Capitulo XVI

Tras el telon de pino

Tiffany sonrió al ver el Lexus negro de Taeyeon estacionado en su entrada. Esa mañana había salido temprano, antes incluso de que se levantase su amiga. Iba muy atrasada con la contabilidad y pensó en ponerla al día antes de abrir la tienda a las ocho. Normalmente se ocupaba de las cuentas en domingo, pero esta vez se alegraba de haberlo aplazado. Había disfrutado de aquel día en casa de Amie, y sabía que Taeyeon también lo había pasado estupendamente.

Encontró a Taeyeon sentada a la mesa, tecleando en su portátil.

—¡Has llegado! —exclamó su amiga, sin dejar de mover los dedos.

Tiffany sonrió.

—¿Usas gafas?

Taeyeon se las colocó bien altas en la nariz.

—Las necesito para el ordenador. Me dan pinta de empollona, ¿verdad?

—No, estás muy guapa —dijo mientras echaba un vistazo por encima del hombro de su amiga—. ¿Es un nuevo libro?

—No, sólo correcciones. No hago más que darle los últimos retoques. Hara me ha estado persiguiendo para que los hiciese, a pesar de que todavía faltan un par de semanas para la fecha de entrega acordada. He pensado enviárselas de una vez, para quitármelo de encima.

Taeyeon dejó por fin de teclear y miró a Tiffany antes de añadir

—¿Qué tal te ha ido el día?

—Estupendamente, ¿y a ti?

Taeyeon respiró hondo.

—Fui a ver a Lee Minho, y estoy tan abrumada que no sé ni por dónde empezar.

—Entiendo. ¿Es por lo de Industrias Kim?

—Sí. Te ahorraré todos los tecnicismos y te diré solamente que durante todos estos años he sido una de las dueñas de Industrias Kim.

—Pero, ¿qué demonios...?

—Y ahora que mi padre no está, soy la única dueña, gracias a una declaración jurada que se supone que firmé hace diez años.

Tiffany se sentó, mirándola fijamente.

—¿De qué me estás hablando?

—Es una larga historia, Tiffany, y la verdad es que estoy cansada de darle vueltas.

—Lo comprendo —dijo Tiffany poniéndose en pie.

Sin embargo, Taeyeon la sujetó del brazo cuando intentó alejarse.

—Tiffany, lo siento, no quería ser tan brusca.

—No pasa nada. En realidad no es asunto mío.

—No digas eso. No hay ningún secreto, Tiffany. Más tarde, cuando me hayas dado de comer y haya bebido algo con alcohol, te lo contaré todo.

Tiffany se relajó.

—Pero eso significa que tendré que cocinar.

—Sí. Nada de pizza.

—Veré qué puedo componer en un momento.

Después de que se hubo cambiado, enfundándose un cómodo chándal, Tiffany volvió a encontrarse a Taeyeon tecleando en su portátil. Pasó a su lado sin molestarla, decidida a encontrar algo adecuado para una cena. No sabía por qué no se le habría ocurrido pasarse por el supermercado. Bueno, en realidad sí lo sabía: estaba deseando volver a casa. Sin embargo, ahora que contemplaba el congelador casi vacío deseó haberse tomado la molestia. Apartó una caja de maíz congelado y encontró un solitario paquete de carne picada. Se encogió de hombros y lo sacó de allí. Seguro que había cientos de cosas que se podían hacer con un poco de carne picada.

Estuvo cinco minutos contemplando la despensa; su mirada vagó desde las latas de verduras con alubias hasta la bolsa de arroz y la única patata que... que debería haber tirado semanas atrás.

—Todo esto es por culpa de Amie —murmuró.

Cuando eran niñas, Amie fue la única que mostró interés por la cocina, de modo que su madre le había enseñado todo lo que sabía, para alegría de Tiffany, que prefería con mucho estar fuera, jugando con Taeyeon. Por fin abandonó su registro de la despensa y se sentó sobre la encimera, con el teléfono en la mano.

—Mamá, necesito ayuda —dijo en voz baja, echando un vistazo por encima de la barra para asegurarse de que Taeyeon no la oía.

—¿Pasa algo malo, Tiffany?

—Tengo que hacer la cena —contestó.

-¿Y?

Tiffany hizo una mueca, exasperada.

