Cap.8

Viento y Tierra // Jaeyong

VIII

 

Llevamos y lidiamos con el peso de nuestra corona.
Somos nobles con cicatrices.
Reyes y príncipes, marcados con heridas que nunca sanan.
Pero, eso, es parte de nuestra existencia.

 

 

 

Taeyong por fin lo nota, la cicatriz rosada que poco a poco se vuelve más pálida, y lo comprende. Ha cambiado. Su figura enclenque, frágil y aniñada, se ha perdido para siempre. Se ha convertido en un hombre más robusto, con un semblante bronceado, reacio y maltratado. La cicatriz en su ojo izquierdo ha cobrado un mayor resalte, una gran notoriedad que nadie, dentro del palacio, es capaz de ignorar. No obstante, su nueva faceta, es sólo una cobertura heroica para ocultar sus deseos cobardes.

—Mi príncipe –Mark interrumpe en su lecho. Ha dejado de hablar informalmente desde que llegaron al enorme castillo –Tengo que irme. Mi general, Yoon Oh, será ejecutado mañana. Al menos, debo estar ahí.

Los orbes oscuros del príncipe se opacan. La pena está contenida, al igual que la vergüenza que lo consume. No es capaz de ver a Mark, tampoco se siente digno de hablarle, así que sólo asiente con la misma frialdad con la que ha actuado últimamente.

—Cuídese, mi señor.

Taeyong sabe que es una despedida, los dos no se verán más. Y sabe, también, que junto a Mark, se desvanece para siempre el recuerdo de Yoon Oh. En un par de días, cuando el sol haga su salida, Cielo borrará la existencia de Jung Yoon Oh. Nadie será capaz de recordarlo, pues se convertirá en una débil ráfaga de invierno.

El príncipe llora, en silencio, observando las delgadas capas de nubes que pronostican la ejecución.

‘Te perdono’ murmura su alma. Y Taeyong deja que la noche, sin estrellas, lo cubra completamente.

***

Su llegada al palacio tuvo acontecimientos imprevistos.

Primero, Johnny se apareció a mitad del camino, junto a un grupo de soldados que montaban hipogrifos y cargaban armas de esmeralda resplandeciente. A Taeyong le sorprendió descubrir que su gran amigo no había cambiado en lo absoluto, la elegancia y la ferocidad seguían imponiéndose en él. Sin embargo, los signos de agotamiento se mostraron con debilidad cuando éste le dedicó una acogedora sonrisa. Para el príncipe, quien admiró durante toda su vida a Johnny, fue increíble ver un fragmento mortal del escolta que siempre lo protegió.

Johnny no preguntó por Mark, tampoco lo intervino. Se limitó a proteger de ambos durante el largo camino a palacio.

—No vuelvas a irte –suplicó Johnny, cabizbajo, ocultando su expresión preocupada bajo los mechones largos de cabello azabache –Odio tener que buscarte.

—Intentaré no hacerlo –prometió Taeyong.

Recordó su infancia y las tantas promesas sin cumplir que le hizo a Johnny.

Como segundo imprevisto, no se imaginó ver a su padre, en las fronteras del reino, luchando aguerridamente contra un grupo de soldados enemigos. El rey Jaejoong vestía su singular armadura, esa que Taeyong solía apreciar en la enorme sala de baile como una pieza de exhibición. El pacífico soberano de la nación obrera, de las tierras del sur, blandía la espada como un guerrero de nacimiento. No obstante, cada cierto momento, los límites de su edad avanzada, le hacían perder el equilibrio y la fuerza del impacto de sus ataques, por lo que, terminaba siendo golpeado por su contrincante. Fue entonces cuando el príncipe lo notó, la herida sangrante en el lado derecho de su cadera.

—¡Padre! –gritó Taeyong. La preocupación era evidente en su voz.

Mark galopó más rápido el cansado pegazo.

El rey sonrió y dejó caer la espada. Rápidamente otros soldados se acercaron a resguardarlo y dejaron que Jaejoong caminara despreocupadamente al encuentro de su hijo. Ambos se abrazaron tan pronto sus manos hicieron contacto. Príncipe y rey. Progenitor y heredero. Padre e hijo. No necesitaron palabras para explicar la penuria del tiempo, pero, aun así, fue necesario hacerlo. Necesitaban consuelo.

