Taeyeon giró hacia la calle que la llevaría hasta la Primera Iglesia Baptista de Pine Springs. Pudo verla por entre los árboles, justo encima de la colina, dominando como siempre el pueblo, vigilando a los vecinos mientras se afanaban en sus quehaceres diarios. El hermano Garner disfrutaba de las mejores vistas de la ciudad, allí sentado juzgando a la gente. Oh, recordaba muy bien sus sermones dominicales. Había vivido aterrada por él: aquel hombre parecía saberlo todo de todo el mundo. Y cuando su madre la había conducido hasta allí, confesándole que su hija era una pecadora, Taeyeon había estado a punto de retractarse de todo, tan sólo por no tener que sentarse allí, frente a él, y escuchar sus palabras.

Y sin embargo al final no lo hizo. No pudo. De hecho le dijo que se fuese a la mierda. Estaba casi segura de que había sido el hermano Garner quien sugirió lo del autobús a Dallas.

Estacionó su automóvil lejos de los demás, intentando darse algo de tiempo para prepararse. Debería haber quedado con Amanda y Minho para encontrarse con ellos en algún lado.  Lo último que deseaba era entrar sola en la iglesia, imaginándose que todos los ojos se clavaban en ella. Sin embargo, su ansiedad se mitigó ligeramente al distinguir dos rostros familiares que caminaban por la acera. Salió rápidamente del coche y se apresuró a alcanzarlos.

—¡Hola, chicas!

—¡La hostia!

Taeyeon sonrió.

—¿Qué pasa?

—No te ofendas, Taeyeon, pero verte con falda y maquillada es como ver a mi padre en bragas y sujetador —se burló Amie.

Tiffany se tapó la boca con la mano para disimular la risa, pero sus hombros se estremecieron.

—Muy simpática. Había olvidado tu malvado sentido del humor, Amie.

—Pero estás muy guapa, ¿verdad, Tiffany?

—Adorable —contestó Tiffany, rozando el brazo de Taeyeon —. ¿Dónde piensas sentarte?

—Supongo que con Amanda y Minho. ¿Quieren acompañarme, chicas?

—No me lo perdería por nada del mundo. ¿Te imaginas los comentarios que habrá en el café el lunes por la mañana?

—¡Amie!

—No pasa nada; seguramente tiene razón. Además, no me vendría mal tener cerca algún rostro amigo —admitió Taeyeon.

—¿Estás segura de que estaremos a salvo si entramos contigo? —preguntó Tiffany—. Lo digo por los rayos y las centellas.

—Ah, veo que ambas se han levantado muy chistosas. Pero sí, creo que estarán a salvo.

Las tres ascendieron por la larga escalera de piedra hasta la puerta principal de la Primera Iglesia Baptista, sin que Taeyeon hiciese el menor caso a las miradas curiosas que les dirigían.

—Me temo que tu buena reputación se ha ido al carajo —susurró a Tiffany.—La verdad es que no suelo venir mucho a la iglesia, Taeyeon.

—¿No? ¿Por qué?

Tiffany se encogió de hombros.

—Es una larga historia.

—Parece que tienes varias largas historias que contarme. Me pregunto si tendremos tiempo suficiente.

—Por cierto, ¿cuánto tiempo piensas quedarte? —quiso saber Amie.

—Hasta mediados de semana. En realidad, todavía no lo he decidido. Claro que para entonces tal vez Amanda esté cansada ya de tener invitados. Puede que eche un vistazo al nuevo motel del que me habló.

—Siempre puedes quedarte conmigo —ofreció Tiffany sin siquiera pararse a pensarlo.

—Te mueres de ganas por ser la comidilla del pueblo, ¿eh? ¿Te lo imaginas? La hija lesbiana de los Kim, tanto tiempo desaparecida, vuelve a casa para el funeral y se aloja en casa de la pequeña Tiffany Hwang, sin duda para intentar ertirla, aprovechándose de las circunstancias —dijo Taeyeon con una mueca burlona.

—¡Oh, vamos! Me metiste en tantos líos cuando éramos pequeñas que dudo que nadie se fijase siquiera.

—¡Taeyeon, por fin!

