capitulo 2

Besala tu Por mi
 

El reloj del salpicadero marcaba casi las doce cuando por fin se subieron al coche. La visibilidad era tan limitada que su padre tenia que usar las luces largas para iluminar la carretera.

Hacía una noche preciosa, de cielo estrellado y brisa cálida, y jessica se sintió feliz por el mero hecho de haber dejado atrás su espera aeroportuaria. Ni un mísero bocadillo les habían dado en el vuelo, pero si todo iba según lo previsto en unos minutos estarían en casa, la nevera llena y las ventanas abiertas con la brisa del mar llenando todas las estancias. Este pensamiento tan sencillo le hizo sentir en paz.

—¿Tienes hambre? ¿Ha cenado? — Su madre se dio la vuelta y le dedicó una sonrisa radiante. Cinco abrazos y varios besos después, seguía con ganas de achuchar a su hija.

jessica negó con la cabeza. —Cenó algo en el aeropuerto.

—Qué pena, tu padre ha comprado unas piezas de caza exquisitas.

Su padre la miró por el espejo retrovisor y sonrió con orgullo.

—Mamá, ya sabes que no como carne. Y menos de caza.

—Así estás de delgada —le reprochó su progenitora.

jessica puso los ojos en blanco. Daba tantas veces repitiera que era vegetariana, sus padres nunca lo respetarían, ni eso ni otras muchas cosas que atentaban, al parecer, contra su manera de encauzar sus vidas.

—Tu madre tiene razón. Cuando ha salido del avión me ha costado reconocerte.

—Papá, no exageres. El médico dice que estoy en mi peso ideal —refunfuñó, cansada de mantener la misma discusión cada vez que los visitó.

Parecía obvio que estaba fuera del alcance de sus progenitores comprender sus preferencias alimenticias. Pero con veintisiete años sobre los hombros, ya nada le sorprendía. Sus padres no entendieron ni su vegetarianismo ni la mayoría de sus elecciones o preferencias. Cinco años después de que hubiera partido rumbo a Madrid para buscar trabajo en la capital, seguían teniendo la esperanza de que algún día regresara a Huelva, su tierra natal. ¿Pero regresar para qué? ¿A la vida aburrida de provincias? ¿A la asfixiante certeza de que todos la conocían?

Cada vez que ponía un pie allí, se topaba con gente de su pasado a la que hacía años que no veían pero que la estaban vistiendo como si coincidieran el día anterior. Esas mismas personas se respetarn, además, con derecho a opinar sobre su vida, y no eran pocas las miradas curiosas y los comentarios insidiosos los que aguantaba cuando la paraban por la calle. Al menos en Madrid podría ser una ciudadana anónima. Allí no tenía que soportar el constante acecho de sus vecinos, pues la gente directamente no se metía en los asuntos de los demás. Así que no, jessica no tenía ninguna intención de abandonar su vida en la capital para confinar en una localidad en donde hasta el panadero la saludaba como si llegara a amigos íntimos.

Cansada de dar explicaciones que no iban a ser entendidas, se apresuró a cambiar de tema. Era el mejor de los recursos cuando la conversación circulaba por caminos que no le interesaba tomar:

—¿Han llegado ya los kim?

—Mañana —dijo su madre con manifiesta alegría. A Isabel siempre le gustó la compañía de los kim, sus mejores amigos—. Les dijimos que llegaran un día más tarde para que pudieras acomodarte.

—No teníais por qué hacerlo, pero muchas gracias.

—Bueno, es que este año vamos a tener que hacer algún cambio.

jessica frunció el ceño. ¿Cambio? — ¿Qué quieres decir?

—Su hija taeyeon también viene —le explicó entonces a su padre.

—Sí, a ver cómo distribuimos las habitaciones —arguyó su madre.

jessica sintió que su corazón se detenía. La sangre abandonó su rostro de pronto, aunque afortunadamente nadie más fue capaz de verlo, oscuro como estaba el asiento trasero del coche. ¿taeyeon? ¿La hija de los kim iba a pasar las vacaciones con ellos? Es decir, no solo tenía que arrepentirse de haber gastado el dinero en un carísimo billete de avión para pasar sus únicos días libres con la familia, sino que ahora podía sumar a esa lista del horror la presencia de una persona a la que directamente detestaba.

