Echo un vistazo desde mi escondite improvisado al pasillo por donde la señorita Hwang ha marchado junto a su hermana y no puedo más que sonreír sin ganas. Lo sospeché desde que los vi juntos, pero me negaba a creer que mi corderito hubiera cambiado demasiado. Recargo la cabeza contra la pared, mucho más agotada de lo que me siento. El recuerdo de muchos años atrás me viene a la cabeza y la amargura se asienta en mi pecho como una vieja amiga.

«Recuerda que decidiste dejarla ir». Sí, lo recuerdo con tanta claridad y dolor.

Habían pasado exactamente cuatro años desde que me esfumé y un año y medio desde que Sophie me encontró en esa concurrida cafetería que eventualmente visitaba con mi nuevo amigo. Fui motivada por Ji Eun y Joseph en un principio, poco después Yuqi y Sophie se unieron a la campaña, argumentando que ayudaría a mi progreso emocional.

Yo no estaba preparada, sin embargo, Ji Eun se ofreció para ser mi compañía durante el viaje y las dos terminamos tomando un vuelo comercial a costillas de nuestros padres. Ese viaje me hizo ver a la mujer que sostenía mi mano en los momentos difíciles y empezara a enamorarme de ella. Pero mi corazón seguía marcado por alguien más y ese sentimiento tan fuerte no podía ser remplazado u olvidado de la noche a la mañana.

Entonces, cuando el corazón se me rompió en mil pedazos una tarde lluviosa en la ciudad de Seúl, comprendí que yo también debería continuar con mi vida.

Estuve de pie bajo la fuerte lluvia, inmóvil por demasiado tiempo y mirando al mismo lugar en el que horas antes había estado la persona que amaba. Ella se veía feliz y me vi incapaz de arruinar su vida apareciendo de la nada.

—Sigue siendo feliz, corderito… —fue lo que se me escapó de los labios.

No sentía el frío. Estaba tan vacía como un recipiente, porque el contenido dentro de mí se fue con ella y su felicidad.

Sacudo la cabeza.

Stephanie Hwang seguirá siendo mi más grande amor.

—¿No encontró a la arquitecta, señorita Kim?

Observo a uno de los socios, curioso por mi postura contra la pared y quizás mi rostro afligido. Sonrío para alejar de su mente ideas equivocas y señalo el teléfono en mi mano como una excusa.

—Recibí una llamada y no hace mucho terminó —doy un paso adelante y me acomodo el saco de las mangas—. Si me disculpa, debo volver a la oficina. Será en otra ocasión cuando hable con la señorita Hwang. Disculpe la molestia.

Añade algo más, pero mi mente sigue lejos y vagando en el recuerdo. Ella tenía una familia, eso es lo que vi aquel día. Y era muy feliz. A pesar de haber confirmado ese hecho y de valorar esa posibilidad, de verdad dolía.

Pero… ¿por qué está rompiendo ese bonito cuadro que vi hace bastante tiempo?

La luz parpadeó a la vez que mis dedos cansados dejaron caer el bolígrafo, recordándome que la hora ya estaba lejos de ser laboral. Muchas veces, el tiempo vuela sin darnos oportunidad de sentir su paso y es justamente lo que me sucedió. Arranco los anteojos de mis ojos y presiono suavemente el puente de mi nariz, agotada. Las sienes me palpitan con insistencia y sé que es debido a las noches que me son arrancadas.

En el escritorio sigue intacto el almuerzo tardío que Seohyun trajo a medio día y el café frío que no me tomé la molestia de tocar. Arrastro la mirada fuera del plato intacto, reprimiendo la culpa tejiéndose en mi corazón, pues sé que estoy rompiendo la promesa de no volver a lo mismo.

Suspiro, tomando en mis manos el retrato que me ha acompañado desde que ella me lo obsequió. Deslizo mis dedos por el contorno de su rostro y me es inevitable soltar otro suspiro.

—Estoy cansada, cariño —musito.

Vagamente recreo su voz en mi cabeza y su mirada comprensiva; solía ponerla cuando mi energía menguaba. “Recuesta tu cabeza en mi regazo y descansa”. Esas serian sus palabras exactas. Acariciaría mi cuero cabelludo con la yema de sus dedos hasta que quedara profundamente dormida.

Extraño su compañía y la paz que lograba traer a mi mente. Recuesto mi cabeza en el escritorio, dejando el retrato cerca de mi rostro y admirarlo.

Si tan solo hubiéramos tenido más tiempo… reencontrarme con Tiffany no dolería tanto.

—¿Qué debo hacer, cariño?

Su sonrisa sigue brillando y no puedo evitar la lágrima deslizándose fuera de mi ojo izquierdo.

—De verdad que me haces mucha falta, Ji Eun…

Lentamente mis parpados se van cerrando.

—Vamos, inútil, despierta o ¿quieres dejar desprotegida a tu hermanita? ¡¿Quieres que le de el mismo destino que a la anciana decrepita?! ¡Despierta gusano!

Doy un sobresalto, desorientada y con el pulso acelerado. Trato de descubrir dónde me encuentro y caigo en la cuenta de que sigo en mi oficina y no en ese lugar de tortura. El sudor frío se desliza por mi frente y no hago más que respirar con pesadez.

¿Cuánto he logrado dormir esta vez? Me recargo contra el respaldo de la silla y observo por el ventanal. Sigue siendo de noche…

Debería ir a casa.

Exhalo profundo, saboreando el calor que entume mis músculos y el silencio en mi mente. Al fin lo he conseguido: cansancio absoluto.

—Buen trabajo, Taeyeon.

El entrenador personal tiende una botella de agua para mí, s