Hija del rey Yeonsangun

If That Was You [Sunmi x ChungHa]

La dinastía Joseon, considerada una de las mejores épocas, se veía opacada por el extraño rey Yeonsangun. En un inicio de su gobierno, ayudó demasiado a los campesinos y personas de la clase media-baja, sin embargo, poco a poco se fue desligando de su pueblo. Muchos decían que el poder lo había cegado y otros, justificaban la ausencia del rey debido al reciente nacimiento de la princesa Lee. Pero esta suposición se vino abajo cuando, después de doce años, el rey empeoró su comportamiento, siendo señalado como un tirano. Claro, nadie podía decirlo con libertad pues si alguno de los guardias reales de Yeonsangun los llegase a escuchar, su destino seguro era la muerte. 

El sol se colocaba en su punto más alto, los pobladores de Hanseong sabían lo que significaba. Un día más de trabajo y de intentar disfrutar la vida a pesar de todo. Los mercaderes llegaban y un gran grupo de personas se amontonaban para poder comprar lo esencial para la semana. 

—¿Escucharon los rumores? Dicen que el rey Yeonsangun tiene vigilada a la princesa por intentar escaparse de sus clases —una mujer adulta comentaba en silencio con una de las vendedoras del mercadillo improvisado que habían armado a tempranas horas del día. 

—Que vergüenza, una princesa debe cumplir con sus deberes, así no podrá servir a su futuro marido —la vendedora negó con la cabeza.

—Siempre he querido ver a la princesa, dicen que es muy hermosa e inteligente —el esposo de aquella vendedora se unió a la conversación ganando la mirada llena de reproche de su mujer. 

La conversación entre aquellos pobladores siguió con normalidad, ignorando lo que sucedía a su alrededor como la gran mayoría. Nadie se fijaba si habían rostros nuevos en las calles pues llevaban una vida muy ocupada entre el trabajo y las preocupaciones que no se percataron de la mirada atenta de una adolescente que observaba todo a su alrededor como si nunca hubiese visto a personas interactuando con tanta normalidad. 

—Princesa, creo que deberíamos regresar —la mujer había insistido en lo mismo desde que abandonaron palacio y no era para menos, si las descubrían, quien sufriría un severo castigo sería ella. 

—¡No me llames así! —la princesa giró desesperada por el comportamiento de su dama de compañía, ella deseaba que la tratase como a cualquier otra persona, quería ser su amiga a pesar de no tener la misma edad, pero la mujer se negaba—. Por favor, vamos a divertirnos un poco.

—De acuerdo —la dama de compañía suspiró rendida ante tanta insistencia y siguió a la princesa que se paseaba por medio pueblo escuchando a las personas y comiendo todo lo que podía encontrar. 

—Haeju, ven, debes ver esto —la princesa llamó a la dama que a regañadientes se acercó a la princesa que parecía fascinada con algún tipo de espectáculo que había en las calles—. ¿Qué hacen?

—Se llama Sandaenori, es un baile con mascaras —explicó la dama con una sonrisa, el sonido de la música y la alegría de las personas era contagioso.

—Es hermoso, ¿por qué no hay esto en palacio?

—Porque es un baile que hacen los plebeyos, prin —Haeju se detuvo de golpe al ver la mirada seria de la princesa—. Sunmi.

—Así me gusta —la princesa sonrió de oreja a oreja al lograr por fin que Haeju pronuncie su nombre. 

La princesa y la dama de compañía aplaudían al ritmo de la música como los demás pobladores. La princesa agradecía que Haeju le haya prestado uno de sus tantos hanboks de su hija para poder salir del palacio sin ser identificada, estar fuera era lo mejor para Sunmi. 

No me malentiendan, ella amaba aprender cosas nuevas, asistir a sus clases y llenarse de conocimiento, pero creía que eso no bastaba si no conocía la realidad de su pueblo, y eso, eso era mejor que leer todos los libros de la biblioteca real. 

Pero con lo que no contaban Sunmi, era que en el pueblo no todo parecía ser fiesta y felicidad, ellos pasaban por momentos difíciles, duros, escandalosos, muy diferente a lo que estaba acostumbrada ver en el palacio. Y tanto la princesa cómo la dama de compañía, estaban a punto de presenciar un hecho poco común.

