Llevaba más de 36 horas despierto y empezaba a notar el cansancio. No pensaba con claridad. Quería volver a casa pero para eso aún faltaba. Había tenido que ir a Busán por motivos de trabajo y lo único que quería era regresar ya Seúl, abrir la puerta de su apartamento, sentir el calor de la estufa encendida, escuchar esa dulce voz cantando alguna de las canciones del momento entremezclada con los sonido de los cacharros de la cocina, oler una deliciosa cena casera, descalzarse, quitarse la ropa, secuestrar al cocinero, desnudarle, llevarle a la habitación, tumbarle en la cama, abrazarle y quedarse dormido en sus brazos. Sí, eso sería perfecto.

- Dongwoon ssi – Una voz de su secretaria le hizo volver en sí - ¿Le gustaría otro café?

- Sí, creo que me vendría bien Sohyun ssi.

Había perdido la cuenta de la cafeína que había consumido esos días. Y eso era malo porque le hacía pensar en el instituto, lo que le hacía pensar en él. ÉL. Y eso era realmente malo.  Habían pasado muchas cosas y muchos años desde la última vez que se vieron, que estuvieron juntos, y este viaje le estaba haciendo retroceder en el tiempo con demasiada frecuencia. No quería pensar en él, no quería recordar su última conversación, no quería volver a sufrir.

- Dongwoon ssi, aquí tiene su café – Sohyun volvió a traerle de vuelta a la realidad.

- Gracias, puede dejarlo sobre la mesa.

Necesitaba dormir al menos un par de horas o se iba a volver loco, pero eso era impensable. Tenía que terminar el trabajo y rezar para que todo fuera bien en la reunión y así poder ir a la estación lo más pronto posible. Necesitaba ver su sonrisa, esa que le daba fuerzas cada día. Necesitaba sentir sus labios en los suyos o en cualquier rincón de su cuerpo susurrándole lo mucho que le había echado de menos. Necesitaba tenerle cerca, sentir que era suyo y de nadie más, sólo necesitaba eso.

- Dongwoon ssi... Siento molestarle de nuevo pero le esperan en la sala de juntas.

- Dígales que ahora mismo estoy con ellos.

Una reunión más, tal vez un par de horas, y eso con suerte, otro café, a lo mejor una cerveza y una comida tardía con los compañeros, quien sabe si una cena rápida y entonces podría despedirse por fin de Busán. Bueno, también tendría que comprar un par de recuerdos para su hyung y el monito  y llevarle algunos dulces a su mini hyung. Todavía no podía creerse que fuera mayor que él.

Antes de que pudiera darse cuenta, y yendo en contra de los deseos de su secretaria por irse solo y sin haber dormido en días, ya estaba sentado en el tren de camino a Seúl. En algo más de tres horas estaría abriendo la puerta del pequeño apartamento en el que vivía con Kikwang y estaría rodeándole con sus brazos. Que ganas tenía de verle, de olerle, de tocarle... Quería morderle el lóbulo de la oreja y ver como se derretía de placer bajo su abrazo. Quería deslizar sus dedos por el contorno de su cuerpo, desde la axila hasta la cadera y mientras recorrer con sus labios el camino que separa la oreja del hombro. Quería sentir como su respiración se aceleraba poco o poco y su piel empezaba a erizarse... Quería... ¿Algo?

- ¿Desea tomar algo señor? – La voz de la azafata le sacó de sus pensamientos - ¿Un café tal vez?

- No gracias, no quiero nada...

Lo único que quería era llegar a casa. Y por suerte ya quedaba menos porque ya había cogido un taxi. Estaba demasiado cansado para arriesgarse a un viaje largo en metro. El taxi no era tan caro y en menos de media hora habría llegado a su destino. A su casa, a su habitación, a su cama y lo más importante, a su lado.

- ¿Aquí le parece bien señor? – El taxista por se detenía en su calle.

- Sí, aquí mismo, gracias.

Ya sólo quedaban unos cuantos escalones de distancia para llegar y sorprenderle en la cocina. Acercarse por detrás, rodearle con los brazos, acercar la nariz a su cuello, hacerle darse la vuelta y besar esos labios gruesos y perfectos. Saboreando cada centímetro, explorando todos y cada uno de los rincones de su boca para terminar jugando un poco con su lengua. Para notar como esos brazos fuertes se van debilitando y van cayendo a ambos lados de su cuerpo aunque luego terminen siempre enroscados alrededor de su cuello...

- Woooooooniiiiiiiiie~~  - La voz que tanto deseaba escuchar le hizo darse cuenta que ya estaba delante de la puerta y que esta estaba completamente abierta.

Sólo tuvo tiempo de soltar la cartera y dejar caer el abrigo al suelo antes de sentir como dos piernas cubiertas por unos pantalones de felpa rodeaban su cintura y medio cuerpo desnudo se acoplaba perfectamente al suyo.

- Ya estoy en casa...

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