El reflejo en el espejo del elevador me saluda con descaro, recordándome que años atrás mi apariencia no se asemejaba a la de hoy en día. Por esos días solía ir y venir si me apetecía, pero sin desearlo me volví esclava de mi propia existencia.

Y mientras sobrevivía, deseaba volver al lugar del que escapé.

—Qué bueno que ha llegado, señorita Kim.

Sonrío.

—Lamento la demora, Joo Hyun. Dime, ¿los jefes de los departamentos ya están en la sala de reuniones?

—No hace mucho han ingresado, señorita —responde, siguiendo mis pasos por el largo pasillo.

—¿Los arquitectos siguen esperando?

Detengo mis pasos cuando llegamos a la puerta de la sala de reuniones, ansiosa por escuchar una respuesta afirmativa por su parte.

—En efecto, señorita Kim. Han sido muy puntuales con la hora estimada y no se han movido de la sala.

Asiento sin mostrarle algún gesto, pero por dentro, mi cuerpo vibra de la anticipación. Sostengo mi maletín con fuerza y aprieto la mandíbula. Esta adrenalina recorriendo mis terminaciones nerviosas no las había sentido antes, no desde que me marché de este país.

Respiro profundo antes de tomar el asa de la puerta.

En el pasado, cuando vi mi reflejo frente a un espejo nuevamente, me pregunté qué pensaría Tiffany al verme así. Todavía se podían notar los hematomas, la hinchazón y, donde los vendajes cubrían, se ocultaban laceraciones profundas. Esa imagen de mí misma, me causó lastima. Irónicamente vi su espejismo delante de mí, sorprendida y asustada. Y cuando su imagen se diluyó de mi vista, noté mis propias lágrimas.

A ella también la había perdido.

Observo mis zapatos un segundo y reparo en su humedad. Ocurrió cuando bajé del coche para ingresar a la empresa, el guardia me había advertido sobre el charco antes de abrirme la puerta, pero no estaba escuchándolo del todo.

Sonrío y sacudo la cabeza. No puedo quedarme aquí toda la tarde. Mi cobardía debe esfumarse…

—Déjeme hacerlo a mí, señorita Kim —escucho la dulce voz de mi asistente.

Su mano toma el asa también y me mira por lo que parece una eternidad. Algo en el fondo de mi pecho me dice que ella podría saber lo que yo estoy pensando, porque su pequeña sonrisa cortés aparece. Abandono mi intento por abrir la puerta.

—Gracias, Seohyun.

Da un asentimiento de cabeza antes de abrir la puerta. Enderezo mi espalda lo suficiente y levanto el mentón. Megan solía decirme que una mujer siempre debe dar las mejores impresiones, por lo que trató de enseñarme los mejores modales. No hubo titubeo una vez crucé el umbral de la sala de reuniones, solo una descarga de emociones que no creí volver a sentir.

Si el mundo pudiera detenerse y el tiempo congelarse…

—Bienvenida, señorita Kim.

… sería justamente en este momento, justo en el que nuestras miradas de han reencontrado.

¿Qué nombre puedo darle a este sentimiento? ¿Cómo debo llamarlo? Porque creí que, si la veía una vez más, lo que alguna vez sentimos se habría esfumado. Sin embargo, estos espasmos dentro de mi pecho parecen perder el control con su encendida mirada.

—Lamento la tardanza —sonrío a mi personal.

«Taeyeon, debes calmar esos latidos», me digo antes de volver a darle mi total atención.

 —Permítame ayudarla, señorita Kim —dice mi asistente, quitando de mis manos el maletín y dejándolo sobre la mesa para ayudarme con el saco.

Durante el proceso, no puedo apartar mis ojos de la mujer estilizada que no ha perdido detalle de las atenciones de mi asistente. Su cabello ahora es rubio y aunque no le queda mal, prefiero el castaño en ella…

Procuro acomodar las mangas de mi camisa, para que mis muñecas no queden al descubierto. En el pasado, estás heridas por los amarres, no dejaban de llamar la atención de las personas y su mirada me molestaba demasiado. Entonces decidí usar ropa que cubriera todas esas cicatrices que no puedo borrar de mi piel; como las de mis muñecas.

Carraspeo incómoda, no por mis empleados, sino por la presencia de la mujer que anhelé ver por tantos años. No quiero su compasión.

—Señorita Seo, por favor llame a un secretario de presidencia y pida que venga a la sala de juntas —pido, encaminándome a la silla presidencial—. Redacte un e-mail al señor Zeng sobre la reunión con el señor Park, quiero que esté informado. —Me detengo y me giro para mirarla—. Pídale el informe sobre su reunión con Henry, lo espero para esta tarde. —Culmino, ahora sí sentándome en la silla.

A este punto me doy cuenta de que ninguno había tomado asiento, excepto ella.

—Enseguida, señorita —dice diligente, tecleando en su Tablet mis indicaciones—. Llevaré sus cosas a su oficina…

—No —la interrumpo—. Te necesito aquí.

Por un momento todo parece quedarse en silencio, hasta que es la misma Seohyun que me sonríe genuinamente.

—Como usted ordene, señorita Kim —dice. Me relajo un poco en la silla—. Esta es la información de los arquitectos, señorita —deja sobre el escritorio una carpeta de piel con los acabados de la empresa—. El señor Choi Siwon y…

—Hwang Stephanie … —concluyo, leyendo los nombres en las hojas dentro de la carpeta—. Es un gusto conocerlos, señores.

Les ofrezco una de mis mejores sonrisas falsas como saludo, porque la mujer que está sentada en mi sala, ya no es la mujer que alguna vez amé.

Se forma una sonrisa irónica en los labios de Tiffany. Esta mujer repudia mi persona, lo sé.

—¿Es todo lo que dirá, señorita Kim? —Pregunta mordaz.

Mi asistente abre la boca sorprendida por la agudeza de su voz y la tensión se puede sentir en el aire. Sin embargo, me resulta refrescante su nueva personalidad.

—¡Lo sentimos, señorita Hwang! —Se apresura a decir Seohyun, inclinándose lo suficiente para disculparse en mi no