Aún sigues aquí [1/2]

Si me amas, sálvame

El miedo no ha dejado de mirarme. Grito en el silencio soñando despierto que todo es mentira... que aún sigues aquí.

 

Yixing se veía a sí mismo en el reflejo quebrado de un espejo de cuerpo entero. Se veía a sí mismo desnudo de pies a cabeza, cubierto solo por manos que buscaban tocar, arañar y desgarrar su piel sin darle la oportunidad de defenderse. Se veía con manchas de sangre recorriendo sus brazos y piernas. Se veía atado a un poste y veía a todas las personas que conocía burlándose de su debilidad y cobardía.

Yixing se veía a sí mismo junto al cadáver calcinado de Sehun.

 

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Se movió para ocultarse de los rayos de sol golpeándole el rostro. A sus treinta y un años, seguía teniendo pesadillas que lo despertaban a mitad de la noche y lo dejaban temblando sobre las mantas hasta que su cuerpo era incapaz de soportar más la posición y se obligaba a vivir un nuevo día.

Después del accidente, utilizó la indemnización que Suho, quien siempre había sido acomodado económicamente hablando, tuvo que pagar para marcharse de Seúl y asentarse en un pequeño pueblo junto a un bosque a unas diez horas de la capital, donde vivió los siguientes nueve años. Si a la existencia que llevaba se le podía llamar vida.

Tomó un cigarro y un encendedor de su mesa de noche y emprendió el camino hacia la cocina. Tenía un par de días libres antes de volver a su consulta y ya se estaba desesperando por el tiempo muerto. Durante las dos semanas anteriores solo se había molestado en fumar y comer apenas cuando se sentía famélico, un par de veces fue a visitar la tumba de su madre y nunca se molestó en atender su teléfono.

Se encontró con una mancha de sangre seca sobre el piso flotante del pasillo y rastros que lo llevaban al baño. Buscó rápidamente algo de papel y comenzó a refregar la imitación de madera mientras destrozaba el filtro con los dientes, para después encontrarse nuevamente en su casa, completamente solo y sin nada que hacer.

Al otro lado del ventanal de la sala, los rayos solares se abrían paso con fuerza entre los árboles y sus ramas. Le agradaba ver las sombras borrosas creadas por las hojas proyectarse en los vidrios y a veces evitar que se quemara las retinas mirando el cielo. Le gustaba tener esa extraña conexión con la naturaleza, no dar nada y no esperar algo a cambio, era una fructífera relación.

Cuando ya no pudo soportar más el gruñir de sus órganos al interior de su abdomen, decidió que tal vez podría comer algo, pero su alacena estaba llena de ramen y unos que otros vegetales en estado de descomposición. Debía ir al mercado, pero su cuerpo se negaba a tener energía para cualquier cosa aparte de respirar. Tal vez mañana…

Recordó las manchas en el suelo y decidió que estaba aplazando demasiado sus obligaciones, así que tomó las llaves, su billetera y una chaqueta delgada para salir al mundo.

La gustaba pasear por las calles repletas de niños y familias disfrutando del clima, le gustaba ver las sonrisas en los rostros de las personas y a veces se sentía tentado a responderlas. Casi había olvidado lo que significaba sonreír, pero eso no significaba que dejara de ser agradable y educado con las personas que se topaba en el camino. Tenía muy buena relación con sus vecinos, una pareja de ancianos a los que solía visitar una vez a la semana y habían llegado a ese lugar para morir, en sus propias palabras. Decían que los pueblos tranquilos como ese solo servían para criar hijos y retirarse, no entendían como alguien tan joven como Yixing había llegado a enterrarse ahí, pero no juzgaban sus decisiones, pues el chino se encargaba de ayudarlos en tareas que sus años les impedían realizar y hablar con él les parecía muy divertido.

Yixing disfrutaba de la vida como no debía hacerlo, pero no le preocupaban las repercusiones que su libertad podía tener, había dejado de llorar a Sehun hace mucho tiempo y solo quedaban de él los rastros de la felicidad robada.

Saludó con una sonrisa y una reverencia a la viejita de la panadería donde cada día compraba tres hogazas de pan y la mujer le regalaba un trozo de pastel de chocolate con frutillas y crema de mantequilla, argumentando que estaba demasiado delgado para su gusto. Cuando llegaba a su casa, Lay se comía una hogaza de pan junto a un plato de ramen y el pastel, junto al resto del pan, quedaba abandonado en la mesa de la cocina hasta que alguien lo encontrara.