—¿Por qué no me dijisteis antes? —protestó, intentando controlar el mal humor que sentía pero fallando de manera estrepitosa.

—¡Es que no lo sabíamos! Nos lo confirmaron esta tarde. —Isabel, la madre de jessica, no estaba mintiendo. Al menos, no del todo. Solo omitió contarle la parte en la que insistió a los kim para que animaran a su hija taeyeon a venir, ahora que estaba atravesando un mal trago personal.

—Bueno, pero podías habérmelo dicho cuando hablamos en el aeropuerto. A lo mejor me hubiera quedado en Madrid. —jessica cruzó los brazos sobre el pecho, en señal de rechazo.

Estaba enfadadísima. La paz que antes habia sentido pensando en la nevera llena se habia esfumado por completo. Ahora solo sentí deseos de decirle a su padre que parara el coche, que ella se bajaba allí mismo. Le daba igual si la carretera estaba oscura o que apenas pasaran vehiculos por ella. Si hubiera tenido agallas, se habria puesto a hacer autostop para que cualquier extrano la llevara de vuelta al aeropuerto. Una cosa era pasar las vacaciones con sus padres, algo que, de entrada, se le antojaba un poco de perdedora; otra muy diferente pasarlas junto a taeyeon kim.

—Oh, cariño, no me creo que todavía andes con eso —intervino Jake, su padre. jessica pudo ver por el espejo retrovisor que estaba sonriendo y eso empeoró su mal humor—. ¿Cuántos años han pasado desde la última vez que os visteis?

—No los suficientes.

—jessica, por favor —la llamó al orden Isabel—. Te estás comportando como una chiquilla. taeyeon es una muchacha encantadora que está pasando por un mal momento y debemos recibirla como si fuera un miembro más de la familia.

—Bien, hazlo tú. Yo la recibiré como si fuera la última persona a la que me apetece ver —replicó, hundiendo la mejilla en la mano, con la mirada perdida más allá de la carretera.

—Jake, dile algo.

—Déjala por ahora. Está sorprendida, es normal. Seguro que se le pasará — aseguró su padre.

jessica sintió ganas de bufar. Por supuesto que no se le iba a pasar. Estaba claro que habían pasado muchos años desde la última vez que había visto a taeyeon. Si no recordaba mal, habían coincidido unas vacaciones de Navidad en una céntrica calle de Huelva. En esa ocasión se saludaron de mala gana, en la distancia, con un leve alzamiento de cejas, antes de proseguir su camino. Por lo tanto, carecía de motivos para pensar que ahora iban a llevarse mejor que durante sus años de colegio. Lo que debía hacer era ignorarla. Sería amable pero distante, eso es todo lo que taeyeon kim podía esperar de ella.

Inmersa como estaba en sus pensamientos, no se dio cuenta de que casi habían llegado a la casa. Cuando su padre tomó la última curva que condujo al pequeño camino donde estaba situado, recordó que no se había interesado por el desfile de su hermana.

—¿Y kristal?

—Ha salido con sus amigos —la informó Isabel.

Ahí estaba. La diferencia. kristal tenía diecisiete años pero podía salir un martes por la noche hasta las tantas. Cuando jessica tenía su edad, su toque de queda era a las once y únicamente le estaba permitido salir los fines de semana. Pensó en hacerles notar el agravio comparativo, pero convencida de que no serviría de nada, lo único que hizo fue bajar del coche y ansiar la soledad de su cuarto.

Hogar, dulce hogar.

***

jessica se despertó temprano a la mañana siguiente. El pasillo olía a pan tostado ya café recién hecho. Este aroma solía ponerle de buen humor, pero un agudo dolor de espalda le impidió disfrutarlo.

Había hecho el reparto de camas la noche anterior. Como la habitación de invitados iba a estar ocupada por los kim, Isabel opinaba que lo mejor sería que jessica durmiera con su hermana para cederle su habitación a taeyeon.

