Capitulo XII

Tras el telon de pino

 

—Me gusta tu casa —dijo Taeyeon acercando su silla a la de Tiffany para sentarse con ella en la terraza trasera—. ¿Hace mucho que la tienes?

—Este verano hará dos años. Después de... bueno, después de lo de Eddie Ray estuve de alquiler. Mamá quería que me fuese a vivir con ella, pero yo necesitaba un hogar propio. La tienda iba bien, y pude ahorrar lo suficiente.

Tomó un sorbo del dulce té que Taeyeon le había preparado y continuó:

—Nunca se lo he dicho a nadie, pero he pensado muy en serio si irme del pueblo y comenzar de nuevo, ¿sabes? Claro que toda mi familia está aquí. Me sentiría perdida.

—¿Y adonde irías?

—Había pensado en Dallas. Pero ¿qué iba a hacer allí? La tienda va bien, y no tenía mucho sentido venderla.

—¿Recuerdas cuando trepábamos por el gran roble que hay en casa de tus padres? Hablábamos de lo que haríamos cuando nos fuésemos del pueblo. ¡Teníamos grandes planes!

—Es cierto. Y tú lo conseguiste; te las has arreglado estupendamente tú sola. ¡Me sentía tan orgullosa cuando iba al cine y veía allí tu nombre...! Me hacía sentir feliz, y triste a la vez.

—¿Triste?

—Sí, porque ya no formabas parte de mi vida, y porque no pudimos despedirnos siquiera.

—No habrás llorado por mí, ¿eh, Tiffany? —preguntó Taeyeon en voz baja.

—No sé si fue por ti o por mí misma, pero sí.

—Yo... ¡estaba tan asustada al bajar de aquel autobús en Dallas...! Dispuse de casi cuatro horas para pensar en todo, pero seguía sin tener ni la menor idea de que hacer. Una parte de mí deseaba volver a casa y suplicarles que me dejasen quedarme allí. Pero mi parte más testaruda no lo habría permitido.

Taeyeon estiró las piernas, disfrutando de la frescura de la noche. Recorrió con la mirada el pequeño patio trasero de Tiffany, comprobando distraídamente que tal vez no había heredado las habilidades culinarias de su madre, pero sí su buena mano para la jardinería.

—¿Y qué hiciste?

—Me fui a un motel barato. Creo que el encargado pensó que me había fugado de casa. Me extrañó que no llamase a la policía. No tenía más que cien dólares, y sabía que eso no me iba a llevar muy lejos. Pasé aquella primera noche sola, hambrienta y asustada. Puse la tele, y estaban dando un documental sobre una actriz de Hollywood. Ni siquiera recuerdo quién era, pero estaba contando que había llegado a Los Angeles sin un céntimo, y que había trabajado de camarera mientras intentaba conseguir algún papel. Así que pensé: qué demonios, yo también puedo hacerlo —concluyó encogiéndose de hombros.

—¿En Dallas?

—No. Pensé que, si de verdad iba a largarme de allí, lo mejor era ir a por todas. Así que compré un billete de autobús hasta Phoenix. Gasté en él todo mi dinero, excepto veinte dólares para comida. Al llegar a Phoenix hice autoestop hasta Los Angeles. Tardé tres días más en llegar.

—¡Oh, Taeyeon, podría haberte pasado cualquier cosa! ¡Podrían haberte...!

—Lo sé. Pero en ese momento ni lo pensé. Además, la suerte estaba de mi parte: el último que me recogió tenía un restaurante, y me dio trabajo al momento.

—¿Dónde vivías?

—Me quedé durante un tiempo en el refugio del Ejército de Salvación, pero era algo siniestro. Al final, una de las chicas del restaurante me dejó una cama.

Taeyeon enrojeció. Aquella había sido su primera experiencia ual. ¡Dios, había sido horrorosa! La chica ni siquiera le gustaba demasiado.

—¿Qué ocurre?

