Capítulo 5
Esposa en la Sombra
Taeyeon salió del Crédito Asiático Bank. Tenía una expresión tranquila al montarse en el coche y murmurar las gracias al chófer por abrirle la puerta. Pero su aspecto era engañoso. Porque en su interior ardía de ira.
“¿Desea Su Excelencia volver al despacho?” le preguntó Minho, sorprendido por su silencio.
Taeyeon apartó el pensamiento de la reunión a la que acababa de acudir. “No, llévame al penthouse”
El penthouse estaba fresco y silencioso. Como era habitual, Minho estaba haciendo la compra a esa hora del día, lo que estaba muy bien porque Taeyeon quería estar solo.
Se dirigió al salón mientras se quitaba con impaciencia el saco y la corbata y los dejaba en una silla. Se sirvió un whisky, se lo tomó, se sirvió otro y también se lo bebió de un trago. Tenía la intención de emborracharse y no iba a perder tiempo. No era para menos después de las noticias, no, del ultimátum que acababan de darle en el banco.
Aún no se lo creía. Pensaba haberse librado de la trampa que le habían tendido en Villa Seo, que cortejar a Jessica, la mujer a la que habían utilizado, bastaría para conseguir lo que se proponía y que después volvería a ser libre.
Se sentó en el sofá mientras daba otro trago de whisky y miraba al vacío.
Era demasiado tarde. Aquel día, el ilustre Juhyun había estado a la altura del apodo que, cuando era joven, recibía en los círculos bancarios: ‘el León’.
“Mi esposa quiere mucho a su ahijada, conde Kim, y está preocupada por el inmenso daño que sufriría su reputación si su relación con ella tuviera… consecuencias. Estoy seguro de que me entiende” le había dicho Juhyun, sentado a su escritorio, y con expresión grave.
‘No lo he visto venir, estúpido de mí’ pensó Taeyeon con amargura. ‘No me he dado cuenta de que me habían tendido otra trampa. Y aunque de haber sido sensato podría haber evitado la primera, no puedo hacer nada con respecto a la segunda. No podía decirle que no habría consecuencias, ya que me habían inducido a equivocarme de cama, porque me habría echado a la calle. Por tanto, si quiero su dinero, tengo que hacer de tripas corazón y aceptar sus términos y convencer a Jessica de que se case conmigo, con la seguridad de que, en cuanto nos casemos, tendré el dinero’. Dio un puñetazo al brazo del sofá.
‘Qué perspectiva. Tener que casarme con una mujer que me mira como si fuera una serpiente, que se encoge cuando la rozo y me contesta con fríos monosílabos’
‘Pero sé que el ilustre Juhyun no es quien mueve los hilos. Este horror se lo debo a su encantadora esposa, a mi abuela y a mi tía Gyuri’
‘He tenido que estar loco para no darme cuenta de que no se quedarían satisfechas sólo con un compromiso matrimonial. Y tenía que haberme preguntado si la candidata a ser mi esposa era realmente el chivo expiatorio que parecía’
Apuró el whisky y dejó el vaso. Pues bien, si no había otro modo de asegurarse el préstamo y todos querían convertir a Jessica Jung en la condesa Kim, les daría ese gusto. Ella tendría el título y la posición social, nada más, porque era la última mujer que hubiera elegido y no pensaba hacerla su esposa de verdad.
Se dijo que continuaría buscando el placer donde lo hallara, aunque de forma más discreta, y esperaba que todos, incluida Jessica, estuvieran satisfechos con el resultado de sus maquinaciones.
Y como tenía el número de teléfono de una encantadora criatura que había conocido en una recepción la semana anterior, en vez de seguir bebiendo para olvidar, la llamaría para ver si estaba libre para comer y para lo que la tarde les deparara.
Al principio no creyó lo que oía, lo que su madrina le decía con dulzura, pero de forma irrevocable.
“Ni siquiera quería comprometerme” respondió con voz temblorosa. “Pero ¿casarme con él? No puedo. Y sé que él tampoco lo desea”
“Pero después de lo que ha pasado, el conde te debe una reparación. Seguro que lo entiendes. El compromiso tiene que acabar en boda. Nuestras familias tienen un antiguo apellido, y el honor del conde, al igual que el nuestro, así lo exige. Además ya es hora de que se casen. No habrás olvidado, querida, las circunstancias en las que los descubrimos”
“No” respondió Jessica con amargura. “Ni el motivo tampoco”
La madam hizo una mueca de advertencia.
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