Capitulo III

Tras el telon de pino

El avión de Dallas iba atestado de gente, incluso a aquellas intempestivas horas de la mañana. Taeyeon intentó estirar un poco sus piernas, sin hacer caso del joven que a su lado tamborileaba nerviosamente con los dedos sobre sus propios muslos.

—Es mi primera vez —dijo por fin.

—Comprendo —murmuró ella.

—¿y usted?

—No.

Sacó el portátil, esperando que eso acabase con sus intentos de entablar conversación. Ella también estaba nerviosa, aunque no tenía nada que ver con el hecho de volar. Se apartó el mechón de la frente, decidida a trabajar un poco, pero su mente comenzó a vagar. Hacía tanto tiempo que no pensaba siquiera en sus padres que apenas podía recordar su aspecto. Sin embargo, recordaba claramente el día que la echaron de casa. Se vio a sí misma con los desteñidos vaqueros y las gastadas deportivas, mientras su madre iba tan atildada como si fuese a acudir a un cóctel en el club de campo.

—Te hemos comprado un billete a Dallas. Donde vayas desde allí es cosa tuya.

—¿Por qué me hacen esto?

—Lo sabes perfectamente, Taeyeon. Somos el hazmerreír de Pine Springs, por no hablar de la Asociación Femenina. ¡No podemos permitir que esto continúe, y tú pareces convencida de que has nacido así! Piensa en tu padre. No lo volverán a elegir el año que viene. ¡Te digo que somos el hazmerreír!

Taeyeon cerró los ojos, recordando el dolor que sintió ese día. En ese mismo momento juró que nunca regresaría, pasase lo que pasase. Y sin embargo allí estaba, volando hacia Dallas.                                                                                                                       

Deseaba creer que la habían enviado lejos para que reaccionase, para asustarla tal vez. Pero ella era demasiado orgullosa y testaruda. Después de su valiente declaración unas semanas antes, dejando claro que no pensaba casarse con Kyle Brandom porque a ella le gustaban las chicas, su padre se había negado a mirarla siquiera, y mucho menos a dirigirle la palabra. Por mucho que ella lo intentase, su padre se limitaba a darle la espalda. Su madre, sin embargo, aprovechaba cualquier oportunidad para decirle que estaba entre las garras del diablo, y que seguramente el hermano Garner podría convencerla para que depusiese su actitud. Obligó a Taeyeon a soportar dos sesiones con él, en las que se suponía que Garner intentaba «curarla». Había sido algo que nunca podría olvidar.

Sus labios dibujaron una breve sonrisa, Si no fuese porque era a ella a quien le estaba sucediendo, todo aquello le habría parecido muy cómico. Esa semana pareció durar una eternidad. Los rumores no tardaron en circular por toda la ciudad, y pudo notar que todos los ojos estaban fijos en ella, especialmente en el instituto. De repente, todas sus amigas la evitaban, y el vestuario de las chicas estaba sospechosamente vacío cuando le tocaba ir a la ducha.

—¡Panda de imbéciles! —murmuró.

Todas excepto Tiffany. Ella nunca la evitó. Parecía completamente desconcertada por la reacción de todos los demás, pero no lo mencionó ni una sola vez.

Taeyeon volvió su atención al portátil, llena de buenas intenciones. Posó suavemente los dedos sobre las teclas, negándose a permitir que la invadiesen los recuerdos. Aquello era parte de una vida anterior, y no le haría ningún bien volver a removerlo. Y sin embargo, ¿por qué regresaba entonces? ¿Para finiquitarlo todo? ¿Para enfrentarse a su madre? ¿Para que todo el pueblo supiese que había triunfado después de tener que salir huyendo de detrás del telón de pinos? Dudaba de que alguien se acordase aún de ella. A nadie le importaría lo más mínimo.

Horas después se encontró intentando abrirse paso entre el tráfico de Dallas, que, sí, era bastante denso, pero nada comparable a la hora punta en San Francisco, tanto a la entrada como a la salida. Consiguió orientarse lo suficiente para encontrar la interestatal, y poco después del mediodía se dirigía ya al este por la I-20. Había alquilado intencionadamente el automóvil más caro que pudo encontrar. Se dijo a sí misma que era para ir más cómoda, aunque en el fondo sabía que no era esa la razón. Aquel Lexus llamaría poderosamente la atención en Pine Springs.  

