Cap.5

Viento y Tierra // Jaeyong

V

 

Su padre se había equivocado.

Yoon Oh no ayudaría al rey Qian, se encargaría de destruirlo.

Se dio cuenta, demasiado tarde, que las visiones del viejo monarca no eran las visiones de su pueblo. Las guerras siempre fueron innecesarias, los padres seguían perdiendo a sus hijos, los hijos veían morir a sus padres; era una constante cadena de miseria, dónde los únicos beneficiarios eran las familias nobles. Pero las victorias y los discursos, habían enceguecido a todos. Las desastrosas batallas estaban bien, siempre y cuando, su nación ganara. A pesar de todo, eso era lo único que importaba.

Con tantas falsas victorias, era necesario perder. Yoon Oh asumiría esa carga.

Era un traidor.

Levantó su arma y la hundió contra el hombro del último guarda que yacía de pie. Seis soldados inconscientes, resultó de su ataque inesperado en las puertas principales de prisión. No esperó que fueran tan pocos, ya que pensó que el rey triplicaría la defensa para evitar el rescate del príncipe. Eso, sólo podía significar que debía apurarse, no tardarían mucho en descubrirlo. Además, estaba seguro que lo habían mandado a seguir cuando decidió abandonar la guerra en Tierra.

Así que, dejando el par de pegasos junto a la puerta, se adentró a las instalaciones de piso flotante.

 

***

 

Taeyong no se inmutó cuando escuchó los gritos y golpes haciendo eco a lo largo de los oscuros pasillos. Sin embargo, Mark se sobresaltó, su rostro se observaba pálido y su cuerpo se mantenía rígido, listo para atacar a quien sea que apareciera al frente.

No podrá contra Johnny” sentenció Taeyong, seguro de que su escolta era responsable de todo ese ruido. Por lo que se mantuvo quieto, esperando ansioso que la silueta de su salvaguardia apareciera. No obstante, a medida que los pasos se acercaban hacia su celda, comenzó a reconocer el aroma que estos traían consigo.

Yoon Oh apareció, agitado, manchado de lodo y sangre.

Mark corrió a socorrerlo.

—De prisa, debemos irnos –jadeó el general, apoyándose en los hombros del joven soldado –Un guarda logró escapar, no tardará en llegar con refuerzos.

No.

Esa no era la situación que Taeyong estaba deseando. Debía ser Johnny quien cruzara esas rejas, no Yoon Oh, este último, debería estar muerto. El príncipe apretó sus manos, deseando contener su rabia y ocultar su decepción. Debía pensar en otra forma de huir…Yoon Oh no lo salvaría. No se lo permitiría.

—¿Príncipe? –llamó Yoon Oh. Su voz sonaba extranjera. Taeyong creyó que jamás lo escucharía dirigirse a él otra vez –Tenemos que salir, es su última opción.

Su última opción…

Tragó la sensación de vacío producida en su pecho. Miró sus manos, descubriéndolas esqueléticas, temblorosas y sucias ¿A dónde podría llegar en ese estado? Yoon Oh era su única esperanza de abandonar esas solitarias celdas, no tenía otras elecciones. La respuesta era clara. Sin embargo, pese a lo lógico que resultaba su decisión, Taeyong no podía aceptarlo, la desconfianza hacia ese hombre seguía latiente.

Los recuerdos, de repente, aparecieron para recordarle lo despreciable que era Jung Yoon Oh.

—¿Por qué? –cuestionó –¿Por qué debería ir contigo? La última vez que confié en ti…me humillaron ¡Y me encerraron en ésta maldita celda de la que, ahora, pretendes rescatarme! ¡Dime, general Jung ¿Por qué debería confiar en ti?!

Yoon Oh dejó el soporte de Mark. Sus ojos delataban impotencia, seguridad y un extraño fuego que Taeyong no pudo descifrar. Se acercó peligrosamente, a una distancia lo suficiente cercana para que pudieran sentir la temperatura de sus alientos. El príncipe deseó mirar hacia otro lado, pero no quiso demostrar su debilidad, ni lo mucho que aún le seguía afectando.

