- ¿No vas a volver a hablarme? –Pregunté nada más cerrar la puerta. No contestó.

- Kiki... –Empezaba a estar algo desesperado.

- Le has llamado hyung... –Dijo entre enfadado y dolido. Suspiré.

- Ya te lo dije la primera vez que nos vimos, y aunque te lo haya dicho alguna vez, tú no eres mí hyung, y nunca lo serás –Se giró bruscamente y aproveché para sostenerle las mejillas- Eres mucho más que eso –Sonreí, le di un pequeño pico en los labios y volví a mi posición de conductor.

Tan pronto como hube terminado de abrocharme el cinturón y de encender el motor sentí su dedo índice dibujando pequeños ochos sobre mi muslo. Miré su mano y se detuvo, se quedó peligrosamente cerca de la ingle. Giré la cabeza y busqué sus ojos, me miraban con ternura y no pude evitar sonreír y pensar lo especial que era.

- No seas malo –Le dije volviendo la vista a la carretera- Sabes que podría desnudarte aquí mismo y hacerte mío una vez más sin ningún tipo de remordimiento...

Aunque sabía que la idea de disfrutar de un momento de pasión conmigo en el coche le tentaba no me hizo falta mirarle para saber que estaba rojo como un tomate. Rápidamente noté como retiraba su mano. Miré de reojo y estaba recto cual palo mirando a través del cristal de la ventanilla. Estuvo así todo el viaje.

Cuando llegamos a casa no tardó ni medio segundo en desabrocharse el cinturón y salir corriendo del coche. ¿Tantas ganas tenía de ir al baño?

Me tomé mi tiempo en bajar del coche, sacar el enorme paquete que nos habían preparado y subir las escaleras hasta nuestro piso. Todavía teníamos un par de horas libres y había estado demasiado tiempo sentado. Necesitaba un poco de ejercicio.

No me hizo falta llamar al timbre, Kikwang había dejado la puerta abierta de par en par invitando a cualquiera a hacernos una visita. ¿Cuándo aprenderá que no todos somos tan buenos como él?

- ¡Yah! ¡Kikwang! La próxima vez que me encuentre la puerta ab... ierta... -No pude terminar la frase, lo que vi hizo que perdiera por completo el hilo de mis pensamientos.

Sangre, demasiada. Nuestro suelo tenía una nueva decoración.

- ¡Kikwang! -Grité mientras corría hacía el baño viendo que la cocina estaba vacía- ¿Dónde estás? ¿Qué ha pasado? ¿Estás bien?

- Woonie... -Dijo sollozando- Woonie...

Cuando le encontré estaba recostado en el suelo del baño, tenía la cara pálida y las manos llenas de sangre.

- Kiki... ¿Qué ha pasado? ¿Qué HAS hecho? -Gritaba con desesperación mientras buscaba un paño húmedo para limpiarle.

- Sangre... -No paraba de llorar.

- Shh, shh... Mírame – Le obligué a apartar la vista de sus manos mientras las sostenía con cuidado- No pasa nada... -Le iba diciendo mientras trataba de averiguar que había pasado.

- Tarta...

- ¿Tarta? -Aparté la vista de sus dedos donde había encontrado un tajo lo bastante profundo como para provocar tal cantidad de sangre.

- Yoseobie hyung...

- ¿Eh? -No entendía nada ¿Qué tenía que ver Yoseob con que se hubiera cortado un dedo?- ¿Yose...? No... No no no... ¡HYUNG! Luego dirás que porqué no te llamo así... ¿¡QUÉ TE DIJE DE ACERCARSE A LOS CUCHILLOS!?

Empezó a llorar más fuerte, y ya con la mano limpia y el dedo protegido se agarró a mi camisa dejándola empada en lágrimas y fluídos varios. Estuvimos así un rato hasta que se calmó.

- No era mi intención gritarte -Le decía mientras le acariciaba la cabeza como a un cachorrito. Él simplemente asintió- ¿Te encuentras mejor? ¿Puedes levantarte? -Volvió a asentir y aproveché para ponernos a ambos en pie.

Le acompañé a la habitación, le senté en la cama, le quité la camisa manchada y le puse una nueva. No sé movió.

- Espérame aquí -Le pedí mientras besaba sus labios tristes y le revolvía el pelo- No tardaré.

Fui a la cocina a ver qué había podido hacer en los no más de 10 minutos que habiamos estado separados. Aigoo... Si es que no puedo dejarle solo ni un momento. Por suerte no tardé mucho en dejarlo todo como estaba.

Cuando llegué de nuevo a la habitación le encontré tal y como le dejé. Sentado con la mirada perdida en algún lugar de nuestro tan interesante suelo. Lo que aproveché para cambiarme de ropa sin interrupciones. Una lástima, me hubiera gustado jugar un poco con él antes de irnos.

Con el baño limpio, la cocina recogida y con unos veinte minutos por delante para salir de casa me senté junto a él, le cogí la mano lastimada y le obligué a mirarme. Me sentía realmente mal por él, sabía lo mucho que odiaba la sangre y que todo lo que hacía era por mí y por nuestros amigos, y yo encima no paraba de regañarle.

- Kiki... De verdad que no quería gritarte pero...

- Pero lo hago todo mal -Dijo poniendo morritos. De verdad que sabía como torturarme.

- No, no lo haces todo mal -Le contesté pasando mi dedo índice por sus labios para deshacer el puchero.

- Pero te hago enfadar -Seguía tentándome de mala manera poniendo esas caritas de niño arrepentido.

- Lo que haces es volverme loco. Y lo digo en todos los sentidos posibles... -Suspiré, aparté la vista y me levanté para evitar morder esos labios carnosos que no dejaba de mordisquearse nerviosamente.

En lo que podía considerarse nuestra puerta me paré y me di la vuelta para tenderle la mano e invitarle a seguirme. Lo hizo. Se levantó y entrelazó sus dedos a los míos. Había llegado la hora de irse a esa dichosa fiesta que sin empezar ya nos había costado más de un disgusto.