Taeyeon alzó la vista hacia Amanda Lee, que se acercaba. La tomó de la mano y señaló a sus dos acompañantes.

—Ya conoces a Tiffany y a Amie, ¿verdad?

—Por supuesto que sí. ¿Qué tal están, jovencitas?

—Muy bien —respondieron ambas al unísono.

—Les he pedido que se sienten con nosotros. Espero que no les moleste —dijo Taeyeon.

—En absoluto. Después de todo, cuantos más, mejor —contestó Amanda sonriendo.

—Eso mismo pensaba yo.

—Tu tío representará a la familia.También piensa hacer el elogio fúnebre.

Taeyeon asintió.

—Muy bien. ¿Sabe que estoy aquí?

—Sí, se lo dijo Minho. Aparte de sorprenderse, no tuvo mucho que decir. O al menos nada que Minho quisiera transmitirme.

—Entonces, tal vez no vaya a ser para tanto. Quiero decir que es un funeral, y además mi madre no está aquí para hacer una escena.

Amanda la tomó del brazo y se la llevó consigo. Taeyeon miró por encima del hombro e hizo un gesto a Tiffany y a Amie para que las siguieran.

—¿Y qué tal fue aquello, por cierto?

—Más o menos como esperaba. Hizo que me echasen de allí.

—Vaya, ¿por qué será que no me extraña nada?

Dentro de la iglesia sonaba una discreta música mientras los asistentes iban entrando en la nave. Taeyeon se detuvo de pronto. El ataúd estaba enfrente, abierto.

—No tienes por qué ir hasta allí —le dijo Amanda.

—Yo creo que sí. Necesito hacerlo.

A pesar de todo, deseaba al menos decirle adiós. Y zanjar así tantas cosas.

—Voy contigo —se ofreció Tiffany.

Taeyeon la miró a los ojos y sonrió, agradecida.

 —Estamos sentados ahí mismo —susurró Amanda, señalando el lugar.

Taeyeon y Tiffany cruzaron el pasillo central, yendo Amie unos pasos detrás. Taeyeon oyó cuchicheos, y se imaginó que todos los ojos estaban puestos en ella. Tiffany la tomó del brazo y le apretó suavemente la mano, lo cual supuso un gran consuelo para ella.

Le sorprendió mucho la emoción que sintió al ver a su padre. No se parecía nada al hombre que ella recordaba. Había envejecido muchísimo en aquellos quince años, y sus negros cabellos eran ahora grises. Se quedó muy quieta, sin darse cuenta de que sujetaba entre sus manos la de Tiffany, apretándosela hasta casi hacerle daño.

—No pasa nada —susurró ésta.

Entonces notó que Amie se colocaba a su lado, notó que le posaba la mano en el hombro y se relajó por fin.

—Parece mucho más viejo —dijo en voz baja.

—Sí.

Deseaba tocarlo, pero no se atrevió. En lugar de eso inclinó la cabeza y cerró los ojos. «Ojalá hubiésemos podido hablar. Tal vez ahora sí que te habría gustado cómo soy. Yo... me las arreglé bastante bien.»

Tiffany contempló a la mujer que estaba junto a ella, preguntándose qué clase de pensamientos estarían pasando por su mente. Se preguntó también qué pensaría el resto de la congregación. Podía oír los cuchicheos. Sin duda Taeyeon también los oía. Pero a Tiffany le daba igual lo que pensasen: lo único que sabía era que necesitaba desesperadamente ofrecer su fuerza y su consuelo a Taeyeon. No era que creyese que necesitaba fuerza, pues su amiga transpiraba seguridad por todos sus poros, como siempre había sido.

Taeyeon notó la mano de Tiffany, apretando la suya, y se enderezó. La miro a los ojos e hizo un gesto de asentimiento. Ambas se volvieron y regresaron por el pasillo central. Taeyeon miró a su alrededor. Vio caras vagamente familiares y notó que, en efecto, todos los ojos estaban puestos en ella. Y también en Tiffany, que seguía sujetando con fuerza su mano. Se preguntó qué estarían pensando, aunque en realidad no le importaba ni lo más mínimo.