—Nada. Nosotras... esto... nos liamos, más o menos. Pero fue un desastre. Me fui de allí seis meses más tarde, me mudé a casa de un chico gay que había conocido, Christopher. Seguimos siendo buenos amigos. Es dibujante de cómics.

—¿Y después? Háblame de la universidad.

—No hay mucho que contar. Empecé yendo a clase por la noche para poder seguir trabajando. Después conseguí un trabajo nocturno en un bar, para poder asistir a tiempo completo. Cuando tenía algo de tiempo libre escribía. Creo que lo hacía más que nada como terapia. Christopher sabía todo lo de mi familia, y le gustó lo que estaba escribiendo. Era amigo de un chico que a su vez era amigo de Hara, mi agente. Nos puso en contacto y, bueno, todo partió de ahí.

—No hay lugar para la familia.

—Sí. Pero me llevó años acabarlo, literalmente. Hara insistía, deseando que se lo entregase cuanto antes, pero yo me había esforzado demasiado con los estudios universitarios como para renunciar a ellos. Seguí trabajando, yendo a clase y escribiendo en mi tiempo libre, que no era mucho, por supuesto, al tener que estudiar. Por fin conseguí acabarlo tres meses después de graduarme —sonrió—. ¿Crees que conseguí retratar a mi madre tal y como es?

Tiffany se echó a reír.

—Eso pensé al ver la película.

—Así que, ocho años después de salir de Pine Springs en autobús, tenía el dinero suficiente para comprarme un apartamento, dejar mi trabajo y ponerme a escribir. Fin de la historia.

—¿Cómo que fin?

—Ahora vivo en un lindo apartamento en la costa de Monterrey.

—¿Qué es lo que no me estás contando?

Taeyeon sonrió.

—No hay ninguna emocionante historia de amor, si es ahí adonde quieres llegar.

—¿Por qué no?

—Ya te lo dije: simplemente no llegué a conocer a nadie con quien quisiera compartir mi vida.

—¿Por qué? ¿Tenías miedo?

—¿Miedo? ¿Qué quieres decir?

—Bueno, no es que hayas tenido un buen modelo que digamos. ¿Temías que tus relaciones acabasen como la de tus padres?

—La verdad es que ya por entonces me parecía que su matrimonio no iba bien. Estaba segura de que mi padre no podía ser feliz a su lado. Al principio supongo que los juzgaba a los dos por el mismo rasero, pero al crecer comprendí que mi padre estaba más o menos en el mismo bote que yo, totalmente controlado por ella. Lo que quiero decir es que ahí estaba él, el empresario con más empleados del condado, el alcalde de Pine Springs, y tenía que volver a casa y aguantarla. Dios, ella era tan... superficial supongo que es la palabra. Todo lo que hacía, todo lo que decía no era más que una fachada, una actuación, como si todo el mundo la estuviese mirando.

—Lo sé. Y, por lo que me has contado, te tenía aterrorizada.

—Cierto. Yo deseaba tener una familia como la tuya, tan llena de amor. Tus padres se demostraban cariño el uno al otro, incluso frente a nosotras. Sin embargo, no recuerdo que mis padres se rozasen siquiera. Y ni una sola vez me dijeron que me querían, ¿sabes? Mi madre hacía lo posible por enseñarme a ser una dama. Y fíjate: si tú y yo no fuésemos amigas, si no hubiese podido ver cómo se comportaban los miembros de las familias de verdad, tal vez habría acabado pensando que la forma de ser de mis padres era perfectamente normal, porque lo cierto era que sus amigos eran exactamente iguales a ellos.

—Sé que prácticamente me despreciaba. Me daba muchísimo miedo ir a tu casa. Yo nunca era lo bastante buena para ser amiga tuya.

—Recuerdo que una vez me dijo que tu familia no era de la misma clase social que nosotros. Yo no entendí lo que quería decir. Lo único que sabía era que me lo pasaba mucho mejor contigo y con tu familia que con la mía propia. Ella solía decirme que desearía que yo fuese más parecida a mis primos, que sabían cuál era el lugar que ocupaban en este pueblo. No fue hasta llegar al instituto cuando me di cuenta de lo que intentaba decirme, cuando los Brandom comenzaron a visitarnos a menudo. Ahora sé que Kyle debió de odiar todo aquello tanto como yo.

