Cap.1

Viento y Tierra // Jaeyong

I

 

El espejo reflejó el tatuaje azul, impregnado en el lado derecho de su cuello. Era una figura simple, consistente de tres espirales que representaban los principios del reino: lealtad del pueblo hacia el trono, el honor del soldado y la fuerza inquebrantable de la nación. Tres principios con los que nacía, crecía y moría un ciudadano del cielo. Era una marca de la que, Yoon Oh, siempre había estado orgulloso durante la mayor parte de su vida; un símbolo que representaba a su familia, a su pueblo y al reino que protegía. Sin embargo, cuando la última pieza de su armadura lo vistió, sintió profundo desprecio.

Los principios en los que creyó alguna vez, le estaban arrebatando todo eso que amaba.

Antes había sido su familia y ahora, era Taeyong.

Algún día servirás al rey –había dicho su padre, bastantes años atrás, antes de abandonar su hogar y morir en la guerra. –Cuando ese día llegue, comprenderás mi decisión. Por ahora, debes hacerte más fuerte y mantener el honor de nuestra familia.

Por supuesto, el señor Jung, no pudo estar presente cuando finalmente suscitó el honorable evento que lo convirtió en soldado. Aunque la decepción fue menor en comparación a la ausencia de su hermosa madre, quien yacía en igual condición junto a la tumba de quien había sido su esposo. Ella también lo abandonó.

Yoon Oh recordaba esa trágica noche con doloroso detalle. Las festividades, en honor a la llegada de las lluvias, se estaban aproximando y su madre, como acostumbraba todas las temporadas, lo había llevado hasta la nación obrera para recolectar alimentos que usaría como tributo. Sin embargo, se habían visto obligados a regresar temprano, cuando descubrieron que los cultivos todavía no florecían. Llegaron conjunto a una pequeña delegación de soldados que, para sorpresa de ambos, se dirigían a casa de los Jung. Fue en ese breve momento que Yoon Oh lo notó, la expresión de pánico de su madre y los ojos apenados de aquellos extraños; el señor Jung había fallecido.

El silencio gobernó durante varias horas, afuera en el jardín; mientras una reunión se suscitaba dentro de la casa. Yoon Oh aún no podía creer que su padre jamás regresaría a su hogar, le parecía un hecho absurdo e irreal, pues el general era fuerte e inquebrantable; casi comparable a la eternidad de un dios. No obstante, los hechos apuntaban a que era tan mortal como cualquier otro ser; al igual que lo era su esposa, la bella señora Jung, quien lo había amado con ferviente devoción. Por lo que, incapaz de soportar la pérdida de su esposo, recurrió al suicidio. Yoon Oh no fue testigo de la escena, pero escuchó los gritos y presenció las constantes salidas y entradas de diferentes médicos, soldados y sirvientes. Esa noche, nadie parecía recordar que él aún seguía vivo, sufriendo –en un gélido rincón aislado –las consecuencias de decisiones egoístas.

Huérfano, creció bajo la tutela del señor Kang, un viejo amigo de la familia; quien se había jubilado de su servicio de médico en las tropas del norte. Aunque el señor Kang deseaba un futuro menos arriesgado para Yoon Oh, este se había encaprichado con la idea de cumplir los deseos de su padre. Su meta era clara y precisa: debía servir al rey con honor, lealtad y fuerza; incluso si perdía la vida en el proceso.

Nunca se podría haber imaginado que, años más tarde, deseaba vivir de otra manera, en cualquier otro lugar y bajo circunstancias diferentes. Quizá con Taeyong involucrado en ellas, sin ser necesariamente un príncipe, sólo Taeyong, el bondadoso chico de quien estaba enamorado y a quien, a pesar de todo, traicionó de manera cruel.

—¿General Jung? –interrumpió el sirviente. Yoon Oh regresó de sus recuerdos y se alejó del espejo

—Dígame –contestó con la misma rigidez de siempre.