El baile se vio interrumpido por un alterado hombre que apareció de imprevisto y se lanzó contra los bailarines. La gente, sorprendida por la apareció del hombre poco a poco fue alejándose, no querían problemas ni ver cómo terminaría eso.

—Está ebrio otra vez. 
Comentó una mujer abandonando la multitud mientras algunos bailarines intentaban ayudar al hombre a ponerse de pie.

—Siento pena por su hija y su esposa.

La princesa no se movía, quería ver qué pasaba.

A unos cuantos pasos, el hombre se incorporó y empujó a los bailarines soltando una sarta de groserías mientras se abría paso hasta llegar a una de las bailarinas más jóvenes que se ocultaba de él.

—Siempre es lo mismo contigo, vamos a casa.

El hombre tomó del brazo a aquella bailarina y la sacudió con fuerza para luego retirarle la máscara de forma brusca.

—¿Qué hace? Es solo una niña.

La princesa, que observaba a lo lejos la escena, apretó los puños y mandíbula.

—Papá, duele —la joven bailarina intentaba alejarse del fuerte agarre de su padre, mientras pequeñas lágrimas recorrían sus mejillas—. Suéltame por favor.

—Es la última vez que me desobedeces, deberías ayudarme pero estás aquí, perdiendo el tiempo.

El hombre sacó una suerte de látigo de cuero de entre sus prendas, muy dispuesto a golpear a su hija frente a la multitud de personas que no parecía querer intervenir.

—Haeju, debemos hacer algo —la princesa movió a su dama de compañía con desesperación, pero la mujer parecía no responder a nada—.  ¿Haeju, te encuentras bien?

—Mi hija.

La princesa miró con sorpresa a su dama de compañía. ¿A caso la joven bailarina era la hija de Haeju? ¿Aquella niña de la que tanto hablaba?

En efecto, la joven bailarina era hija de Haeju, pero no podía ir a defender a su hija como siempre solía hacer cuando su esposo bebía de más, pues podrían descubrir a la princesa.

Solo el grito de dolor de la bailarina logró sacar de su burbuja a Haeju y Sunmi.

La princesa se caracterizaba por estar en contra de la injusticia y muchas veces se ganó más de un problema con su padre por lo mismo, por ello se contenía, pero en aquel momento no estaba en el palacio y nadie sabía que era la princesa.

Era hora de los héroes, o de las heroínas.

—¡Cuidado!

Gritó una mujer alarmando a los espectadores y sobre todo, a la dama de compañía.

Lo siguiente que vieron, fue a una extraña adolescente cubrir a la bailarina con su cuerpo, en consecuencia, el último latigazo que dio el hombre cayó en la espalda de la joven.

—Auch —murmuró la adolescente con una clara mueca de dolor— ¡Oiga eso duele! —. La princesa giró para encarar al hombre mientras intentaba frotar la zona adolorida.

Aprovechando la confusión, Haeju corrió hasta su esposo y se lo llevó a rastras, el hombre como estaba ebrio, solo se dejó llevar.

Sunmi ayudó a la hija de su dama de compañía a ponerse de pie y a secar sus lágrimas, era apenas una niña, había pasado un gran susto a causa de su padre.

—¿Estás bien?

La niña negó un gesto de dolor y aguantando las lágrimas.

Sunmi no sabía qué hacer, ¿cómo hacer que una niña deje de llorar?

—Esperame aquí, no te muevas.

Y dicho esto, Sunmi caminó hasta un puesto que había visto minutos atrás. Tenían una gran cantidad de dulces artesanales, Haeju siempre le daba dulces cuando era pequeña, así que suponía que a su hija le gustaría la idea también.

La joven princesa no tardó nada en comprar unos cuantos dulces y cuando por fin estuvo de regreso con la niña, se percató de algo. Haeju ya la estaba consolando.

—Compré esto, tal vez pueda ayudar en algo —Sunmi estiró sus manos hacia la niña que con timidez aceptó los dulces a pesar que Haeju se oponía rotundamente con la mirada.

—Muchas gracias por ayudar a mi hija.

Haeju hizo una reverencia ante la princesa quien solo sonrió restándole importancia a su acto de valentía, se sentía bien defender a los inocentes a pesar de sentir un ligero dolor en su espalda, si tan solo su padre y los consejeros le permitiesen hacer lo mismo en el palacio.

—¿Cómo te llamas? —Sunmi sonrió al ver cómo la hija de su dama de compañía comía los dulces como si no hubiera mañana.