—¿Nunca hablaron de ello?

—¿Hablar? No, prácticamente nos obligaron a salir juntos. Y supongo que en cierto sentido me parecía lógico. Hasta que... bueno... hasta que me di cuenta de que no me gustaba nada besarlo.

—¿Cuándo lo supiste?

—¿Saber qué, que era lesbiana?

—Sí. O sea, ¿fue de un día para otro?

Taeyeon  sonrió.

—Algo así.

—Hay algo que me estás ocultando —dijo Tiffany acercándose más a su amiga—. ¿Quién era ella? ¿Una de las chicas del equipo de baloncesto?

—¡No, por supuesto que no! ¡Por Dios, Tiffany!

—¿Quién, entonces? ¿Por qué no quieres decírmelo?

—Algunas cosas deben quedar en secreto.

—¡Por favor! ¡Nunca ha habido secretos entre nosotras!

—Sí que los había: este.

Tiffany se echó a reír.

—¡Ya lo tengo! ¿Becky Thompson?

—Dios santo, ¡no! ¿Becky Thompson?

—Se fue a estudiar a Austin y apenas ha vuelto después. Que yo sepa nunca se casó. Viene por navidades, eso es todo.

—Caliente, caliente —rio Taeyeon—. Así que no llegó a casarse... ¿No trabaja de entrenadora en alguna parte?

—Pues la verdad es que sí.

—Vaya, que me muera... ¡Becky Thompson!

La verdad era que Taeyeon sí sospechaba que Becky escondía también sus propios secretos. Sin embargo, ella tenía entonces demasiado miedo de los suyos para intentar nada .Quedaron un momento en silencio, agitando ambas el hielo de sus vasos, ahora vacíos.

Por fin Taeyeon se puso en pie y tomó el vaso que Tiffany sostenía en la mano.

—¿Quieres otro?

—Vale, ese estaba muy bueno. Pero debes de estar muerta de hambre. Yo lo estoy.

—Dudo que haya algún buen restaurante abierto —se burló Taeyeon —. ¿Qué es lo que has pensado?

—Pizza.

—¿Pizza? ¿En este pueblo?

—Claro que sí. Ahora tenemos una pizzería. Y sirven a domicilio.

Taeyeon la apuntó acusadoramente con el dedo.

—¡Me prometiste que cocinarías!

—También te advertí de que no era uno de mis fuertes.

—Está bien, pizza. Pero mañana por la noche cocinaremos.

—¿Cocinaremos? ¡No me digas que has aprendido a cocinar!

—Cocino bastante bien, gracias.

—¡Ya estoy impaciente!

Tiffany se recostó en su asiento, relajándose mientras Taeyeon iba en busca de más té. ¡Dios, qué maravilla tenerla de nuevo allí!, pensó. No se había dado cuenta de lo mucho que la había echado de menos. Amie tenía razón: en realidad no tenía amigas. Unas cuantas del instituto, que seguían viviendo en el pueblo. Tenía bastante amistad con ellas, o eso suponía. De hecho conocía prácticamente a todo el pueblo, pero ¿amigas íntimas? No. Tenía a su familia, eso sí. Si necesitaba algo, allí estaban ellos, sin hacer preguntas. Sin embargo, después de su desastroso matrimonio se había encerrado todavía más en sí misma, contentándose con su negocio, su casa y los hijos de Amie. En realidad ni se le había pasado por la cabeza salir con nadie. Tal como le había dicho a Amie, no había nadie en el pueblo por quien estuviese ni remotamente interesada. No era que no hubiese tenido propuestas... En su fuero interno temía acabar como la señorita Cutter, sesentona y todavía sola. Y sin embargo, ¿tan malo era? ¡Infinitamente mejor que vivir con Eddie Ray! Iba a disfrutar de aquel tiempo con Taeyeon, aunque sólo fuese una semana. Y tal vez ahora sí podrían seguir en contacto. Quién sabe, tal vez incluso se aventuraría a ir a visitarla a California, si Taeyeon se lo ofrecía.

