus grisáceos temerosamente se quedaron fijos en los ojos achocolatados de la rubia—. En esta vida nada es correcto… —no parecía molesta, pero sí muy dolida por lo que había dicho y se recriminó internamente por haber metido la pata—. Pero en cuestiones del amor, nadie puede elegir de quien enamorarse —escuchó el suspiro cansado de su hermana.

La rubia parecía haber crecido unos años más, era como si la vida y la misma sociedad la hicieran ver de diferente manera todo.

Taeyeon la observó con culpa, la quería tanto que simplemente no podía soportar lo doloroso que era verla empacar y saber que se iría.

Un nudo amargo se atoró en la garganta de la mayor.

—Pequeña —se sentó al borde de la cama para estar más cerda de la menor y poder acariciarle la larga cabellera—. Sabes que te quiero demasiado, pero cuando yo les diga la verdad a nuestros padres… —sintió un aire frío—, tendré que irme.

—Hermana…

Se abrazó a su hermana mayor con fuerza, deseando que sus padres no le dieran la espalda. Sus ojos se llenaron de lágrimas rápidamente y mordió su labio inferior para impedir que los sollozos escaparan.

La rubia sintió el corazón apretado. Sabía que una vez “traicionara” a la familia no habría vuelta atrás y lo único que le dolía dejar atrás era a su hermana menor.

—No llores —pidió la mayor, alejando a la menor de sus brazos. Acarició las regordetas mejillas de Taeyeon y limpió las traviesas lágrimas que rodaban por ellas con sus pulgares, le sonrió cálidamente—. Siempre estaré para ti —le aseguró con un beso en la frente—. Uno por amor hace cualquier cosa… —la miró directamente a los ojos—. Y cuando tú te enamores comprenderás los miles de sacrificios que estarás dispuesta a hacer por ese amor. Tal como yo lo estoy haciendo —le mostró otra sonrisa, contagiando una en la castaña—. Ahora, aleja esas lágrimas que hay mucho trabajo que hacer.

Se puso de pie y le sonrió cariñosamente para volver a su trabajo anterior.

 

Sus padres habían vuelto recientemente de un viaje de negocios y la mayor decidió que ese sería el momento perfecto para hablar.

Las dos caminaron a la sala, observando a sus padres descansar en los sillones.

—Mamá, papá —habló la mayor al ingresar—. ¿Puedo hablar con ustedes?

El nerviosismo era completamente visible en su mirada y voz, pero trataba por todos los medios de controlarlos. Sus manos temblaban y a pesar de ello, hacia su mayor esfuerzo para que la voz no le temblara también.

—¿Qué sucede Hyoyeon? —Habló el patriarca de la familia con un tono severo y cansado. La observó unos segundos para que hablara.

Taeyeon fue directamente con su madre, abrazándola al instante para no sentir la soledad luego de que su hermana mayor soltara la bomba.

Hyoyeon tragó el nudo que se estaba formando en su garganta.

—Yo… —sintió las miradas interrogantes de sus padres junto la angustiosa de Taeyeon.

—¿Qué esperas que no hablas? —Intervino su padre alzando una ceja en su dirección.

Soltó un suspiro angustioso.

—Lamento decir esto, pero ya no puedo seguir ocultando más la verdad —el rostro de su madre se transformó a uno de pánico.

—¡¿Estás embarazada?! —Dijo alterada.

¡¿Qué dirán sus amigas al saber que su hija mayor salió con su domingo siete?!

—¡No! —Se apresuró a responder Hyoyeon.

En ese momento su padre soltó el aire que estaba conteniendo y el rostro de su madre reflejo alivio.

—¿Entonces? —Preguntó su padre.

—Estoy enamorada —reveló.

Sus padres se miraron entre sí y una pequeña sonrisa se dibujó en sus rostros.

—Que felicidad —comentó su madre soñadoramente—. Nuestra hija está enamorada, cariño —le habló a su esposo, el cual sólo frunció un poco el ceño.

Taeyeon seguía callada, escuchando a su madre decir mil tonterías, rodó los ojos y miró a su hermana mayor para darle apoyo.

—¿Cómo se llama? ¿Qué edad tiene? ¿Cómo se conocieron? ¿Cuándo lo traerás a casa para conocerlo? —Su madre lanzaba pregunta tras pregunta.