Se sentó junto a Amanda; Tiffany y Amie hicieron lo mismo. Les estaba muy agradecida por su apoyo, pues dudaba poder haber hecho aquello sin ellas. Poco después, el hermano Garner se dirigió hacia el pulpito y los murmullos cesaron. También él había envejecido, pero aquella voz era inolvidable.

—Estamos aquí para despedir a un gran hombre, Kim Haehyo, arrebatado prematuramente de esta vida para ir a reunirse con su Dios.

Taeyeon se removió en su asiento, incómoda. Se sentía fuera de lugar. Ella no pertenecía ni a aquel pueblo ni a aquella iglesia. No había puesto el pie en ninguna otra desde la última vez que había estado allí, quince años atrás. Escuchó distraídamente mientras el hermano Garner leía la necrológica, sorprendiéndose al darse cuenta de que su nombre no estaba incluido junto al de los demás familiares. Después, su tío se acercó al frente y desplegó un papel que había sacado del bolsillo de su abrigo. Comenzó a leer, enumerando las grandes cualidades y logros de su padre, pero sin traslucir ninguna emoción. ¡Y era su único hermano! ¡Dios, qué familia de mierda!

Notó una suave mano que tomaba la suya, dedos que se entrelazaban con los suyos. Se giró y encontró los ojos de Tiffany fijos en ella.

—¿Estás bien?

Taeyeon asintió y se inclinó para susurrar a su oído

—Gracias por estar aquí. Creo que, si no estuviesen, yo ya habría salido corriendo.

—Ellos no pueden hacerte daño.

—Lo sé.

El oficio religioso transcurrió como entre una bruma para Taeyeon: el elogio fúnebre, los cantos, el sermón... Era consciente de la presencia de Tiffany, de la mano que de vez en cuando tomaba la suya, de las miradas puestas en ella. Por fin todo acabó y se puso en pie como los demás, saliendo en silencio de la iglesia. Algunas de aquellas caras vagamente familiares se volvieron para mirarla. Le pareció reconocer a Rene Turner. Los Turner habían sido amigos de sus padres, y Rene era animadora, tal como su madre esperaba que ella misma lo fuese.

—¿Recuerdas dónde está el cementerio? —quiso saber Minho.

—La verdad es que no.

—Puedes seguirnos a nosotros.

—Yo iré con ella —se ofreció Tiffany.

—Gracias.

—Todo acabará muy pronto —prometió Amanda, dándole unas palmaditas en el brazo al pasar.

—Me temo que a esta parte no voy a poder asistir —dijo Amie—. Seguro que el café está lleno, con tanta gente que ha venido al pueblo. Será mejor que vuelva para ayudar a mamá.

—Gracias por haber venido, Amie.

—No hay de qué. Siempre me ha caído bien tu padre. ¿Te asegurarás de que mi hermana llegue bien a casa?

—Claro que sí.

Taeyeon y Tiffany vieron alejarse a los demás, y después se miraron.

—Vamos —dijo Taeyeon haciendo un gesto hacia su automóvil—. Estoy deseando quitarme esta ropa.

—¿Ah, sí? No estás acostumbrada a llevar traje, ¿verdad?

—Pantalones cortos o vaqueros, poco más.

—¿Por qué no me extrañará?

Taeyeon se detuvo junto al brillante coche color negro, abriendo galantemente la portezuela del copiloto para Tiffany.

—¡Caray! —murmuró Tiffany, pasando la mano por el suave asiento de cuero.

—No es más que un coche alquilado.

—¿Para fardar? —aventuró Tiffany.

—Tal vez.

Se unieron a la lenta comitiva fúnebre, y Taeyeon encendió obedientemente las luces, tal como hacían los demás vehículos.

—¿Ha sido muy duro para ti? —quiso saber Tiffany.

—Más que duro, extraño —contestó Taeyeon, mirándola de soslayo—. Me sentí fuera de lugar.

 —Ya me lo imagino. ¿Oías los cuchicheos?

—Por supuesto, con toda claridad.

—¿Te molestó?

—No. Vine al funeral supongo que por sentido del deber. En realidad, me importa un bledo lo que piensen de mí.

—Ya lo supongo.

—¿Te parece mal?