—¡Y soy yo, no Amie!

—Y Taeyeon está...

—Esperando la cena.

—Entiendo. ¿Pizza?

—No puedo, ya la cenamos el sábado.

—Está bien. A ver, ¿tienes algo de pollo?

—No. Carne picada.

—¿Nada más?

—No. Está congelada.

—Bueno, puedes hacer un guiso. ¿Te queda algo de pasta? Si tienes queso puedes hacer una salsa blanca con queso y...

—¡Mamá, por favor!

—Te dije que algún día te arrepentirías de no haber aprendido a cocinar, ¿recuerdas?

—Sí, lo recuerdo. Considérame castigada.

Alzó la vista al ver que Taeyeon asomaba la cabeza por detrás de la barra con gesto interrogante. Al momento bajó de la encimera.

—Huele bien.

—Cállate.

Tiffany le dio la espalda a su amiga y susurró:

—Mamá, tengo que cortar. Muchas gracias por tu «ayuda».

Mientras colgaba, pudo oír las carcajadas de su madre. Taeyeon entró en la cocina y se apoyó en la encimera, de brazos cruzados. Ambas se miraron a los ojos y después bajaron la vista hasta el solitario paquete de carne picada congelada posado sobre la mesa de desayuno.

—¿Eso es todo?

—Me temo que sí —dijo Tiffany, asintiendo.

Taeyeon se acercó a ella.

—Prometiste que me darías de comer.

—Mentí.

—Ah, ¿sí?

—Ajá.

—Ya veo...

Taeyeon dio un paso más hacia ella, deteniéndose a menos de un metro de Tiffany. Aquella boca, que conocía mejor que la suya propia, esbozó una sonrisa, y Taeyeon se quedó mirándola, expectante. Entonces sus labios se abrieron en una franca sonrisa. Taeyeon miró sus lindos ojos, sonriendo tan francamente como su amiga.

—Menos mal que Amie me puso en antecedentes.

—¿Cómo dices?

—Me dijo que no podrías organizar una comida ni aunque tu vida estuviese en juego —dijo Taeyeon, pasando junto a Tiffany para encender el horno, sin dejar de sonreír—. Así que me procuré algo por mi cuenta.

—¿Qué?

—Verás, tu madre preparó unas cuantas cosas para nosotras, y las recogí cuando almorcé allí. Dijo que sólo hay que calentarlo en el horno.

—¿Mamá lo sabía? ¿Ha dejado que hiciese el ridículo al teléfono, cuando ya lo sabía todo?

—¿Por qué la llamabas?

Tiffany agarró a Taeyeon del brazo y comenzó a sacudirla.

—¡La llamaba para pedirle ayuda, por eso la llamaba!

—¿Por qué me maltratas? —preguntó Taeyeon con gesto inocente, frotándose la misma zona que Tiffany había golpeado la semana anterior.

—Oh, tienes razón, lo siento —dijo Tiffany acariciándole el brazo suavemente—. Debería darte las gracias por conseguir algo de comer.

—Eso es muy cierto.

Taeyeon se quedó mirando la mano de Tiffany y le hizo un gesto con la cabeza

—Un poco más arriba.

—Vale.

Tiffany pensaba dejarlo ya, pero la piel de Taeyeon era cálida y suave, y sus brazos, firmes y musculosos. Detuvo la mano y alzó la vista hasta los ojos que tanto le gustaba contemplar cuando era niña. Por fin bajó la mano y se apartó, avergonzada.

Taeyeon pudo notar el ligero rubor que ascendía por el rostro de Tiffany, y se preguntó qué estaría pensando.

—Gracias. Tal vez ahora el moratón no sea tan grave.

—Muy graciosa —dijo Tiffany, yendo hacia la nevera para buscar los dos platos para llevar que había preparado su madre—. ¿Qué te gustaría beber?

—La verdad es que he comprado unas cuantas cosas.

—Ah, ¿sí? ¿Qué es?

—Como no sabía lo que te gustaba, he traído whisky, ron y algo de cerveza. Ah, y unas botellas de vino.

Tiffany sonrió.

—No está mal. ¿Qué tal si me sorprendes?

—Eres fácil de conformar. No sueles beber mucho, ¿no?