—En primera… —Hyoyeon la interrumpió y con eso llamó la atención de todos—. No es un “él” —dijo con aparente calma. Cerró los ojos un momento—. Es un “ella”.

Al momento que abrió aquellos ojos achocolatados fue testigo de las transformaciones de sus padres. Su padre estaba completamente asombrado y su madre no tenía expresión alguna.

¡¿Qué demonios había dicho?!

Pensaron sus padres y rápidamente su padre se puso de pie hasta llegar a ella con paso firme, la tomó por los hombros y la miró con furia.

—¡¿Qué has dicho?! —Gritó en su cara.

El miedo se reflejó en el rostro de Hyoyeon, tragó duramente y alzó la vista hasta los ojos de su progenitor.

—Que me enamoré de una mujer —respondió con firmeza y confianza.

Una gruesa mano se impactó en su mejilla, girándole el rostro al instante y dejándola completamente roja, el ardor comenzó a expandirse y un ligero calor se sintió en la zona afectada.

—Es mejor que vayas dejando de pensar esas estupideces —habló entre dientes su padre, alejándose de ella mientras acomodaba su camisa a botones y la miraba con desprecio—. Olvidaremos este episodio y tu dejarás esa mente enferma que tienes —la señaló con su grueso dedo.

La furia trasminaba en sus ojos, casi echando chispas de ellos y las tres sabían que se estaba conteniendo demasiado.

—Papá… —susurró Taeyeon con una voz tan baja que difícilmente ella se escuchó.

Fue impactante ver como agredía a su hermana mayor, tanto que sus propias lágrimas salían con fluidez.

—Escúchame bien, Hyoyeon —habló con rudeza—. Si continuas con esta estupidez te olvidas por completo que tienes una familia —realmente estaba molesto. ¿Cómo osaba perjudicar su apellido de esa manera? ¿Acaso no pensaba en lo que dirían sus amigos y conocidos?

Una sonrisa torcida se dibujó en los labios de Hyoyeon, miró a su padre con odio.

—Sabía que diría eso —pasó uno de sus dedos por su labio inferior, limpiando unas gotas de sangre en él—. Aún así… —miró unos segundos a su madre y a su hermana para después continuar viendo a su padre desafiante—. Gracias por los años que fueron mi familia —hizo una reverencia y se dio la media vuelta dispuesta a irse, pero justo cuando dio el primer pasó.

—Hermana… —la voz quebrada de Taeyeon la detuvo, su corazón se apretó dentro de sus costillas y sintió tristeza.

Se giró para poder observarla una última vez dentro del lugar al que alguna vez llamó hogar.

—Eres una gran persona Taeyeon y no tienes culpa de lo que haya pasado aquí —le sonrió cálidamente como siempre lo había hecho—. Aunque ya no esté más a tu alrededor puedes seguir contando conmigo, llámame cuando lo sientas necesario y estaré para ti cuando me necesites —le aseguró—. Cuídate mucho. Te quiero —con esas últimas palabras volvió a girarse para esta vez no volver a mirar atrás.

—¡Hyoyeon! —Gritó la menor desesperada, pero la nombrada no se detuvo.

Taeyeon corrió para poder alcanzarla a la salida y darle un último abrazo de despedida.

«…»

—Hyoyeon tenía razón —se dijo a sí misma, regresando a la realidad.

Levantó la vista nuevamente hacia la pared que estaba frente a ella.

Debajo de sus ojos como una marca de agua llevaba marcadas las profundas ojeras, sus grisáceos opacos ya no mostraban más aquella alegría que desprendía todos los días. Ahora era portadora de una soledad y una tristeza que nunca antes había sentido en su vida.

—Nadie puede elegir de quien enamorarse —una mueca se formó en sus labios, un intento de sonrisa que falló—. Pero nunca mencionó lo mucho que duele…

Lágrimas amargas eran las que sus ojos liberaban, el nudo de la depresión seguía presionando en su pecho, casi ahogándola y no parecía desvanecerse con nada.

—M-me gustaría… —su voz rasposa por las lágrimas era la única que resonaba en aquellas cuatro paredes—. Cerrar los ojos y no abrirlos nunca —reveló, abrazándose aún más a sus piernas.

