"Mi corazón se había roto en mil pedazos pero esos pedazos habían caído como piezas de un rompecabezas que era posible volver a armar. – ¿Sabes? – Dirigí mi mirada a Yuri, que me sonreía con calidez – No importa lo mucho que deba esperarte… ¿Qué tal si incluso espero hasta la próxima vida?

-¿De qué estás hablando? – Pregunté sorprendida por su comentario. Una melancólica sonrisa habitaba en su rostro de mujer y a la vez de niña. Sus ojos, llenos de sabiduría eran pequeñas pantallas para los leños que se quebrajaban a causa del fuego.

-Si yo no soy la persona que está destinada para ti en esta vida… seré capaz de esperarte y te buscaré en la otra"

El ruido de los pasos de cada alumno hacían que la cabeza de Stephanie latiera, estaba nerviosa. Miraba hacia todos lados y la gente solo la observaba como un bicho raro. Era natural; una coreana trasladada hace solo dos días a California para como decía su padre “conocer gente nueva.” – Muy bien Stephi, debes respirar y caminar. – Intentó darse aquella confianza y a su vez comenzó a dar sus primeros pasos siendo empujada por la masa de gente que avanzaba a sus clases. – Esto no va a ser fácil.

Stephanie se quedó de pie, mirando al vacío, sin entender cómo y porqué habían decidido enviarla a aquel lugar. Ella estaba bien viviendo en Daegu. Un lugar agradable, una capital importante del país pero no era algo que le fascinara a su familia, al ser una muchacha nacida en cuna de oro, debía conocer y hacer amigos al exterior. - ¿Piensas entrar? – Se volteó y un hombre de bigote le observó.

-Ah, sí… yo…

-Debes ser la alumna transferida de Corea ¿Verdad? – Preguntó y sin más Stephanie asintió. – Muy bien, espera aquí, te daré la pasada en tanto estén calmados. – La chica asintió y observó al hombre ingresar cerrando la puerta detrás de sí. Observó por la ventanilla, chicas sentadas sobre las mesas, algunos muchachos lanzándose papeles. – Mantengan el orden. Jóvenes, el día de hoy ha venido una nueva alumna, ella proviene de Corea, sé que muchos de ustedes son de allá así que por favor, trátenla bien. – Stephanie estaba sorprendida de la manera en que respetaban al profesor. – Por favor, puedes pasar.

Tragó saliva nerviosa, un paso en falso que diera y podría ser el hazme reír del lugar hasta su graduación. Suspiró profundamente y abrió la puerta, entró intentando mantener seguridad en sus pasos y una sonrisa brillante en su rostro. Al girarse a sus compañeros, observó como un sinfín de miradas se posaban en ella. – Por favor, preséntate. – Stephanie asintió.

-Mucho gusto, mi nombre es Stephanie Hwang, provengo de Daegu en Corea del Sur y espero nos podamos llevar bien. Sean buenos conmigo. – Sonrió formando su media luna de ojos y más de alguno sonrió de vuelta. Se sentía bien, no había estado tan mal.

-Ahora que te presentaste ve a buscar tu puesto y toma asiento – Ordenó el hombre y la chica asintió.

Dio unos cuantos pasos, cuando alguien desde la entrada entró como un rayo y sin más la empujó, Stephanie se sostuvo como pudo y quedó boquiabierta, quien le había empujado era una alta muchacha de cabellos negros. – Oye. ¿No piensas disculparte? – Quienes eran ahora sus compañeros observaron atentos aquella situación y murmullos descontrolados se iniciaron.

-¿Me dices a mí? – Preguntó sentándose y cruzándose de brazos. Stephanie sintió sus mejillas acaloradas al observar a la irritante muchacha. – Tú estabas en mi camino, no veo razón de disculparme.

-¿Qué?

-Será mejor que te sientes, empezará la clase – Inquirió rápidamente dejando a la joven asiática aturdida, una mano se posó en el antebrazo de Stephanie y ésta observó a la joven que ahora la sujetaba.

-Vete a sentar, no es bueno que discutas con ella. Es un buen consejo.

-Pero…

-Te lo digo como una manera de bienvenida. No te metas con ella – Volvió a decir mirándole severamente y sin más Stephanie tuvo que resignarse, caminando detrás de la molesta morena que sonreía divertida.

-Que chica más antipática. Solo espero llegar a mi graduación sin volver a cruzar palabra alguna con ella – Observaba a la morena detenidamente. – Definitivamente, no me acercaré a ella.