—Por supuesto que no. En realidad lo que me sorprende es que vinieses. E incluso me sorprende más que vayas a ir al cementerio.

—¿No es lo que se esperan que haga? —quiso saber Taeyeon.

—Se espera que acudan los parientes más cercanos, sí. La mayoría de la gente va por curiosidad. Al no estar tu madre, la cosa pierde dramatismo.

Taeyeon quedó un momento en silencio, tamborileando con los dedos sobre el volante.

—Apenas me considero un pariente cercano. Ni siquiera fui menciona en la necrológica. Después de quince años fuera de sus vidas, casi tantos como los que viví aquí, la verdad es que no siento nada, Tiffany.

—No te culpo. Supongo que tu madre no estaría lo que se dice encantada de verte, hoy.

—A pesar de estar encerrada en un yeso de cuerpo entero, tendida e indefensa, era la bruja de siempre. De hecho, amenazó con llamar a los de seguridad para que me echasen.

—¡Increíble! ¡Y pensar que eres su única hija...!

—Increíble, sí —contestó Taeyeon. Miró un momento por el retrovisor y después de nuevo a Tiffany—. Oye, la verdad es que no quiero aguantar más estupideces del hermano Garner. ¿Qué tal si pasamos del cementerio?

—¿Pasar? ¡No podemos, Taeyeon! ¡Si vamos en comitiva!

—Pues salgamos de ella.

Taeyeon viró bruscamente hacia la izquierda, dirigiéndose hacia una calle lateral.

—Por cierto, ¿dónde demonios estamos?

—¡Oh! ¡Eres un bicho! ¿Te imaginas lo que estarán diciendo ahora mismo de nosotras?

—La verdad es que me da igual. Lo único que quiero es quitarme este maldito traje y ponerme unos vaqueros —dijo Taeyeon al tiempo que giraba para volver hacia la iglesia—. Si no recuerdo mal, hay una calle por detrás.

—Sí, va a dar al instituto.

—Ah, sí, ahora recuerdo —contestó Taeyeon acelerando por la calle, desierta ahora que había partido la comitiva funeraria—. Por cierto, ¿quién se ocupa hoy de tu tienda?

—Frannie, una estudiante de instituto que me ayuda los sábados y también en verano.

—¿Te da para vivir bien?

—No me va mal.

—¿Cuenta con que vayas después del mediodía?

—Le dije que más tarde me pasaría por allí. ¿Por qué?

—¿Te apetece hacer novillos?

—¿Para qué, para ir a nadar a la Poza Azul? —dijo Tiffany echándose a reír—. Estuve dos semanas castigada por aquello.

—Y a mí me quitaron el coche.

—Pero sólo una semana, si no recuerdo mal.

—Ya fue bastante tortura que mi madre tuviese que llevarme al colegio a diario.

Tiffany sonrió.

—Aun así me gustaría que pasásemos un rato juntas.

—A mí también. ¿Se te ocurre alguna idea?

—Bueno... hace un día soleado y caluroso —contestó Tiffany alzando las cejas con gesto malicioso—. ¿Te apetece ir al río?

—¡Menuda gamberra estás hecha, Tiffany Hwang! La última vez que me convenciste para ir al río nos pillaron bebiendo cerveza y fumando maría.

—¡Pero si fuiste tú la que llevó la cerveza y la maría!

Taeyeon se echó a reír.

—¡Dios, qué maravilla volver a estar contigo! —exclamó, tendiendo la mano para apretarle cariñosamente el brazo.

—Lo mismo digo. Te he echado muchísimo de menos.

—Sí... ni siquiera tuvimos ocasión de despedirnos. Fue como... como si me hubiesen arrancado de aquí y...

—Lo sé, Taeyeon... Al principio lloré mucho. No entendía cómo habías podido marcharte sin decirme nada. Pero mamá me lo explicó todo... lo de tu madre, y el motivo por el que te había echado. Y entonces me cabreé por haberles permitido que te hiciesen aquello. Y cuando tú ni me escribiste ni me llamaste por teléfono me enfadé más aún. Me pareció que nuestra amistad no significaba nada para ti.