—No estoy pidiendo confianza, príncipe –musitó Yoon Oh. Las palabras eran gélidas y concisas –Estoy diciéndole que tenemos que salir.

Deseó golpearlo, quitarle el arma que cargaba en la mano y apuñalarlo hasta arrebatarle el aliento. No obstante, sólo tuvo las fuerzas para agachar el rostro y morderse los labios. Ya no existían otras opciones. Johnny tardaría en llegar, era un hecho que debía aceptar. Tenía que sobrevivir, incluso si ello implicaba la ayuda de Yoon Oh.

Pese a todo, seguía siendo un príncipe débil.

—Vámonos –Mark tomó su brazo con gentileza.

Taeyong asintió y fue tras él, sin emitir reproche. Inevitablemente, confió en ese joven soldado.

 

***

 

Era imposible no fijarse en Yoon Oh. Sus ojos estaban acostumbrados a seguirlo, a contemplarlo en detalle. Y mientras avanzaban por los pasillos, en compañía del eco, descubrió las muchas heridas sangrantes repartidas por la espalda, brazos y piernas. Taeyong nunca lo encontró tan malherido, siempre lucía reluciente, con unos pocos rasguños que desaparecían a los pocos días. A veces, cuando se recostaban sobre el césped, se entretenía buscando algún tipo de cicatriz que le revelara que Yoon Oh tenía sus pequeñas imperfecciones, pero nunca las hallaba. Solía ser perfecto. Era sorprendente verlo así, ahora, apenas caminando y requiriendo de ayuda cuando mostraba signos de estar agotado.

Taeyong sintió un poco de empatía y culpó a ese viejo hábito de querer protegerlo todo el tiempo.

—Iré primero –Yoon Oh se detuvo detrás de uno de los portales, tenía la mano sobre la espada. –Cuando los pegasos relinchen, entonces deberán salir. Si no oyen nada dentro de un minuto, tendrán que escapar por el muro izquierdo, allí hay un grupo de pegasos. No me esperen… –repentinamente, Taeyong se sobresaltó. El corazón le latía desenfrenado ante la mención del abandono. Miró hacia otro lado cuando advirtió los ojos de Yoon Oh sobre él –Mark, ya sabes a dónde debes ir.

Los dos amigos intercambiaron miradas por unos segundos antes de que Yoon Oh desapareciera.

El silencio fue eterno, parecía que el tiempo no transcurría, incluso cuando la boca de Mark susurraba cada segundo. Taeyong no podía estar más nervioso, pensando en lo que podría estar sucediendo allí afuera y si Yoon Oh de verdad los ayudaría. Comenzaba a considerar escapar por su cuenta, pero las limitaciones seguían estando ahí.

‘Sesenta.’

No hubo señales. Mark contó quince segundos más, pero el resultado seguía siendo el mismo. Debían escapar, sin Yoon Oh. Mark tomó la mano de Taeyong, confirmando que era momento de seguir con el segundo plan. Sin embargo, antes de que pudieran comenzar a correr, los pegasos relincharon cerca de la puerta. Mark suspiró aliviado, delatando una pequeña sonrisa que compartió con Taeyong antes de que salieran.

Afuera, dos bellos pegasos negros extendían sus alas, listos para alzar el vuelo en cualquier momento. Yoon Oh montaba uno de ellos, mientras que el otro recibía tranquilamente las caricias de Mark; este último, le extendió la mano para que pudiera subir junto a él.

Taeyong estaba inseguro de hacerlo.

—¿Has montado un caballo antes? –preguntó Mark. Taeyong asintió –Bien, sólo debes hacer lo mismo. Yo me encargaré del resto.

El príncipe tomó la mano de Mark y se impulsó sobre el suave lomo del animal. Encogió las piernas, temeroso de lastimar las largas alas que se encontraban sobre las patas delanteras. Segundos después, Mark se unió, sentándose detrás y tomando las riendas doradas que se sujetaban a la cabeza del pegaso. Tras la orden emitida por Yoon Oh, ambas criaturas comenzaron a despegar, agitando pesadamente las alas mientras movían sincronizadas las patas.

