Estaba sentada en las escaleras del pórtico de mi vieja casa mientras observaba como te acercabas con una sonrisa en tu rostro, esa sonrisa que desde hacía años me había enamorado.
No podía evitar recordar todos los momentos lindos que había pasado contigo, desde que nos conocimos, hasta que me di cuenta que me había enamorado de ti, mi compañera de habitación e integrante del mismo grupo. Nuestro primer beso en el camerino donde casi nos descubren.

– ¿En qué piensas Hyominnie?– musitaste diciendo mi nombre al final de esa forma en que sólo tú lo dices.

– Pensaba en una chica rubia de la que me enamoré hace ya varios años- Tu sonrisa se volvió más grande y acortaste la distancia que nos separaba para unir tus labios con los míos en un tierno beso. 

–Te quiero– susurraste sin separarte un solo milímetro de mí.

Y yo no pude hacer otra cosa que pensar en la suerte que tenía de tenerte conmigo, de que fueras mi novia y al mismo tiempo mi mejor amiga. Que a pesar de todo estuvieras en este momento conmigo. Nos habíamos separado sí, pero al final lo que sentíamos la una por la otra había sido más fuerte y volvíamos a estar juntas después de un largo tiempo. Te habías ido pero regresaste y estabas de vuelta aquí entre mis brazos, eso era todo lo que importaba.

–Te amo... con toda mi alma.

Y sí, la verdad tenía suerte de que fueras tú y sólo tú.