—La verdad es que no. Primero porque no es muy agradable tener que ir hasta el límite del condado para comprar alcohol, y además... en fin, Eddie bebía demasiado, y no me hacía ninguna gracia.

—Lo entiendo. Tampoco tenemos por qué beber. Me vale con un poco de té —ofreció Taeyeon.

—Después del día que has tenido, seguramente preferirás algo más que té. No pasa nada, Taeyeon. Venga, prepara unos tragos.

Más tarde, con los platos rebosantes de comida, ambas se sentaron de piernas cruzadas en el suelo, utilizando la mesita baja de la sala en lugar de la del comedor, igual que solían hacer de niñas.

—A mamá le daría un ataque si nos viese.

—Sí, dos mujeres hechas y derechas comportándose como unas niñas.

—Es tremendo, ha metido todas mis comidas favoritas, chuleta de cerdo incluida.

—A mí me daba todo igual excepto el pastel de carne —dijo Taeyeon, y engulló un bocado—. ¡Dios, es de lo mejorcito!

—Creí que te gustaba más el pollo con albóndigas.

—Sí, pero me comí lo poco que quedaba a mediodía.

Tiffany se echó a reír.

—Como te quedes demasiado tiempo, te cebarán en un abrir y cerrar de ojos.

—Sí. Desde luego no puedo comer así a diario. Tal vez mañana por la noche haga una gran ensalada para las dos, y pollo al horno.

Tiffany asintió. Taeyeon la estaba mimando muchísimo. No sólo le hacía compañía, sino que también cocinaba para ella.

—¿Te apetece ahora contarme cómo fue todo?

—No hay mucho que contar, aparte de que soy la dueña de Industrias Kim y mi madre no tiene ni la más remota idea de ello. Ah, sí, y que Industrias Kim es quien controla el maldito banco. Esa fue la gran noticia del día.

—¿El banco? ¿Y qué vas a hacer ahora?

—No lo sé. Puedo escoger entre cuestionar la legalidad de la declaración jurada, ya que no la firmé a sabiendas, y pasarle el negocio a mi madre, o bien quedármelo.

—No hay mucho donde elegir, ¿eh?

—¿Tú qué harías?

—¿Yo? Por Dios, Taeyeon, ¿yo qué sé? Si mi madre me hubiese hecho lo que te hizo la tuya...

—Esa comparación no es justa. A tu madre nunca se le ocurriría hacerte una cosa así.

—En eso tienes razón.

—El señor Lee me contó que el matrimonio de mis padres era una farsa desde hace años, y que mi madre no conocía ni el valor de Industrias Kim ni su magnitud. Dijo que mi padre no quería que ella lo heredase, y por eso está ahí mi nombre, como dueña de pleno derecho.

—Entonces supongo que no tienes elección, ¿no?

—No, no la tengo.

Tiffany alzó tímidamente la vista.

—¿Eso significa que vas a quedarte?

—¿Quedarme? ¿Aquí, en Pine Springs? —exclamó Taeyeon, y rompió a reír—. ¿Estás de broma?

Tiffany desvió la mirada. No, claro, ¿por qué iba a pensar Taeyeon en quedarse? Aquel pueblo ya no significaba nada para ella.

Taeyeon se dio cuenta del efecto de sus palabras y se inclinó para tomar la mano de su amiga entre las suyas.

—Lo siento, no quería ser tan brusca. Es que... no me veo volviendo a vivir en este lugar, después de todo lo ocurrido, y menos con mi madre todavía aquí. ¿Te imaginas el infierno que sería?

—Lo comprendo. Estaba siendo egoísta.

—¿Egoísta?

Tiffany apretó cariñosamente la mano de Taeyeon, y la soltó a continuación.

—Me encanta tenerte aquí. Es una maravilla que vuelvas a formar parte de mi vida.

—Eso no tiene por qué cambiar, Tiffany. Seguiremos en contacto, esté donde esté. Ahora mismo no tengo ni la menor idea sobre lo que haré con este negocio.

—¿No podrías quedártelo y dejar que siga como está?

—Ese es el problema. Tal como dijo Greg ayer por la noche, mi padre seguía ocupándose de todo, tomando él las decisiones. Ahora que ya no está, ¿quién va a ocupar su lugar?

—Seguramente los encargados de planta que contrató son personas capaces...

—No lo sé. Tal vez sí.