—Ha terminado –Jaejoong apartó a Taeyong, sólo para ver la radical transformación que su hijo había sufrido. –Ya no habrá más batallas. Es el fin de la guerra.

Y, efectivamente, llegó la paz que tanto se anhelaba.

Taeyong contempló los cánticos de su pueblo, las fogatas alegres y la concentración desesperante de Johnny al afilar su espada. Era todo lo que había deseado durante los dos largos meses fuera del reino. Pequeñas escenas con las que soñaba en sus días de prisión. Una esperanza que lo mantuvo vivo cuando lo golpeaban y lo dejaban moribundo. Se suponía que debía estar feliz.

—¿Qué es? –cuestionó Johnny, aún concentrado en su labor.

—No pude demostrar la fuerza que tengo ahora –confesó el príncipe –Llegué al palacio como un frágil ser, custodiado de guardias y lleno de cicatrices. Un príncipe débil que jamás pudo blandir su espada.

Johnny dejó el arma a un costado.

—Es más fuerte alguien que sobrevive sin un arma. Durante la guerra he visto morir a grandes espadachines, Taeyong ¿Sabes por qué? –el príncipe negó –Porque todos ellos combatieron sin esperanza. Tu eres fuerte, Taeyong. Y no necesitas de un arma para demostrarlo. El reino entero lo sabe. Yo lo sé, y estoy feliz de saber que serviré a un rey que no se quebrará ante el primer infortunio que se le presente. –Johnny miró directamente a sus ojos. Entonces supo que estaba siendo honesto –Espero que no demores mucho en descubrirlo.

Su corazón se reconfortó durante el tiempo suficiente, hasta que fue golpeado por otra noticia que no esperó escuchar –y que, sin embargo, deseó en algún momento.

Jung Yoon Oh había sido juzgado por la corte de Viento, siendo condenado inmediatamente por traicionar al rey Qian durante la guerra y abandonar su puesto de general. Su sentencia, era la ejecución. Lo que indicaba, que moriría dentro de tres días. El príncipe palideció y la vergüenza comenzó a torturarlo: lo estaba olvidando. Entonces comprendió la razón de su incompleta dicha.

A pesar de todo, Taeyong, necesitaba a Yoon Oh.

***

Ejecución, la pena máxima para un traidor del reino. Consiste en la degradación del alma. La trituran, lentamente, dentro de una celda hechizada. Y mientras el alma desaparece, los recuerdos de tu existencia también se esfuman. Jung Yoon Oh sería olvidado. Nadie debía brindarle memoria a un traidor. Todas las personas que alguna vez lo vieron o le hablaron, terminarían por relegarlo a un mundo fantasmagórico. Dentro de poco, Taeyong, jamás volvería a pensar en él.

Un nudo se formó en su corazón, apretó su pecho y le impidió respirar.

—Incluso a horas de tu muerte, piensas más en ese tonto príncipe ¿No temes morir? –La voz de Yukhei se escuchó desde el otro lado de la celda. Yoon Oh sólo podía distinguir la silueta atlética del, ahora, general.

—Estoy preparado para la muerte desde el día que nací –respondió –Pero jamás me prepararon para el olvido.

—Quizá, porque nadie pensó que te convertirías en un traidor.

Yoon Oh sonrió, estaba de acuerdo. Sus padres siempre pensaron que su hijo sería un soldado leal, alguien que entregaría la vida por su rey y dejaría el apellido Jung en los altares honorables. Sin embargo, en cuestión de horas, todo por lo que su familia luchó, serían memorias fantasmales. Ya nadie mencionaría a la honorable familia Jung.

—El rey Qian murió –volvió a interrumpir Yukhei –El príncipe Trueno, del Cielo Oeste, Huang Renjun, asumirá el trono mañana. Así que, tu ejecución, será privada.

El silencio fue prolongado hasta que el general Wong finalmente se fue, dejando en completa soledad a Yoon Oh.

Dentro de poco, Jung Yoon Oh, también, se olvidaría de sí mismo.

***

Los ojos azules del ex combatiente lucían confundidos. Había una calma abrumadora, que extrañamente, le hacía sentir más tranquilidad. Sólo eran él y dos sujetos desconocidos que jalaban las cadenas con las que sus muñecas estaban apresadas ¿A dónde iban? Desconocía el rumbo, pero no tardó demasiado en comprenderlo cuando, al frente, observó un extraño santuario que brillaba bajo una parpadeante luz violeta.

