Todo juntos [1/2]

Si me amas, sálvame

... Compartimos la diversión, cargamos las penas... Todo juntos.

 

Yixing creía que el mundo es un lugar demasiado pequeño que, a pesar de estar básicamente sobrepoblado, no nos da la oportunidad para conocer a todas las personas que lo habitan, por el contrario nos obliga a movernos en círculo por toda nuestra vida, manteniéndonos rodeados siempre de las mismas personas o de personas de la misma clase, colisionando con ellas sea cuál sea la dirección en que nos movemos. Pero lo peor de todo, concluyó angustiado, es que si ya has visto a una persona una vez, es una regla universal tácita volver a encontrarte con ella en algún momento.

Y si el primer encuentro es un desastre, el segundo, es una catástrofe.

 

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Todo comenzó cuando Zhang Yixing tenía unos tiernos once años y su madre lo obligó a acudir al campamento de verano que organizaba su iglesia. Yixing no estaba muy interesado en la palabra divina y en las enseñanzas de los evangelios, pero ¿qué niño se puede negar a un verano de diversión, sin adultos que lo controlen y lleno de otros niños de su edad en busca de aventuras? Por supuesto que él no sería uno de ellos. Así que ordenó todo lo creyó necesario para las siguientes semanas y esperó a que su madre se marchara luego de despedirse.

El lugar estaba lleno de familias despidiéndose de sus hijos y Lay se esforzaba por no llorar mientras veía a su madre alejarse, no quería ser como todos esos niños llorones de los que los más grandes se reían.

El primer día conoció a un sonriente niño llamado Luhan, quien iba a para todas partes arrastrando a un tímido coreano que viajó a China solo por el campamento, Kim Minseok. Pero fue el día siguiente el que para el chino pareció el primero del resto de su vida.

El sol veraniego golpeaba su rostro pálido con fuerza y Yixing parpadeaba violentamente para ignorar los rayos que herían sus ojos mientras escuchaba a una pareja de instructores hablarles sobre las reglas del campamento, los horarios y las diferentes actividades que realizarían durante las siguientes semanas.

Debido a que eran demasiados niños como para mantenerlos y controlarlos como un solo grupo, los instructores decidieron hacerse las cosas más fáciles y separarlos en grupos más pequeños, argumentando que algunos venían de otros países, se aseguraron de que hubiera un extranjero, como mínimo, en cada uno. La edad era lo de menos, porque según ellos, los mayores debían cuidar a los menores, así que Lay quedó en un grupo en que el mayor le ganaba por un año mientras que el menor era tres años más joven. El grupo en que Lay quedó con Luhan –y al que el mayor arrastró a Minseok- contaba con tan solo quince niños, siendo el más pequeño de los grupos. Y de esos catorce niños, tres de ellos marcarían la vida de Yixing por siempre.

Llevaba su mochila en la espalda y una sonrisa en el rostro cuando entró por primera vez a la cabaña en la que viviría por las siguientes seis semanas y lo que encontró no fue de su agrado. Wu Yi Fan, uno de los niños más grandes y el autoproclamado líder de su grupo, arrinconaba a un pequeño castaño mientras se burlaba de él y lo golpeaba sin piedad. Lay reconoció al niño como Oh Sehun, uno de los llorones del día anterior y sintió pena por su cobardía, pero de todas formas decidió que no tenía el derecho de meterse en asuntos de otras personas, algo debió hacer para desatar la furia de Yi Fan y debía hacerse cargo de las consecuencias. Sin embargo, cuando vio a ZiTao y otros niños más acompañar y apoyar a Yi Fan, comprendió que él no podía permanecer al margen de tal injusticia. Se ganó muchos golpes, uno cuantos moretones y un labio partido, pero logró interponer su cuerpo entre Yi Fan y el más chico hasta el tiempo que su instructor llegó y logró separarlos definitivamente. Yi Fan y ZiTao, al ser los que comenzaron todo, fueron castigados durante una semana y eso desató la furia ardiente en ambos chinos.

Durante las siguientes semanas, debió soportar los abusos provocados por la ira infundada de Yi Fan, quien tenía entre ceja y ceja la idea de volver un infierno la estadía de Yixing y Sehun en el campamento.

Sehun se volvió el protegido de Lay sin que ninguno de los dos lo quisiera, porque apenas eran capaces de comprender las palabras que se compartía, principalmente porque hasta el coreano del menor apestaba. A pesar de todos los inconvenientes que atravesaron, Sehun solía sonreírle a Lay cada noche y cada mañana, como si compartir esos simples momentos de vida fuera todo lo que necesitara para ser feliz.