—Y supongo que estarás cansada ya de darle vueltas...

—Muy cansada. Tengo que enviarle un e-mail a Hara para decirle que me quedaré durante más tiempo de lo que pensaba. ¡Va a matarme! Tenía mucho miedo a que desapareciese en algún recóndito lugar de East Texas y dejase de cumplir con mis plazos de entrega.

—Tu vida debe de ser muy emocionante.

—¿Emocionante? —dijo Taeyeon, y negó con un gesto—. No, la verdad es que no podría definirla así. Al principio, cuando rodaron la película, sí era emocionante. Todo era nuevo, y de pronto me encontré yendo a fiestas con famosos, comportándome como si perteneciese a ese mundo. Por suerte Christopher me mantuvo con los pies en la tierra, haciendo que siguiese escribiendo. Creo que a mí me bastaba con aquella primera vez, ¿sabes? Estaba satisfecha, el libro y la película habían sido un tremendo éxito, y creí que eso era todo lo que tenía que decir.

Se encogió de hombros y añadió

—Sin embargo, cuatro libros después, sigo en ello.

—Y otra película.

—Sí, pero eso es aparte.

—¿En qué estás trabajando ahora?

—La verdad es que es muy diferente: policías, un asesinato, ese tipo de cosas.

—¿Te has cansado de escribir sobre el Sur profundo?

—Creo que ya me lo he sacado de encima. Como en una terapia, ya sabes.

—Con el primero, seguro, pero en los demás no tuve esa sensación —dijo Tiffany.

—Pues estaba ahí. Creo que intentaba escribir hasta expulsar este pueblo fuera de mi mundo. Y eso he hecho, supongo. Hubo una época en la cual, por mucho que Lee Minho me hubiese suplicado, nunca se me habría ocurrido regresar.

—Pues me alegro muchísimo de que lo hayas hecho ahora.

—Sí, yo también. A pesar de todas las complicaciones que están a punto de entrar en mi vida, me alegro. Tal vez necesitaba hacerlo, Tiffany, volver para demostrarme a mí misma que podía, que lo he superado.

—¿Y lo has superado realmente?

Taeyeon asintió.

—Sí. Ya no temo a mi madre. Y creo que aún le temía, a pesar de los miles de kilómetros que nos separaban. Pero ya no.

—¿Y no te arrepientes de nada? —preguntó Tiffany con voz dulce.

—Me arrepiento de no haber llegado a reconciliarme con mi padre, sí. Pero ya es demasiado tarde para pensarlo. El... dejó una carta para mí.

—Ah, ¿sí? ¿Qué decía?

Taeyeon se encogió de hombros.

—La verdad es que todavía no la he leído.

—¿Por qué no?

—Tenía miedo de lo que podría decir.

—No te entiendo...

—¿Y si es para disculparse? Entonces me sentiré tremendamente culpable, por no haber intentado ponerme en contacto con él.

—Oh, Taeyeon. ¿Qué pasa si es para disculparse? ¿Tan malo sería? ¿No crees merecértelo?

—Bueno, sí, creo que sí, pero por parte de mi madre; y sé que ella nunca se disculpará.

—¿Por qué sólo ella? Tu padre sabía lo que tu madre estaba haciendo, y se lo permitió. Y más tarde, aunque obviamente sabía dónde estabas, no se puso en contacto contigo. Creo que mereces que ambos se disculpen.

Tiffany hizo una pausa y después añadió

—¿Sabes lo que más me molestó a mí? Fue cuando cumplías dieciocho años. No hacía más que pensar en lo sola que debías sentirte, y eso me daba muchísima tristeza.

—Es curioso que menciones ese cumpleaños. Ese día estaba muy sola, durmiendo en un sucio camastro del Ejército de Salvación. Qué extraño es todo, ¿no, Tiffany? ¿Quién en su sano juicio echaría a su hija de casa por ser lesbiana, en esta época? Quiero decir que es como si estuviésemos en los años sesenta, cuando la hija se quedaba preñada de algún don nadie del pueblo y la echaban de allí, avergonzados de ella. Todos hemos oído alguna historia así. ¡Pero él era el alcalde del maldito pueblo, por Dios santo! ¡Uno no repudia a su hija y la envía lejos, abandonándola a la buena de Dios y actuando como si nunca hubiese existido!