—¿Y por qué tiene que ser la mía? ¿Por qué no puede ser la suya? — protestó jessica, señalando a su hermana kristal sin molestarse en mirarla. Se sintió tan irritada que estuvo a punto de verter el vaso de leche que llevaba en la mano.

Su madre frunció el ceño. —¿Con todos los trastos que tiene por ahí? Ni hablar.

—Puede quitarlos.

—Está demasiado desordenada…

—Me ofrezco a limpiarsela. Por eso no hay problema.

—Pero es la habitación de un adolescente. —kristal sonrió en este momento, como si se sintiera orgullosa de los posters de grupos de pop que adornaban las paredes de su habitación —. Creo que taeyeon se queda mucho mejor si le cedemos la tuya.

—¿Y si no quiero hacerlo?

—¿Y si no quiero hacerlo yo? — contraatacó kristal, cruzándose de brazos.

—Nadie te ha pedido tu opinión.

—No necesito tu permiso para darla.

—¡Chicas, por favor! Acabáis de veros, no empecéis a pelear —intentó poner orden Isabel—. Ya está decidido: jessica, cariño, lo siento, estos días tendrás que compartir cuarto con tu hermana.

jessica abrió la boca para protestar, pero se detuvo al advertir la mirada de su madre. Conocía esa mirada. Las cejas ligeramente curvadas, un brillo peligroso en sus ojos de color avellana. La usaba siempre que una decisión estaba tomada. Discutir con ella hubiera sido malgastar saliva.

—Vale, mañana la dejaré libre.

—No, cariño, tiene que ser esta noche.

—¿Por qué esta noche?

—Porque los kim vendrán temprano por la mañana. Y no quiero que taeyeon se encuentre con la habitación desordenada. Además, habría que cambiar todas las sábanas y es un jaleo —le explicó Isabel.

jessica puso los ojos en blanco. ¿Podía ser cierto? ¿La princesita taeyeon no podía dormir en unas sábanas usadas?

—Pero…

—Sin pero.

—Vale, como quieras, entonces dormiré en el salón. No pienso

cuarto compartir con ella —bufó jessica, perforando con la mirada a su hermana. Se dirigió a su habitación de mala gana para retirar la maleta y sus cosas personales.

Al principio le pareció que dormir en el sofá-cama era la mejor decisión. jessica no deseaba por nada del mundo pasar sus únicas vacaciones compartiendo cuarto con su hermana pequeña. Conocia sus habitos nocturnos.

kristal era una persona capaz de estar colgada al móvil hasta las dos de la madrugada o de ver películas en su ordenador sin molestarse en ponerse los cascos. Pero ahora se estaba arrepintiendo de haber tomado la decisión de dormir en el sofá-cama.

Si es que a eso podía llamarle cama , pensó con acritud, dedicándole una mirada de odio al colchón en el que había dormido. Solo otra persona había pasado una noche entera allí: su tía Celia y ahora lo entendía perfectamente. Aquel sofá-cama era un artilugio diseñado para la tortura. Nunca en su vida había pasado la noche en un lecho tan incómodo. Le dolía el cuello, la espalda y sentía las extremidades rígidas.

jessica maldijo cuando se incorporó, tratando de reprimir las ganas de despertar a kristal a almohadazos y asaltar su cómoda cama. No llevamos ni siquiera un día allí y ya estaba deseando regresar a Madrid. «Te lo dije», le diría hyuna cuando se lo contara y ella no tenga más remedio que darle la razón.