A través de sus ojos cristalinos miró el frasco de pastillas que descansaba en el suelo delante de ella, alargó la mano y tomó el frasco en sus manos, lo destapó y vacío un puño en una de ellas. Las observó unos segundos, anhelante por lo que prometían aquellas pastillas.

—No quiero sentir dolor nunca más.

Dirigió las pastillas hasta sus labios, lanzando el puño de ellas a su boca, tragándolas en seco sin importarle que estas se atascaran en su garganta. Realmente nada le importaba ya.

Las lágrimas seguían bañando sus mejillas mientras las pastillas comenzaban a surtir el efecto deseado. La estaban intoxicando lentamente.

Se dejó caer de lado, estirando su cuerpo en el piso. Su respiración comenzó a ser lenta, sus ojos entre abiertos seguían fijos en la nada, las ligeras convulsiones comenzaban a sacudir todo su cuerpo sin cesar.

Nadie, absolutamente nadie se daba cuenta de lo que estaba pasando dentro de esa habitación. Poco a poco su vida se iba apagando. Una tenue sonrisa apareció en sus labios, pues estaba logrando lo que tanto anhelaba.

Morir para no sentir más dolor.

 

Lejos de todo lo que estaba sucediendo con la castaña, una recién llegada a la ciudad observaba silenciosamente el pequeño pero acogedor departamento que sus padres habían alquilado para su estadía en ese país desconocido.

Un suspiro cansado salió de sus labios, extrañaba por completo su vida en Los Ángeles, California.

Tuvo que abandonar todo para poder irse. Abandonó a su novia, aunque solamente se habían dado un tiempo en la relación o al menos eso es lo que pretendían.

Comenzó a desempacar el resto de sus pertenencias y acomodarlas en su respectivo lugar, pues al día siguiente no tendría tiempo de hacerlo ya que entraría a la escuela donde sus padres la habían inscrito.

No sabía cuáles fueron los motivos de sus padres para enviarla sola a un país que ella desconocía.

Había llegado el sábado y prefirió tomarse el fin de semana para poder desempacar todas sus pertenencias, la nostalgia la invadía, sobre todo porque no tenía a sus padres cerca de ella.

El lunes llegó y con ello los nervios del primer día de instituto también, ¿cómo serían los nuevos compañeros? ¿Cómo la tratarían? ¿Serian amables?

Se había levantado muy temprano esa mañana para evitar retrasos a su llegada al Instituto Seúl, su uniforme perfectamente planchado, dientes limpios y su cabello ordenado, lista para partir hacia su primer día de clases. Tomó su mochila para colgarla de su hombro y con un último vistazo cerró la puerta de su departamento para irse.

Al llegar al instituto fue acaparadora de las miradas en el lugar, los chicos y chicas la miraron por largo rato, cuestionándose quién era ella, el alumnado masculino se sentía atraído por la nueva belleza y el alumnado femenino sentía envidia de la nueva. Los murmullos se acrecentaron a su paso y todo ese alboroto la ponía nerviosa.

Con paso nervioso caminó hasta la dirección del lugar para poder tomar sus horarios de clases y el aula que le sería asignada, cuando resolvió eso caminó a las aulas, los pasillos estaban desolados.

Miraba atentamente la hoja que le habían dado, buscando cuál sería el aula que le tocaría, de la distracción no se dio cuenta cuando uno de los estudiantes corría en su dirección, golpeándola y tirando sus libros al suelo.

—D-disculpa… —el joven se puso nervio al observarla.

La nueva estudiante era completamente hermosa. De piel blanca, cabello largo ondulado color castaño y ojos chocolate. Sus labios perfectamente delineados y pintados de un color rojizo. Sus mejillas sonrojadas por el clima.

—Aquí tienes… —el chico le entregó sus cosas con las manos temblorosas y se quedó embobado observándola.

—Gracias —respondió ella sin apartar la mirada del muchacho frente a ella, le mostró una tenue sonrisa que solo paralizó al pobre chico frente a ella, dejándolo en un trance, acortándole la respiración y sonriendo de una manera estúpida—. Ehm… —se sentía incomoda, debía admitir—. Tengo que ir a clases —expresó ella, sacándolo de su ensoñación.

—Y yo al entrenamiento —dijo con torpeza, rascándose la nuca—. Espero volvamos a vernos —le guiñó el ojo de manera coqueta antes de salir corriendo nuevamente por el pasillo.