Tiffany comprendió por fin todo el dolor y la soledad que Taeyeon había sentido. Rechazada por su familia, obligada a dejar su hogar y a arreglárselas por su cuenta, completamente sola. ¡Dios, no podía ni imaginárselo siquiera! Pero sí podía ver claramente el dolor que reflejaban sus ojos. Se acercó a ella y la abrazó estrechamente. Notó cómo se estremecían los hombros de Taeyeon y oyó sus apagados sollozos.

—Lo siento muchísimo —susurró Tiffany.

—¡Tenía tanto... miedo! ¡Tanto miedo!

Taeyeon se dejó consolar, confortada por la seguridad que sentía en brazos de Tiffany, y dio rienda suelta a las lágrimas que había contenido durante tantos años.

—Tranquila, Taeyeon. Estoy aquí, estás a salvo.

—Sí, lo sé. Contigo siempre me siento a salvo.

Tiffany la abrazó con más fuerza, tendiéndola contra el respaldo del sofá y aproximándola más a sí. Ella era la que siempre se había sentido más segura con Taeyeon; no sabía que su amiga sintiese lo mismo. Cerró los ojos, disfrutando de la empatía que había surgido entre ellas en aquel momento.

Taeyeon creyó que se sentiría incómoda en aquella situación, pero no fue así. Le sentó maravillosamente bien poder llorar y hablar sobre ello. Además era con Tiffany, que conocía todo lo sucedido. Tiffany, que la abrazaba con tanto cariño. Taeyeon tomó conciencia de los brazos que la rodeaban, de los dedos que le acariciaban el pelo con suavidad, de su propia mano, posada cómodamente sobre la cintura de Tiffany. Después de un rato se apartó, temerosa de acabar haciendo algo embarazoso para ambas.

—Lo siento —dijo frotándose ligeramente los ojos antes de mirar a su amiga.

—No tienes que disculparte conmigo —contestó Tiffany al tiempo que le apartaba el pelo de la frente y la miro a los ojos, todavía rebosantes de dolor... de dolor y de lágrimas —. No sé por qué, pero me da la sensación de que ésta es la primera vez que lloras por esto. ¿Tengo razón?

—Estaba demasiado furiosa para llorar. Fue la única manera de sobrevivir. Si hubiese claudicado al verme sola, mis padres habrían acabado por destrozarme. Les habría suplicado que me permitiesen volver a casa, y habría aceptado cualquier condición. En el fondo sabía que no podía hacer eso, de modo que alimenté mi ira para que ella me recordarse en todo momento lo que me habían hecho, porque pensaba vencerlos.

Taeyeon alzó las rodillas, se abrazó las piernas y apoyó la barbilla en lo alto.

—Recuerdo muy borrosamente aquellos primeros años —continuó—, cuando trabajaba en dos lugares a la vez e iba a clase mañana y tarde. Acababa completamente exhausta. Pero tampoco tenía tiempo para pensar, ¿sabes? Por eso tengo la sensación de que todo sucedió tan deprisa. Cuando me gradué en la universidad tenía la intención de buscar un trabajo como es debido, pero por entonces Christopher ya me había presentado a Hara, y ella me encontró un editor para el manuscrito en el que había estado trabajando. Pocas semanas después me trajo un contrato para que lo firmarse: no tenía más que acabar el maldito libro. ¡Todo ocurrió muy deprisa!

—¡Y mira dónde estás ahora! —exclamó alegremente Tiffany.

—Aquí estoy de nuevo, donde todo comenzó. Irónico, ¿no?

Tiffany sonrió.

—Todo lo que va, vuelve, ¿no?

Taeyeon soltó una carcajada.

—Sí, es cierto.

Se relajó por fin, enderezándose de nuevo para coger el último trozo de pastel de carne que quedaba en su plato.

—No te has acabado la chuleta de cerdo.

—¡Ni se te ocurra quitármela!

—Tiffany, antes, cuando te dije que no podía quedarme aquí, no pretendía ofenderte.

—Oh, ya lo sé. Fue una tontería por mi parte el pensar que te quedarías. Sé que este pueblo ya no es tu hogar. Allá tienes tu vida y tu trabajo.