Al menos se tenían entre ellos, pensaba Yixing mientras veía el rostro en paz de Sehun y se acurrucaba a su espalda para descansar antes de enfrentarse a un nuevo día. Yi Fan y ZiTao se aseguraron de no permitirles a los menores descansar hasta que el campamento hubo terminado.

Yi Fan tenía un séquito de secuaces arrastrándose a su espalda, como una abeja reina manipulando a todas las obreras, pero el zángano principal era un chino con ojeras de panda y un carácter de los mil demonios llamado Huang ZiTao. De la misma edad que Sehun, ZiTao adoraba burlarse de él y su estatura.

Si no fuera por Sehun y su sonrisa inocente y los pocos momentos de paz que compartían con Luhan y Minseok, Yixing solo podría describir el campamento como un infierno.

Apenas los padres comenzaron a llegar a recoger a sus retoños al final del campamento, Yixing comprendió que debía dejar ir a su pequeños amigo, algo que realmente no quería hacer, tenía miedo de que, al no estar a su lado, Sehun fuera incapaz de cuidarse a sí mismo, era un niño tímido y debilucho, ¿cómo podría no pensar de esa manera? Pero cuando sus madres llegaron y Sehun lo arrastró hasta la suya, se aseguró de irse con una promesa que alivianó un poco la preocupación del chino.

El coreano jaló el vestido floreado de su madre, quien se vio como la mujer más bonita del mundo a los ojos de Yixing, y le su susurró un par de palabras al oído antes de que la mujer se agachara a la altura del mayor y le sonriera con cariño maternal.

- Sehun dice -dijo la mujer en un chino perfecto- que la próxima vez que se encuentren será grande y fuerte para protegerte.

Lay tuvo que desviar la mirada para ocultar el violento sonrojo que comenzaba a cubrir su rostro, pero principalmente para que, ni la mujer ni Sehun, vieran la rebelde lágrima que escapó de su ojo derecho.

Lay nunca había tenido un amigo antes, Luhan no contaba porque aunque compartieron y jugaron durante esas semanas, apenas eran capaces de cruzar palabras estando solos. Luhan siempre estaba lleno de energía y, mientras Lay prefería quedarse sentado bajo la sombra de un árbol leyendo un buen libro, el mayor correteaba por todas partes con el resto de los niños, Yi Fan y ZiTao entre ellos.

Sehun había sido la única persona a la que él se había acercado y no quería dejarlo ir, aunque el idioma fuera una barrera que, a su corta edad y con el poco tiempo que alcanzaron a compartir, no lograron superar. Sehun le parecía la criatura más tierna de la tierra, aunque fuera tres años menor que él, y quería que lo recordara siempre, así que tragándose el llanto corrió hacia el menor antes de que este subiera al auto en que su madre había llegado y, sin decir una palabra, le entregó el collar con una figura metálica que su instructor le había dado cada miembro de su grupo. El de Lay era un unicornio y, como respuesta a su silencioso regalo, Sehun se quitó el collar que él llevaba colgado al cuello con el símbolo del viento y se lo entregó.

Yixing apretó el collar contra su pecho al tiempo que Sehun imitaba su acción y se prometían, con tan solo una mirada, volver a encontrarse y ser mejores personas cuando eso ocurriera.

El tiempo pasó como parpadeos nocturnos en la mente de Lay, conservando en su corazón los mejores recuerdos de ese verano que no fue lo que él creyó en un principio, porque fue más violento y doloroso, pero dejó una adorada cicatriz en su alma, una promesa y el deseo de cumplirla.

Pero seis años después, Lay estaba a punto de perder la esperanza de reencontrarse con su pequeño amigo y tampoco le importaba mucho. Sehun debió olvidarlo en el momento en que puso sus pies de vuelta en su tierra natal y debía estar viviendo una vida feliz en Corea del Sur, mientras que él debía soportar el infierno que ese campamento había desatado.

Durante seis años tuvo que soportar los constantes abusos de parte de Yi Fan, con quien Luhan compartía clases y, debido a sus madres, estaba obligado a pasar unas cuantas horas a la semana con ellos, ZiTao y otros niños a los que Yi Fan había convencido de que Lay era un fenómeno de circo que no merecía vivir en paz.