Después de detenerse un rato a comer en Tyler, torció hacia el sur. Le quedaban todavía otras tres horas como mínimo, pero era una hermosa tarde de primavera y no tenía ninguna prisa. Tuvo que admitir que estaba disfrutando del viaje. Los preciosos árboles del amor, repletos de flores rosadas, parecían competir con la nívea blancura de los cornejos. Las azaleas, que ya comenzaban a mostrar sus colores, lucían orgullosas junto a casi cada casa por la que pasaba. Muy pronto la carretera se vio prácticamente engullida por los pinares, y Taeyeon sintió que la invadía una extraña paz. Aquel era el telón de pinos: ¿por qué demonios tendría que sentir paz al traspasarlo?

El tiempo y los kilómetros pasaron volando. Comprobó de nuevo el mapa. Pasado Rusk, salió de la vía principal, adentrándose todavía más en Piney Woods. Los pueblecitos, apenas un punto en el mapa, parecían congelados en el pasado, en una época próxima a los años cincuenta. Las viejas granjas se acomodaban aquí y allá, hurtándole espacio al bosque, mientras las vacas pastaban perezosamente en los prados arrebatados a la espesura. Taeyeon asimilaba todo aquello, tan diferente al apartamento con vistas al océano que ahora era su hogar, mientras conducía tranquilamente y dejaba vagar sus pensamientos. Le parecía que los kilómetros pasaban con demasiada rapidez.

Contuvo el aliento al ver el cartel: PINE SPRINGS, 30 KM. De repente todo era real: volvía a casa. Y eso ocurría precisamente a una hora del día que Taeyeon recordaba muy bien, el momento en el que la tarde parecía detenerse unos minutos antes de dejar paso al ocaso. La hora en la que, de pequeña, solía volver a casa pedaleando a toda velocidad, intentando ganarle al sol y a su toque de queda. Muchos días aparecía como una exhalación por el sendero del jardín, haciendo saltar la gravilla bajo los neumáticos de su bici al frenar de golpe; a continuación entraba corriendo por la puerta de la cocina, justo a tiempo para encontrarse frente a la severa mirada de su madre.

—Vivianne tiene ya la cena preparada, y tu padre está a la mesa, jovencita.

—Aún no es tan tarde...

—Estás hecha un asco. ¿En qué lío te has metido hoy?

—En ninguno. He estado jugando al béisbol.

—¿Al béisbol? ¿Cuántas veces te habré dicho ya que ese no es un deporte propio de damas?

—Yo no soy ninguna dama. Además, soy mejor que ellos.

—Eres ya demasiado mayor para jugar con chicos, Taeyeon. Anda, ve a asearte.

 

Se encontró sonriendo al recordar la discusión que tan a menudo tenía lugar antes de la cena. Sus padres deseaban que intentase entrar en el equipo de animadoras, pero ella se negaba de plano. ¿Animadora? ¡Por favor! Lo que ella quería era presentarse a las pruebas para entrar en el equipo de baloncesto. Y eso hizo, «aunque tuviese que pasar por encima de sus cadáveres».

Aminoró la velocidad al llegar a las afueras de Pine Springs, sorprendida al ver que todo seguía siendo familiar para ella. No habían cambiado demasiadas cosas en aquellos años. Cruzó el puente que llevaba al centro y dedicó una cariñosa mirada al río, mientras los recuerdos se agolpaban en su mente. El centro del pueblo no había cambiado ni lo más mínimo, pensó, al ver las familiares estructuras. El viejo palacio de justicia estaba exactamente igual que en sus recuerdos, con gigantescos magnolios en cada esquina. Al otro lado de la calle, el único banco del pueblo hacía parecer diminuta la vieja tienda de baratillo, que sorprendentemente parecía seguir funcionando. En las calles había pocos automóviles, aunque supuso que todos los negocios cerrarían a las cinco y la gente se iría a casa para atender a los niños y hacer la cena.