—Sí. Sin embargo, después de todos estos años, allí sigo sin sentirme en mi casa. Te parecerá extraño, pero al estar aquí contigo, con tu familia, sí que me he sentido completamente a gusto. No necesariamente en este pueblo, sino aquí —añadió en voz baja.

—Gracias. Tal vez sea por estar con gente que te quiere, que te quiso  y seguirá queriéndote.

—Te agradezco mucho que me digas eso.

—Es la verdad.

Acto seguido Tiffany señaló hacia las gafas que Taeyeon había dejado sobre la mesa.

—¿Cuánto hace que usas gafas?

Taeyeon sonrió.

—Desde hace dos años las utilizo para leer y para el ordenador.

—Te quedan muy bien —dijo Tiffany, y le apartó de nuevo el pelo de los ojos—. Pero me gustas más así. Tienes unos ojos demasiado bonitos para esconderlos.

Más tarde, cuando Tiffany ya se había ido a dormir, Taeyeon se quedó sentada, mirando sin ver la pantalla del portátil mientras sus dedos tamborileaban sobre las teclas con gesto ausente, preguntándose qué conclusión debía sacar de aquellas palabras y aquellos gestos de Tiffany. ¡Oh, mierda, no significaban nada! Eran tan sólo un par de amigas que, por muy sorprendente que pudiera parecer, habían retomado su amistad justo donde la habían dejado, tantos años atrás. Y por mucho que ella siguiese sintiendo aquella antigua atracción por Tiffany, eso no quería decir que su amiga fuese a descubrir de repente que sentía algo por ella. Además, para ser sincera, en el caso de que así fuese, Taeyeon sabía con certeza que no tendría ni idea de cómo reaccionar. Tiffany era Tiffany, aquella perfecta muchachita a la que ella había colocado tan por encima de todas las demás. Y esa Tiffany se había convertido en la mujer que Taeyeon siempre había imaginado que sería, amable y comprensiva, una mujer con la que ella seguía comparando a todas las demás.

Cerró el portátil sin llegar a enviar el correo electrónico a Hara. No conseguía concentrarse lo suficiente. Su mirada vagó por la estancia, deteniéndose en el sobre que seguía apoyado contra el despertador. No tenía sentido seguir postergándolo. Ahuecó los almohadones, se apoyó contra el cabecero de la cama, con el sobre en la mano, y lo rasgó antes de tener tiempo de cambiar de idea. Los folios estaban escritos a mano. Taeyeon acercó la lámpara mientras miraba fijamente aquellas palabras que su padre había escrito cuatro años antes.

Queridísima Taeyeon:

No sé si podré encontrar las palabras para expresar lo que siento, pero debo intentarlo. Seguramente tú no sentirás más que odio hacia mí, y no te culpo. No tengo excusa, aparte de que fui débil. La verdad es que creí sinceramente que volverías con nosotros y que podríamos arreglarlo todo. Sin embargo, tú fuiste más fuerte de lo que tu madre o yo imaginábamos. Intenté localizarte, buscando primero en Dallas, pues creí que te habías quedado allí. Cuando me enteré de que estabas en Los Ángeles ya habían transcurrido dos años. Fui a verte, sin que tu madre lo supiese, por supuesto. Me apenó mucho ver dónde vivías y dónde trabajabas, pero a la vez estaba orgulloso de ti: habías sobrevivido. Me di cuenta entonces de que ni me necesitabas ni me querías en tu vida. Y no puedo culparte por ello. Pero quiero que sepas que siempre estuve al tanto de tus movimientos, simplemente para asegurarme de que estabas bien. Si hubiese ocurrido algo, si hubieses tenido algún problema serio, quiero que sepas que yo habría acudido de inmediato.

Mi dolor se alivia en parte al saber que has conseguido tener éxito en la vida. Por supuesto, sabía que estabas escribiendo, pues como te dije me mantenía informado. Sin embargo, para tu madre fue una absoluta sorpresa. Decir que quedó atónita y completamente humillada por causa de tu primer libro es quedarse muy corto. A pesar de su insensibilidad supo que el libro versaba sobre ella. Te felicito, acertaste de lleno. Y esto me lleva a lo que quería decirte.

