Capítulo 5: Clorinda

101 razones para odiarla.
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Kwon Yuri se acodó despreocupadamente en la barra de aquella taberna.

Aunque sus piernas eran lo suficientemente largas para llamar la atención de cualquiera, el taburete en el que estaba sentada era tan alto que apenas rozaba el suelo con las puntas de los pies. Unos minutos antes esas mismas piernas que ahora llevaba enfundadas en unos ajustados vaqueros habían dejado prendada a toda la clientela.

Nada más entrar en el local, la muchacha se topó de bruces con una espesa cortina de humo y un molestísimo tufillo al alcohol y la humedad que durante años se había ido filtrando en la madera de suelo y mobiliario. Un nutrido grupo de cabezas se giró tan pronto puso un pie en el felpudo de la puerta. La miraron varios pares de ojos muy abiertos y en sus rostros pudo advertir el mismo gesto de fascinación.

Todos los allí presentes parecían sorprendidos de que una mujer se hubiera atrevido a cruzar la puerta de aquella infecta taberna, y estaban todavía más alucinados de que esa mujer fuera alguien como Yuri. La última vez que había ocurrido algo similar, se había tratado de Yuko, la matrona del pueblo, que había entrado con el mismo sigilo que emplearía un elefante en una chatarrería para encontrar al descarriado muchacho de dieciséis años que había dejado preñada a Yuko junior. Si ya en Shinmeigu no estaban acostumbrados a recibir sofisticadas féminas recién llegadas de Seúl, todavía lo estaban menos los propietarios de esas tabernas en las que la luz de las bombillas quedaba eclipsada por la nicotina que flotaba en el ambiente.

Yuri, que estaba muy acostumbrada a ser el centro de las miradas, prefirió restar importancia a la tensión del momento. Caminó segura, con pasos firmes y decididos, como si llevara toda una vida preparándose para aquel silencio que cortaba el aire como la afilada hoja de un cuchillo, y no se detuvo hasta llegar al taburete que ahora ocupaba en la barra.

—Una cerveza, por favor —le pidió al camarero.

—En seguida, encanto.

Él dejó que sus ojos viajaran hacia sus pechos antes de atender su petición, pero Yuri no se ruborizó ni un instante. Más bien hizo todo lo contrario: lo miró intensamente y se mordió el labio con lujuria.

—¿Te gusta lo que ves? —le preguntó, flirteando.

—Sí, mucho, nena.

—Pues a mí no me gustas un pelo, así que dedícate a hacer tu trabajo y ponme una cerveza.

El camarero, poco acostumbrado a tratar con mujeres como ella, se ruborizó visiblemente, bajó los ojos con vergüenza y desde entonces se concentró solo en limpiar el vaso que tenía en la mano.

Era cierto que a Yuri le gustaban los halagos, despertar interés y que su mediterránea belleza fuera apreciada. De hecho, estaba acostumbrada a llamar la atención.

Había sido así desde su nacimiento, cuando las amigas de su madre debatían cansinamente si su belleza la heredaba de ella o de su apuesto marido. Y luego en su recién estrenada madurez, cuando aquellas mismas mujeres ya no necesitaban hacer conjeturas porque todas coincidían en que había heredado lo mejor de ambos. Yuri no pretendía cambiarlo.

Sabía el poder que encerraba su belleza y tenía toda la intención de sacarle el mayor provecho, pero las atenciones debía recibirlas cuando y como ella quería. Sin excepción. Y un hatajo de piropos mal silbados en una infecta taberna japonesa no eran el lugar ni el momento para dejarse querer o para usar su poder.

Su codo se topó involuntariamente con el periódico tamaño sábana que estaba plegado en la barra, a su izquierda. Más por aburrimiento que por verdadero interés, decidió echarle un vistazo. A lo mejor las noticias locales encerraban alguna información significativa sobre Daniel Choi, uno de los autores más escurridizos y misteriosos a los que había tenido el disgusto de perseguir.

No habían transcurrido ni diez minutos cuando Jessica Jung apareció en la puerta de la taberna, hecha una verdadera calamidad. Su irrupción despertó la misma curiosidad en la clientela, aunque, a decir verdad, sus mejillas sonrosadas por el enfado y el cabello recogido de cualquier manera sobre lo alto de su cabeza no arrancaron los mismos suspiros.

—¡Llevo media hora buscándote!

Yuri ni se molestó en mirarla. Ya había visto lo que tenía que ver: estaba enfadada, como siempre. Se llevó un cigarrillo a los labios, expulsó el humo contra la cara de Jessica y consultó su reloj de pulsera con cansancio.