De pronto la asaltó una idea: ¿qué demonios estaba haciendo allí? Todo le era familiar y extraño al mismo tiempo. Habían pasado quince años, toda una vida. Ya no era la niña asustada que subió a aquel autobús. Era una mujer hecha y derecha, una escritora de éxito. Aquel pueblo no tenía más que recuerdos dolorosos que ofrecerle y, desde luego, ella tampoco tenía nada que ofrecerle a él. Pero eso no era del todo cierto: No todos sus recuerdos eran dolorosos. Había tenido una maravillosa infancia, y tanto su padre como su madre la habían malcriado, comprándole cosas que los padres de sus amigas no podían permitirse. Ahora se daba cuenta de que sólo lo habían hecho para demostrar que eran los más ricos del pueblo. Sin embargo, aun así había sido feliz. Y había destacado como deportista, no como animadora.

Y entonces sucedió, en uno de los primeros días de la primavera, durante su último año de instituto. Taeyeon consiguió por fin poner nombre a lo que llevaba sintiendo durante tanto tiempo: lesbiana. Homoual. Recordaba bien la soledad que sintió entonces, mientras intentaba mantenerlo en secreto. Ni siquiera Tiffany tenía la menor idea.

Y sin embargo, fueron sus sentimientos por Tiffany los que la hicieron reconciliarse con su ualidad. De pronto comprendió que era junto a Tiffany y no con su supuesto novio donde quería estar. Era en Tiffany en quien pensaba por la noche, tendida en su cama. Y era por Tiffany por quien se consumía de celos la noche de la fiesta de graduación, pues la había visto besándose con Eddie Ray tras las gradas del gimnasio. Esa noche lo comprendió todo con claridad meridiana. Ella era diferente, y no encajaba entre los demás. Por eso fue apartándose de Tiffany poco a poco, guardándose su secreto para sí. El instituto pronto acabaría, y entonces ya no tendría que volver a preocuparse por ello, porque Tiffany y ella seguirían cada una su camino. Pero entonces fue cuando sus padres sacaron el tema de su matrimonio con Kyle Brandom, y le dijeron que ya lo habían hablado con los padres de Kyle. Sin embargo, Taeyeon no tenía ni la más remota intención de casarse con Kyle Brandom.

Y así fue como su secreto salió a la luz. Una semana más tarde lo sabía ya todo el pueblo y, apenas diez días antes de la graduación, su madre la metió en un autobús y la envió lejos, avergonzada de ella.

El aullido de un claxon la sobresaltó, trayéndola a la realidad, y se dio cuenta de que había estado esperando a que cambiase el semáforo, soñando despierta. Arrancó hacia el cruce justo cuando se encendía ya la luz roja, lo cual indudablemente tuvo que cabrear bastante al conductor del coche que aguardaba tras ella.

El motel que le había indicado el señor Minho estaba en la avenida principal. El cartel estaba desteñido por el sol y descascarillado, pero aun así la hizo reír:

«Motel Pine Springs. Quítate las botas y quédate un ratillo».

—¿Por qué demonios iba a querer hacerlo?

Taeyeon entró, a pesar de todo, estacionando al lado del ajado cartel que anunciaba plazas libres, clavado en el tronco de un viejo pino. En el estacionamiento no había más que tres coches, lo que le hizo mirar con sospecha hacia el motel. Lee Minho le había ofrecido una habitación en su propia casa, pero ella insistió en que prefería disfrutar de intimidad. Tal vez debería reconsiderarlo. Estaba segura de que aquel motel no había sufrido ni una sola remodelación en treinta años.

El recepcionista era un hombre barbudo y desastrado, con una bola de tabaco en la mejilla que escupió en una mugrienta vasija precisamente cuando ella entraba.Taeyeon lo miró con desagrado.

—¿La ayudo, señorita? ¿Quiere una habitación?

—Esto... la verdad es que no, gracias.

Dio media vuelta y volvió a salir apresuradamente, deteniéndose junto a su coche alquilado para sacar el móvil del bolsillo de los vaqueros. Buscó entre los números grabados el de Lee Minho, añadido esa misma mañana. Mientras esperaba se apoyó en el coche, contemplando el cielo, que ya comenzaba a oscurecerse. Sonrió al ver la luna, casi llena, que se elevaba por detrás de los pinos.

—¿Diga?

—¿El señor Minho? Soy Kim Taeyeon. Espero no interrumpir su cena.

