Mi estratégica sonrisa hace de las suyas mientras veo como el valet se queda babeando por mí, aliso mi cabello con la mano y contoneo mis caderas siendo consciente de las miradas en mí. Me siento orgullosa del efecto que tengo sobre los hombres, mi ego se eleva al ver como su atención recae en mi como si fueran polillas tras de una incandescente luz, no tienen ni siquiera el descaro de disimular pese a que muchos están acompañados.

No es algo que me queje, es divertido ver las miradas de odio y de envidia de las mujeres.

Me detengo en la entrada de la cafetería y me quito las gafas de sol para buscar a mi cita de esta tarde, mis ojos escanean la estancia hasta dar con una reluciente cabellera acaramelada. No levanto la mano para saludar, simplemente me encamino hacia la mesa donde se encuentra y detallo el exquisito conjunto que ha elegido para nuestra pequeña cita.

—¿Nueva colección? —Digo a modo de saludo.

Levanta la vista de su teléfono y una media sonrisa surca sus labios.

—Saldrá a finales de mes —contesta bloqueando su teléfono—, ¿Qué tal Madrid?

—Horrible.

Jalo la silla hacia atrás y me siento, rápidamente uno de los meseros se acerca para proporcionarme un pequeño perchero para colgar mi bolso, toma mi orden con una galante sonrisa y me guiña un ojo antes de irse.

—Al menos no fue Londres, es temporada de lluvias. —Toma un sorbo de su té helado con limón—. Y es justo a donde tengo que ir este fin de semana.

—No puedo creer que vayas abrir una segunda tienda allá. —Llevo mi mano hasta la mitad de la mesa para tomar su mano—. Estoy tan orgullosa de ti, Jess, eres toda una mujer de negocios.

Jessica muestra una de sus típicas sonrisas arrogantes mientras pasa una mano por su cabello como toda una diva, es claro que mi halago le ha gustado.

—Por favor, Tiff, sabes que soy más que una mujer de negocios, soy la reina asiática de la moda —dice presuntuosa—. Mi ropa es utilizada hasta por las Kardashian.

Suelto una risita soltándole la mano, a pesar de que empezamos con el pie izquierdo cuando nos conocimos, Jessica se terminó convirtiendo en una de mis mejores amigas. En los últimos diez años he sido testigo de sus caídas y de su crecimiento como persona, al igual que he visto su rápida conquista en el mundo de la moda, he estado en cada uno de sus buenos y malos momentos.

Al igual que ella ha estado en los míos.

Aún me cuesta creer lo bien que nos llevamos.

—Todo un logro, querida.

—Lo sé, pero no estamos aquí para hablar de lo fabulosa que soy. —Comienza a jugar con la pajilla y sus ojos me miran dudosos—. Hay algo que quiero decirte.

Es inusual ver a Jessica nerviosa, mi curiosidad se activa y muerdo mi labio interior con ansias, estoy segura que no me pidió reunirnos con tanta urgencia solo para ponernos al día después de los dos meses que estuve fuera.

—¿Qué es? —Indago.

Baja la mirada al vaso y la veo apretar la pajilla.

—Creo que…. —Suelta un suspiro y niega—. Creo que voy a pedirle a Irene que se case conmigo ¿crees que me diga que sí?

Me quedo en silencio analizando sus palabras, Jessica e Irene han estado saliendo por más de ocho años, fue una sorpresa cuando Irene me ver que le gustaba Jessica, creí que no sería algo más que un gusto hasta que un día la llevó a la casa y la presentó como su novia. Recuerdo sentirme traicionada, se suponía que nos contábamos todo, sin embargo, comprendí el porqué lo mantuvieron en secreto.

Pestañeo rápido frenando esa línea de pensamientos, no es bueno que traiga eso al presente. El apuesto mesero se acerca con mi orden y el regalo una sonrisa en agradecimiento, una vez solas me vuelvo a Jessica y la pillo mirándome fijamente.

-¿What?

Ella niega y señala mi vaso con la mirada.

—El apuesto mesero te dejó su número telefónico —dice juguetona.

—Una lástima. —Le doy un sorbo a mi limonada, el frío me viene de maravilla ya que el día es muy caluroso—. No salgo con meseros por más guapos que sean.

—Que esnob te escuchaste. —Se echa hacía atrás recargándose en la silla, sus fríos ojos me estudian y sus dedos siguen jugando con la pajilla—. Quizá lo que necesitas es un buen revolcón con un adonis para que decidas al fin tener una relación.

Ruedo los ojos con un toque de fastidio, ella e Irene siguen insistiendo con lo mismo.

—A diferencia de ti y de mi querida hermana, mi meta no es casarme ni formar una familia. —Aprieto mis labios, es un tema que me irrita—. Me conformo con ser la tía millonaria que consentirá a sus sobrinos y tendrá muchos perros.

—¿Ahora serás la solterona de los perros? —inquiere arqueando una ceja.