—Pareces relajada.

—Ajá. Bonita noche, ¿verdad? No suelo salir mucho a la terraza.

—¿No? Yo estaría aquí fuera todo el tiempo. Tengo una terraza grande que da a la bahía de Monterrey —dijo Taeyeon, al tiempo que entregaba a Tiffany su té—. En días claros puedo ver las montañas Santa Cruz, al otro lado de la bahía. Pero incluso en días de niebla, que allá son bastantes, disfruto sentándome allí fuera.

—Recuerdo lo mucho que te ha gustado siempre estar al aire libre. Incluso de noche. Mamá tenía que obligarnos a entrar.

—Sí. Echo de menos esto. Hara tiene una enorme casa, cerca de Santa Rosa. Cuando voy a verla siempre le pido que cocine fuera, para poder disfrutar de sus jardines. He pensado si comprar algo así, pero todavía no me he decidido.

—¿Cuándo te mudaste de Los Angeles?

—Cuando Hara se fue a vivir a San Francisco. No me había dado cuenta de la cantidad de tiempo que pasaba con ellos. Ella y Christopher eran mis conexiones sociales; Christopher sigue viviendo en Los Ángeles. Pero no quería mudarme a la ciudad, que es adonde se fueron ellos en primer lugar. Monterrey está al sur de San Francisco y al norte de Los Angeles, lo bastante cerca de ambas ciudades. Claro que ahora, desde que Hara se mudó a Santa Rosa, me supone una buena caminata. Pero suelo pasar al menos un fin de semana al mes con ellos.

—¿Sigue siendo tu agente?

—Por supuesto.

—¿Están enrolladas?

—¿Hara y yo? No, por Dios. Quiero decir que es una amiga estupenda, pero, aunque estuviese soltera, no. Tiene pareja. Llevan juntas desde antes de conocerla.

Tiffany suspiró.

—Es un mundo muy diferente, ¿no? Es decir, yo en estas cosas sigo siendo muy inocentona.

—Es muy diferente a Pine Springs, sí. Cuando venía conduciendo hacia aquí iba pensando que la mayoría de los pueblos siguen anclados en el siglo pasado. Pero tampoco es tan malo, ¿no?

—Ah, ¿no? Es como si no hubiésemos madurado. Seguimos teniendo los mismos prejuicios que tenían nuestros padres, y los padres de nuestros padres. Es como un círculo vicioso. Los cambios penetran muy lentamente.

—Bueno, en ciertos terrenos supongo que no es muy positivo, pero piensa en los hijos de Amie: pueden crecer en un pueblecito, disfrutando de placeres de los que los niños de ciudad ni han oído hablar.

—Pero se están perdiendo muchos otros.

—Ni siquiera se enteran de que se los están perdiendo, y lo sabes. Nosotras no sabíamos lo que había fuera de aquí, y no nos importaba. Sin embargo, la televisión e Internet lo están cambiando todo. Ahora los chicos saben muchas más cosas.

—Es cierto. Saben que ahí fuera hay mucho más de lo que encuentran en Pine Springs. Cada año se van más chicos: salen a estudiar fuera y nunca regresan.

—¿Desearías ser una de ellos?

—Algunas veces.

Taeyeon la miró detenidamente.

—¿Por qué no fuiste a la universidad? Ese último año apenas hablábamos de otra cosa.

—¿Quieres que sea sincera? Porque tú no estabas aquí. Me daba miedo ir sola.

—¡Oh, Tiffany!

—Es una tontería, lo sé.

—Si pudiera volver atrás, te hubiera llamado desde Dallas.

—Una parte de mí desearía que lo hubieses hecho, mientras que la otra se alegra de que no haya sido así.

—¿Y eso?

