Capítulo VII.

Carrusel

Sucedió por aquellos días al estirarse la tarde, llegó la feria veraniega puntual como promesa.

 

Sentadas sobre la alfombra verde de frescura en donde todo comenzó; aquella tarde, ninguna criatura del monte se atrevió a interrumpirlas.

 

Ignorándola mientras entablaba la conversación más importante de su vida con la suave corriente del caudal estaba quien tomaba de su mano, girando en el espiral de su mente, con el ceño fruncido, con la mirada clavada en la cristalina agua. Aún en las sombras, la delgada mano de Seulgi se aferraba con suavidad a la de Joohyun.

La molestia porque guardara con recelo sus profundos pensamientos hizo que los celos saltaran en su interior.

- Seulgi.

El tronco mudo a su lado apretó su mano pero sus ojos estaban aún lejos de encontrarse con los de ella.

Decidió entonces llamarla con un beso. Se acercó con la cautela de un ratón y se inclinó para plantarlo en la sien de la torturada alma que parpadeaba torpemente al regresar a su cuerpo, al regresar a la verde planicie de aquella arboleda, al regresar al lado de su más grande tesoro.

- ¿Qué estás pensando?

Pregunta retórica e inoficiosa.

Sus ojos vacíos conectaron con los de ella y Joohyun vió como la mandíbula de Seulgi se trabó. Tenía un incómodo freno dental y una pesada exhalación salió por sus fosas nasales. No hubo relincho. Soltó su agarre y decidió por recargar su pesada cabeza que estaba cargada de pensamientos en el regazo de Joohyun. El peso en su cabeza y su corazón se unían para sumirla en las profundidades de su desespero, de su despecho.

 

Tres años habían pasado y Seulgi tanto había cambiado que creyó en su metamorfosis haber perdido su aliento y gallardía.

Temía no serle suficiente, temía que no le alcanzara el escudo y la armadura y que al exponer a su flor a las miradas de los entrometidos esta se quemara, se enfermara y marchitara.

Temía serle inútil.

Era este temor que se le clavaba en los sesos y que hacía que se le oprimiera el pecho el que por minutos lograba romper la conexión que tenía con Joohyun, haciendo que de ella se olvidara para congojarse y ahogarse, ahora con dolor repetido, en las revueltas aguas de su cansada mente.

 

Como era de esperarse, el conejo siendo un animal astuto, conocía el torbellino en el que se encontraba quien tenía tumbada sobre ella.

- Iremos, Seulgi.

Fue una orden.

Tres años habían pasado y este conejo era uno diferente. En lugar de ser de un gris percudido como los demás, era de un blanco puro. Era valiente, había aprendido a defenderse de los picos y garras de las aves que planeaban devorarlo al lanzarse sobre él como una flecha. Era un animal precioso y domesticado, pero ahora poseía el corazón y el espíritu de un animal salvaje. Era una criatura sensitiva e inteligente y por ende conduciría a la desesperanzada alma que estaba sobre sus piernas al llamado de los cañones de fuego que pintaban el cielo de luces y colores.

 

Marchaban hacia el sol que se retiraba de escena y que secretamente las encomendaba a la luna una vez cayera el telón. Sus pasos eran silenciosos y cautelosos y algo en ese anaranjado y callado atardecer las hacía creer que sería la última vez que caminarían por aquel sendero.

Tal vez era la inmovilidad de los molinos de viento, la oscuridad que se apoderaba del entorno a causa de la ausencia de luz de la estrella de fuego, o la impuntualidad de las cigarras para tocarles una serenata. O tal vez era algo más simple; saber que la apuesta que habían hecho aquella noche era alta, que lo que sucediera aquella noche cambiaría sus vidas para siempre.

Ambas sentían en sus entrañas la intranquilidad de quien ve su destino echado en una moneda al aire.

Cruz o cara.

Los huesos de Seulgi se sacudían y su mandíbula que antes estaba trabada se había soltado, como si la incertidumbre la hubiese aceitado de más, y ahora su soltura hacía que los dientes le chasquearan. Le temblaban las piernas, las manos y el corazón. Tenía hipotermia y optó por guardar sus manos en los bolsillos del pantalón. Era como si el invierno se hubiera estacionado en sus pulmones e hiciera que el aire que exhalaba entrecortadamente saliera frío por sus fosas nasales. Sus achaques la tenían encorvada y cuando fue consciente de ello se sintió pequeña a lado del personaje que marchaba a su lado.

Si el viento hubiese soplado contra ellas, Seulgi se hubiera derrumbado como una torre de naipes.

Pero no Joohyun, ella se mantenía firme y decidida.

Era el corrientazo de adrenalina que le recorría el cuerpo el que hacía que la punta de la nariz le hormigueara, que sintiera las piernas ligeras y flexibles, listas para echarlas a andar a toda velocidad. El corazón le latía duro contra el pecho, como si pidiera ser liberado de su jaula y por lapsos el mundo a su alrededor se volvía borroso al sentir los mareos de un navegante principiante que se embarca a una gran aventura a través del tormentoso mar.  