El hecho de que estés leyendo estas líneas significa que yo ya no estoy en este mundo. Seguro que a estas alturas ya sabes de la existencia de Industrias Kim, y también que te pertenece. Durante todos estos años he trabajado duramente para convertir esta empresa en algo de lo que puedas sentirte orgullosa, algo que pudiese legarte solamente a ti. Quiero que sepas que puse el alma en ello, y todo por ti. ¡Te debo tanto, Taeyeon...! Ningún hijo debería ser repudiado de su familia, sea cual sea la causa. No hay disculpa alguna que pueda justificarme ante ti. Lo único que puedo ofrecerte es el trabajo de toda mi vida. Lo que decidas hacer con él depende sólo de ti. Lo único que te pido es que no caiga en manos de tu madre. Mi castigo fue tener que vivir con ella durante todos estos años. No creas que no pensé en divorciarme de ella: sí lo hice, y muchas veces, pero, como dije, era mi castigo. Por favor, confía en Lee Minho para que te guíe en todo lo relativo al negocio. Me ha sido completamente fiel durante todos estos años.

Una vez dicho esto, tan sólo espero que consigas hallar en tu corazón la piedad suficiente para perdonarme. Nunca he dejado de quererte, Taeyeon. Siempre has estado en mis pensamientos. Mi mayor deseo es que encuentres la felicidad en esta vida, que halles a alguien con quien compartir tu vida y tu amor. Sé que has estado sola. No tengas miedo de abrir tu corazón: ya has sufrido lo suficiente para toda una vida. Es hora de que vuelvas a vivir y a amar. Lo único que deseo es que seas feliz, porque sólo quiero lo mejor para ti.

Con todo mi amor.

Taeyeon se quedó mirando fijamente la carta, consciente de las lágrimas que corrían por sus mejillas y volvían borrosas las palabras escritas. Las enjugó con impaciencia y volvió a leer la carta. Durante todos aquellos años él había sabido dónde estaba su hija, la había estado cuidando para que nada malo le sucediese. Tal vez sabía que ella no habría aceptado su presencia en su vida, cuando ya habían transcurrido dos años y ella se las había arreglado para sobrevivir. Y sin embargo su padre había estado allí, acompañándola.

«¡Dios!» Había sido su estúpido orgullo el que le había impedido ponerse en contacto con él. En el fondo de su corazón, sabía bien que había sido su madre y no él quien la había echado de casa; sin embargo, su mente adolescente los había culpado a ambos a la vez.

Taeyeon se quitó las gafas y se frotó los ojos. «¡Y ni siquiera te molestaste en ir al cementerio cuando lo estaban enterrando!»

—¡Maldita sea!

Pero ya era demasiado tarde. Podía quedarse allí, sintiéndose culpable, y por Dios que así se sentía, pero eso ya daba igual. Aquello quedaba ya en el pasado. Todos ellos tenían su parte de culpabilidad, ya que cualquiera de los tres habría podido ofrecer la rama de olivo en el momento en que así lo hubiese querido. Pero no, ella estaba demasiado empeñada en demostrar a sus padres que no los necesitaba, que se las arreglaba perfectamente sin ellos. ¡Tantas energías malgastadas, tanto tiempo desperdiciado que nunca podría recuperar...!

Dejó caer las manos sobre el regazo y se quedó con la vista fija en el techo. Y ahora, ¿qué? En realidad no tenía elección, ¿no? Lo mínimo que podía hacer era cumplir los deseos de su padre.

—¿Qué demonios voy a hacer yo con un maldito aserradero?

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Comments

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Karen-14213
#1
Chapter 35: Fue so cute!!!
Thiabel2128
#2
Chapter 35: awwwwwwww :3
LlamaAmerica #3
Encantada con tu histora! :)
gaby_tomala
#4
..por favorrrr ... epilogoo sii??
tiffany0108 #5
Chapter 35: Me encanto el fic, disfrute de cada capitulo
LectoraLemon #6
Chapter 35: Estuvo muy buena esta historia :).. pase toda la madrugada leyendo este hermoso fic .... Gracias <3
gaby_tomala
#7
x favorrrrrrrrrr!!! epilogooooo :)
geral53 #8
Chapter 35: Epilogo :c por fi(?)
mamurayamaken #9
Chapter 35: ........really?
no puedo creerlo
todavía lo intento procesar
loveable11 #10
Chapter 35: ....tan corto el final ?? epilogo ¡¡ ¡¡:3