—Si hubieses llamado no estarías ahora donde estás. Todo sucede por alguna razón, Taeyeon. Aquí estás, toda una escritora de éxito. Y no lo serías si te hubieses quedado, ambas lo sabemos. Estarías trabajando en el aserradero, igual que tus primos.

—Supongo que tienes razón. ¿Debo estarle agradecida a mi madre?

Tiffany sonrió.

—No; dejémosla fuera de esto. Y, hablando de llamadas, debería pedir ya la pizza.

—La verdad es que ya he telefoneado yo. Espero que no te importe.

—¿Te costó encontrar el número?

—Estaba pegado al lado mismo del teléfono. Supongo que llamas a menudo.

—Soy muy amiga de Joni, sí, aunque seguro que ahora mismo se estarán preguntando por qué habrá llamado una desconocida desde mi teléfono.

—Les dije que estabas en la terraza, intentando emborracharte a base de té con licor, y que necesitaba darte algo de comer.

—Muy graciosa. No me extrañaría que llamasen a mi madre para decírselo.

—¿De verdad es así? ¿Todo el mundo vigila a todo el mundo?

—Claro que sí. De hecho, ahora mismo mis vecinos se estarán preguntando de quién será el coche negro que está aparcado en mi entrada. Primero darán por hecho que alguien de mi familia se ha comprado un coche nuevo, hasta que se fijen en que es un Lexus. Entonces pensarán que tengo a algún caballero de visita, un caballero muy adinerado.

—¿Y si el coche sigue aquí por la mañana?

—Entonces alguien llamará al café y, en medio de la conversación con mamá, mencionará casualmente que un coche negro desconocido ha estado estacionado en mi jardín toda la noche.

—¡Dios, no hay forma de librarse!

—No. Algunas veces eso me pone de los nervios, pero en realidad ya estoy acostumbrada.

—A mí me volvería loca. Me gusta disfrutar de cierta intimidad.

En ese momento vieron los faros de un coche por entre los árboles. Poco después sonó el timbre de la puerta.

—¡La cena!

—Magnífico. Me muero de hambre —dijo Taeyeon.

Se comieron la pizza en la sala, sentadas en el suelo mientras iban pasando de un canal a otro, sin detenerse nunca lo suficiente para ver ninguno de los programas. Con disfrutar de la mutua compañía tenían más que suficiente. Tiffany comprendió de nuevo que Taeyeon era la persona con la que se sentía más cómoda del mundo, incluso después de tanto tiempo.

—¿Puedo contarte algo?

—Por supuesto, ¿qué es? —contestó Tiffany, quien dejó a un lado su porción de pizza y se limpió la boca con la servilleta.

—El señor Lee me ha adelantado parte del testamento. Al parecer, mi padre encontró una forma de vengarse de mi madre.

—Ah, ¿sí?

—Sí. Me ha dejado el aserradero, entre otras cosas.

—¡Dios santo! ¿Lo dices en serio?

—Me temo que sí.

—¡Dios mío! —dijo, y a continuación soltó una carcajada—. ¿Tienes idea de lo que hará tu madre cuando se entere?

—Me lo imagino perfectamente.

—¿Y qué hay de tu tío? ¿No es suya una parte desde siempre?

—Sí, una parte, pero mi padre tiene la parte mayoritaria. Creo que era como un sesenta- cuarenta o algo así. Aunque no sé muy bien cómo sucedió. Fue mi abuelo el que comenzó el negocio, pero mi padre era el hijo mayor, así que supongo que se lo dejaría a él. La verdad es que ese tipo de cosas nunca se mencionaban en casa.

—¿Y qué vas a hacer?

—El testamento no se leerá oficialmente hasta el miércoles. Después supongo que el tío Heechul lo impugnará, o eso dice Minho, yo no lo tengo tan claro. Por lo que recuerdo de él, el tío nunca ha tenido el instinto para los negocios de mi padre. Él se ocupaba del funcionamiento del aserradero, y mi padre atendía la parte económica. Tal vez ni se le ocurra impugnarlo —añadió encogiéndose de hombros—. Pero estoy segura de que mi madre sí lo hará.