Lay encontró un consuelo superficial a todos sus problemas sumergiéndose en el paraíso de la gula. Subió tanto de peso que llegó al punto en que apenas se podía su propio cuerpo, perdiendo ningún rastro de ese niño alegre y tierno que fue en el pasado, todo esto provocaba risas y burlas de parte de sus "amigos" y lo volvía el blanco perfecto de los bravucones.

Yixing soportaba cada día como si fuera el primer y el último, repitiéndose hasta quedar inconsciente en las noches que el siguiente sería un día nuevo y que no tenía que ser igual al anterior. Pero las cosas no cambiaban a no ser que fuera para empeorar y ya no eran solo Yi Fan y ZiTao quienes lo veían como la presa fácil, también se había vuelto la cabeza de turco de todos sus compañeros de curso y los demás amigos de la pareja, incluyendo a Luhan que solo seguía a la mayoría como un títere sin voluntad propia.

Con el tiempo Yixing se convenció de que se merecía ser tratado como a un trozo de basura, tal vez había hecho algo en su vida pasada y el karma se estaba cobrando su cuota, pero no importaba cuánto racionalizara la situación, porque nunca tendría la fuerza para revertirla, nunca pelearía y devolvería los golpes ni los insultos, se sentía tan merecedor de todo ese desprecio que lo aceptaba y abrazaba sin contemplación alguna, lamiéndose las heridas en silencio y jurando que un día tendría la fuerza para irse y nunca volver la vista, buscar a Sehun y ser feliz con su pequeño e inocente amigo coreano. Una esperanza pueril, pero la única a la que era capaz de aferrarse en momentos de dolor.

El siguiente cambio drástico llegó cuando cumplió los diecisiete años y su madre le comunicó que era hora de cambiar de vida. La mujer no era idiota, por lo que ella se daba cuenta de que su hijo no era feliz aunque Lay nunca fuera capaz de confesar lo que ocurría en el colegio, así que decidió que un cambio de aire le ayudaría a mejorar.

- Nos vamos a Corea -susurró viendo su reflejo mórbido en el espejo, encontrándose con una inmensa y asquerosa masa de grasa.

Tenía la esperanza de buscar a Sehun apenas tocara suelo coreano, ¿qué tan difícil podría ser? Solo debía recorrer todas las iglesias católicas del país, rezando porque la madre de Sehun, y Sehun mismo, siguiera acudiendo a alguna. Pero todavía era demasiado pronto para preocuparse por eso, por el momento debía pensar que no era esa imagen grotesca de manteca sudada lo que quería mostrarle a Sehun cuando se reencontraran.

Esa fue la primera vez que tomó consciencia de sí mismo y de lo que había hecho de su vida, con su cuerpo. Se había dejado arrastrar por la miseria y ahora su cuerpo daba gritos desesperados pidiendo auxilio.

Al otro día, se inscribió en el gimnasio de una universidad cercana y comenzó un estricto régimen alimenticio. El primer mes fue un infierno absoluto, los años de comer solo grasas saturadas destrozaron su condición física y practicar cardio era cada día una tortura mayor para sus arterias repletas de colesterol. Pero valía la pena, se convencía estrujando entre sus regordetes dedos el collar que Sehun le había regalado, necesitando desesperadamente aferrarse a esa idea. A veces parecía imposible lograr su objetivo, correr durante las mañanas de los bravucones y durante las tardes destrozarse los músculos y huesos cumpliendo al pie de la letra su rutina para llegar a su casa a babear sobre la cocina mientras se alimentaba de pasto… Todo lo que le quedaba era aferrarse a la esperanza que llevaba años alimentando en su corazón.

Cuando la hora de partir llegó, Yixing no sintió la nostalgia de la despedida, porque ni siquiera Luhan, que era lo más cercano a un amigo, se molestó en ir a decir adiós.

El viaje a Corea se hizo eterno y estuvo lleno de una inexplicable ansiedad, porque no habían razones para pensar que Sehun estaría esperándolo con los brazos abiertos afuera del avión. De todas formas, por primera vez en los últimos seis años, no solo se sentía bien con su cuerpo, sino que también sentía algo de esperanza. Como si este nuevo comienzo solo pudiera traer cosas buenas.