Paseó por un parque y se sentó en una banca de madera bajo la sombra de una frondosa falsa acacia. Entonces tomó una profunda bocanada de aire y respiró, lento y pausado, dejó que aire entrara por su nariz hacia sus pulmones y, cuando el viento sacudió las flores pálidas y estas volaron en todas las direcciones, Yixing sonrió. Después de todo, él podía respirar, podía sonreír… Estaba vivo.

Volvió a su casa sintiéndose más ligero de lo que esperaba, como si todos los pesos que cargaba en sus hombros se desvanecieran con una simple caminata y la idea de tener la despensa abastecida en caso de alguna emergencia.

Entró a la estancia solitaria, encontrándose con los rayos salmones entrando por la ventana de la cocina y lamiendo la madera falsa del piso flotante, los sillones blancos y las paredes pálidas. Sobre la mesa, un trozo de papel del tamaño de una tarjeta de presentación contrastaba con el negro de la madera.

Con la caligrafía temblorosa de lo que debía ser un niño apenas aprendiendo a escribir, dos letras occidentales se leían: DO.

Dejó la compra sobre la mesa de la cocina mientras echaba a la basura los vegetales podridos y los envases de comida congelada desperdigados por el suelo y el lavaplatos, lavó la poca loza que tenía sucia y sacó la basura al patio antes de cambiarse la ropa por algo más cómodo y abrigado, ya que comenzaban a entrar brizas frías por las ventanas abiertas, para finalmente, rebuscar en su closet el portátil gris que utilizaba en el trabajo y lo encendió.

Abrió un par de redes sociales y chequeó el correo antes de volver a la mesa y tomar el papel blanco, recordando vagamente a Do Kyungsoo.

Cuando decidió abandonar Seúl definitivamente luego del accidente, se prometió nunca escarbar en el pasado, nunca buscarlo ni revivirlo, pero tenía demasiado claro que la historia que se repite una vez, puede repetirse dos y hasta tres, y todas las vergüenzas, todas las ignominias y los cadáveres ocultos en su closet, volverían a atacar no solo sus sueños.

Encontró un perfil de Luhan en una de las redes sociales, en la única que tenía algo de su pasado. De esa forma, ultrajaba todas sus intenciones de olvidar, porque cada vez que veía alguna publicación de Luhan, caía ante la tentación de revisar los perfiles de los demás y ver qué tan bien estaban sus vidas. Así supo que Jongin se había convertido en un reconocido coreógrafo luego de fracturarse la cadera en un musical, mientras que D.O., con quien convivía desde hace siete años, trabajaba de pastelero en un restaurant de comida vegana. A través del perfil de Luhan fue que llegó al mar de condolencias y sentidos pésames que la gente comenzaba a publicarle a Kai por su pérdida.

Con algo de interés pintado en el rostro, tecleó en el buscador el nombre de Do Kyungsoo y rápidamente llegó a la sección de las defunciones de un diario local.

“El afamado ex conductor del programa “Dulce con D” fue hallado muerto esta madrugada luego de que uno de sus vecinos llamara a la policía a eso de las 4 de la madrugada producto de una explosión ocurrida en el departamento que el pastelero compartía con el coreógrafo Kim Jongin. En estos momentos la policía investiga la implicancia de terceros en lo ocurrido, pero todo lo que se sabe hasta ahora es que sería producto de un corto circuito en alguno de los electrodomésticos.”

Lay esperó sentir una oleada de tristeza cuando terminó de leer la noticia y las sentidas palabras del representante legal de D.O., ya que Kai se había negado a dar entrevistas, pues su dolor estaba demasiado fresco y era incapaz de aceptar que Kyungsoo, el amor de su existencia –citando textualmente sus propias palabras-, estuviera muerto.

Nada ocurrió, ni tristeza ni alivio, ni siquiera un rastro de compasión por Kai, a quien comprendía demasiado bien, incluso más de lo que querría. Tal vez Kai sí llegó a amar a Kyungsoo como este lo amaba cuando eran jóvenes, cuando D.O. tenía que soportar ver a Kai babear y reverenciar el piso por el que Sehun pasaba. O tal vez no, tal vez todo era una farsa y Kai no se atrevía a dar entrevistas porque sus habilidades actorales le impedían fingir tristeza frente a otras personas… Como fuera, Yixing no sintió nada.

Al día siguiente, volvió a teclear el nombre de Kyungsoo y a leer las noticias de su muerte. Esta vez Kai sí se había pronunciado.