Joohyun estaba bajo los efectos de la adicción a las apuestas. La ludopatía le había llenado el cuerpo de endorfinas en este juego del azar. Tenía la boca seca y las manos temblorosas y tras caminar por unos minutos a su lado, Seulgi comenzó a encontrar problemas para seguirle el paso. Las piernas de Seulgi flaqueaban pero las de Joohyun le pedían que avanzara.

 

Antes de que la distancia entre ambas fuera irreparable, el corazón de Joohyun explotó.

 

El estallido fue tan repentino y a tal escala sonora que lo único de lo que estuvo segura de haber hecho conscientemente fue cerrar y apretar los ojos fuertemente ante el gran impacto en sus oídos. Estaba segura de que para cuando los abriera vería a su corazón hecho una bala dirigiéndose hacia el horizonte, significando que el impaciente habría ganado la carrera. Estaba asustada y desconcertada pero en su interior la chispa competitiva que desde pequeña vivía en ella despertó invitándola a abrir los ojos para tomar la primera posición en la carrera.

Fue entonces que se dio cuenta de sus acciones a poca consciencia.

Lo primero que notó fue que sus manos se habían transformado en garfios que se enganchaban dolorosamente en el brazo magullado de su acompañante y que a causa de esto, además de administrarle dolor, le había ajado la ropa. Consecuentemente descubrió que de ese mismo brazo emanaba un calor manso y gentil que le llenaba el pecho y al llevarse la mano al tórax descubrió que, contrario a lo que creía, su corazón aún se encontraba prisionero y latía como el de un pajarillo cautivo.

 

De pronto y antes de que pudiera recuperarse del todo, una estampida de colores se vio en el cielo.

 

Estrellas y cometas se colgaron frente a los ojos de las estupefactas espectadoras. Nacían desde un punto al azar en el cielo como una esfera más pequeña que la luna y cuando llegaban al límite de su altura se desparramaban con sus largas y coloridas capas sin importarles si era una noche nublada o despejada. Se extendían vanidosos y galantes a sabiendas de su hermosura, formaban crisantemos, perlas y caracoles en el cielo. Los más presuntuosos intentaban imitar a los cometas con sus largas y delgadas colas, otros parecían perdurar brillantes en el cielo como los astros, pero después de poco caían como cascadas desvaneciéndose antes de poder tocar el suelo.

Joohyun apretó con más fuerza su pecho contra el brazo de Seulgi y esta última, al sentir el movimiento, la acercó hacia ella con el temor de que tal como los fuegos artificiales en el cielo, se difuminara frente a ella.

Las dos jóvenes estupefactas continuaron contemplando el bello espectáculo que el anochecer les ofrecía sin pronunciar palabra y, en algún punto de la función, Seulgi acarició la mano de Joohyun que aún se aferraba a ella con firmeza. La piel de su compañera era fría a diferencia de la suya, pero la amaba tal cual era. Era esa pequeña mano la cual quería sostener aquella noche y para siempre. Descubrió entonces que esperaba proveerle seguridad y refugio, pero sobre todas las cosas; amor.

Las estrellas podrían caer como un diluvio en la Tierra, la luna podría desprenderse del cielo, el sol podría pintar sus amaneceres y atardeceres con nuevas tonalidades, pero para los ojos de Seulgi, Joohyun sería para siempre el lucero más hermoso que jamás haya visto.

La sostuvo hasta que el colorido panorama en los cielos cesó y el tambaleante lucero a su lado dejó de temblar.

 

Sus hombros perdieron tensión y su espalda se enderezó. Tomó un gran suspiro maravillándose de como aún después de presenciar algo tan hermoso, en su mente Joohyun permanecía como la preciosidad definitiva en el Cielo y la Tierra.

- ¿Continuamos?

Seulgi le sonrió una vez su mirada cruzó la suya y Joohyun no tuvo más remedio que descansar su cabeza en el estable hombro de su acompañante, sintiéndose por fin libre y a salvo de tomar una bocanada de aire que le devolvería la cordura.

- Vamos.

Coordinaron sus pasos y Joohyun sentía sin duda que las piernas que antes la impulsaban con fuerza, flaquearle.

Como más de una vez en el pasado, Seulgi la mantuvo firme a su lado. Y como más de una vez en el pasado, la luna, que había permanecido en silencio como un hueco de luz en el cielo, las seguía tal y como un perro perseguía los carros en el periférico.

La luna, sin olvidar su promesa que había hecho a la estrella que al amanecer las iluminara, las cuidaba de todo mal y las alumbraba para que con bien llegaran a su destino.

 

Frente a ellas la muchedumbre se aglomeraba y entre ellas una docena de juegos mecánicos y un buen número de puestos de atracciones se dejaba ver, poniendo así sobre la mesa la apuesta actual:

¿Sería esta un anoche que cambiaría sus vidas para bien o para mal?

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Jossosan
Stream Zimzalabim zim ziiiiiim

Comments

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Itaenylove
#1
Chapter 7: Wow!! realmente me encantó la historia y la forma en la que escribes UwU
espero q la actualizes .... シ︎
Munusuo #2
Chapter 5: La manera en la que escribes es simplemente hermosa, gracias por esto :')