Recordaba que Sehun vivía en Seúl cuando era pequeño, así que convenció a su madre de ir a vivir a Seúl, aunque fuera en un pequeño departamento cerca del centro de la ciudad todo lo que sus fondos pudieran costear. La mujer recién comenzaría a trabajar en una pequeña tienda departamental en las siguientes dos semanas, por lo que no podían darse el lujo de despilfarrar el poco dinero que tenían seguro. A Lay no le importó, pues él conocía todos los sacrificios que su madre hacía para mantenerlo feliz, así que decidió que sería buena idea buscar un trabajo para sí mismo, uno que no interrumpiera sus estudios y le diera el dinero suficiente para ayudar a su madre. Con lo que no contó antes de salir a la calle por primera vez fue que su manejo del coreano era más bien precario, apenas frases básicas que había aprendido estudiando por su cuenta ya que no podía costearse un curso, por lo que todos sus primeros intentos de dar entrevistas de trabajo fueron patéticos fracasos. Recuperando su personalidad alegre de cuando era menor, no dejó que esto lo desanimara y siguió insistiendo hasta encontrar trabajo en un restaurant donde necesitaban alguien quien lavara la vajilla, nada que requiriera conversaciones y pudiera arruinar.

El lugar era medianamente grande, lo suficiente como para que Lay lavara platos y ollas durante tardes enteras sin cesar y la paga, que no era mucha, alcanzara para que su madre solo debiera preocuparse de ella y los gastos básicos de su departamento.

En ese lugar conoció a Byun Baekhyun, un alegre mesero que aceptó como tarea principal el enseñarle tanto como fuera posible del coreano. La escuela no empezaría hasta dentro de un mes, por lo que aun tenía tiempo para aprender y poder comunicarse con sus nuevos compañeros.

El trabajo y su amistad con Baekhyun eran distracciones suficientes para no recordar que había recorrido todas las capillas e iglesias católicas de la ciudad sin hallar rastro de la señora Oh y su hijo. En cambio había conocido a Park Chanyeol, el mejor amigo de Baekhyun y a Kim Junmyeon, también conocido como Suho, quien tenía su misma edad y asistía a la misma iglesia que Lay y su madre. Para su sorpresa, los tres eran amigos de infancia, siendo Suho el encargado de cuidar a los más pequeños.

La madre de Lay y Suho solían compartir en las actividades de la iglesia y de la comunidad en general, por lo que muy pronto se volvieron bastante cercanas. Esto resultó ser favorecedor para Yixing, ya que ambas mujeres, al ver que sus hijos se estaban haciendo buenos amigos, le encargaron a Suho la tarea de ayudarlo a integrarse a sus clases y a tomar el ritmo de su nueva vida.

Ese fue un comienzo mejor de lo que el chino esperaba, el augurio de una nueva vida llena de cosas positivas y alegres.

Sus nuevos amigos no tenían un pelo similar a las personas que había conocido en China. La mayoría de ellos resultó ser agradable y comprensivo, aunque Yixing fuera en extremo tímido y su precario coreano lo obligara a hablar lentamente debido a que debía ordenar en su mente las palabras para no meter la pata, lo que no siempre resultaba, haciéndolo merecedor de burlas y comentarios jocosos de sus compañeros de clase, principalmente de parte de Kim Jongdae, el mejor amigo de Suho.

Junto a ellos también conoció al primo menor de Jongdae, un coreano llamado Kim Jongin, también conocido como Kai. Kai también tenía un mejor amigo y este resultó ser D.O., un pequeño muchacho de ojos grandes y sonrisa abultada en forma de corazón cuyo nombre real era Do Kyungsoo. Al parecer todos ellos disfrutaban más estando en pareja, porque era prácticamente imposible ver a Kai sin D.O. o a Suho sin Chen, al igual que Baek y Chanyeol.

Entre tardes de diversión con sus nuevos amigos y el resto del tiempo pasándolo en el trabajo, parecía que Lay había olvidado su objetivo principal, pero cada día acariciaba el collar metálico que nunca se quitaba del cuello, con la esperanza de que sus plegarias llegaran a cualquier dios dispuesto a escucharlo, porque al parecer el cristiano se había olvidado de su alma.

- ¡Cheeeen! –un grito eufórico llamó su atención mientras revolvía su almuerzo e intentaba seguir la conversación de los demás cuando vio a Kai entrar corriendo a la cafetería y saltar a los brazos de su primo, seguido por un D.O. que parecía fulminar a todos con la mirada-. Adivina quién vuelve dentro de dos semanas.

- Déjame pensar, ¿no sonríe mucho y ha pasado los últimos dos años en Canadá? –preguntó Chen conociendo la respuesta de antemano.

- ¡Senshine! –gritó Baekhyun con voz chillona, ganándose reclamos de parte de todos.

- ¿Senshine? –preguntó Lay sin reconocer el nombre.

