capitulo 1

Besala tu Por mi
 

Las nueve y veinte. jessica miró de nuevo la gigantesca pantalla luminosa y puso cara de hastío. Llevaba… ¿Cuánto tiempo allí? ¿Dos horas y media? Tal vez tres. Lo cierto es que había perdido la cuenta, pero una cosa estaba clara: su mal humor iba en aumento, y sus niveles de cafeína en sangre también. Tres cafés y medio después, el maldito vuelo continuaba retrasado. El aeropuerto estaba hasta la bandera. Viajeros de todas partes arrastraban sus maletas cargadas de enseres de playa para dirigirse a sus destinos vacacionales.

Pero los aviones seguían despegando, sus ojos no la engañaban, los veía entrar y salir de pista cada minuto, aunque desafortunadamente ninguno de ellos parecía ser el suyo.

—Retrasado, sigue retrasado —bufó jessica al auricular de su teléfono móvil. Cada vez era más consciente de que la espera iba a eternizarse.

—¿Todavía? —dijo la voz al otro lado del teléfono.

—Y lo que nos queda…

 

—Ay, hija, qué mala suerte. Para una vez que vienes a casa…

jessica dio otro sorbo a su café, esta vez en silencio, observando distraída los inmensos ventanales del aeropuerto.

La puerta de embarque estaba anunciada, pero no había ni rastro del avión que tenía que llevarle a casa de sus padres. Estaba tan aburrida que se había sentado en el suelo de la terminal, acompañada tan solo por su pequeña maleta, situada a su derecha, y aquella maldita planta de especie desconocida que sostenía con su mano izquierda. —Y los de la compañía, ¿Qué dicen?

—Nada, mamá —respondió de mal humor. El mostrador de la compañía aérea acababa de quedarse vacío—, que estemos pendientes de las pantallas.

—Te darán algo de cenar si se retrasa demasiado, ¿no?

—Vete tú a saber. A este paso, llegaría antes en burra.

—Bueno, cariño, no dejes que este contratiempo te avinagre. Tan pronto pongan un poco de orden, estarás dentro del avión. Qué ganas tengo de verte.

—Yo también a vosotros —replicó jessica con la boca pequeña.

—Avísanos cuando sepas algo.

—Descuida, eso haré. Te llamo cuando estemos embarcando.

—Venga, mucho ánimo. Un beso.

—Hasta luego, mamá. Un beso.

jessica colgó el teléfono y extendió los brazos por encima de su cabeza. Era de mala educación estirarse así en público, pero le dolía la espalda tras haber pasado varias horas en malas posturas y empezaba a notar que tenía algunas extremidades adormecidas. Allí donde debería haber notado sus posaderas, estaba ahora esa incómoda sensación de vacío, como si su cerebro hubiera perdido la conexión con sus extremidades. Se incorporó y dio unos pasos con las manos sujetas a los riñones, la mirada perdida más allá del ventanal. Qué mala pinta tenía aquello. Estaba empezando a anochecer, y el avión que debía aterrizar antes de que el suyo despegara llevaba horas de retraso.

Trescientos euros para esto, pensó jessica, sonriendo irónicamente por su mala suerte. Si lo hubiese planeado con tiempo, se habría ido en tren a pasar esas fechas en compañía de su familia. Pero todos estaban completos, ni un solo asiento, ni siquiera en primera clase, y no le había quedado

 

más remedio que comprar un billete de avión en el último momento. Como consecuencia, había pagado una pequeña fortuna por un minúsculo asiento en aquella lata con alas, exactamente la mitad de lo que le habría costado el viaje organizado por sus amigas.