—Kim Chanmi.

Respondió la niña con la voz baja.

—¿Cuántos años tienes?

—Doce años.

Sunmi abrió los ojos como platos, juraba que era una niña a penas, tenían la misma edad.

—Sunmi, deberíamos regresar —Haeju interrumpió la charla de su hija y la princesa, se había hecho tarde y pronto la reina visitaría a la princesa. Luego podría ayudar a su hija.

—¿También eres dama de compañía de la princesa? —Chanmi de inmediato miró a la princesa con ilusión, su madre siempre le habló de la princesa cómo si de una hija más se tratase.

Sunmi rió por aquella pregunta y asintió. —Si, pero debemos regresar a palacio, la princesa necesita su baño diario antes de reunirse con la reina.

Chanmi resopló al oír la palabra, reina. —Esos tiranos, por culpa del rey nos quitaron nuestras tierras y mamá tiene que trabajar para la princesa.

Para ser apenas una adolescente, Chanmi sabía bien la dura realidad que, como ella, miles de pobladores sufrían.

—¿Qué quieres decir?
Sunmi prestó más atención de la debida a la adolescente, no sabía qué pasaba fuera de palacio.

—Pri... Sunmi, debemos irnos ya —Haeju tomó del brazo a la princesa para regresar al palacio, su hija estaba a punto de meter la pata.

—Nosotros somos Sangmin, considerados como una de las clases sociales más bajas.

La clase social de los Sangmin, en su mayoría eran los campesinos, mercaderes y artesanos que, además, tenían muchas responsabilidades civiles. Por un lado tenían que alistarse en el ejército obligatoriamente, y por otro vivían altamente endeudados, ya que las tierras que trabajaban eran generalmente propiedad de los yangban.

Éstos últimos eran como parte de la clase gobernante tradicional o los llamados nobles. Ellos pertenecían principalmente a la aristocracia y algunos representaban el concepto del de oficiales educados, aunque eran básicamente administradores y burócratas que controlaban al pueblo bajo el mando del rey Yeonsangun.

—Papá se endeudó y nos despojaron de todas nuestras cosas, a cambio de tener un lugar digno donde vivir, mamá aceptó ir a servir a la princesa, eso no es justo.

Finalizó la adolescente dejando helada a Sunmi con su explicación. ¿Su padre no era buen gobernante? ¿No tenía piedad con los pobres pobladores?

—Chanmi, no hables de más, te puedes meter en problemas —la dama de compañía regañó a su hija para luego mover con suavidad a la princesa que se encontraba en un extraño trance— Es mejor que regresemos—.

—Si... nos vemos pronto Chanmi.

—Cuide mucho a mi mamá, que no se esfuerce.

—La cuidaré, nos vemos Chanmi.

La princesa y su dama se despidieron de la adolescente en un silencio que las acompañó hasta el palacio.

***

—Princesa, vamos a que tome su baño.

Haeju logró sacar de su burbuja la princesa que solo asintió y siguió a la dama.

La princesa se deshizo de las telas y se introdujo en la bañera que Haeju había llenado de agua temperada para ella.

—¡Princesa!

—¿Qué?

Sunmi miró asustada a su dama, quién tenía el mismo rostro que ella.

—Su espalda, tiene la marca del golpe.

—¿Qué?

Sunmi intentó girar y ver si era cierto lo que decía su dama de compañía, no podía tener ningún rasguño, era una señal de impureza, según había escuchado decir a la reina.

***

—¿Por qué tarda? —la Consorte real Suk-ui del clan Lee se encontraba en las afueras de la habitación de la princesa acompañada por su séquito de damas de compañía y un par de guardias reales.

—La princesa está tomando su baño diario —informaron otros dos guardias que resguardaban los aposentos de la princesa.

—Está tardando más de lo normal —la reina estaba perdiendo la paciencia y no esperaría más por ver a la princesa—. ¡Guardia Shin, abra la puerta!

Y una vez dada la orden, los guardias no tuvieron más opción que abrir las puertas de la habitación de la princesa, develado una escena que no fue del agrado de la reina para nada. 

—Dama Kim, ¿qué le pasó a la princesa? —. Cuando la reina ingresó a la habitación, lo primero que observó fue a la princesa sentada sin la parte superior de su hanbok y una larga marca rojiza que se apoderaba de su blanca espalda. 