- Es el apodo del amor platónico de Kai –respondió el mismo D.O. con una mueca de desprecio, sorprendiendo al chino.

Lay no estaba muy interesado en las relaciones que los coreanos tenían, ya había visto que eran demasiado parecidas a la que tenían Yi Fan y ZiTao y, cuando veía a Suho sonreírle tan encantadoramente como podía, sentía que no quería nada de eso en su vida. La única pareja que, como tal, era de su agrado, era la de Baekhyun y Chanyeol. Le gustaba escuchar las bromas del menor y ver al más alto celebrándolas, también le gustaba como parecían incapaz de estar lejos cada uno del otro.

Kai y D.O., por su parte, era más un chiste que una pareja, pues parecía que llevaban demasiado tiempo siendo amigos y ambos parecían exasperarse con el otro, aunque Kai hiciera un gran trabajo soportando el carácter amargado de Kyungsoo. Mientras que Suho y Chen estaban destinados a estar juntos, al menos en los momentos en los que Suho no acosaba a Yixing con insinuaciones descaradas que le sacudían las tripas y lo mantenían en un perpetuo estado de incomodidad.

Las siguientes dos semanas fueron un ir y venir entre la escuela y las preparaciones de la bienvenida del amigo de Kai, por lo que Lay apenas había tenido tiempo para buscar a Sehun, aunque la esperanza seguía viva en su interior.

- Entonces, ¿has tenido novia? –preguntó Suho mientras cargaban bolsas con refrescos hacia la casa de Kai, donde le harían a fiesta de bienvenida del chico que había llegado esa misma mañana a Corea del Sur.

Lay negó con la cabeza, no queriendo compartir su pasado con su nuevo amigo. Ya tenía mucho con ser el chino lento como para agregarle su cobardía y todas las vergüenzas con que su consciencia cargaba.

- Las chinas deben ser muy tontas.

Lay miró con curiosidad a Suho, sin saber qué responder a esas palabras, pues él nunca había pensado en nadie de forma romántica, tampoco es como si él hubiera sido algo atractivo para el o contrario, más bien siempre había sido del tipo que todos se rehúsan a mirar. Las nuevas atenciones de Suho le agradaban y disfrutaba de ellas de la forma en que no debía, pues era la primera persona que lo hacía sentir querido o merecedor de algún sentimiento, pero Yixing seguía siendo incapaz de sentir alguna emoción hacia él y hacia cualquier persona. Sin saber que le estaba dando demasiadas esperanzas al coreano, cosa de la que Chen sí se percataba y por lo que comenzaba a despreciarlo. Mientras que Suho solo se armaba de fuerza para confesarse, pues sus sentimientos ya tenían alas demasiado grandes como seguir enjaulados en su pecho.

- A mí me gustas, así que es un alivio saber que no hay competencia.

“Qué confesión más pobre” –pensó Lay sin saber qué responder. No es que él fuera una persona sentimental de las que aprecian el romanticismo barato y comercial o que le gustaran los dramas que su madre veía en la televisión, pero tenía claro que así no debía ser una declaración, al menos no para él, que no sintió su estómago retorcerse ni su cuerpo llenarse de fuegos artificiales cuando Suho, estúpidamente tímido, se acercó a besarlo.

- Permiso –una voz desconocida rompió el momento en que el chino y el coreano se habían sumido, por lo que Lay se alejó en seguida con el rostro ardiéndole por la sangre que teñía sus mejillas.

- ¡Senshine! –gritó Suho tomando al recién llegado, un castaño unos centímetros más alto que el coreano-. Vamos adentro, todos te esperan.

El recién llegado enarcó las cejas lanzándole una mirada acusadora a Lay, con un montón de preguntas silenciosas en ella.

- Él es Lay, ya tendrán tiempo para conocerse, Kai se está trepando por las paredes.

Al parecer Lay no era el único avergonzado, pues Suho era incapaz de mirarlo a los ojos y parecía demasiado nervioso por la interrupción, algo que el chino agradecía muy en el fondo. Que los astros lo ayudaran si Suho le pedía alguna respuesta, porque en ese momento apenas sería capaz de pronunciar su propio nombre correctamente.

Adentro una cacofonía de voces interrumpía el sonido de la música mientras todos intentaban abrazar al recién llegado, sin molestar en introducir a Lay en sus conversaciones.

- ¿Quién eres tú? –escuchó que una voz en plena pubertad le habló cuando se esforzaba por no dormirse en el sofá, encontrándose con un par de ojos marrones que le parecieron tontamente lindos al abrir los propios.

