La pequeña Tiffany salió de su habitación corriendo lo más rápido que pudo, cruzó interminables pasillos, esquivó a más de un sirviente, bajó las escaleras lo más veloz que sus pequeñas piernas le permitieron, recorrió toda la mansión Hwang hasta llegar a la salida del patio donde daba su habitación, dio pequeños saltitos tratando de coger el bello picaporte de oro que arrimaba la puerta, cuando lo logró abrir, salió despedida hasta toparse con tres pequeños. Uno de ellos era TaeYeon quien se veía en perfecto estado, el otro tenía el pelo parado y una bufanda a pesar que había calor y el ultimo, tenía un cabello chistoso que le caía en la frente y era más robusto que el anterior. 

— ¡TaeYeon! ¿Estás bien? ¿Te hiciste daño? — Interrogó obviamente preocupada la pequeña Tiffany. 

— ¿De qué hablas, niña? ¡Por supuesto que TaeYeon está bien! ¡Siempre hace eso! — Obvió Minho como si fuera lo más normal del mundo. 

— Así es, Tiffany, ¡los elementos me ayudan todo el tiempo! — Fanfarroneó la morena exhibiendo sus nulos músculos. 

— ¡Di, Taeyeon tiene súped podeles! — Habló Key con una sonrisa. 

— Por cierto, el enojon de la bufanda se llama Minho. — Presentó TaeYeon al pequeño quien de inmediato se enojó. 

— ¡No me presentes, niña! ¡Yo puedo hacerlo por mi cuenta! — Que quejó el pequeño Minho cruzándose de brazos. 

— ¡Y yo soy Key, su hedmano menod! — Se presentó el niño con una gran sonrisa. 

— Hola... Yo soy Tiffany... Mucho gusto... 

Y así fue como los cuatro, TaeYeon, Tiffany, Minho y Key empezaron a sembrar una =amistad= que crecería con los juegos y el tiempo. Desde ese instante, los cuatro se hicieron muy amigos. Jugaban, reían y peleaban como todo niño, pero sin duda, la =amistad= que más se afianzó fue la que nació entre Tiffany y TaeYeon. Por las noches, la pequeña morena se escabullía de su hogar y se encaminaba a los aposentos de la pequeña Tiffany quien la esperaba ansiosa cada noche pues con el velo nocturno, la heredera Hwang le enseñaba lo que a ella le obligaban a aprender de día. TaeYeon se quedó impresionada cuando supo que sus supuestos “poderes” para dominar la tierra, el fuego, agua y aire eran los mismo que los antiguos humanos tenían. Con el tiempo, la morena aprendió a leer y escribir, matemáticas, historia y algo de arte, cosas que jamás estaría pensando que un sirviente y menos una mujer pudiese aprender. Por parte de Tiffany, la =amistad= de TaeYeon era lo que necesitaba para mantenerse humilde ante la sociedad tan corrupta donde vivía pues, una niña cuya mejor amiga era una sirvienta, daba a entender que eso era lo más normal del mundo, que las clases no importaban, que todos éramos iguales y teníamos las mismas capacidades, TaeYeon se lo había dejado en claro cuando le observó escribir con una caligrafía más que deplorable “Tiffany” por primera vez. Cuando leyó su primera palabra la pequeña heredera se sintió feliz de que su amiga pudiese al fin entender todo lo que le rodeaba. 

Pasaron dos años y ahora todos habían crecido, Tiffany tenía nueve años, TaeYeon ocho, Minho nueve y Key siete. La =amistad= infantil estaba realmente marcada en ese entonces, pero algo nuevo empezaba a florecer, los pequeños vestigios de la adolescencia iniciaban a darse a conocer para los mayores. Minho de repente empezó a mirar con otros ojos a Tiffany, quien para él, era una niña realmente bonita y eso a TaeYeon no le gustaba para nada. En más de una ocasión llegaron a pelara, fuera del conocimiento de la heredera Hwang, sobre el motivo por el cual el mayor de ellos empezaba a juntarse más con la hija del amo de la casa. Aquellas riñas eran infantiles, sí, pero no menos importantes para ambos pues los dos querían demasiado a Tiffany y peleaban constantemente por la atención de la Hwang quien quería pasar más tiempo con su mejor amiga, TaeYeon, pero que últimamente se veía en la situación de tener que incluir a Minho en ese tiempo. Key, al ser el más pequeño, se sentía algo alejado de sus amigos, pero eso cambió cuando encontró un pequeño zorro quien adoptó como mascota el cual se encariñó con todos y les devolvió aquella unión que habían perdido por peleas idiotas. 

Pero no todo era color de rosa, el padre de Tiffany, Seung Hwang, notaba que su pequeña con forme crecía defendía más las ideas de igualdad entre amo y sirviente. Un día incluso le llegó a reprochar la razón por la el cual tenía tanto personal viviendo en casas que eran más pequeñas que una habitación de ellos mismos. Seung le contestó a su hija que aquello era lo mejor que les podía dar a aquellos sirvientes, y que de entre todos los burgueses, sus siervos eran los que mejores condiciones de vida tenían. Tiffany no estaba muy conforme con la respuesta, pues los testimonios de TaeYeon le llegaban a su mente. Ella sabía que su amiga vivía en una casa aún más pequeña que su habitación, que sus padres no comían para darle a ella las tres comidas al día que necesitaba y que solo los veía en la noche por unas cuantas horas antes de que ambos se fueran a dormir. Todo eso llevó a preguntarse a Tiffany como vivían los demás sirvientes afuera de su mansión. Aquellas ideas que desarrollaba la pequeña Hwang molestaban al mayor de ellos, si alguien de alta alcurnia se enteraba de las ideas que su hija tenía, sería el hazme reír de toda Ciudad República o, aún peor, de toda Francia. Con frecuencia mandaba a sus más leales sirvientes a vigilar a que su hija no se juntara con los esclavos, pues uno de ellos debía estar ensuciando su pura mente, pero lo que en señor Hwang no sabía era que aquellos “fieles sirvientes” le eran más leales a la pequeña que habían visto crecer, así que cada vez que la pequeña Tiffany pedía permiso para ir a jugar con sus amiguitos, la autorización era aprobada sin chistar.