14 EL ARTE DE LA REPOSTERÍA

Lo Nuestro Es De Otro Planeta
 

- ¡Por fin! Llevo horas llamándote. ¿Dónde coño estás?

Victoria.

Seguramente estaba cansada de dar vueltas por su casa y no tenía planes para esa noche.

Eran las seis de la tarde y tiffany y tae seguían en la calle, sin intención de regresar pronto a casa.

—En uno de los chiringuitos del río, tomándonos una copa.

—Pues ya podías haber avisado. Llevo horas esperándote como una boba.

- ¿Esperando a qué?

- ¡El viaje! Joder , no me digas que te has olvidado… tiffany abrió los ojos con sorpresa.

El viaje… lo había olvidado por completo. Miró la pantalla de su móvil y vio diez llamadas perdidas de Victoria. Había estado tan ensimismada en su conversación con Tae  que ni siquiera había escuchado el móvil.

—No, por supuesto que no lo he olvidado —mintió—. Pero no sé si voy a poder ir al final, Vic. Ha tenido malas noticias en el trabajo. Tengo que currar.

- ¿Un viernes por la tarde?

—No solo el viernes, toda la Semana Santa.

—Tiffany, déjate de tonterías y ven a recogerme, que bastante trabajas ya.

—Lo digo en serio. Me han tirado por la borda la aplicación que entregué hoy.

-Bla bla bla. ¿Y qué? ¡Estás de vacaciones, por el amor de Dios! ¿Quién trabaja en vacaciones? Venga, dime a qué hora me recoges y nos vamos. Tengo la maleta hecha. —Vicky, estoy hablando en serio. No puedo ir.

—Pásame a tae.

-No.

- ¿Cómo qué no? Pásamela, quiero hablar con ella.

—Pero nos vamos ya, se hace tarde —le informé tiffany revisando la hora y sintiendo una punzada de culpabilidad.

El día estaba siendo estupendo en compañía de tae pero cuanto más tiempo tardara en regresar, más tendríamos que trabajar al día siguiente.

—Vale, tú puedes hacer lo que quieras, pero si no vamos a ir de viaje, al menos podré divertirme yo un poco con ella.

¿Divertirse con tae? ¿Dónde? ¿Haciendo qué?

—Tae se viene a casa conmigo —replicó entonces intentando que su voz sonara firme. Ella no era de su propiedad, y sin embargo, a veces se sintió responsable de su bienestar. Las locuras de su amiga seguían provocándole escalofríos.

—Eso debería decidirlo ella, ¿no crees? Pásamela.

—Sí, tienes razón, no trato de imponerle nada, pero no seas pesada.

—Vale, pues déjalo. Si no me la quieres pasar, ya la llamo yo.

Al cabo de unos segundos, para enfado de tiffany, el phone de tae comenzó a sonar. Quiso decirle que no contestara, persuadirla para que rechazara los planes probablemente locos o descabellados de su amiga. Pero no le dio tiempo; tae ya estaba respondiendo la llamada.

—Claro, ¡suena maravillosa! Por supuesto, quedamos. Si quieres recógeme en casa. Vale, hasta luego, entonces. —Colgó el teléfono y la miró—. Era Victoria, dice que tú te tienes que ir a trabajar, pero que seguimos de paseo nosotras.

Tiffany se mordió el labio con nerviosismo.

- ¿Y te apetece? —Le preguntó esperando obtener solo una respuesta por su parte. Sin embargo, no fue la deseada:

—Claro, Victoria es una chica muy agradable. Muy espontánea, me gusta la gente así.

Tiffany perdió la mirada en un barco que pasaba justo enfrente de ellas. Iba cargado de turistas bebidos que gritaban a los peatones que paseaban por la orilla, mientras entonaban cánticos etílicos.

Corría un poco de viento, pero el alcohol le ayudaba a mantenerse en calor. Y sin embargo, en ese momento se sintió fría, perdida. No deseaba quedarse al margen de los planos ni estar en casa preguntándose qué estarían haciendo. No deseaba, tampoco, ser una mujer aburrida, poco espontánea, a ojos de tae. Pero tenía que trabajar. Lo pagaría muy caro si no regresaba a casa de inmediato.

Sorbió distraídamente de la pajita de su bebida, sus pensamientos muy lejos de allí, hechos un ovillo imposible de desenmarañar. Y aquella bola informe en la boca de su estómago que imaginó gris y espinosa, le impedía respirar con normalidad, como si algo muy parecido a los celos empezara a crecer en su interior.

- ¿Te parece bien? —Le preguntó tae en ese preciso momento.

- ¿Por qué me iba a parecer mal?

—Pensé que quizá… —tae titubeó unos segundos, era obvio que no sabía cómo hacer la pregunta que cosquilleaba la punta de su lengua.

Tiffany arqueó las cejas invitándola a seguir.

—Es una tontería —le informó tae.

—Bueno, pero di, te escucho.

—Pensaba que a lo mejor… Victoria era tu mitad. Y que por eso no pareces feliz cuando ella está en mi compañía.

- ¿Mi mitad?

—Tu pareja. Es así como lo llamáis, ¿no?