El viento chocó contra el rostro de Taeyong. Palpó el frío animoso y tierno; podía sentir la libertad.

Después de tiempo, prestó atención al soleado cielo azul.

 

***

 

La noche cayó sobre ellos, cuando ya se encontraban lejos del reino.

Descansaron sobre Tierra, dónde los árboles podían hacerles sombra y esconderlos en la oscuridad sin estrellas. Allí no se oía el retumbar de la guerra. Era una calma interrumpida por el sonido de los grillos, el ulular de los búhos o el zumbido de las luciérnagas, mezclándose con la bulla de las hojas agitadas por la brisa. A Yoon Oh le encantaba esa melodía arrítmica de la naturaleza. Había comenzado a apreciarla durante sus primeros días de combate, cuando se refugiaba junto a sus camaradas en los interiores del bosque, e intentaba conciliar el sueño. Esa mistura de sonidos, solían recordarle a su hogar y posteriormente, a Taeyong.

Sin embargo, ahora, solo le traían ansiedad.

Tomó la espada y se levantó. No podía quedarse quieto, o permitirse descansar, sobre todo, cuando los soldados del rey Qian estaban siguiéndolos. Debía mantenerse alerta, inspeccionando de rato en rato que no hubiera movimientos sospechosos fuera del área. Cuando se tomaba unos segundos de reposo, revisaba que sus heridas no estuvieran infectadas, las curaba a su modo artesanal y seguía con la rutina de guardia. Trataba de no darles mucha importancia para evitar pensar en el dolor que le producían cada vez que se movía.

—Descansa un poco –interrumpió Mark, cuando la noche avanzó hacia la madrugada –Recupera un poco de fuerzas, te necesitamos vivo.

Yoon Oh entendió la referencia. Su misión todavía no culminaba, aún no había salvado a Taeyong.

Así que se sentó, a una distancia prudente de dónde descansaba el príncipe, en compañía de uno de los pegasos. Se permitió contemplarlo por un tiempo breve, sólo los minutos necesarios para sosegar su anhelo de tenerlo entre los brazos. Apreció, tristemente, los nuevos rasgos de su bello príncipe: el cabello tenuemente poblando la cabeza pequeña, de un oscuro rojo que delataba un poco el alma ajena –venganza, Yoon Oh lo sabía –; el pálido rostro albergando moretones que cubrían la cicatriz del ojo izquierdo; los labios partidos, fundiéndose de escarlata y violeta; el cuerpo escandalosamente delgado, demasiado frágil, salpicado de suciedad y restos de sangre. Se veía tan desastroso, apenas asomándose a la imagen de príncipe. Yoon Oh sonrío, pensando que Taeyong era como un pequeño elfo herido, demasiado hermoso a pesar de todo.

—Te recuperarás, Taeyong –musitó, cuando el primer rayo de sol cruzó las hojas verdes y se posó sobre las mejillas del príncipe –Sólo espero no estar ahí cuando eso pase…

Yoon Oh suspiró con tristeza, tomó la espada y se fue en busca de frutos que pudieran comer antes de partir.

 

***

 

Mientras tanto, el sub general Wong Yukhei contemplaba el desastre que su general había dejado.

Jung Yoon Oh había traicionado a la corona y su misión, era atraparlo.

—Mi señor, hay un grupo de soldados enemigos que se acercan, parecen de la corte real –anunció un subalterno.

—Déjalos que avancen, el príncipe ya no está –Yukhei montó su pegaso. La determinación se plasmaba en su expresión oscura –Nuestro nuevo objetivo es el general Jung.

Agitó las riendas y galopó rumbo al norte.

 

 

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CoffeAndChill #1
Tremenda alegría me produce ver una historia en español por estos lugares. Incluso si solo es uno en un millón. Ya había leído oníricas en wattpad y ahora verlo aquí... wow. Tienes una forma de escribir que me encanta y apasiona.
Por favor, continúa escribiendo... deseo tanto ver como progresa esto. Taeyong con su dolor y rencor, Jaehyun con su culpa y remordimiento. El angst me llama (; ahre