—Hace apenas diez minutos que te dejé en la habitación, no dramatices. Bonitos pelos, por cierto.

Jessica tosió compulsivamente, se palpó la coleta sin comprender y tomó asiento en el taburete de al lado.

—No creas que no sé lo que intentas hacer —le espetó.

—¿Le pongo algo?

—Sí, zumo de tomate —respondió Jessica.

El camarero alzó una ceja.

—Estás intentando colgarte otra medalla porque sabes que vendrá aquí esta noche —siguió diciendo, al principio sin percibir que el camarero no se había movido. Finalmente notó su presencia por el rabillo del ojo—. Ya se lo he dicho: zumo de tomate.

—Lo siento, encanto, pero aquí no servimos delicatesen —le informó el hombre con afilado sarcasmo. 

Jessica le miró con la boca entreabierta. Yuri dio otra lenta calada a su cigarro mientras observaba divertida su reacción.

—Cerveza de calabaza, entonces —trató de despacharle, dispuesta a continuar con la reprimenda cuanto antes—. Y si piensas que vas a poder dejarme al margen, estás completamente… Ahora qué?

—Encanto, no tengo ni puñetera idea de qué es la cerveza de calabaza, pero te voy a poner las cosas fáciles: cerveza o whisky. Es así de sencillo: tú eliges.

¿Es que en aquel pueblo hasta pedir una consumición iba a ser complicado?

—Que sea cerveza —intercedió Yuri, tratando de evitar una discusión entre aquel hombre y Jessica. El camarero alzó los brazos, complacido de que por fin alguien hubiera dicho algo con sentido y se fue en busca de la cerveza.

—No me gusta la cerveza.

—Prefieres un whisky, ¿entonces? ¿Podrás soportarlo?

Jessica rodó los ojos con desesperación, cada vez más convencida de que sus nervios se iban a resentir muchísimo de aquel viaje. Pero prefirió no contestar las burlas de Yuri porque tenía algo mucho más importante de lo que ocuparse en ese momento.

—¿Qué tienes que decir en tu defensa?

—Nada, Jung, me has descubierto. Eso es, precisamente, lo que he venido a hacer a este bar. No tiene nada que ver con el hecho de que quisiera darme un respiro y disfrutar de un momento de paz en el que no me eches en cara cada cosa que hago. En realidad, estaba todo planeado para fastidiarte —dijo, antes de sorber con cansancio un poco de su cerveza—. Porque ya sabemos que el mundo gira alrededor de ti. De hecho, esta misma mañana hablé con él, con Choi, y me pidió que nos reuniéramos aquí, que tenía algo muy importante que decirme. Por eso he venido sin contar contigo.

—¡Ajá! ¡Sabía que tramabas algo!

—Jung, ¿en la universidad no te explicaron lo que es el sarcasmo?

Esa respuesta no se la esperaba. Se quedó sin argumentos en el momento en el que llegó su cerveza. Iba a abrir la boca para seguir echándole cosas en cara porque no estaba dispuesta a darse por vencida tan fácilmente, pero escuchó algo que la obligó a detenerse.

—¡Choi, amigo, cuánto tiempo!

Las dos se miraron con los ojos muy abiertos. La castaña se había quedado con el vaso de cerveza suspendido en el aire. Yuri sintió unas ganas irrefrenables de girarse y comprobar si, a sus espaldas, estaba realmente el hombre al que habían estado buscando desesperadamente todo el día. Si ahora estaba allí, iba a ser mucho más sencillo observarle y trazar un plan para acercarse a él.

—¿Has oído lo mismo que yo?

—Sí, música para los oídos.

—Está bien. —Jessica bajó la voz hasta convertirla en un susurro. Era lo que hacía cada vez que quería hablar con fingido disimulo de algo importante. Por supuesto, esto provocaba el efecto contrario—. No nos giremos las dos a la vez o sospechará. Tenemos que hacernos pasar por turistas.

—¿Cómo quieres que nos hagamos pasar por turistas si le hemos preguntado a medio pueblo si le conocen?

—Al menos yo he tenido una idea, ¿qué se te ha ocurrido a ti hasta ahora? —Jessica posó su vaso de golpe sobre la barra. El ruido seco hizo que su compañera pegara un respingo.

—De acuerdo, no se me ha ocurrido nada —concedió la morena—, pero para tener esas ideas, haznos un favor y no tengas más. Todavía no sé cómo me dejé embaucar por esa brillante estrategia sacada de un libro de espionaje para niños de tres años.

