Risas, eso era lo que escuchaba en aquel patio. Unos pequeños gemelos jugando en un columpio que colgaba de una rama de árbol, eran realmente felices.

-¡Niños, entren ya!- se escuchó el grito de su madre, ambos se miraron y rieron en complicidad. Corrieron en dirección a su casa e ingresaron. –Vayan a lavarse las manos, mamá está por llegar y debemos ir a hacer unas compras antes de que llegue.- los niños emocionados subieron las escaleras hasta su habitación, el bullicio proveniente de esa habitación, mantenía viva aquella casa.

Esos pequeños daban luz a ese hogar, a esa casa alejada de la ciudad.

Poco rato después la puerta se abrió. -¡Hola!- se escuchó un grito de la entrada, la persona se quitó los zapatos y dejo un paraguas ahí, afuera estaba cayendo un diluvio. -¡¿Hay alguien en casa?!- volvió a gritar, al no recibir respuesta. Camino por el amplio pasillo que la llevaba a la sala de estar y tampoco había nadie. -¿Dónde se habrán metido todos?- cuestiono, mientras rascaba su cabeza con suavidad. Llevo su maleta consigo a su habitación y la dejo ahí. –Sera mejor que tome un baño.- dijo para sí misma.

Se metió dentro de la bañera y dejo que su cuerpo se relajara, había tenido unas duras semanas de giras y solo quería disfrutar de su familia. Sus ojos se cerraron y dejo que su mente se desconectara por completo de su entorno.

Para cuando salió pudo escuchar el bullicio en la sala, se vistió con ropa cómoda y bajo las escaleras, en la sala pudo ver a sus dos pequeños traviesos divirtiéndose entre ellos como era costumbre. Esos pequeños son su alegría, le hacían olvidar por completo el cansancio que la invadía y solo se divertía con ellos. Ambos pequeños dejaron de jugar para ver quien los observaba y sus sonrisas crecieron al ver quien era.

-¡Mamá!- gritaron ambos al mismo tiempo y corrieron a ella para colgarse a sus piernas.

-Mis pequeños.- dijo con amor. Bajo a su altura y les dio un beso en la frente a cada uno. –Los extrañe mucho.- les aseguro.

-¿Nos trajo regalos?- cuestiono uno de ellos.

-Apenas llego y ustedes dos, ¿solo quieren saber si les trajo regalos?- aquella voz suave y reprobatoria, la hizo mirar en aquella dirección, encontrando al amor de su vida, recargada en el marco de la puerta, observando a los grandes amores de su vida. –Vamos… a lavarse las manos, la cena ya está lista.- los gemelos no reprocharon, con la cabeza gacha, fueron a lavar sus manos. –Y tú…- se dirigió a ella. -¿Qué esperas para saludar a tu esposa?- rápidamente salió de su trance y se puso de pie, abrazando por la cintura a aquella mujer.

-Te extrañe mucho Tiffany.- le susurro cerca de los labios. –Me haces falta en las giras.- se sinceró.

-Yo también te extrañe TaeTae.- beso la comisura de sus labios. –Pero con hijos, no es fácil seguir en tus giras, amor.- la miro directamente a los ojos. -¿Estas arrepentida de haberlos adoptado?- cuestiono con preocupación.

-¡Por supuesto que no!- dijo rápidamente. –Nunca me arrepentiría.- le sonrió sinceramente y beso sus labios con dulzura.

No supieron en que momento esos traviesos estaban observándolas, con una enorme sonrisa en el rostro.

-¡Asco!- gritaron ambos. Las dos rieron y persiguieron a los gemelos.

-A ustedes también les daré una sesión de besos.- bromeo Taeyeon, quien salió tras ellos. Las risas inundaron ese hogar, un hogar donde la felicidad reinaba.

La semana paso muy entretenida para esa familia, vivir a las afueras de la ciudad tenía sus ventajas, no había tanto movimientos como en una ciudad, el lugar era calmado y había aire fresco, los niños amaban ese lugar.

Ese día celebraban el cumpleaños de los gemelos, las familias de ambas estaban presentes y también los amigos de la familia, así como niños de la escuela de los pequeños traviesos.

-La familia se ve muy bien.- una mano se apoyó en el hombro de Taeyeon, quien miraba como sus hijos correteaban por todo el lugar. –Me alegro que sea así.-

-Hacemos todo lo posible porque sean felices.- le aseguro Taeyeon a su suegro.

-Sinceramente no me sentía cómodo, que ustedes adoptara