—Me caí cuando paseaba por la biblioteca, reina Lee —Sunmi se inmediato dijo lo primero que le llegó a la mente. Si se enteraban de la verdad, el esposo de la dama Kim sería ejecutado por lastimarla y eso era lo ultimo que deseaba. 

—¿Qué clase de descuido es ese? —la reina ordenó con un simple gesto que cerraran las puertas de la habitación para hablar en privado con su hija y la dama Kim, quien se suponía debía cuidar de la princesa. 

—La lluvia de la mañana dejó las escaleras muy resbalosas, fue accidental —explicó la dama Kim siguiendo la mentira de la princesa.

—Dama Kim, su responsabilidad es el bienestar de la princesa, si no puede ser competente en su labor, puedo librarla de tan gran responsabilidad. 

Los ojos de la Haeju y Sunmi se abrieron un poco más de lo normal por aquellas palabras de la reina, la dama Kim no podía perder su trabajo, su familia contaba con ella.

—Reina Suk-ui, la dama Kim no tuvo responsabilidad alguna, todo fue causa de mi torpeza —Sunmi se colocó el resto de su hanbok para colocarse de pie—. Por favor, no castigue a la dama Kim. 

La reina observaba en silencio el comportamiento de la princesa, era demasiado compasiva para su gusto.

—Si sigues así, no servirás para guiar a tu esposo y pueblo —comentó en referencia al momento en el que sea su turno de gobernar.

—Yo no pienso casarme aún, madre. 

La reina rodó los ojos y dio media vuelta para retirarse de la habitación  —Eso pasa por escapar de tus clases reales, debes poner los pies en la tierra y dejar de fantasear, princesa —Suk-ui salió de la habitación, pero antes que los guardias cerrasen las puertas, nuevamente se dirigió a su hija—. Mañana será la fiesta de cumpleaños del rey, espero te comportes a la altura. 

—Si, reina. 

Y con esto, solo quedaron Sunmi y la dama Kim, quien de inmediato empezó a arreglar la cama para la princesa mientras ésta se dedicaba a caminar por toda su habitación con un libro entre manos.

—Haeju. 

La princesa llamó a la dama Kim quien dejó sus quehaceres para atender al llamado de la princesa. 

—¿Si princesa?

—¿Tu hija es letrada? 

La dama Kim negó con una sonrisa avergonzada, si bien era cierto que Sejong el grande implementó el alfabeto hangul, algunos de los pobladores aún eran analfabetos, entre ellos, su hija y esposo. Haeju tuvo suerte ya que conforme la princesa iba creciendo, le enseñaba a leer y escribir. Siempre fue una persona muy buena, por ello se ganó el cariño de la dama Kim. 

—Quisiera enseñarle, ¿puedo?

Haeju sonrió por la bondad de la princesa— Princesa Sunmi, no puedo traer a Chanmi a palacio, causaría muchos problemas.

—¿Quién dijo que debes traerla? Quiero enseñarle como lo hice contigo, no quiero ser como el rey o la reina.

—No creo que sea lo adecuado, usted debe cumplir con horarios estrictos para su educación, no puede escapar de palacio cada vez que quiera. 

Sunmi rodó los ojos de forma divertida y se acostó con la ayuda de la dama Kim quien la cubría con las suaves telas— A ella le gusta bailar, sería una gran oportunidad que pueda viajar por cada provincia mostrando su arte y sobre todo, teniendo una educación para que nada malo le pase. 

—Se lo agradezco princesa, pero primero debe centrarse en el evento de mañana, luego hablaremos de eso. 

Sunmi asintió desde su cama y luego de compartir una sonrisa complice con Haeju, ésta ultima salió de la habitación y del palacio. Podía quedarse junto a las demás damas y sirvientes del palacio en un espacio únicamente para ellos a un lado del palacio, pero debía cuidar de su hija y asegurarse que su esposo no la vuelva a tocar. 

***

—Con ustedes, el rey Yeonsangun.

Uno de los guardias presentó al rey quién caminaba por todo el patio real hasta ubicarse bajo un toldo junto a la reina.

Conforme el rey avanzaba, los sirvientes, invitados, consejeros, príncipes y princesas, aplaudían al ritmo de la música que celebraba el cumpleaños del gobernante.