Una sonrisa amable seguía formada en sus labios hasta que perdió de vista al estudiante.

“Estúpido”

Pensó, refiriéndose al muchacho que le había tirado los libros.

No podía creerse que los hombres fueran tan hormonales y pensaran que todas las chicas caerían rendidas a sus pies con un guiño o una sonrisa seductora.

Sacudió de su mente todos aquellos pensamientos al instante, dio un largo respiro para relajarse y despejarse. Corrigió su postura, levantó la mirada, acomodó bien sus libros en sus brazos y continuó su camino hacia la que sería su aula.

Al llegar el profesor ya estaba dando su clase, así que tocó la puerta con cautela, temerosa de que aquel hombre mayor la reprendiera. El profesor miró a través de la pequeña ventana que tenía la puerta y se acercó a abrirla con una ceja alzada.

—¿Qué se le ofrece señorita? —Preguntó escaneándola de arriba abajo.

Nunca antes la había visto por el lugar.

—Disculpe que lo interrumpa, pero soy alumna nueva en este Instituto. Me informaron en la dirección que le diera esta hoja —le tendió la mano con la hoja que sostenía, el maestro la tomó entre sus regordetas manos y comenzó a leer.

—Pase por favor —sostuvo la puerta para que ella ingresara primero—. Jóvenes —vociferó para llamar la atención de todos ahí—. Les quiero presentar a su nueva compañera —el silencio comenzó a ser ensordecedor y todas las miradas estaban fijas en su figura—. Por favor, preséntese ante la clase —pidió mientras avanzaba hasta su escritorio, tomando una botella de agua y bebiendo un poco de ella para después prestar atención a la nueva alumna.

—Buenos días —comenzó y algunos soltaron una ligera risita al escuchar el acento con el que hablaba—. Mi nombre es Stephanie Hwang, vengo de Los Ángeles, California —se escuchó un “guau” de impresión—, pero por ahora estaré estudiando en este país. Espero llevarme bien con todos —concluyó con una hermosa sonrisa en su rostro, paralizando al instante varios corazones.

—Sea bienvenida —habló el profesor—. Yo seré su profesor de literatura, mi nombre es Shin Soo Hyun —se presentó—. Por favor, tome asiento en el banco que está al lado del que está en la ventana.

Estos estaban al fondo. Acomodó la mochila nuevamente, los libros sobre sus brazos y emprendió camino. Las miradas le seguían hasta que tomó asiento en el banco correspondiente.

El maestro Shin continuó con su clase, apuntando en la pizarra algunas cosas, de esa manera llamando la atención de todos los estudiantes y alejando de ella los ojos curiosos que no la querían abandonar.

Stephanie observó el pupitre vacío a su lado, pero simplemente decidió ignorar aquella sensación de curiosidad y miró al frente.

 

 


Antes que nada, recordarles que esta es una historia vieja, casi de las primeras que escribí y posiblemente ya olvidaron. Espero la disfruten y si notan algún error por favor díganmelo para corregirlo, muchísimas gracias por leer.

Les mando un fuerte abrazo y no se olviden que pueden seguirme en las páginas del inicio. Nos vemos en la siguiente actualización c:

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Comments

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ashleyurdiales24 #1
Chapter 12: no recordaba lo preciosa que es esta historia, ame como fue el final y simplemente toda la historia, supo desenvolver muy bien mis pensamientos y sentimientos conforme iba leyendo, muy corta pero dejando mucho en su paso ,gracias por comparyir tan bella historia ✨
Skyth06
#2
Chapter 12: Belleza de historia ❤️
popilin1643
#3
Chapter 12: Yo creo que reaccionaría igual a Taeyeon XD
Aleja_byun96 #4
Chapter 12: Espera ¿Qué? ¿Ya acabó? omg... oh bueno muchas gracias por compartirnos esta bella historia <3
Skyth06
#5
Chapter 11: Waaa muchisimas gracias fue un gran cap!!!
Skyth06
#6
Chapter 10: xD el papá directo xD
Skyth06
#7
Chapter 9: Hyo <3
dani_ela
#8
Chapter 3: Suena genial, esta noche me la leo toda <3
roguecr #9
Chapter 8: cada capitulo se pone mas interesante xd esta muy bueno y ojala pronto se de una oportunidad con Fanny
Skyth06
#10
Chapter 8: Quedó muy bueno