—Buenas noches,Taeyeon. No, no me interrumpes. Espero que hayas llegado bien.

—Sí, perfectamente. Ahora mismo estoy en el motel.

Carraspeó un poco mientras echaba un rápido vistazo al desvaído cartel que anunciaba plazas libres, antes de continuar:

—Bueno, en realidad estoy en el aparcamiento. Me da un poco de miedo entrar.

La franca carcajada que se oyó al otro lado de la línea la hizo sonreír, tranquilizándola un poco al mismo tiempo.

—Intenté advertirte.

—Me preguntaba si le parecería bien que reconsidere su oferta.

—Amanda tiene una habitación ya preparada, y hemos retrasado la hora de la cena. Estoy seguro de que tienes muchas preguntas que hacer.

Taeyeon dejó escapar un suspiro de alivio mientras abría la portezuela y entraba en su auto.

—Magnífico. Lo siento pero no recuerdo dónde viven.

—Nos hemos mudado al club de campo, cerca de la nueva casa de tus padres. Está un poco más allá del noveno green. ¿Recuerdas cómo llegar al club de campo?

—Creo que sí. Jugué muchas veces al golf en él, así que debería recordarlo.

—Estamos en Fairway Lane, la tercera casa a la derecha, pero llámanos si te pierdes. Las calles son bastante complicadas.

—Gracias. Nos vemos dentro de un momento.

Volvió a la carretera principal, dirigiéndose al centro del pueblo, cuyas calles estaban ahora sombrías y desiertas. Tan sólo pudo distinguir algo de actividad en el Dairy Mart. Supuso que seguiría siendo el local preferido de los chicos del instituto. Después de pasar junto a él, se adentró en calles muy familiares para ella, sorprendiéndose al descubrir que seguía recordando el camino.

La entrada del club de campo seguía siendo tan impresionante como siempre, aunque en los viejos tiempos no poseyera aquella verja automática. Le dijo al guarda cómo se llamaba y éste la dejó pasar tras comprobar la lista de invitados, explicándole brevemente cómo llegar hasta la casa de Minho. Quince años atrás, el club de campo acababa de inaugurarse y tan sólo había un puñado de casas. Recordó que sus padres no sabían si construir allí su hogar o no. Al parecer se habían decidido por fin. Pero aun así pasaban mucho tiempo en el club.Taeyeon era una gran jugadora de golf, lo que complacía mucho a su madre, y los acompañaba muchas veces allí los fines de semana.

Localizó sin problemas la casa de Minho, estacionando en la rotonda de entrada. Unas luces equipadas con sensores de movimiento advirtieron de su llegada, y no tuvo tiempo ni de ponerse nerviosa. La puerta principal se abrió enseguida. Lee Minho no había cambiado mucho en aquellos quince años, aunque su cabello ya no era marrón oscuro como recordaba, sino de un atractivo color grisáceo. Reconoció también a su esposa, Amanda, justo detrás de él. Ella había envejecido peor, y ahora parecía diez años mayor que él. Ambos la saludaron a la vez, y su incomodidad se desvaneció de pronto. Tal vez no lo pasaría tan mal, después de todo.

Recogió la maleta que llevaba en el asiento trasero, se la colgó al hombro y fue hacia ellos. Se detuvo un momento al captar una fragancia en el aire que le trajo agradables recuerdos: jazmín. Esbozó una sonrisa y se acercó con la mano tendida hacia sus anfitriones.

—¡Kim Taeyeon, Dios mío, mírate!

—¿Cómo está usted, señora Lee?

—Tutéame, querida, por favor. Me alegro muchísimo de que hayas venido.

—Gracias por acogerme sin haber apenas avisado. El motel era... bueno, la palabra «ratonera» no le hace justicia.

Ambos se echaron a reír y la condujeron hacia el interior de su hogar. La casa era espaciosa, amueblada con sencillez y muy acogedora. A Taeyeon siempre le habían caído bien. No parecían encajar en el círculo de amigos de sus padres. Por ejemplo, aquella casa no era una exhibición de riqueza, sino su hogar, sencillamente, cosa que ella no podría decir del hogar en el que se había criado.