—Es un año más de vida, espero seguir en el poder con la ayuda y apoyo de todos.

Brindó el rey dando inicio a la fiesta. Una banalidad para Sunmi, ella pensaba que podrían celebrar el cumpleaños de su padre de una forma diferente, no el gustaba quedarse sentada entre tantas personas que ni siquiera conocía y cuando intentaba entablar una conversación, la veían con desprecio.

—No por ser la hija menor significa que soy tonta —murmuró la princesa observando cómo sus hermanos mayores hablaban con los consejeros y demás gobernantes de asuntos del pueblo y el reino. 

Conforme pasaban las horas, la celebración por el cumpleaños del rey seguía, los sirvientes seguían llevando jarras de alcohol a la mesa del rey, los príncipes, incluso los consejeros y funcionarios del reino. 

La princesa Lee odiaba esa parte de las celebraciones pues conforme bebían más, se volvían vulgares e incluso agresivos. 

—Rey Yangseong, los pobladores tienen un regalo para su majestad —uno de los guardias se acercó al rey para avisarle sobre la sorpresa preparada para él, a lo que con una sonrisa y un movimiento de cabeza, indicó que podían mostrárselo. —Con ustedes, la danza Sandaenori.

Al escuchar el nombre de la danza, Sunmi de inmediato elevó la mirada y con mucha curiosidad buscó a los bailarines del pueblo que uno a uno se iban ubicando en medio del gran patio. 

Un grupo de nueve bailarines dio inicio a su coreografía animando a todos los presentes, sobre todo a Sunmi, quien parecía la más emocionada por el simple hecho de ver por fin a pobladores dentro de su palacio. 

Cuando la danza terminó, una ovación de aplausos inundó el lugar, sin duda el rey había disfrutado el espectáculo y eso era lo que importaba, aunque no todos los bailarines estaban felices de bailar para el rey. 

—Ahora regreso. 

Sunmi se escabulló silenciosamente abandonando su lugar y siguió en silencio a los sirvientes para salir del palacio, quería hablar con los bailarines y agradecerles ya que ni bien terminaron su espectáculo y luego de los aplausos, el rey ordenó que los sacaran sin más. 

—Princesa, ¿qué hace aquí? —Haeju, al ver a la princesa intentar seguir al grupo de bailarines, dejó sus quehaceres a un lado y corrió detrás de la adolescente. 

—Quiero ver a los bailarines, si el rey no agradeció el regalo,  yo lo haré. 

Haeju negó rendida por la bondad de la princesa y con un gesto le indicó la siguiese. 

—¿Qué hacemos aquí? —la princesa miraba con asombro el lugar donde su dama de compañía la había conducido. 

—Si quiere salir a verlos, primero no debe verse como la princesa, eso la metería en problemas con el pueblo y su padre, recuerde que nadie la debe conocer hasta que se comprometa.

Si, extrañas reglas del rey que solo aplicaba con ella pues las demás princesas consortes ya estaban comprometidas  y algunas en matrimonio. 

Haeju se ocupó de cambiar el hambok de la princesa a uno más sencillo y le retiró la mayoría de accesorios de su cabello pues Sunmi no dejaba de apurarla, los bailarines estaban por abandonar el palacio y sería mucho más difícil para ella alcanzarlos. 

—¡Gracias Haeju! —la princesa elevó solo un poco la parte inferior de su hanbok para poder correr detrás del grupo de bailarines, pero algo que llamó su atención detuvo sus impulsos. 

Una de los bailarines se desvió del grupo, ingresando, casualmente, a su residencia real. 

Sunmi detuvo sus pasos y guiada por la curiosidad, empezó a seguir a la bailarina en silencio, quería ver cuál era su fin. 

—Mamá debe estar por aquí, ojalá no me haya confundido —murmuraba la bailarina conforme avanzaba por la residencia de la princesa, según indicaciones de Jang Da Hye, una de sus amigas que anteriormente trabajó en el palacio.

Sin embargo, no contaba que dentro de un palacio, los guardias de seguridad rondaban cada cierto tiempo y que, posiblemente, se viese envuelta en un gran problema. 

—¿Quién anda ahí? 

Uno de los guardias, alertado por un extraño sonido, desenvainó su espada y su mirada se paseaba por todo su alrededor, juraba haber oído a alguien. 

