La realidad del mundo es distinta para todos nosotros. Vivimos en una sociedad rodeada de reglas, algunas escritas, otras formalmente sociales que son aprendidas desde el nacimiento.

El peso de nuestra infancia, por ejemplo, se refleja en miles de actitudes que forjamos en nuestra edad adulta, muchos prejuicios, formas de tratar a los demás, incluso tics que podrían pasar desapercibidos si no fuera porque, el dia en que nos sentamos con alguien más en la mesa, vemos lo diferentes que somos al masticar, tomar agua o simplemente levantarse para conseguir algo. ¿Alguien más no lo hace??.

Pensamos que los demás son extraños o curiosos, sin enfocarnos en que tal vez nosotros somos los extraños. No lo sabemos, nunca hemos hecho una encuesta a nivel nacional para asegurarnos de no ser los raros.

Porque hacerlo, sería ser….raro.

Para Kyungsoo esas pequeñas diferencias fueron un tema diario. No que pensara en ello a cada hora, pero le parecía interesante voltear y ver en una sola calle 34 personas y cada una de ellas diferente a el. ¿por qué no podía, por ejemplo, cambiar su cuerpo por el de otra persona?? Transportar mentes y probar ser alguien más, sería interesante. Pero por algún motivo no era capaz de hacer eso. No podía ver los recuerdos de alguien más, no sabía todo de nadie, y nunca sabría todo de si mismo.

Era complicado para algunos y lo había aprendido al ver sus caras de consternación cuando se le ocurría sacar el tema a flote. Siempre con el mismo resultado.

“Te complicas mucho la vida…”

“Eso es muy difícil para mi….”

“Tranquilo!!!! Wow!!....relajate, vamos a tomar algo para que se te olviden esas preguntas”.

Parecían confundir sus dudas con sufrimiento. Y eso de alguna manera le sacaba una sonrisa. Las personas eran hermosas en su sencillez.

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Kyungsoo se detuvo en un cruce a esperar la luz verde. Era una noche callada y fría, tenía los dedos casi insensibles y los pies ardían dentro de sus botas pero faltaba poco para llegar a casa. Solo una caminata de 30 minutos entre árboles, automóviles y la oscuridad. Debía conformarse con eso por ahora aunque su sentido común le decía que había una cafetería a menos de 20 pasos, podría sentarse y tomar algo mientras su cuerpo se recomponía.

Pero el era terco y quería llegar temprano.

La luz roja empezó a parpadear y los pitidos se intensificaron, las personas a su alrededor se pegaron al borde de la acera para caminar lo más pronto posible.

La luz se volvió verde y hubo un instante, una pequeña pausa en que todos los presentes calculaban si era seguro cruzar.

El fue el primero en andar pero el sonido de un auto le advirtió detenerse o saldría lastimado. Las luces del auto lo enceguecieron unos instantes pero alcanzó a retroceder cubriéndose el rostro con las manos.

Kyugsoo tardó unos segundos en recomponerse del flashazo, tuvo que tallarse los ojos antes de abrirlos y aún así varias lucecitas danzaban en su campo de visión.

Estúpidos cafres.

Le costó otro segundo, sin embargo, darse cuenta de que había algo a sus pies.

-Otro…-dijo la voz de un anciano antes de rebasar a Kyungsoo para cruzar la calle antes de que la luz volviera  a cambiar.

El se quedó quieto sin comprender la situación, aunque había sido testigo de lo mismo muchas veces en el pasado. Aún bajaba un respiro helado por sus pulmones y se aseguraba de hundir su estómago. Intentó tragar pero fue inútil, solo le provocó toser porque ahora el aroma de la sangre fresca subía y podía casi sentirlo, la humedad roja resbalando por las paredes de su tráquea.

Había una mujer en el suelo con una herida en el cráneo, entre un par de cuernos rotos, desnuda y cubierta de heridas, tenía el hocico de ciervo bañado en sangre y ambas manos atadas al frente, su parte humana tenía manchas blancas y una serie de cortes cubrían casi todas…

Aún respiraba y por un instante sus ojos enfocaron a Kyungsoo, volvió a retorcerse aferrándose a la vida y a la ayuda que tanto necesitaba. Pero fue un reflejo instintivo, de un segundo a otro dejó de moverse, con un par de burbujas de sangre bajando por el costado de su boca, aun mirándolo…  

 Fue lo que pudo captar con la poca luz de la calle y las personas caminando a cada lado, creándole sombras.

Hizo lo más prudente, sacó un pañuelo de su chamarra y se tapó la nariz con el para cruzar la calle con los demás. La policía se haría cargo de eso…

Ellos lo harían.

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Debido a su situación tenía un cuerpo envidiable, tatuado enteramente con músculos de guerrero, redondos pero no exagerados, lo suficiente para sostener el peso extra sobre sus hombros, un torso fuerte y moreno que demostraba exageradamente el ritmo de su respiración. Era una obra maestra de la anatomía humana en extensiones que ni siquiera el mejor escultor podría plasmar.

Tenía ojos negros que se perdían entre el espeso pelo de su cabeza. Los cuernos no habían crecido mucho porque no parecía necesitarlos y su cuerpo no generaba suficiente keratina para dar abasto a la demanda. Por cuenta propia (algunas veces…) cubría su boca con un pedazo de tela que ataba a su nuca y a sus cuernos, para que ningún requiso de su hocico fuera visible.

Era una persona tímida, un híbrido tímido, en demasía.

Pero eso era también parte de su personalidad y Kyungsoo había aprendido a aceptarlo así.