—Pero ¿eso es legal? Quiero decir que yo creí que tu madre lo heredaría todo, naturalmente.

—Si no hubiese testamento, todo iría al cónyuge superviviente. Mi padre le legó más del cincuenta por ciento de sus activos líquidos, y la casa, por supuesto, pero a mí me dejó su parte del aserradero y el resto de sus propiedades. Estoy segura de que el hecho de haber sido yo alejada de la familia le da argumentos para reclamar, pero Minho parecía pensar que todo estaba correcto en términos legales. Sin embargo, el problema es que yo no quiero nada, y desde luego mucho menos el aserradero. ¡Si yo odio ese trabajo! Por no mencionar el hecho de que no tengo ni la menor idea de cómo llevar ese negocio.

—Entonces, ¿qué piensas hacer?

—No lo sé. La verdad es que todavía no he tenido ni tiempo para hacerme a la idea. Una parte de mí desea quedárselo todo, tan sólo por el placer de fastidiar a mi madre.

—Siempre puedes venderlo —sugirió Tiffany.

—Sólo se lo vendería al tío Heechul. Verás, medio pueblo depende del aserradero para su sustento; si se lo vendo a alguna gran empresa, quién sabe qué sucedería con los empleos.

Tiffany tendió la mano para apretarle cariñosamente el brazo, sonriendo dulcemente.

—Después de todo lo que te ha pasado, sigues preocupándote por este pueblo, ¿eh?

—El aserradero funcionaba ya mucho antes de que yo naciese. No quiero venderlo sólo por venganza, sin preocuparme lo más mínimo de la gente que depende de él.

—Eso es lo que siempre me ha gustado de ti, Taeyeon: tenías más dinero que nadie en el pueblo, pero ni una sola vez te comportaste como si fueses mejor que los demás.

Taeyeon apartó la vista, avergonzada.

—A veces olvido de dónde procedes. Para mí eras una de nosotros —añadió Tiffany.

—El mero hecho de que mi familia tuviese dinero no me hacía mejor que nadie; en todo caso me haría peor. No pude aprender a valorar las cosas hasta que me hice amiga tuya y tu familia me trató como a una igual; entonces fue cuando me di cuenta del valor que tienen las cosas. Tú nunca diste nada por hecho, Tiffany. Yo tenía todo lo que deseaba con sólo pedirlo. Creo que el único motivo por el que pude sobrevivir cuando me echaron de casa fue gracias a lo que aprendí con tu familia.

—No puedo ni imaginar lo que debiste sentir cuando te expulsaron con un puñado de dólares, teniendo ellos millones.

—No creas que no se me pasó por la cabeza. Lo que me dieron era más o menos lo que mi madre gastaba en una cena en el club de campo, y sin embargo esperaban que me las arreglase con eso.

—Tal vez ese era el plan: se imaginó que volverías corriendo a casa.

—Claro que sí. Por eso me negué a pedirles ni un centavo. Pasé estrecheces, ahorré a base de comer las sobras del restaurante, jurando que nunca les pediría nada. Luché con todas mis fuerzas, Tiffany, no voy a negarlo. Y tampoco es que ahora nade en la abundancia, ya lo sabes. Pero he aprendido a apreciar el valor del dinero y a no dar nada por sentado. No vivo por encima de mis posibilidades: tengo un modesto apartamento, conduzco un coche que ya tiene cinco años. Podría permitirme más lujos, pero, ¿para qué? ¿Tan sólo por aparentar? — preguntó, a la vez que negaba con un gesto—. Si existe alguna razón por la que trabajo tanto es para construirme una casa en las afueras de la ciudad, tal vez al pie de las montañas. Por nada más. Tan sólo por tener un poco de... espacio. No necesito un montón de caprichos de última moda, ni tampoco la fortuna de mi padre.

—¿Temes que eso te cambie?