Sunmi, quien observaba desde una distancia prudente, abrió sus ojos lo más que pudo y sin pensarlo dos veces, corrió hasta la bailarina que se había quedado congelada al oír al guardia. La tomó del brazo y de un solo tirón, la llevó con ella para esconderse tras la pequeña habitación que servía como una biblioteca especial para la princesa. 

La bailarina miró asustada a la princesa, estaba a punto de soltar un grito, pero Sunmi al notar su impulso, se apresuró a taparle la boca con una mano y con la otra, hizo una señal con su dedo sobre sus labios indicando que guardase silencio. 

—¿Oficial Shin, qué hace? —al parecer era otro guardia y se oía cada vez más cerca. 

Los rostros de la princesa y la bailarina palidecieron, estaban a solo unos pasos de descubrirlas. 

—Escuché unos pasos. 

—No sea paranoico, seguro era yo. 

—No lo creo.

—Olvidelo, el rey solicita su apoyo, la princesa ha escapado otra vez.

Lo siguiente que escucharon las dos adolescentes fueron los pasos de los guardias alejarse de ellas y cuando pensaron que estaban lo suficientemente lejos, dejaron salir un largo suspiro de alivio. 

—Gracias, me salvaste la vida —la joven bailarina sonrió de oreja a oreja, pero algo llamó su atención —. Espera, tu eres la otra dama de compañía de la princesa. 

Sunmi miró confundida a la adolescente, incluso ladeó su cabeza un poco al no entender de lo que hablaba. 

—Ayer tu me ayudaste, estabas con mi mamá. 

Y ahí fue cuando la princesa cayó en cuenta de quién era aquella adolescente. 

—¡Chanmi! —gritó al recordar su nombre, pero de inmediato bajó la voz asustada por la posibilidad de ser descubierta.

—¡Baja la voz! —la adolescente gritó entre susurros logrando hacer reír a Sunmi.

—Lo siento, me emocioné. 

—Parece que no tuvieras amigas —bromeó la adolescente dejando en silencio a Sunmi, era cierto —Gracias por salvarme, si no hubieras sido tu, seguro estuviese metida en un gran problema. 

—No debes agradecer, debes tener más cuidado. 

—Lo sé, lo sé, pero estaba buscando a mi madre, ¿la viste?

Sunmi asintió con suavidad mientras se colocaba de pie, guiaría a Chanmi hasta su madre. —Te llevaré con ella.

Las dos adolescentes caminaron en silencio, Chanmi seguía a Sunmi mirando con asombro la infraestructura del palacio y de vez en cuando, se escondían de los guardias para luego estallar en risas, pues según la plebeya, parecían fugitivas. 

—¡Kim Chanmi! ¿Qué crees que haces aquí?

Cuando la princesa y Chanmi encontraron a la dama Kim, la mujer de inmediato empezó a golpear con una tela a su hija mientras ésta reía divertida. Era justo la razón por la que quería visitar a su madre, quería ver esa reacción. 

—Dama Kim, no haga eso —Sunmi intervino alejando a Chanmi de su madre como si quisiera protegerla. 

—Te meterás en problemas y a mi también —la mujer suspiró rendida. No solo tenía que lidiar con las travesuras de la princesa, ahora también debía vigilar a su hija.

—No te preocupes mamá, tengo a la dama de compañía de la princesa, ella me va a ayudar a salir, ¿cierto? —Chanmi miró a Sunmi con una sonrisa llena de esperanza, la princesa rió con nerviosismo. 

La dama de compañía Kim le brindó una mirada de reproche a la princesa por engañar a su hija de tal forma, pero ya estaba hecho, aquellas dos adolescentes estaban acabando con su vida. 

Sin embargo la conversación se vio interrumpida por unos fuertes golpes en la puerta. 

—¡Dama Kim! ¡Abra la puerta! 

—Son los guardias —murmuró Sunmi con temor. 

—¡La princesa Lee ha desaparecido otra vez! Necesitamos que nos ayude. 

—¡Si, ya salgo! 

Sunmi tomó del brazo a Chanmi y a rastras la llevó hasta el final de la habitación donde un par de biombos cubría una puerta que llevaba a uno de los jardines del palacio. 

—Camina rápido —la princesa regañó a Chanmi quién no quería salir aún de la habitación.

En el preciso momento que la dama Kim abrió las puertas para permitir el ingreso de los guardias, la princesa y Chanmi ya habían abandonado el lugar. 