 —Mejor los perros que los gatos, ellos ladrarán por ayuda y no me comerán como los malvados gatos. —Tomo otro sorbo de limonada y siento como el frío me tranquiliza un poco—. Además, seré feliz gastando mi dinero en ropa y en excentricidades.

Jessica solo asiente con diversión, sin embargo, hay cierta tensión en sus ojos que me tienen un tanto curiosa.

—¿Estás segura que no quieres tener una relación seria? —cuestiona con calma—. Sé que has tenido tus ligues y todo, pero…, ¿no crees que algún momento deberás seguir adelante?

Respiro profundamente mordiendo mi labio interno nuevamente, solo que esta vez siento el sabor amargo de la sangre.

—Probablemente llegará alguien en algún momento, pero por ahora lo único que deseo es concentrarme en el trabajo —le respondo manteniendo a raya esa sensación que sale a relucir cada vez que tocamos este tema—. Debo mantenerme enfocada, después de salir en una de las revistas de arquitectura más famosa del mundo los ojos de mis jefes están en mí. Tengo mucha presión por hacer las cosas bien.

—Hiciste un gran trabajo con ese proyecto en Japón.

—Con ese me gané el proyecto de Madrid y el hermoso artículo que escribieron sobre mí —digo orgullosa.

Todo mi esfuerzo y las largas horas que le dediqué al trabajo rindieron sus frutos cuando los altos directivos pusieron su confianza en mí al darme un proyecto muy importante en Japón, quedaron encantados cuando vieron los resultados y que la revista Global Architecture me describía como la nueva promesa de la arquitectura.

Eso elevó mi salario y el poder que tenía en la firma.

—Y eso te convirtió en una esnob, querida —agrega tajante.

Me rio sintiendo como el ambiente se calma al igual que mi mente.

—Mira quien habla, la que tiene por regla solo ponerse los vestidos una sola vez. —Le guiño un ojo ante de tomar mi vaso—. El dinero te cambió, Jess.

—Siempre he sido rica —contesta encogiéndose de hombros—. Tuve que bajarme unos niveles para ser tu amiga.

Entorno los ojos amenazantes y ella solo se echa a reír. Realmente había extrañado estos momentos con Jessica, dos meses había sido mucho tiempo lejos de casa.

—Volviendo al tema de hace un momento… —pongo los codos en la mesa y cruzo los dedos recargando mi barbilla en ellos—. ¿Estás segura de que quieres casarte con mi hermana? Es una adicta a los videojuegos y es media friki.

—Bueno, es la única persona que soporta mis berrinches y mi carácter, así que…

—Eso es cierto, no la dejes ir nunca —le digo con firmeza—, no creo que encuentres a nadie más que te soporte tanto.

Jessica pone los ojos en blanco y solo le sonrío con burla.

—¡Que hermosas se ven mis chicas!

Aquel grito nos toma por sorpresa, ambas giramos la cabeza para vislumbrar a mi pequeña hermana caminando con emoción hacia nosotras junto a un motón de bolsas.

—¡Joohyun! —Grito con alegría poniéndome de pie—. ¡Te eché tanto de menos!

Mi hermana suelta las bolsas y nos fundimos en un abrazo, dos meses sin vernos había sido muy feo, estoy tan acostumbrada a ella y ella a mí.

—Sé que se supone que nos veríamos hasta la cena, pero no pude resistirme —dice sin soltarme—. Cuando Jess dijo que se reuniría contigo, decidí escaparme del trabajo.

Rio apartándome de ella, su cabello castaño está planchado perfectamente y su rostro está estéticamente maquillado.

—Ventajas de salir con la jefa, ¿no?

Irene me da un ligero empujoncito antes de girarse a Jessica y plantarle un suave beso en los labios.

—Existen muchas ventajas —murmura Irene cuando se aparta de Jessica—, ¿verdad, amor? 

La mirada sugestiva con la que se miran es más que suficiente para entender de qué están hablando, Jessica aparta la mirada un tanto apenada, siempre es tímida cuando mi hermana es ertida en público.

Carraspeo llamando a la atención de ambas, no es de mi agrado quedar en segundo plano.

—¿Les parece si vamos a comer? —Digo tomando mi bolso—. No he comido nada desde ayer, simplemente llegué a dormir y ahora muero de hambre.

—Por mi está bien —acepta Jessica tomando la mano de mi hermana—. ¿Tienes tiempo para comer?

—Como una hora. —Mi hermana saca su teléfono y gira a ver a un chico que no había visto—. ¿Podrían ser dos?

El chico se pone nervioso y pasea su mirada entre Jessica e Irene varias veces.

—Vo-Voy a ha-hacer u-unas llamadas —dice nervioso sacando su teléfono—. Le co-conseguiré o-otra hora, se-señorita Bae.

—Gracias, Hyunjin.

El chico hace una reverencia nerviosa y se da media vuelta para hacer las llamadas.

—Deberías conseguir un nuevo asistente —le digo una vez que el chico desapareció—. Su timidez lo hace algo incompetente.

Dos horas después, salgo del restaurante que habíamos elegido para comer y subo a mi coche. El