Tiffany abrió la boca con sorpresa. Dejó su bebida en la mesita que tenía al lado, debatiéndose entre reír o llorar.

- ¿Victoria? Oh, Dios, no. Victoria es solo mi amiga. Una buena amiga. Nos conocemos desde hace mucho tiempo, pero nunca podría llegar a gustarme.

- ¿Por qué no?

- ¡Porque está loca! A mí me gustan las mujeres más… pausadas. Y a ella las mujeres más alocadas. No podría funcionar.

—Comprendo. ¿Y no hay una mitad en tu vida? ¿Alguien significativo?

Tiffany no supo qué respondedor. Quería ser sincera con tae. Contarle que la había habido. Y que estaba casi convencida de que en algún momento había llegado a sentir algo muy parecido al amor.

Eso creía. Quizá. Pero un amor huracanado, de los que arrasan con todo a su paso.

  1. Irene… sonó en su cabeza al recordarla. Irene por la que enloqueció. Con la que hizo planes de comprarse una casa, tener hijos, crecer e incluso encoger juntas. Esa Irene que un buen día, al abrir la puerta de casa, se la encontró sentada en el sofá sosteniendo una taza de té. Parecía calmada, pero cuando se miraron a los ojos supo que algo iba a partir de su alma en dos mitades. Irene no vaciló a la hora de decirle con suma frialdad:

-Me voy. He conocido a otra, lo nuestro ya no funciona.

- ¿Cómo que no funciona? ¿Desde cuándo?

—No sé, no te lo tomes a mal, pero creía que eras otro tipo de persona. ¿Tú sabes lo aburridísima que te has vuelto? Joder , tiffany, tú no te ves, pero has cambiado mucho.

Por esa Irene ella habría bajado la Luna envuelta en un precioso lazo rojo, pero el sentimiento no era mutuo. Nunca lo fue, ahora lo sabía. Cuando aparecieron las cuestas, Irene pasó con una facilidad pasmosa de la tercera persona de plural a la primera del singular. Y amar a alguien incapaz de afrontar los problemas, centrado únicamente en sí mismo, ¿era realmente amor? Ahora no estaba tan segura de ello.

—Lo hubo, supongo. Se llamaba Irene —replicó sin ocultar el dolor que teñía su timbre de voz cada vez que pronunciaba su nombre—. Pero no nos fue bien y se acabó cansando de mí, no sé.

—Mi computadora detecta mucho dolor en tiffany.

—Eso tal vez sea porque todavía escuece. Pero no por ella, sino por mí. Ni siquiera sé cómo pude estar tan ciega.

—Es parte del amor, ¿no? Además de las luciérnagas. «El amor, como ciego que es, impide a los amantes ver las divertidas tonterías que cometen» —recitó tae, aludiendo a una conocida cita de Shakespeare.

—Pero eso no es amor, no lo creo —explicó tiffany—. El amor no puede ser exigirle a tu pareja que cambie para amoldarse a ti o que se pliegue a tus deseos en todo momento. Creo que si se quiere de verdad se llegan a amar también los defectos. ¿You dont?

-I don't know. Nunca he sentido lo que me estás describiendo, solo he leído algunos de vuestros clásicos en mi computadora, pero entiendo lo que que decir. Nadie debería cambiar para gustarle a otra persona —añadió.

Tiffany la miró preguntándose qué más encerraban esas palabras. Pero cada vez que se interesaba por algo personal de tae, ella se encerraba en sí misma, cambiaba de tema o se sumía en un silencio demoledor, así que no quiso intentarlo de nuevo. No obstante el mensaje quedó claro, como si tae le estaba agradeciendo que la apreciara tal y como era, con sus rarezas, sus delirios, con la obstinación de meter en casa todo tipo de artilugios de ferretería. Se miraron y fue como hacerlo bajo una nueva luz, llena de respeto, tal vez incluso de admiración. Se apreciaron en silencio, encontrando paz en los ojos de la otra.

—Bueno, ¿y adónde te quiere llevar Victoria? —Cambió de tema tiffany, un poco incómoda ante la intensidad del momento que acababan de vivir.

—A una discoteca, no sé a cuál. Dice que es de bollos, pero yo no sabía que en las discotecas servían repostería —le informó tae con inocencia, encogiéndose de hombros mientras daba el último sorbo a su bebida.

Tiffany sintió que se quedaba sin aliento.

- ¡De bolleras! —Exclamó, aterrorizada ante la idea.

- ¿Bolleras?

—Sí, de bolleras, tortilleras, como quieras llamarlo, existen muchos nombres. Pero son términos peyorativos, ten en cuenta eso si vas a usarlos.

- ¿Pero no era una discoteca?

Tiffany se desesperó visiblemente. Suspiró con manifiesto cansancio.

—Es demasiado complicado para explicártelo ahora. Venga, vamos.

- ¿A donde?

—De viaje —aseguró con determinación—. Nos vamos todas a la playa.

- ¿Y qué pasa con Victoria?

 

—Oh, no te preocupes. Llamará. El diablo siempre llama. Además, está deseando irse de vacaciones, así que no te preocupes por ella.

 

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