Comprendió entonces que este viaje ejemplificaba la frustración que sentía. Si no hubiese sido por la insistencia de su madre (o mejor dicho, por su exquisito dominio del chantaje emocional), ahora mismo estaría camino de un divertido complejo hotelero que sus amigas habían reservado en la costa gaditana. Allí habría la misma cantidad de viajeros, quizá incluso más, pero a diferencia de su situación actual, estaría acompañada de sus amigas, berreando las canciones que pusieran en la radio o bebiendo cerveza a mansalva para amenizar el viaje. En cambio, estaba sola en un aeropuerto, rodeada de viajeros con caras largas y grandes maletas, limpiadores mal pagados, deprimentes anuncios publicitarios (Benalmádena. Todo incluido, 300 euros) y la terrible sensación de que había malgastado su dinero para ir, nada más y nada menos, que a la casa de veraneo de sus progenitores.

Era la pesadilla perfecta.

Se dejó caer de nuevo sobre el suelo de la terminal, sin saber muy bien en qué emplear su tiempo. Podía levantarse y pedirse el enésimo café del día u optar por un zumo esta vez, pero se sentía saciada y le repateaba comprobar que el dependiente de la cafetería empezaba a mirarla con cierta condescendencia.

Siempre quedaba la posibilidad de llamar a alguien. Tenía batería para unas cuantas horas más, aunque no estaba muy segura de con quién le apetecía contactar en una situación semejante. Pensó de inmediato en su amiga hyuna, pero dudó unos segundos, porque hyuna estaba metida en ese coche, el que se dirigía ahora hacia la costa gaditana, en el que ella misma debería haber estado.

Y dudó también porque hyuna no perdería oportunidad de hacerle notar que, una vez más, estaba cediendo a los chantajes emocionales de su madre. Ante esto, no podía objetar nada. Habría sido inútil hacerlo, entre otras cosas porque su vida seguía varada en el mismo punto desde tiempos inmemoriales.

jessica tenía veintisiete años. No era ni fea ni guapa, del montón, tal vez atractiva, en especial los días en los que decidía prestarse un poco más de atención. Tenía, además, otras cosas, como por ejemplo: una vida sentimental estilo montaña rusa, con tantas subidas como bajadas; un empleo mal pagado; una jefa espantosa que nunca valoraba sus esfuerzos; una madre absorbente que todavía no se había enterado de que su hija hacía tiempo que rebasaba la mayoría de edad; un complejo de culpabilidad gracias a su educación en colegio de monjas; una ex que le destrozó el corazón; una

 

hermana menor con más personalidad y rebeldía de lo que ella jamás llegó a soñar y la perenne sensación de que en algún momento del camino adulto había tomado la ruta equivocada. Ahí se acababa su lista de bienes personales, y a menudo se preguntaba dónde habían quedado los sueños locos de recorrer el mundo entero subida en una autocaravana estilo vintage o convertirse en una mujer de éxito que con una simple llamada pudiera influir en la vida de miles de personas. ¿Qué había sido de eso? ¿En qué momento se convirtió en una más, alguien del montón, una de esas personas que toma el transporte público por la mañana luciendo una nada recomendable cara de sabueso?

jessica desconocía las respuestas a estas preguntas, a menudo ya ni siquiera se las hacía. Deambulaba por la vida como lo haría cualquiera, con la única meta de llegar a fin de mes y tomarse una copa con los amigos los fines de semana para olvidar las penas de la oficina. En aquella ocasión, sentada en el suelo de la terminal del aeropuerto de Madrid, tampoco se detuvo un segundo a pensar en estas cuestiones. Estaba demasiado ofuscada valorando a quién podía llamar para matar el tiempo de espera y casi de manera mecánica marcó el número de hyuna, quizá porque su cuerpo estaba en el aeropuerto, pero su alma, de algún modo, iba metida en aquel coche.

hyuna no se hizo de rogar. Contestó al segundo tono con su característico buen humor:

—¡Hou, hou, hou! ¡Feliz Navidad!

—¿Feliz Navidad? ¿Cuántas copas te has tomado ya? —jessica se imaginó el interior de ese coche y el estado de sus ocupantes. Podía escuchar la música retumbando a todo volumen en los altavoces y le asaltó un pellizco de envidia.