—El rey iniciará con el juicio y el tribunal requiere su presencia, mi general.

Yoon Oh suspiró.

Era momento de poner a prueba todos esos principios, ideales y convicciones que su padre le inculcó con gran afán. Finalmente, serviría a una causa importante del rey.

 

***

 

Yoon Oh pensó que estaba lo suficiente preparado para presenciar el estado denigrante del príncipe, sin embargo, cuando lo vio entrar a la gigantesca sala, sus defensas se fueron desquebrajando lentamente. Dos soldados sujetaban los brazos de Taeyong, mientras un tercero apuntaba su cuello con una delgada espada. Tenía el traje deshecho, manchado con pequeñas gotas de sangre y marcas de polvo metálico. Caminaba a pasos agigantados, tropezando y cojeando; sin la suficiente fuerza para levantar la cabeza, dejando que el cabello sucio y sudoroso se pegara a su frente, ocultando las facciones del perfecto rostro. Parecía tan débil e insignificante que, Yoon Oh palideció por la pesadumbre. Era culpa suya.

—¡Con ustedes el príncipe de nuestros andrajosos obreros, Taeyong! –Anunció el rey Qian levantándose del trono –Y parece que vino en sus mejores galas –los asistentes rieron, induciendo a que el rey continuara mucho más satisfecho –Aunque me temo que en mi nación, sólo es un insignificante prisionero. Entonces, ¡¿Por qué esta escoria no mira a los ojos de su rey?!

—Tú no eres mi rey –respondió el príncipe, aún cabizbajo, ocultando su evidente rabia bajo los largos mechones azabache.

Yoon Oh apretó las manos. Podía ver los furiosos ojos azules del rey sentenciando con crueldad la frágil presencia del príncipe, pensó que mataría a Taeyong ahí mismo, ordenando que lo torturasen frente a todos los presentes. Pero no imaginó que, su alteza, reiría estrepitosamente. Cuando el rey finalmente se calmó, comenzó a bajar los pequeños graderíos que lo llevaban directo a Taeyong; algunos soldados se acercaron, pero él los apartó tajantemente.

—Si tienes tantas agallas, deberías mostrar tu rostro, príncipe –Se paró frente al preso, esperando alguna reacción, pero este no realizó ningún movimiento –¡Maldición, muéstrenme su rostro! –ordenó.

Uno de los soldados rápidamente tomó la andrajosa cabellera y la jaló hacia atrás con bastante fuerza, mostrando ante todos los rasgos faciales de Taeyong.

El salón se sumió en un profundo silencio.

Cuando Yoon Oh conoció a Taeyong, era en un evento totalmente contrario a ese, en un salón más brillante y abundante de personas que vestían sus mejores galas. Fue la primera vez que bebió licor y la primera vez que asistía, en su puesto de segundo comandante, a un evento de la realeza. Su general a cargo, lo había tenido gran parte de la noche presentándolo a toda clase de personas, desde nobles guerreros hasta humildes estudiosos. Así llegó a conocer a Taeyong, con una precisa presentación que terminó con un leve ademán de respeto. Para ese momento, Yoon Oh sólo pudo mirar los misteriosos ojos negros del príncipe; y cuando se arriesgó a observar más, lo descubrió perdiéndose entre la multitud. No obstante, durante las semanas que no pudo verlo, el recuerdo de esos ónix brillantes fueron la única referencia que tenía del príncipe Taeyong.

Pero ya no estaban más, los bellos ojos que le hacían soñar.

—¿Puede ver mis agallas, señor? –preguntó Taeyong.

Ahora, lo único que podía contemplar Yoon Oh en aquellos orbes, era la constante sed de venganza y el profundo odio que se manifestaba en la cicatriz que tenía boquiabiertos a todos. Se trataba de una herida profunda, hecha en el ojo izquierdo, de color escarlata; que resaltaba en la pálida cara. Apenas estaba cicatrizando, pues algunas gotas de sangre seca aún se aferraban a las cejas y pestañas. Estaba claro que, por la tajadura imprecisa, Taeyong se lo había hecho.