‘Vas a morir hoy’ su mente le aclaró las dudas. Sus párpados temblaron y las lágrimas salieron profusas, resbalando por sus mejillas y cayendo sobre sus desnudos brazos. Supo que no era miedo lo que sentía, si no, tristeza.

Una profunda melancolía abarrotó su pecho cuando borrosas imágenes se interpusieron en su visión. Se trataba de un precioso chico: ojos galáxicos, cabello rojizo oscuro, labios magullados y delgados, piel de porcelana recubierta con cicatrices rosadas. Pensó que podría ser la muerte, hasta que lo oyó reír y silbar como si fuera un pequeño niño. No, no podía ser la muerte. Era alguien más. Alguien que exigía presencia y que le producía un indescriptible dolor melancólico.

‘Taeyong’ pensó ocasionalmente, sin saber con exactitud quien era o si existía si quiera. Pero le gustó como sonaba. Así que repitió el nombre entre murmullos que se confundían con la brisa y el sonido de las cadenas.

—Jung Yoon Oh –anunció uno de los soldados. El ex combatiente levantó la vista, inseguro de si se trataba de él o alguien más –Hoy, con el primer rayo de sol, tu cuerpo será consumido como castigo por tus actos deshonrosos.

El otro soldado liberó sus cadenas y lo dirigió hasta el santuario. Yoon Oh se quedó quieto, observando como el primer rayo de sol lo alcanzaba lentamente y arrastraba consigo el brillo de la luz violeta. Un tibio toque comenzó a subir por sus piernas, produciendo destellos que flotaban y desaparecían.

‘No me olvides, Taeyong’ rogó, otra vez inconsciente de a quien se dirigía.

Pronto, la cálida luz, cubrió todo su cuerpo.

***

El viento sacude los cabellos, ahora púrpuras, de Taeyong. Viste con el traje formal de la realeza –azul, con crisantemos dorados y bordes plateados. La cicatriz de su ojo izquierdo es apenas visible en el color ruborizado que ha pintado el rostro tímido del príncipe. Sus labios se aprietan y se sueltan repetidas veces, como si quisiera hablar y quedarse, a la vez, mudo.

—Yoon Oh…

Parece un sueño cuando Taeyong dice su nombre. Es incluso más irreal que todas esas memorias perdidas que tratan de regresar en sus noches de insomnio. Es increíble como su mente sólo trabaja para recordar a ese hermoso príncipe que le produce dolor cada vez que piensa en él y que, sin embargo, ahora le ocasiona un insaciable regocijo. No recuerda muchas cosas sobre Taeyong, pero tiene una firme convicción de que expondría su vida sólo para salvarlo.

—Pensé que tú… no creí que…

—Fue el rey Huang –interrumpe Yoon Oh –Él logró salvarme.

El príncipe se queda en silencio, contemplando el suelo cubierto de secas hojas cafés y naranjas. Entonces la brisa arrastra su suave aroma a tierra húmeda y lluvia, produciendo en Yoon Oh un creciente anhelo de acogerlo en sus brazos hasta embriagarse con el perfume suave. Por lo que, no se sorprende de sí mismo cuando se atreve a tomar el rostro de Taeyong entre sus manos.

—Perdón –suplica, buscando alguna respuesta en los oscuros orbes.

No hay respuesta. Taeyong aparta los ojos y deja que su cabeza se refugie entre las manos ajenas. Yoon Oh teme lo peor, su corazón late desenfrenado. Está asustado. No obstante, inadvertido, el príncipe besa sus temblorosos labios. Yoon Oh se refugia en el sabor de la boca ajena y sabe, ambos saben, que es tan real como todo lo que vivieron.

 

 

Like this story? Give it an Upvote!
Thank you!

Comments

You must be logged in to comment
CoffeAndChill #1
Tremenda alegría me produce ver una historia en español por estos lugares. Incluso si solo es uno en un millón. Ya había leído oníricas en wattpad y ahora verlo aquí... wow. Tienes una forma de escribir que me encanta y apasiona.
Por favor, continúa escribiendo... deseo tanto ver como progresa esto. Taeyong con su dolor y rencor, Jaehyun con su culpa y remordimiento. El angst me llama (; ahre