- Soy Lay –hizo una torpe reverencia y esperó a que el otro dijera algo más, pero todo lo que escuchó por los siguientes cinco minutos fue el ruido de los demás, quienes bailaban y comían a una par de metros de ellos.

- ¡Sehun, esta era tu canción favorita! –gritó Kai dándole más volumen a la radio cuando sonó una movida canción en inglés que el chino no reconoció, pues estaba demasiado distraído mirando al coreano menor alejarse a bailar con sus amigos.

¿Sehun? ¿Podría tener tanta suerte? ¿Sería posible que ese castaño estoico fuera el alegre Sehun que él conocía? ¿Tendrían tanta piedad los dioses?

Las siguientes horas, Lay las pasó en silencio inspeccionando descaradamente al más chico del grupo, buscando algún rastro del niño alegre y llorón que habitaba sus difusas memorias, pero todo lo que veía era un adolescente con problemas con la autoridad y escases de sentido del humor.

- ¡Vamos, Hunnie! Cuéntanos cómo es Canadá, ¿qué tal las chicas occidentales?

Los ocho compartían una bandeja de pollo picante cuando Chanyeol soltó la pregunta, ganándose un codazo en las costillas por parte de Baekhyun y fue entonces cuando Yixing lo vio. Un destello plateado escapando del cuello de la camiseta del menor cuando se estiró sobre la mesa para tomar una botella de refresco y comenzar a rellenar los vasos. Como en cámara lenta, la pieza metálica más grande se deslizó por todo el cuello y cayó al vacío, oscilando un par de veces antes de quedar estática suspendida frente a Sehun. Un unicornio brillante que hacía juego con el símbolo del aire que estaba oculto entre sus propias ropas.

- ¿Dónde está el baño? –le preguntó a D.O. que apuñalaba el pollo con un palillo y apuntó hacia el pasillo a su izquierda sin despegar la mirada de Kai y Sehun.

Lay corrió en la dirección indicada, sin saber qué hacer consigo mismo, aterrado ante la idea de ponerse en vergüenza. Pero Sehun no lo había reconocido, tal vez ni siquiera era el mismo Sehun. De todas formas, era imposible que hubiera solo uno de esos collares en el mundo y ese coreano castaño recién llegado de América no era el mismo niño juguetón que Lay recordaba con dificultad… ¿qué tal si todas esas memorias estaban distorsionadas y no había alguien como Sehun en el mundo? ¿Si todo lo que recordaba era una fantasía, el esfuerzo desesperado por aferrarse al algo que valiera la pena? ¿El escape de su mente ante la realidad traicionera en que habitaba?

Un certero golpe en la puerta interrumpió el caos de sus pensamientos y solo entonces se dio cuenta de que había estado mirando su reflejo sin pestañear ni cerrar la llave del lavamanos. Volvió a observar sus ojos y lo que vio fue esa masa de grasa que había olvidado en China rodeándolos, tal vez todo quedó en el pasado, Yi Fan, Luhan, Sehun, él mismo. Tal vez todo era solo historias pasadas, como cuentos de fantasía leídos en noches de tormenta y no tenía sentido seguir escarbando en el baúl de los recuerdos… Tal vez no tenía fuerzas para encontrar a Sehun, tal vez solo era una bonita ilusión que no merecía morir. Porque si Sehun desaparecía, si la realidad no era lo que su alma anhelaba tan dolorosamente, la verdad solo dejaría devastación a su paso.

- No merece desaparecer –se dijo acariciando el símbolo del viento que brillaba sobre su pecho.

Al otro lado de la puerta, algo que no sabía si catalogar como su más oscura pesadilla o su más anhelado sueño, lo esperaba.

Sehun lo miraba inexpresivamente, al menos hasta que frunció el ceño y estiró una mano para tomar el collar plateado.

- ¿De dónde…?

- Lo siento, me tengo que ir –masculló en chino y corrió por el pasillo hasta la puerta, donde Suho lo detuvo con una mirada preocupada. El chino no se había percatado de sus manos temblando ni su respiración acelerada al punto de causarle dolor.

Y ni siquiera sabía por qué estaba escapando.

- ¿Lay? –ignoró el llamado luchando contra Suho por abrir la puerta y escapar de una vez, pero el temblor de sus manos le impedía tomar la manilla con fuerza para girarla-. ¡Zhang Yixing!

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Comments

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kiiemii #1
Soy la primera suscriptora; el plot de tu historia luce interesante.^^
Esperaré por la siguiente actualización<3.