—¿Por qué siempre me llevas arrastrando? ¿Sabes que puedo caminar? —reclamó la adolescente causando la risa de Sunmi y que ésta soltara por fin el brazo de la adolescente. A pesar de ser de la misma edad, Chanmi parecía mucho más vivaz que la princesa. 

—Es muy lenta, podrían atraparnos —habló la princesa caminando junto a la adolescente por el único sendero que las llevaría a través del jardín. 

—Hablas muy formal, según mamá tienes mi edad, ¿por qué hablas tan extraño? 

Sunmi soltó una risa divertida —Haces muchas preguntas, ¿sabes?

—¿Eso crees? —Chanmi sonrió observando el camino, hasta que llegaron al estanque de flores de loto al centro del jardín —. Esto es...

—¿Asombroso? 

Chanmi asintió repetidas veces. 

—Debe ser entretenido vivir aquí. 

—Algo así —Sunmi avanzó unos cuantos pasos hacia  Chanmi y la guió hasta la orilla del estanque —. ¿Cómo es la vida fuera de palacio? 

—¿Nunca has salido de aquí? 

Mala idea, Sunmi se había expuesto demasiado por solo intentar saber más sobre las carencias que pasaba el pueblo. 

—Quiero saber otro punto de vista.

—Bien, si quieres saberlo, es horrible si no tienes los recursos suficientes. Cada mes llegan a casa a cobrar tributos y si no los tenemos, mamá es quien sufre —empezó a narrar la adolescente con clara molestia en su rostro mientras observaba su reflejo en el estanque —. Al ser hija única, debo ayudar a papá a transportar la mercancía, al menos lo único bueno de todo esto es que estoy aprendiendo a montar caballo.

El silencio se hizo presente una vez Chanmi terminó su relato, la princesa había quedado perdida en sus pensamientos. 

—Oye, tampoco es tan malo lo que te conté, ¿por qué tienes ese rostro? —Chanmi llevó su mirada a la princesa y le brindó una sonrisa reconfortante seguido de una suave caricia en el hombro, que logró sacarla por fin de ese trance. 

—Si, lo lamento —Sunmi hizo una pequeña reverencia en señal de disculpa, para luego cambiar por completo su humor —. Te propongo algo. 

Chanmi prestó total atención a la princesa. 

—Te enseñaré a leer, si tu me enseñas a montar caballo y bailar. 

Chanmi soltó una pequeña carcajada ante tal propuesta, la adolescente lucía muy frágil como para poder siquiera subir a un caballo o siquiera bailar... Aunque ella tampoco era la figura ideal de fuerza, debido a las carencias que pasaban, Chanmi tenía un cuerpo muy delgado y muchas veces solía enfermarse gravemente. 

—Está bien, acepto. 

—¡Genial! —la princesa pegó un brinco de la emoción. 

—En serio estoy pensando seriamente que no tienes amigas. 

Sunmi dibujó un puchero en sus labios y empujó con suavidad a Chanmi. —No tiene nada de malo no tener amigas. 

La adolescente rió por aquella confesión y le devolvió el empujón a la princesa, causando su risa —Bien, entonces seremos amigas. 

—Ahora ve a casa, te guiaré a la salida, debo regresar a buscar a la princesa —Sunmi se sentía extraña por hablar de sí misma en tercera persona. 

—Como digas, Sunmi. 

Las adolescentes retomaron su rumbo hasta la salida más cercana y libre de guardias, un semi muro que Chanmi podía subir con facilidad solo si Sunmi la ayudaba. 

—¿Cuando será mi primera clase? —Chanmi cuestionó con diversión mientras pisaba las manos de Sunmi que servían como escalera para saltar el semi muro. 

—Ten paciencia, te sorprenderé cuando sea el momento.

—Entonces, hasta pronto. 

—Nos vemos, Chanmi. 

La adolescente movió su mano de un lado a otro con una amplia sonrisa antes de desaparecer por completo de la vista de la princesa. Amabas sonreían emocionadas, era una amistad extraña y estaban seguras que a pesar de los problemas en los que se pudiesen meter, sería divertido intentarlo.

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¡Hola! Un nuevo capítulo aquí, espero les esté gustando la nueva historia, es algo más complicado para mi, pero me gusta.

No olviden comentar y votar, muchas gracias por todo.

 

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