Según el peritaje, alguien encendió el microondas con un embace de aluminio en el interior luego de abrir al máximo las llaves del gas de la cocina.

Un asesinato.

Entonces todo lo que Kai dijo fue que nadie descansaría hasta dar con el asesino y encerrarlo por el resto de su vida en la cárcel, porque “nadie que dañe a alguien tan inocente y dulce como Kyungsoo merece vivir en paz.”

Yixing sonrió ante la ironía de la situación, pues Kai había jurado en el pasado amar eternamente a Sehun, pero fue incapaz de soltar una lágrima en su funeral o después de este. Fue incapaz de dejarlo ser feliz con quien él quisiera. Ni siquiera había amado de verdad a Kyungsoo, al menos hasta la última vez que Yixing lo vio. Y ¿dulce? D.O. nunca fue algo similar a dulce, era más bien una masa de carne y huesos amargada, que apuñalaba a todos con la mirada, en especial a él y Sehun. D.O. no tenía ni un pelo de inocente y menos aun dulce, pero ¿qué sabía él? Habían pasado casi diez años desde la última vez que vio a los coreanos. Diez años desde que se despidió en silencio y con lágrimas secas en los ojos con la esperanza de nunca volver a verlos.

Tal vez hasta D.O. se había vuelto alguien agradable con el paso del tiempo y la ausencia de Sehun.

Aun recordaba perfectamente el veneno en su voz cada vez que decía, más bien escupía, el nombre o algún apodo del menor.

- Debes dejar de perseguir a ese bastardo –lo escuchó mascullando en el baño de hombres a la hora de almuerzo, era un día de invierno y Lay apenas escuchaba su voz sobre el repiqueteo de la lluvia en el techo y las ventanas.

- No hables así de Sehun –gruñó Kai y Lay escuchó el sonido del golpe contra la puerta de uno de los cubículos y una risa amarga de parte del más bajo.

- Ese perro ya tiene perra a la que montarse… y no eres precisamente tú el afortunado –lo siguiente que escuchó fue una tormenta de golpes caer sobre las temblorosas separaciones de los cubículos y un grito ahogado de Kai cuando estuvo solo.

Más tarde, mientras Lay y Baekhyun compartían turno en la cafetería, Kai hirviendo en ira como estaba, empujó a Yixing cuando este llevaba una bandeja con refrescos y café caliente a una mesa, provocando que el chino cayera sobre los trozos rotos de loza y se hiriera la mano izquierda. Por supuesto que fingió inocencia y lo ayudó a levantarse, ofreciéndose también a limpiar, a lo que el chino se negó rotundamente, en especial después de ver la mirada burlona que Kyungsoo le lanzaba al moreno.

Yixing no sabía si debía sentir lástima por sí mismo por ser el objetivo de su ira o por ellos, por compartir ese tipo de sentimientos destructivos que les consumían el alma. Lay podía ver perfectamente como ambos se estaban destrozando por los celos, pero él no podía hacer nada para detenerlos. Ni sus sentimientos ni sus acciones.

Y como si fuera poco, todos los gastos fueron reducidos de su paga al final de la semana.

Leyó los mensajes de condolencias que el mundo le dedicaba a Kai, diciendo que D.O. debía encontrarse en un lugar mejor, como si eso sirviera de consuelo. Yixing había escuchado las mismas palabras durante la ceremonia que hicieron luego de juntar los restos de Sehun encontrados en los autos y cremarlos.

La madre de Sehun había llorado amargamente en el hombro de Lay y él se había sentido inútil, pues no encontraba palabras que pudieran disminuir la tristeza, porque todos esos pésames llenos de esperanza no eran más que palabras sin fundamentos dichas al aire.

Sehun no estaba en un lugar mejor, porque para él no había nada mejor que los brazos de Yixing, tampoco debía estar feliz por haberlo conocido, porque ser correspondido por la única persona a la que amaba y ser abandonado por ella nunca podría tener un lado positivo.

Cansado de los recuerdos, cerró las páginas de internet e intentó ignorar el hecho de que Do Kyungsoo estaba siendo despedido con todas las pompas funerarias en Seúl.

Aun le quedaban dos días para volver a trabajar y debía terminar de redactar dos informes antes sobre los últimos dos pacientes que estaba tratando, así que se sacudió los pensamientos de muertes y recuerdos, y se concentró en lo que debía hacer.