—Tal vez. No quiero ser nunca como mis padres, gentes para las que lo más importante de la vida es tener dinero y conseguir más dinero aún. Dios santo, Tiffany, fíjate en la cantidad de dinero que tenían. ¿Se les ocurrió alguna vez construir una nueva biblioteca para el pueblo? ¿Un local para los jóvenes? ¿Algo en beneficio del lugar donde vivían? No, se lo guardaron todo para ellos. ¿Y para qué? ¿Para poder tener una casa más grande que cualquier otro? ¿Para poder cambiar de coche cada año? Y ni siquiera así mermaba su fortuna ni lo más mínimo.

Tiifany sonrió.

—Te estás embalando, ¿eh?

—Perdona, ¡es que me cabrea! Tenían más dinero del que podrían gastar en doscientos años, pero no hacían nada por los demás con él. Y ahora, mi madre va a volverse completamente loca en cuanto sepa que le arrebatan parte de esa riqueza. Pero no porque lo necesite: Dios sabe que seguirá teniendo de sobra.

—Tienes que parar, Taeyeon. Te estás poniendo de los nervios con todo esto.

—Lo sé. Por eso no quería ni pararme a pensarlo. Sabía que esto iba a suceder. Lo siento mucho.

—No te disculpes, yo pienso lo mismo. Siempre he admirado tus principios, Taeyeon. Eso fue lo primero que me atrajo de ti.

—Creí que había sido porque le di una paliza a Tommy Comosellame cuando te tiró del columpio.

—Haskell. Y sí, me protegiste.

—Fue la primera de muchas veces. Te metiste en muchos más líos, Tiffany.

Tiffany se echó a reír.

—Más bien creo que la mayor parte de las veces eras tú la que me metías en líos.

Taeyeon comenzó a relajarse, dejando que fuese desapareciendo la tensión que la había dominado al hablar de sus padres. Tiffany tenía razón, se había embalado. Tendió la mano para acariciar suavemente la rodilla de su amiga.

—He de ser sincera contigo, Tiffany. Para mí significa mucho el que me aceptes como soy. No sabes lo bien que me siento al estar de nuevo aquí contigo, compartiendo recuerdos y sentimientos y sabiendo que no me juzgarás ni me despreciarás por eso. ¡Echaba tanto de menos poder hablar contigo...!

Tiffany notó que se le humedecían los ojos al oír aquellas palabras tan sinceras. Era ella la que debería estar dándole las gracias a Taeyeon, porque se había sentido sola durante muchísimos años y, ahora que Taeyeon llevaba tan sólo dos días allí, volvía casi a sentirse la misma de antaño.

—Nunca se me ocurriría juzgarte, Taeyeon . Sé quién eres y cómo eres, y creo que eres la mejor persona que he conocido nunca —dijo, y se inclinó a besarle la mejilla—. Y te he echado de menos un montonazo.

Taeyeon sintió que se le encogía el corazón al notar cómo aquellos suaves labios le rozaban la mejilla, y pensó que era increíble que después de tanto tiempo Tiffany siguiera causándole tal efecto.

—Muchas gracias —murmuró.

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Comments

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Karen-14213
#1
Chapter 35: Fue so cute!!!
Thiabel2128
#2
Chapter 35: awwwwwwww :3
LlamaAmerica #3
Encantada con tu histora! :)
gaby_tomala
#4
..por favorrrr ... epilogoo sii??
tiffany0108 #5
Chapter 35: Me encanto el fic, disfrute de cada capitulo
LectoraLemon #6
Chapter 35: Estuvo muy buena esta historia :).. pase toda la madrugada leyendo este hermoso fic .... Gracias <3
gaby_tomala
#7
x favorrrrrrrrrr!!! epilogooooo :)
geral53 #8
Chapter 35: Epilogo :c por fi(?)
mamurayamaken #9
Chapter 35: ........really?
no puedo creerlo
todavía lo intento procesar
loveable11 #10
Chapter 35: ....tan corto el final ?? epilogo ¡¡ ¡¡:3