—En realidad está sacada del Manual del Editor Joven y…

—Lo que tú digas —Yuri rodó los ojos y dio un nuevo trago a su bebida, sin percatarse de que su confrontación personal les estaba haciendo olvidar por qué estaban allí. Se encontraban tan ocupadas discutiendo que no vieron cómo Choi y su acompañante salieron del bar.

—Al menos yo me he molestado en leer esos manuales, no como tú que siempre haces las cosas sin pararte a pensarlas.

Yuri se giró entonces con naturalidad. Ni siquiera recordaba que tenía que girarse en algún momento para comprobar que Choi estaba, efectivamente, a escasos metros de ellas. Se llevó otro cigarro a los labios y de pronto lo recordó.

—¿Dónde está?

—¿Dónde está quién?

Yuri hizo tantos aspavientos con las manos que su cigarrillo acabó en el suelo. No quería tener que pronunciar su nombre de nuevo.

—¡Oh, dios mío! ¡Se ha ido! ¡Lo hemos perdido! —exclamó Jessica, asustada.

—Vamos, no debe de estar muy lejos.

La morena se puso en pie y corrió hasta la puerta. Jessica sacó dinero del bolsillo de su pantalón y lo dejó sobre el mostrador para salir corriendo tras ella. Los clientes las siguieron con la mirada hasta que salieron del bar, y Yuri hizo un gesto de despedida con la mano, como haría una actriz que se despide de su audiencia. A punto de perder la paciencia, Jessica la agarró por el brazo y la empujó hacia el exterior.

—¿De verdad tenías que ponerte a flirtear en un momento como este?

—Cualquier momento es bueno, Jung. Pero ahora lo estás malinterpretando —le aclaró mientras estiraba la cabeza para tratar de encontrar el rastro del escritor—. Solo intentaba ser amable porque antes me he puesto un poco borde con el camarero y no nos conviene enemistarnos con los locales. Podrían sernos de gran ayuda más adelante.

—Pues tienes una manera muy curiosa de ser "amable".

—Cada una tiene la suya.

—Sí, estoy de acuerdo: no se me ocurre nada más adecuado que menear el trasero delante de un grupo de solitarios japoneses para excitarlos todo lo que puedas. Si esta noche tenemos visita, será culpa tuya.

Yuri le iba a contestar que metiera las narices en sus asuntos, pero de pronto vio el dedo de Jessica extendido, señalando hacia el este.

—¡Allí!

Sus ojos siguieron la dirección que estaba indicando. Dos hombres caminaban bajo la lluvia por una de las calles del pueblo. A pesar del aguacero que estaba cayendo, ninguno de ellos parecía tener prisa. El que vestía una estrafalaria chaqueta de color púrpura tenía que ser Choi. Nunca lo habían visto en persona, pero sus rasgos eran tan característicos que les había bastado con unas fotografías antiguas. ¿Quién se iba a vestir así sino un extravagante escritor?

Yuri le hizo una señal a Jessica, que ella comprendió perfectamente. Echaron a andar detrás de ellos, siempre manteniendo una distancia prudencial para que los dos hombres no notaran que los estaban siguiendo.

Para ser dos personas que se llevaban tan endiabladamente mal, lo cierto era que había mucho entendimiento entre ellas. La mayoría de las veces una sabía o intuía lo que estaba pensando la otra, y en esos momentos no hacían falta palabras, como si se entendieran con una simple mirada. A lo largo de ese día ya había pasado en un par de ocasiones.

A Yuri esto la desconcertaba. No estaba acostumbrada a sentir esta química con nadie y entre todas las personas del planeta con quien menos esperaba sentirla era con

Jessica Jung. Miró de reojo a su compañera, más por averiguar si ella también se había dado cuenta, pero la vio concentrada en seguir los pasos del escurridizo autor y, sobre todo, intentando no resba

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Comments

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Kkomofam #1
Chapter 16: Just now i found out this story, and it's beautiful
Eriika
#2
Chapter 16: Yo quiero saber que le dice
Eriika
#3
Chapter 15: 7w7
Eriika
#4
Chapter 14: Alv
Eriika
#5
Chapter 10: Omaiga
Eriika
#6
Chapter 9: Awww
Eriika
#7
Chapter 3: Creo que ya lo había leído con anterioridad
Eriika
#8
Veamos
DollySweet
#9
Chapter 16: Que lindo!.me gusto mucho la adaptacion!
jramirez #10
Chapter 16: Te felicito, de verdad me gusto mucho la adaptación y espero poder seguir disfrutando de las adaptaciones que haces. :D