Su último día de vacaciones fue uno de esos tantos días en los que permanecía en la cama mirando el techo, fascinado por la forma en que la luz del sol se reflejaba y bañaba todo el lugar a mediodía para luego teñir las paredes de un cálido color naranja cuando llegó el atardecer. La ubicación de esa habitación fue la razón de que eligiera esa casa para vivir, porque los últimos rayos del sol al caer la tarde daban de lleno a su cama. Siempre le habían gustado los atardeceres coloridos, desde los rojos apocalípticos hasta el morado sangriento con que se pintaban las nubes cuando el sol se ocultaba en el horizonte, la belleza de la llegada de la noche. El cielo ennegreciéndose paulatinamente y las estrellas titilando claramente en el firmamento cuando no había otro astro mayor que opacara su luz.

Lay había aprendido a disfrutar de los pequeños placeres de la vida, pero cuando la noche llegó y una briza fría los devolvió a la realidad del mundo de los sueños, sintió el olvidado vacío en su pecho y una crisis de angustia abriéndose paso y arrasando con todas sus emociones. Esto solía pasar con más frecuencia últimamente y este debió ser gatillado por la muerte de D.O. y todas memorias amargas que trajo consigo.

- Te extraño, Hunnie –susurró a la nada fría y oscura de la noche antes de forzarse a sí mismo a volver a dormir.

Cuando la mañana siguiente llegó, Lay no tenía ganas de volver a la consulta, solo quería envolverse con sus mantas y volverse uno con el género, pero no pensaba dar su vida por vencida solo por un repentino ataque de tristeza en medio de la noche, así que con los brazos entumecidos y las piernas temblorosas, se sentó al borde de la cama, encontrándose con un pequeño charco de sangre coagulada junto a la alfombra negra. Con un suspiro, sacó unos cuantos pañuelos desechables del cajón de su velador y limpió el suelo para luego ir con paso decidido a la ducha y comenzar su día.

Desayunó un par de tostadas con mermelada y una gran taza de café cargado, dejando cuatro tostadas sobre la mesa junto a un termo de café caliente antes de salir.

El día pasó rápido y lleno de cosas que hacer, papeleo que rellenar y nuevos casos que atender. Ese día tenía cuatro citas agendadas, un caso de un pequeño niño de seis años que había amenazado a su hermana mayor con un cuchillo, también una pequeña niña de cinco que aun no se molestaba en pronunciar alguna palabra pero siempre intentaba tocar y pellizcar la margarita en la mejilla derecha de Yixing. Otro niño más grande que se divertía haciéndole gestos obscenos a sus profesores en clases y un par de hermanos con estrés post traumático luego de ver a su padre ser asesinado por un ladrón fuera de su casa.

Tratar a niños era muy complicado, Lay lo tenía claro cuando decidió irse por esa rama de la psicología, pero tenía la esperanza de poder ayudar en su crecimiento, de poder ayudarlos a ser mejores personas cuando crecieran.

Mancillada por las experiencias del resto de su vida, apenas recordaba su propia infancia, pero se esforzaba por creer que había sido algo maravilloso.

Y cuando veía las sonrisas de los niños al dejar su consulta, realmente creía que estaba haciendo algo bueno por el mundo. Tal vez si alguien como él hubiera estado cerca en su crecimiento su vida hubiera sido diferente, tal vez habría tenido la fuerza para luchar contra Yi Fan y sus secuaces, tal vez habría sido alguien que Sehun realmente mereciera a su lado.

Pero los “y si hubiera” eran casi tan dolorosos como los “peros”, porque él había amado a Sehun con su vida, pero eso no fue suficiente.

Sintiendo su cuerpo ligero luego de un día productivo, llegó a su casa y se encontró con un gran bulto desordenando las mantas de su cama, donde se dejó caer y se acurrucó haciéndose ovillo con la intención de entrar en calor. A su lado, sentía el cuerpo de Sehun moverse, pero no sabía si era su imaginación o la realidad, tal vez se trataba de una realidad distorsionada por su imaginación, pero abrazó esa sensación y se acunó contra ella, porque no importa el tiempo que había pasado desde el accidente ni la tristeza que trajo a su vida, él nunca dejó de sentir a Sehun a su lado.

 

A mediados de septiembre, cuando el clima comenzaba a enfriarse más y apenas podía mantener las ventanas abiertas, disfrutaba de paseos por el bosque durante las tardes de ocio, vestido con una chaqueta gruesa, jeans y botas, se adentraba a los pasadizos naturales creados por los árboles y sus raíces. Le gustaba sentir el aire húmedo penetrar su nariz con cada respiración y el sonido de los animales en la lejanía, como sí él y la naturaleza hablaran el mismo idioma y se volvieran uno mientras el sol que caía encendía las hojas secas.