—Aquí podré ser tu prisionero, puedes humillarme o torturarme si lo deseas; pero allá…en esa tierra que desprecias, soy el futuro rey y como tal, moriré por mi nación, con orgullo y dignidad –El príncipe miró directamente a los ojos del rey Qian, si ningún tipo de miedo o duda –Tú jamás serás señor de mi nación.

El rey lo arremetió con un lapo, produciendo que el rostro de Taeyong temblara hacia un costado.

—Llamen al general Jung –ordenó el monarca, apretando los dientes con furia.

Jung Yoon Oh entonces se levantó, haciendo a un lado sus sentimientos, actuando como lo que era: un fiel vasallo del reino.

La atención del público se dirigió a él, abandonando al furioso príncipe por un momento, mientras reconocían al general Jung bajando firmemente por medio de los graderíos. Yoon Oh no tenía una gran fama como el resto de los generales, pero tenía la suficiente como para que otros se encogieran en su presencia. Su apellido, el linaje familiar, sus proclamadas victorias y la astuta captura del príncipe; eran sus logros de prestigio que muchos murmuraban a su espalda.

—Debo reconocer que, el príncipe Taeyong, tiene una admirable valentía –Habló el rey, juntando las manos tras su espalda. Los asistentes volvieron a contemplar el centro de la sala –Y una admirable ingenuidad. Tanto, que se enamoró de nuestro astuto general Jung, aun cuando sabía que la relación “viento y tierra” está prohibida. Desobedeció las reglas, siguió ciegamente a su corazón y cayó patéticamente como el gran príncipe ingenuo que es –su majestad tomó la quijada de Taeyong, apretándola con dureza –¿Cómo puede un estúpido gobernar una nación? –susurró.

El rey se alejó, dejando a Taeyong cabizbajo, orgulloso de su gran discurso. Así que se acercó al general Jung, como el último de sus actos.

—A partir de hoy, el príncipe es prisionero del reino; será confinado a las celdas hasta el día de su muerte. Por lo que, será sentenciado a descargo de honor –Los asistentes murmuraron conformes con la sentencia que el monarca había proclamado –General Jung, puede iniciar con el proceso.

Yoon Oh asintió, aferrándose desesperadamente a su rol de obediente general. Mientras tanto, un soldado se acercó, trayendo consigo una daga mediana que Jung tomó rápidamente.

Se acercó a Taeyong y se inclinó lo suficiente para estar a su misma altura. Podía sentir la creciente tensión entre ellos.

—Te cortaré el cabello –murmuró, asegurándose que nadie más pudiera oír.

Cogió un pedazo del flequillo azabache, acercando la daga hasta el cuero cabelludo –“Lo siento” –volvió a susurrar; sólo deteniéndose por unos eternos segundos. Entonces cortó el primer mechón; descubriendo la herida escarlata que dividía el ojo izquierdo del príncipe. Taeyong lo miró, con una intensidad distinta a cuando solían ser amantes; lo miraba con desprecio.

Su corazón se aplastó, dejándolo sin aliento.

Algunas de sus pesadillas –durante las últimas semanas –trataban sobre la inexpresiva mirada distante de Taeyong. Y ahí estaban, volviéndose reales e infinitamente dolorosas.

Era su culpa. Lo fue desde que cruzó la frontera que tenía prohibido.

 

 

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CoffeAndChill #1
Tremenda alegría me produce ver una historia en español por estos lugares. Incluso si solo es uno en un millón. Ya había leído oníricas en wattpad y ahora verlo aquí... wow. Tienes una forma de escribir que me encanta y apasiona.
Por favor, continúa escribiendo... deseo tanto ver como progresa esto. Taeyong con su dolor y rencor, Jaehyun con su culpa y remordimiento. El angst me llama (; ahre