—Cuando te llamé tenía miedo de que te negases a hablar conmigo. De hecho, casi lo esperaba —dijo Lee Minho.

—Para ser sincera, no estoy muy segura del motivo por el que acepté venir. No creo deberles nada.

—Comprendo. Pero ya tendremos tiempo de hablar, más tarde. Vamos a instalarte primero y después cenaremos.

Amanda le enseñó brevemente la casa. Taeyeon agradeció el detalle de que le hubiesen destinado una habitación justo al otro extremo de donde se encontraba el dormitorio matrimonial. Al menos así no le parecería estar estorbando, y dispondría de un poco de intimidad. Tiró la maleta sobre la cama y se dio la vuelta, encontrándose con la inquisitiva mirada de Amanda.

—¿Es eso todo lo que traes?

—Tengo otra maleta donde llevo el traje, en el coche, pero iré a por ella más tarde.

Amanda echó un vistazo por encima del hombro y se acercó a ella.

—Sé que esto debe de ser muy duro para ti,Taeyeon, pero ambos pensamos que tienes todo el derecho a estar aquí, si así lo quieres. Naturalmente, después de lo ocurrido hace tantos años, habría comprendido perfectamente que no quisieses venir. Tal vez no me creas, pero no fue tu padre quien decidió echarte de aquí. Tu madre... bueno, era incapaz de razonar sobre el asunto. Lo sacó todo de quicio, convencida de que todo el pueblo se estaba riendo de ella, cuando la verdad era que a la mayoría de la gente le importaba un pimiento.Cuando se supo que te había echado de casa... en fin, muchos sentimos pena por ella.

—¿Sabe que estoy aquí?

Amanda negó con un gesto.

—Minho creyó que no era buena idea decírselo.

—¿Cómo está, Amanda? ¿Lo bastante bien para asistir al funeral?

—No. La han operado dos veces; por lo que sé, tendrá que estar en el hospital una semana más antes de poder volver a casa, y allí tendrán que contratar a una enfermera para que la cuide durante unos cuantos meses.

Taeyeon intentó sentir simpatía, o al menos un poco de pena, pero no pudo. Su madre no era más que una extraña para ella, y en su corazón no había la menor lástima por ella.

—¿En qué hospital está?

—Aquí, en Pine Springs.

Taeyeon abrió los ojos de par en par.

—¿Hay un hospital en Pine Springs?

—Oh, sí. El pueblo ha crecido mucho por la zona oeste.

Taeyeon frunció el ceño.

—¿Tienen hospital pero no moteles?

Entonces vio que el rubor coloreaba el rostro de Amanda.

—Puede que Minho no te haya contado algunas cosas. En la parte oeste hay un motel recién construido.

—¿Y me envió al viejo motel de Pine Springs?

—Tenía muchas ganas de que te quedases con nosotros —contestó Amanada sonriendo—. No quería que te sintieses desplazada, que sería lo que ocurriría si te hubieses alojado en el motel. Y no tardaría mucho en correr el rumor.

—De modo que el pueblo ha crecido, pero siguen los cotilleos...

—Taeyeon, tu padre era un hombre muy influyente en este condado, de modo que, sí, los rumores y las especulaciones han corrido como la pólvora.

—No lo entiendo.

—Vamos, bajemos a cenar. Ya hablaran de negocios Minho y tú al acabar.

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Comments

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Karen-14213
#1
Chapter 35: Fue so cute!!!
Thiabel2128
#2
Chapter 35: awwwwwwww :3
LlamaAmerica #3
Encantada con tu histora! :)
gaby_tomala
#4
..por favorrrr ... epilogoo sii??
tiffany0108 #5
Chapter 35: Me encanto el fic, disfrute de cada capitulo
LectoraLemon #6
Chapter 35: Estuvo muy buena esta historia :).. pase toda la madrugada leyendo este hermoso fic .... Gracias <3
gaby_tomala
#7
x favorrrrrrrrrr!!! epilogooooo :)
geral53 #8
Chapter 35: Epilogo :c por fi(?)
mamurayamaken #9
Chapter 35: ........really?
no puedo creerlo
todavía lo intento procesar
loveable11 #10
Chapter 35: ....tan corto el final ?? epilogo ¡¡ ¡¡:3