Desperté alrededor de las once de la mañana, los tenues rayos de luz se colaban a través de las cortinas que danzaban al compás del viento, anunciando que el otoño estaba a la vuelta de la esquina. Un breve escalofrió recorrió mi cuerpo al sentir que la fría corriente acariciaba mi espalda, pues la noche anterior habíamos olvidado cerrar una de las ventanas de la recámara, me puse de pie y camine hacia la ventana, la cerré tratando de hacer el menor ruido posible, abrí un poco las cortinas y caminé hasta quedar al borde de la cama. Gongchan se encontraba aun durmiendo, las sábanas apenas cubrían la mitad de su cuerpo mientras su espalda permanecía expuesta a los caprichos de la naturaleza, sonreí sin poder evitarlo, me llevé el pulgar a la boca y lo mordí, me acerqué poco a poco a su lado y besé uno de sus hombros, caminé a mi escritorio y tomé mi cámara fotográfica, la encendí, abrí el obturador y presioné el botón capturando así al hombre de mi vida.

Regresé la cámara a su lugar y volví a recostarme sobre la cama, gire sobre mi cuerpo hasta quedar de frente a Gongchan, sus ojos aún permanecían cerrados, su rostro proyectaba dicha y serenidad, sus brazos reposaban a sus costados mientras sus piernas descansaban bajo la sábana. Me acerque un poco más hasta besar una de sus mejillas despertándolo al instante.

-Mmmmmm ¡Buenos días! – Susurro Gongchan abriendo lentamente sus hermosos ojos casi negros

- ¡Buenos días! – Respondí mientras mis dedos recorrían su cabello.

-¡Te amo! – Expresó Gongchan aún inmóvil mirándome fijamente, enseguida se acercó a mí envolviéndome con sus brazos para después preguntar sarcásticamente - ¿Sabes que te has convertido en la mujer más afortunada del mundo?

-¿Yo? ¿Afortunada? – Pregunté ingenuamente.

-¡Si! ¡Tú! Pues has conseguido pasar la noche conmigo – Dijo Gongchan tras un par de carcajadas.

-¡¡Que estúpido!! ¡Bruto! – Le dije elevando mi tono de voz, rápidamente me puse de pie y camine hacia la ventana abriendo las cortinas de par en par iluminando mi aun desnudo cuerpo y después agregué seductoramente mientras ponía mis manos sobre mis caderas - ¡Ja! ¡Tú eres el afortunado!

Inmediatamente Gongchan se incorporó, y corrió hacía mí, cerro completamente las cortinas y me tomó por la cintura elevándome sobre sus hombros.

- ¡Pues veremos qué tan afortunado soy esta mañana! – Dijo muy seguro de sí mismo mientras yo pataleaba y le gritaba que me bajara.

Entonces me recostó sobre la cama y nos miramos fijamente mientras nuestras respiraciones se aceleraban al sentir nuevamente nuestros cuerpos desnudos uno sobre el otro, de este modo nos fundimos en un beso apasionado desatando nuestros más bajos deseos...

Gongchan se marchó alrededor de las dos de la tarde pues debía cumplir con sus compromisos agendados para aquel día, yo partí al trabajo una hora más tarde. Permanecí en el edificio de la constructora hasta pasada la media noche revisando unos planos y terminando una maqueta. Mi oficina se encontraba en el noveno piso al igual que mi departamento, siempre creí que no era una simple coincidencia, pero aún no entendía el significado escondido tras ese enigma. Sentada frente a mí escritorio mire el reloj y note que faltaban quince minutos para la una de la madrugada, me estire sobre mi asiento y me puse de pie, tome mis cosas, apague la luz y salí de la oficina. Al salir del edificio aborde un taxi que casualmente pasaba frente a mí, le dije mi dirección al conductor y emprendimos el recorrido por las aun ruidosas calles de Seúl. Permanecí en silencio mirando por la ventana, cerré mis ojos por un momento tratando de descansar mi fatigada vista, enseguida mi teléfono comenzó a sonar, abrí rápidamente los ojos y a continuación busque el celular dentro de mi bolso, al mirar la pantalla no reconocí el número del cual provenía la llamada, sin embargo contesté:

 - ¿Si? ¿Diga? – Dije serenamente, pero nadie contestaba - ¿Hola? ¿Quién habla? – pregunté nuevamente sin recibir respuesta.

Del otro lado de la bocina se escuchaban voces, gritos, risas y música, al parecer se trataba de una fiesta muy animada. Entonces mire nuevamente la pantalla para asegurarme que en verdad no conocía ese número telefónico, estaba a punto de colgar cuando escuche la voz de una mujer que al parecer se dirigía a quien había realizado la llamada:

-¿Entonces guapo? ¿Me llevas a casa? ¡Mi compañera de departamento llegará hasta mañana en la tarde! –Decía provocativamente aquella mujer.

En ese momento colgaron. Sacudí la cabeza hacia ambos lados.

-¡Pero qué diablos! ¿Quién demonios fue? – pregunté en voz alta.

-¿Le ocurre algo señorita? – Me preguntó el taxista mientras detenía el coche y volteaba a verme.

-¡Ehh! ¡No es nada! Número equivocado – dije tratando de convencerme a mí misma.

-¡Ya llegamos! ¡Llegamos a su DESTINO! – dijo el taxista.

-¡Gracias! –le respondí guardando mi teléfono nuevamente en el bolso, pague la cuota y salí del taxi.

Caminé por el lobby del edificio saludando al portero, abordé el elevador y subí al noveno piso, entre en el departamento y mire el reloj de pared de la sala, ya marcaba la una veintitrés, deje mis cosas sobre el sofá y camine a mi habitación, fui directamente a la cama y en cuestión de segundos me quede dormida. Dormí tranquilamente por cerca de dos horas cuando una vez más aquella pesadilla se apodero de mí, aquella en la que al parecer tenía todo lo que siempre había deseado y por alguna razón un hombre vestido completamente de negro hacía que todo aquello desapareciera ante mis ojos, revisaba debajo de mi ropa y solo encontraba huesos y al atravesar la pared y tratar de ver quien era esa persona recostada sobre una silla de madera, caía en un abismo sin fondo. Y entonces desperté, el temor y la confusión se apoderaron de mis pensamientos de modo que di varias vueltas sobre mi cama antes de intentar dormir nuevamente. Cerré los ojos una vez más y a punto de rendirme ante el cansancio escuché un fuerte portazo seguido de un golpe seco sobre el piso, acompañado de una risa ersa, en ese momento recordé que había olvidado ponerle el seguro a la puerta…