Camino en dirección a la cocina, pero cambió de idea al pasar cerca del cuarto de baño. jessica desconocía qué rumbo había tomado la vida de taeyeon desde que habían terminado el instituto. Sabía que había estudiado Medicina, pero eso no significaba absolutamente nada. Conocía a licenciados que todavía estaban tratando de aprobar el MIR ya residentes que aborrecían sus largas jornadas laborales y las interminables urgencias. Podía ser que taeyeon fuera una persona desdichada, a pesar de haber estudiado algo que le gustaba. Y no es que le deseara mal a nadie, ni siquiera a ella, pero su lado más vanidoso jugueteó por un momento con la idea de que su excompañera de instituto se hubiera convertido en un ser anodino y gris, sin mayor propósito que estar en el mundo. Si así fuera, entonces resultaría sencillo brillar a su lado. Le bastaría con deslizar en la conversación un par de anécdotas sobre el día en el que se encontró en una discoteca con Javier Bardem. O aquel otro en el que se topó con Almodóvar en la calle. Por supuesto, taeyeon no tenía por qué saber que en el primer caso había un vigilante de seguridad del tamaño de un armario que la separaba de la zona VIP en donde estaba el actor. O que su encontronazo con el director de cine sucedió de manera literal, porque en aquella ocasión estaba distraída mirando la cartelera de un cine y terminó estampándose con Almodóvar de una manera muy aparatosa. taeyeon no tenía por qué saber que en el primer caso había un vigilante de seguridad del tamaño de un armario que la separaba de la zona VIP en donde estaba el actor. O que su encontronazo con el director de cine sucedió de manera literal, porque en aquella ocasión estaba distraída mirando la cartelera de un cine y terminó estampándose con Almodóvar de una manera muy aparatosa. taeyeon no tenía por qué saber que en el primer caso había un vigilante de seguridad del tamaño de un armario que la separaba de la zona VIP en donde estaba el actor. O que su encontronazo con el director de cine sucedió de manera literal, porque en aquella ocasión estaba distraída mirando la cartelera de un cine y terminó estampándose con Almodóvar de una manera muy aparatosa.

Esos detalles no eran importantes. Podia omitirlos. jessica solo necesitaba modelar su discurso para dar a entender que tenía una vida fabulosa en Madrid. Aunque su realidad fuera muy diferente.

Vivía en un apartamento con dimensiones de ratonera por el que pagaba una pequeña fortuna, tenía un trabajo mal pagado y su jefa era una explotadora sin corazón. Pero taeyeon no tenía por qué saber estos pormenores y con un poco de suerte tampoco los descubriría. Tan solo debe recordar sobornar a su hermana kristal para que mantuviera la boca cerrada. Esperaba que veinte euros sobrantes fueran suficientes. La última vez lo habían sido, aunque a lo mejor ahora había subido la tarifa. Pequeña explotadora.

Tomó un par de prendas que había dejado en lo alto de la maleta y se dirigió al baño. Jessica tardó más de media hora en salir. Se dio una larga ducha, se aplicó sus cremas favoritas, un poco de perfume. No era amiga del maquillaje, pero se puso máscara y sombra para resaltar sus ojos de color avellana. Se miró al espejo y se atusó su larga melena castaña. Era afortunada porque esos días estaba atravesando lo que ella llamó una etapa de buen pelo. Esta era la etapa en la que su cabello no se convertía en una mata de alambres indomables que le daba aspecto de haber escapado de un manicomio cercano.

Se miró una última vez al espejo, solo para constatar que sus esfuerzos sirvieron de algo. Advirtió que seguía teniendo la misma cara de persona común y pensó que no le había importado que sus ojos parecieran un poco más grandes o tuvieran unos pómulos marcados, pero el resultado fue igualmente satisfactorio. Estaba atractiva y en aquel momento le dio la sensación de que estaba lista para recibir a taeyeon.

Cuando entré en la cocina, su madre se encontró leyendo el periódico y su padre estaba lavando los cacharros del desayuno.

—Buenos días, qué madrugadora — apreció Jake.

Isabel bajó el periódico y se quitó las gafas de leer para dedicarle una sonrisa. A diferencia de ellos, que estaban en pijama, jessica apareció en la cocina arreglada como si planeara visitar un museo de arte urbano.

Los ojos de Isabel recorrieron a su hija de arriba abajo, como un escáner.

—¿Te viste para desayunar? —le dijo con cierto sarcasmo.

jessica cogió un trozo de pan que había en el centro de la mesa y se lo llevó a la boca. Tras darle un mordisco, se encogió de hombros.

—A veces — respondió vagamente, sin entrar en detalles. Por nada del mundo espero confesar su arranque de vanidad—. ¿Todavía no han llegado los kim?