—¡Oh, Tiffany, cuánto lo siento! No fue así como sucedió. Pensé muchísimas veces en ponerme en contacto contigo, pero... en fin, cuanto más tiempo pasaba, más me convencía a mí misma de que no querrías saber nada de mí. Joder, hasta podría ser que ni siquiera te acordases de mí.

—¡No puedes haber creído eso en serio, después de todo lo que hemos compartido! ¡Pero si eras mi mejor amiga!

—Una mejor amiga que resultó ser lesbiana y no tuvo el valor de decírtelo.

—Éramos sólo unas niñas, aunque creo que deberías haber sabido que podías contar conmigo para lo que fuese, Taeyeon.

¿Para lo que fuese? Taeyeon se preguntó cuál habría sido la reacción de Tiffany si ella le hubiese confesado que fue la atracción ual que sentía hacia ella la que le había abierto los ojos. Miró a su vieja amiga, con el cabello color castaño claro cayendo por delante de las expresivas cejas, medio ocultando sus ojos. Sin pararse a pensar, tendió la mano y apartó los mechones para poder ver bien sus ojos.

Seguían teniendo la expresión franca y cariñosa que ella recordaba.

—Tenía miedo de decírtelo —admitió por fin—. Joder, tenía miedo de todo. Y resultó que tenía razón en tenerlo.

Taeyeon aminoró la velocidad al llegar al club de campo. El guardia le hizo una seña para que pasase. Tiffany salió del auto en cuanto Taeyeon aparcó, pasando la vista por el cuidado césped y la casa, y siguió a Taeyeon hasta la puerta, esperando hasta que esta abrió con llave y la invitó a entrar con un gesto.

—Bonita casa.

—Sí que lo es. Echa un vistazo, yo no tardaré nada en cambiarme.

Tiffany la vio marchar y se encaminó hacia la sala, observando los cuadros y detalles personales.

Conocía a los Lee de toda la vida, pero nunca había estado en su casa. Los Lee y los Hwang no se movían precisamente en los mismos círculos sociales. De hecho, al principio le había parecido raro que Taeyeon y ella se hubiesen hecho amigas. Los Kim eran la familia más poderosa de Pine Springs, un tipo de familia con el que Tiffany era difícil que se sintiese a gusto. Y sin embargo, Taeyeon y ella se habían caído bien desde niñas. Al principio, la señora Kim había intentado que Taeyeon se alejara de ella, tratando que hiciera amistad con los hijos de los socios del club de campo. Pero, como Tiffany solía decir, Taeyeon era muy testaruda. Al final la señora Kim hubo de darse por vencida, permitiendo que Taeyeon se quedase a dormir muchos fines de semana con los Hwang. Era una costumbre que continuó durante su época del instituto. A Tiffany le bastaba tener a Taeyeon como única amiga, dejando de lado a casi todas las demás chicas para irse con Taeyeon. Recordaba lo celosa que se sintió cuando Taeyeon comenzó a salir con Kyle Brandom. Esa fue la única razón por la que accedió a salir ella misma con Eddie Ray.

Soltó un gruñido; no deseaba sacar a relucir aquellos recuerdos. Era demasiado pronto todavía. A pesar de lo que le había dicho a Amie, todavía no lo había superado, y dudaba poder superarlo algún día. Había sido la época más horrible de su vida, una época en la que necesitó a Taeyeon como nunca. Pero su amiga había desaparecido sin dejar rastro.

—¿Por qué frunces el ceño?

Tiffany se volvió, encontrándose con una Taeyeon de aspecto mucho más familiar, con sus vaqueros y su camiseta. Era un placer verla, como siempre. La linda adolescente que ella conocía se había convertido en una mujer muy atractiva. Sin embargo, la chica que ella conocía nunca se habría planchado la camiseta, ni se la habría metido por dentro de los vaqueros. Sonrió.

—¿Mejor ahora?

—Mucho mejor —dijo Taeyeon acercándose—. ¿A qué venía ese gesto?

—Nada, sólo pensaba.

—¿En?

—En ti, en mí, en el instituto...

—Ah. Bueno, ¿qué tal si nos pillamos unos «refrescos» antes de irnos al río? Podremos charlar, y será como en los viejos tiempos.

—Sí, me encantaría.