Después de estar todo el día en el exterior, volvió a su casa con una par de hojas, cuyas formas llamaron su atención, en las manos. A pesar del clima frío y de ya estar helado por llegar del exterior, se acercó a abrir una de las ventanas de la cocina, pero fue innecesario, ya que esta ya estaba abierta y el alfeizar cubierto por una capa de sangre coagulándose. Paseó la mirada por todo el lugar, buscando alguna pista que lo llevara al origen de esa sangre, pero todo lo que encontró fue un nuevo trozo de papel blanco sobre la mesa de roble negro.

De nuevo, con letras infantiles y occidentales, se encontró con un apodo: CHEN.

No sabía si quería o no saber qué era lo que eso significaba, pero después de prepararse un plato de ramen y dejar una hogaza de pan con queso junto a un termo con café sobre la mesa de la cocina, se dirigió a la mesa de centro de la sala y prendió su notebook gris para revisar su correo antes de abrir alguna red social y buscar a Luhan. Su foto de perfil era una imagen alegre de él y Minseok caminando por una concurrida y nevada calle. Pero ignoró las imágenes de su felicidad para leer sus últimas publicaciones. Las condolencias volvían a llenar su perfil, deseándole a Chen un buen viaje a donde sea que van las almas al final de la vida.

Kim Jongdae ahora estaba haciéndole compañía a Do Kyungsoo en el purgatorio o donde fuera que pudiera expiar sus culpas y, tal vez, luego de hacer penitencia, pudieran llegar al cielo si es que tal cosa existe.

Tomó la tarjeta blanca de la mesa y, al igual que hizo el mes anterior con la que tenía plasmadas las letras DO, la quemó el lavavajillas para luego dejar correr el agua y que esta se llevara las cenizas de todas sus culpas.

Al día siguiente, en las noticias amarillistas de la prensa online, leería los detalles de la muerte de Chen.

Luego de que Suho asesinara a Sehun, el heredero de uno de los bufetes de abogados más reconocidos de Seúl, se vio en la obligación, por orden del juez, de recibir tratamiento psicológico. Luego de dos años de terapias sin sentido, lo único que lo ayudó a salir del pozo de miseria en que estaba sumido fue el constante e incondicional apoyo de Chen quien por ¡oh, milagro! Se convirtió en abogado y llegó a trabajar para el padre de Junmyeon. Fuera como fuera, la vida de ambos mejoró cuando Suho comenzó a corresponder los rastreros sentimientos de Chen. Y todo esto Lay lo sabía por espiar el perfil de Luhan, porque todos ellos siguieron con sus vidas, pasaron la página luego de la muerte de Sehun y se olvidaron del adolescente de cabellos multicolores que solía hacerlos reír con su seriedad. Olvidaron las humillaciones y los desprecios hacia el mismo, permanecieron en su propia burbuja, felices de no ser ellos quienes lloraban sobre los restos calcinados de su amor.

Pero como justicia romántica, las tornas se daban vuelta y ahora, Suho y Kai, lloraban las pérdidas amargas de la misma forma en que Yixing había y seguía llorando a Sehun. Debía sentirse feliz, debía al menos tener un poco de rencorosa ersidad en el interior y estar alegre de verlos llorar lágrimas pesarosas, pero era una pena saber que no importa cuánto sufran los demás, él nunca superará la muerte de Sehun.

La muerte de Chen fue algo irónico de leer, pues fue en un accidente de tránsito. Según los noticiarios, el abogado reconocido por su lucha a favor de los derechos humanos y su permanente apoyo a las minorías, habría muerto en un choque ferroviario. Los testigos que presenciaron el accidente dijeron que un auto se cruzó en el camino del que Chen manejaba, impidiéndole el paso hasta que las barreras de seguridad bajaron. Un hombre vio a Chen intentar abrir la puerta del auto para bajarse cuando se dio cuenta de que estaba atrapado y que el tren se acercaba a toda velocidad, pero que estas parecían trabadas. En el mismo momento en que el tren apareció en su campo de visión, el otro conductor echó a andar su vehículo y se alejó, siendo demasiado tarde para el abogado. Al otro día, la noticia había crecido y la policía había encontrado pruebas que determinaban que los seguros de las puertas habían sido deliberadamente alterados para que Jongdae no pudiera abrirlas al darse cuenta de que no podía avanzar, al igual que la marcha en reversa del auto no funcionaba. Todo apuntaba a un asesinato, ¿cómo podría no serlo? si el conductor del otro vehículo tenía el rostro cubierto, al igual que las placas del auto, que fue encontrado a orillas del Río Han horas más tarde, sin huellas que dieran pistas del conductor, pues era un auto robado.