Dormía sobre paja pero con mantas  porque su espalda estaba cubierta de pelo y la paja no lo incomodaba, pero el frente era lampiño y sentía frio, tenía cobertores, 3 para cubrir hasta su cola. Se veía plácido, como si nada le pudiera afectar en ese momento.

Se sentó junto a el en la silla del escritorio de Kai. No podía hablar porque sus cuerdas vocales no estaban adecuadas al lenguaje humano pero tenía una caligrafía impecable y el lugar estaba lleno de hojas sueltas, botes de tinta vacíos, pinceles sin pelo a causa del uso y plumas desechables, había un pizarrón enorme que cubría la mitad de una pared y que Kyungsoo había mandado a pedir solo para el, con un abasto interminable de gises.

Kai dibujaba mucho en el, Kyungsoo tomaba una foto y al día siguiente la imagen había desaparecido. Al minotauro no le gustaba que tomara fotos pero si no lo hacía no podría ver los dibujos después cuando quisiera recordar, su  memoria no era tan buena y odiaría llenar huecos en su remembranza con alguna tontería. Era mejor así.

Observó el dibujo de ese dia, estaba incompleto porque Kai estaba enfermo desde la mañana, le había traído medicina, tres cajas de aspirinas y analgésicos, la dosis diaria recomendada no hacía ningún efecto en el. Debía traer el triple de todo para poder ayudarlo de alguna forma.

Parecía ser un retrato pero solo había círculos y líneas, un fantasma de algún rostro.

-Kai…Kai…ya volví… ¿Cómo te sientes??.-

-“me siento mejor…¿Cómo te fue?..”- contestó con las manos, enterrando la cabeza un poco entre la paja. No dejaba de palpitar con dolor.-

-No paso nada… Te traje medicina y algo de comer…- dejó las bolsas sobre el escritorio y acarició la cabeza de Kai enterrando apenas los dedos en su pelaje. Kai volteó a verlo y se mantuvo así.

-“¿Te pasa algo?”…- preguntó sin mucho énfasis en el movimiento de sus dedos o sus manos, haciéndole difícil a Kyungsoo saber a que se refería.- “Te ves extraño..”-

El más pequeño solo rió y dio un jaloncito a los pelos de Kai.- ¿No estabas enfermo?? Los enfermos no hacen tantas preguntas…- comentó antes de soltarlo para ver la hora en su celular.-

Kai bufó bajo la tela de su cubrebocas.- “Estoy enfermo, no muerto!!!...- bastante enfermo pero movía las manos con bastante claridad, al fin!.- “Dime que te pasa, hyung…”-

Kyungsoo fingió no verlo mientras revisaba los mensajes que no tenía en su celular. Todos muy importantes, muy largos, sobre todo porque no levantó la vista en un par de minutos. Cuando finalmente se encontró con el joven minotauro el ya estaba dándole la espalda, dolido porque lo ignorara de forma tan obvia.

A veces Kyungsoo olvidaba lo joven que era Kai, solo tenía 24 años y la mentalidad de un mocoso cuando se trataba de hablar con el. No era que no comprendiera el por qué, pero siempre se le dificultaba lidiar con Kai y sus desplantes cuando la falsa imagen de adultez seguía muy grabada en sus retinas.

Y era un fallo suyo, la culpa no la tenía el minotauro.

Se acercó por la espalda del pelinegro y plantó un beso sobre el pelaje de su mejilla aunque sabía que Kai no abriría los ojos para dejar de fingir que no estaba dormido ni voltearía para responder el contacto.

Resolvió recostarse junto a él y pasar una mano por su cadera, apoyado sobre la palma de su mano pudo inclinarse lo suficiente para susurrar en su oído.

-Encontré una centauro hoy...-

Eso captó la atención del mitad toro de inmediato, se giró para verlo dejando como siempre un espacio inmenso entre su rostro y el de Kyungsoo y por unos segundos se dedicó a enterrar los dedos en sus hombros.

Aunque sus ojos se  perdían entre su pelo, Kyungsoo sabía que lo miraba a la cara como podía, con el hocico hacia abajo para que su tamaño no se interpusiera en su rango de visión.

-La vi morir…- finalizó, viéndose a sí mismo reflejado  en los ojos del joven minotauro.

Kai se tensó unos instantes y terminó soltándolo para hacer unos movimientos irreconocibles con las manos.

-“¿Cómo te sientes?”..- iba a decir algo más pero a medio camino pasó los brazos por su espalda y una de sus manos, grande, tibia e inconfundiblemente fuerte, lo tomo de la nuca para atraerlo a su hombro.-

Estando ahí podía escuchar su respiración, increíblemente profunda y rasposa por sus conductos nasales que no eran humanos. Kai siempre estaba caliente y su piel parecía arder ese día en particular por la fiebre. Su aroma, de igual forma, ya intenso por la facilidad de su pelo para atraer tierra, ahora era penetrante y lo cubrió al instante.

Se sentía tan tranquilo.

Y eso era lo único disfuncional en ese cuadro (atrapado entre los brazos de la persona que más amaba en su pequeño mundo) que no había nada dentro de el que necesitara ser sacado mediante consuelo.

No sentía haber presenciado algo que no podría borrar de su memoria. No sentía nada por la mujer mientras sus manos viajaban a la espalda de Kai y se ponía a si mismo cómodo dentro del abrazo. No había lástima, ni tristeza, no había disgusto o asco contra el mundo por haberle hecho eso a una mujer (tal vez) inocente.

Al menos ya no.

-Gracias…- lo necesitaba.- 

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