Jake miró su reloj de pulsera. — Deberían estar a punto. Aunque no sé a qué hora llegará su hija.

—¿No viene con ellos?

—No, viaja en su propio coche —explicó Isabel.

-Genial. Entonces se durmió en el sofá para nada. Muchas gracias.

—Ay, hija, qué mal humor tienes recién levantada.

—No estoy recién levantada y no tengo mal humor —respondió jessica entre dientes—. ¿Y qué es lo que le ha pasado, exactamente?

—¿A quién? ¿Un taeyeon? —se interesó Isabel.

jessica asintió.

—Lo ha dejado con su novio baek. Llevaban juntos muchísimos años.

—Una pena —replicó jessica con tanto sarcasmo que Jake no pudo evitar sonreír.

—Hija, no seas cruel. No es de buen gusto reírse de las desgracias ajenas.

jessica le guiñó un ojo a su padre y se debe a un poco de café. —¿Vais a bajar a la playa?

—Eso espero —intervino José, apaciguador—. Se ha despertado un poco, pero las nubes se irán enseguida.

jessica asintió.

A sus padres les encantaba ir a la playa. Podían pasarse el día entero tumbados en una hamaca, practicando deportes acuáticos o tomando el sol. Su hermana kristal compartió la misma pasión que sus progenitores. Ella, en cambio, no tenía conciencia exacta del momento en el que empezó a aborrecer la arena y todo lo que tuvo relación con ella. Pero grababa escenas de verdadero terror en su infancia, cuando su madre se empeñaba en obligarla a bajar a la playa para que hicieran castillos de arena juntas. O a que tomara el sol sin camiseta, a pesar de que era alérgica y su cuerpo se llenó de dolorosas ronchas cuando lo hacía durante mucho tiempo. Su padre intentó inculcarle su amor por los deportes acuáticos, pero jessica lloró cada vez que sus pies se posaban sobre la superficie de su tabla de windsurf, o si Jake se empeñaba en llevarla a pasear en su lanchita de remos. Al final, todos acabaron desistiendo y solo cuando llegó la pequeña Paula (o «un maravilloso error de la naturaleza», como Isabel solía hablar a su hija menor), consiguieron ver sus anhelos colmados. Paula se convirtió en una magnífica windsurfista y en una excelente kitesurfista. Había ganado varios campeonatos en esta última modalidad. jessica, en cambio, seguía aborreciendo la playa. Cada año lo hacía un poco más. Había ganado varios campeonatos en esta última modalidad. jessica, en cambio, seguía aborreciendo la playa. Cada año lo hacía un poco más. Había ganado varios campeonatos en esta última modalidad. jessica, en cambio, seguía aborreciendo la playa. Cada año lo hacía un poco más.

—¿Te animas? — José preguntó con una sonrisa. Conocia de sobra la respuesta.

—Tal vez otro día. Hoy prefiero quedarme en la piscina.

-Como quieras.

En ese momento sonó el móvil de Isabel. Un mensaje.

—Están a menos de una hora. Dicen que dejan las cosas y nos vamos a la playa. ¿Qué les digo?

Jake sonrió.

—Que vale, estamos listos. —Miró de nuevo su reloj de pulsera—. Pero será mejor que nos demos prisa o nos encontraremos todavía en pijama.

—Bien, voy a despertar a kristal por si quiere venir con nosotros —dijo Isabel.

En menos de un minuto la cocina se había quedado vacía. jessica, todavia con su desayuno a medias, resulto la estancia con la boca abierta y tuvo la sensacion de ser una extraterrestre. Quiénes eran aquellos seres o por qué debían llamarles familia, lo desconocía, pues no podía tener menos en común con ellos.

Meneó la cabeza y dio otro mordisco a su tostada.

 

Las próximas vacaciones las pasaría en una estación de esquí, con gorro y bufanda. Muy lejos de allí.

 

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Comments

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ashleyurdiales24 #1
Chapter 23: Una historia muy buena, me sentí a gusto leyendola jaja me gustó mucho, gracias por compartirla y adaptarla al taengsic<3