Cerró las ventanas de internet y se dejó caer sobre el sofá blanco, pensando en Chen y Suho. Recordó el día del funeral de Sehun y la visita que Chen le hizo antes de que Yixing se marchara definitivamente de Seúl.

Su madre había salido a hacer las compras de la semana con la idea de darle algo para el camino y para cuando llegara a su destino, cuando alguien golpeó suavemente la madera de la puerta principal. Gruñendo por lo bajo a su madre, abrió sin molestarse en mirar de quién se trataba.

Chen entró corriendo, como un toro frente a una cortina roja, tacleándolo hasta acabar ambos en el piso en una mezcla insufrible de miembros.

- ¡Espero que estés contento! -Lay no tuvo tiempo para responder, pues su cabeza estaba siendo azotada contra el piso mientras intentaba con esfuerzos inútiles liberarse de las piernas de Chen-. Ahora por tu culpa Suho está en la cárcel.

- Suho está en la cárcel porque es un asesino -gruñó escupiendo sangre en el rostro de Chen y devolviéndole uno de sus tantos puñetazos, lo que dejó al otro tambaleando sobre su cuerpo.

- ¿Qué es lo que siempre vio en ti? No eres atractivo -dijo sentándose a horcajadas sobre su pelvis e inmovilizándole los brazos sobre la cabeza. Chen siempre fue más alto, aunque no mucho, y más fuerte que Lay, por lo que no le suponía un gran esfuerzo paralizar los movimientos de su cuerpo-, no eres divertido y cuando hablas pareces retrasado, ¿por qué no solo volviste a China cuando comenzaste a arruinar todo?

Yixing no hizo el intento de responder a todas esas preguntas retóricas, tenía la seguridad de que Chen no estaba en su casa para resolver todas sus dudas existenciales, sino que buscaba darle algo de consuelo a su alma miserable cometiendo actos igual de bajos que Junmyeon, al menos así lo comprendió Lay cuando sintió su lengua húmeda recorrerle el cuello y morderle la clavícula.

- Tal vez eres una zorra en la cama y por eso estaba tan obsesionado contigo -comentó restregándose contra su cuerpo mientras intentaba desabrocharle los pantalones.

Yixing había sido más débil, pero el miedo y la furia ciega convirtieron esa debilidad en una fortaleza inhumana cuando Chen intentó tocarle la entrepierna sobre la ropa.

- El problema es que tú solo eras un perro faldero detrás de su rabo -haciendo fuerza solo con sus brazos para mantener a Chen en su lugar y luego empujarlo un poco, le dio un rodillazo en la entrepierna y vio al coreano contraerse en posición fetal con las manos en sus partes nobles-. Que Suho esté en la cárcel es consecuencia de sus actos y que nunca te haya querido... Bueno, la forma en que lloras ahora lo explica todo.

Lay nunca supo de dónde sacó la fuerza necesaria para decir esas cosas y menos aun para arrastrar a Chen hacia el pasillo y empujarlo hacia el exterior del edificio con la esperanza de nunca volver a ver su rostro grotesco.

Y así fue hasta el momento en que uno de los noticiarios mostró una imagen de la entrada al edificio principal del Buffet de abogados Kim, donde en la fachada tenían de ornamento una fotografía de Chen sonriendo abiertamente. Algo patético y de mal gusto, si le preguntaban a Lay.

Ahora Chen estaba muerto, sin tristezas ni arrepentimientos, solo muerto. Simple y llano, la verdad vacía de la muerte humana, sin despedidas ni buenos deseos. Con un adiós susurrado al viento que nunca escucharía.

Yixing odiaba sentirse lleno de rencor aun después de diez años, pero no podía evitar la furia burbujeando en su interior cuando pensaba en todo lo que se le fue arrebatado, no solo por Suho durante el accidente, sino que por todos ellos antes, cuando tenía a Sehun a su lado e intentaba ser feliz con él.

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Comments

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kiiemii #1
Soy la primera suscriptora; el plot de tu historia luce interesante.^^
Esperaré por la siguiente actualización<3.