—Ninguna, salvo que cuentes la cerveza sin alcohol que nos tomamos antes de salir. Solo estoy contenta. ¿Y tú qué? ¿Ya estás en terreno andaluz? ¿Qué tal te tratan?

—Los andaluces no sé; pero los empleados del aeropuerto me miran con cara de pena. Sigo en Barajas. El vuelo está retrasado de forma indefinida.

Su amiga hyuna, casi con total seguridad, estaría ahora sonriendo. Se lo había advertido, que meterse en un aeropuerto a principios de agosto era una verdadera locura, los vuelos tendrían problemas para despegar. jessica esperaba escuchar un «te lo dije» de un momento a otro, por eso prefirió adelantarse:

—Ya sé que me lo dijiste, no hace falta que me lo recuerdes.

 

—Bueno, está claro que esto no te habría pasado si te hubieras venido con nosotras.

—Sí, y el cambio climático no existiría si la gente apagara las luces y dejara de usar aerosoles. ¿Qué puedo decir? La vida es una mierda.

—Yo solo digo que pasar las vacaciones con la familia es muy siglo veinte. Deberías modernizarte.

—Claro, pero no eres tú quien tiene que aguantar a mi madre —refunfuñó jessica.

Apoyó la mano en la frente con desesperación. Las otras dos ocupantes del coche hablaban y se reían. jessica apenas las conocía, eran amigas de hyuna, pero parecían estar pasándoselo francamente bien. Ella, en cambio, tenía que soportar la mirada fija de un adolescente japonés que no le quitaba ojo de encima. El mundo era un lugar desequilibrado.

—Lo que te pasa es que no sabes decir que no, y por culpa de eso te vas a perder el mejor viaje del año — contraatacó hyuna.

Ahora que lo pensaba, tal vez no hubiera sido buena idea llamarla...

—Gracias, tú sí que sabes cómo apoyar a una amiga, hyuna.

—¿Qué puedo decir? Son años de práctica—. hyuna hizo una pausa para recapitular. —De todos modos, si yo fuera tú, intentaría animarme. Ahora ya está hecho. Te vas, saludas a tus padres, intentas pasártelo lo mejor que puedas y el año que viene nos vamos tú y yo adonde sea.

Barajó mentalmente esta posibilidad. Le gustaba la idea de pasar unas vacaciones fuera, en cualquier destino que su ligero bolsillo pudiera pagar, aunque no estaba segura de haber aprendido la lección. Cada verano se decía a sí misma que el siguiente haría lo que le viniera en gana, y cada verano acababa cediendo a las presiones de su madre. Casi podía imaginar la cara que pondría si le propusiera algo así. Le diría que había perdido el juicio, que las vacaciones eran para pasarlas con la familia, que tenía que regresar a casa al menos unos días, que no podía dejarles solos todo el verano. ¿Solos? ¿Y qué ocurría con su hermana? Tenía diecisiete años, edad suficiente para ser una buena acompañante, o al menos, jessica a su edad ya lo era. El problema radicaba en que Paula, la hija más consentida del planeta, estaba demasiado centrada en sí misma para reparar en estas responsabilidades familiares y al final siempre era ella la que tenía que transigir y ceder.

El mundo era un lugar, definitivamente, hostil.

—Lo sé, lo sé, tienes razón —le dijo entonces a hyuna—. Y este año es todavía peor porque han invitado a sus mejores amigos.

—¿Y cuál es el problema? ¿Son coñazo?

 

—No, son encantadores, pero no me apetece estar poniendo buena cara a todas horas.

 

—jessi, tú no eres la sirvienta, solo eres la hija.

—Ya lo sé, pero ya me conoces.

—Rosa, baja la música, que no oigo nada. Hey, ¿sigues ahí?

—Sí, mi planta y yo seguimos aquí — replicó, mirando con culpabilidad la pequeña planta que la acompañaba. Se había prometido a sí misma que no lo haría, pero…

—No me digas que te la has llevado… —protestó hyuna.

—¿Y qué se suponía que debía hacer? ¿Dejarla en casa todo el verano?

—¡Sí! —replicó su amiga con enfado —. Eso es exactamente lo que deberías haber hecho. No le va a pasar nada porque no la riegues unos días.

—Yo qué sé, hyuna, nunca he tenido una planta. Ahora ya me la he traído, es demasiado tarde.

jessica pudo imaginar la cara de su amiga, entre escéptica y desesperada, muy parecida a la que su madre ponía cada vez que no conseguía hacerle entrar en razón. Pero hyuna era tendente al melodrama. Tampoco había que dramatizar de ese modo. ¿Y qué si se había llevado consigo la maldita planta que le regaló su maldita ex? ¿Y qué si esa fea planta era ya lo único que le quedaba de ella? jessica no tenía ni idea de cómo cuidar de un ser vivo y lo último que deseaba era regresar a casa y encontrar la planta muerta. Eso sí que no se lo habría perdonado.

—Tienes que dejarla ir. Lo digo en serio.

—¿A la planta?

—No, imbécil, a yuri.

—Ya la he dejado ir —protestó

jessica —, se fue ella sola, de hecho. — Sin darse cuenta había elevado tanto el volumen de su voz que los ojos del adolescente japonés se abrieron con sorpresa. Los padres del interfecto le dedicaron una mirada de reproche. —Razón de más para que la olvides y pases a otra cosa.

 

—Carla, solo porque haya traído la planta que me regaló no significa que me siga acordando de ella, ¿vale? Es solo una planta. Ya está.

 

—Vale, fiera, ya no te digo nada más. Pero si nos vamos de viaje el próximo verano, que sepas que el vegetal se queda en casa. Me importa un comino si se muere de un ataque de fotosíntesis o algo parecido.

jessica puso los ojos en blanco. — ¿Has terminado? Menos mal que te he llamado para que me animaras.

—No, en realidad no he terminado — replicó hyuna—. Rosa, en serio, baja la música, está altísima.

—¿No? — jessica arqueó las cejas con sorpresa.

—No. Quiero que pases unas buenas vacaciones —dijo por fin su amiga en su

tono más dulce—. Quiero que desconectes, que apagues el móvil y no le cojas el teléfono a tu jefa aunque te diga que su vida depende de ello. Prométeme que lo harás. —Puedo intentarlo… —No, prométemelo.

—Vale, te lo prometo.

—Buena chica. Te llamo estos días.

—Vale. Pásatelo genial y no bebas si vas a conducir.

jessica se sintió un poco más animada cuando colgó el teléfono.

hyuna tenía razón. Necesitaba

desconectar, alejarse de su rutina diaria e intentar disfrutar. En ese momento, a pesar del turista con sandalias y calcetines blancos que pasó delante de ella, una imagen de lo más absurda, pensó que nada podría arruinarle su buen humor. Ni el retraso, tampoco ni la mirada escrutadora del adolescente japonés. ¿Sería verdad? ¿Por fin se había contagiado del espíritu vacacional?

Se sintió tan invencible que incluso le dedicó una sonrisa al japonesito indiscreto. Pero es que entonces estaba muy lejos de imaginar lo que ocurriría al día siguiente. O mejor dicho, quién ocurriría al día siguiente. Si se lo hubiesen dicho, con toda probabilidad habría mirado con inquina al hombre de los calcetines blancos, le habría sacado la lengua al japonés metomentodo y se habría negado a coger ese avión.

 

Si se lo hubiesen dicho, esta historia no habría existido.

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
ashleyurdiales24 #1
Chapter 23: Una historia muy buena, me sentí a gusto leyendola jaja me gustó mucho, gracias por compartirla y adaptarla al taengsic<3