Capítulo 4: La piedra de su zapato

101 razones para odiarla.
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—¿De veras era necesario tirar el colchón por las escaleras? Casi matas del susto a esa pobre mujer.

—¿Y era necesario robar mi cama? —contraatacó Jessica.

—¿Cómo que tu cama? Ahora no empieces a hacer teatro: sabes tan bien como yo que ninguna de las camas era tuya. Tú llegaste después y yo ya me había quedado con una.

—¡Porque ni siquiera me diste opción de elegir!

—¿Cómo iba a hacerlo? ¡Te fuiste a tu habitación!

—Oh, eso es rastrero incluso para ti, Kwon. ¡Tú sabías perfectamente que no había otra habitación y no me lo dijiste! Debería darte vergüenza.

—Se te da muy bien hacerte la víctima, Jung. ¿Te lo habían dicho antes?

Ella no se hacía la víctima. Bueno, quizá, un poco. Puede que con Donghae y Taecyeon dramatizara más de lo necesario, a veces incluso más de lo humanamente posible, según qué tema estuvieran tratando. Pero era solo porque estaban demasiado acostumbrados a que ella fuera la fuerte, la estable, la que nunca tenía dudas, miedos o momentos en los que, francamente, le entraban ganas de frenar el tren del mundo y apearse.

Taecyeon nunca tenía en cuenta que había veces en las que se sentía una autómata, no una humana, y no lo hacía porque eso era exactamente lo que la gente esperaba de ella, que fuera como un robot sin sentimientos, perfectamente programado.

—No es de tu incumbencia —replicó con testarudez, aunque fuera consciente de que Yuri tenía razón.

Detestaba esos momentos en los que un comentario suyo la hacía recapacitar. Se suponía que Yuri no tenía ese poder sobre ella. Se suponía que era una descerebrada de falda demasiado corta, extremadamente corta; tanto, que a lo mejor hasta se creía que le hacía un favor al planeta ahorrando tela. Ahora iba a resultar que las minifaldas eran de ecologista.

—Eso quiere decir que sí.

—Eso quiere decir que estamos aquí para lo que estamos, Kwon, y que todo aquello que no tenga que ver con la misión, no es de tu incumbencia. —La miró con los ojos borrachos de furia y ligeramente humedecidos por la rabia que sintió—. Bien. ¿Por dónde empezamos?

Yuri se alegró de que su compañera cambiara rápidamente de tema y la salvara así de una dramática e incómoda conversación que no estaba preparada para tener. Si consolar a sus amigos no era uno de sus puntos fuertes, consolar a un enemigo tenía, necesariamente, que acabar en catástrofe. Además, en ese momento no le apetecía sentirse culpable, mucho menos por algo que hubiera ofendido a Jessica Jung.

A Yuri siempre le había hecho sentir muy incómoda ver a la gente llorar. A regañadientes, barajó la posibilidad de disculparse. Le daba mil patadas en el estómago porque ella también era muy orgullosa, pero por mucho que Jessica fuera la cara opuesta de su moneda, no disfrutaba haciendo daño a la gente, y en esta ocasión parecía claro que acababa de meter el dedo en la llaga.

Se estaba preparando mentalmente para formular una disculpa, pero una gota le impidió hacerlo, una gruesa gota que impactó con fuerza contra su nariz. Pestañeó, incómoda, levantó los ojos hacia el cielo y se lo encontró cubierto de gigantescos nubarrones negros.

—¿Por dónde empezamos, dices? Me temo que por esto —dijo, sacando un paraguas plegable de su bolso y haciéndole una seña para que se acercara. La pequeña localidad costera de Shinmeigu es uno de los parajes más espectaculares de Japón. Sus pequeñas calas son el paraíso de cualquier niño deseoso de jugar al escondite, ya que se encuentran repletas de angostas y húmedas grutas cavernosas que habitaron los humanos en otras épocas. Estas cuevas son uno de los principales atractivos de este diminuto destino norteño, al que acuden los turistas para ver lo que a muchos les parece el final del mundo y es tan solo la parte en la que Japón acaricia el Mar del Sur.

Pero por más impresionante que fuera su despliegue natural, no transcurrió mucho tiempo hasta que sus arco iris, puestas de sol y prados interminables evidenciaran que aquel trabajo no iba a resultar sencillo para dos chicas de ciudad.

Desconocía a dónde se dirigían, pero era Jessica quien guiaba la marcha. A ella le costaba menos caminar. Llevaba zapato plano y unos pantalones muy cómodos, con el bajo perfectamente ajustado a la longitud de su pierna, de manera que tenía controlados sus pasos sobre el barro.

Yuri, sin embargo, tenía verdaderos problemas para caminar con aquella lluvia torrencial. Agradeció que Jessica no hiciera ningún comentario sobre sus zapatos de tacón y las medias originariamente negras, ahora de un color sucio indefinido, aunque sabía que seguramente le resultara surrealista, casi trágico, verla ataviada así para caminar por los lluviosos y montañosos Highlands.

—Creo que antes de nada deberíamos volver a la posada para que puedas cambiarte.

—No —replicó Yuri de manera tajante—. Vamos a seguir caminando.

—Pero mira cómo tienes…

—En serio, sigue andando y no te preocupes por mí —insistió.

Jessica no comprendió a qué venía esta testarudez. El paraguas había sido un gran detalle, pero no entendía qué pretendía demostrar caminando sobre un barrizal con zapatos de tacón. Aun así, no insistió. Prefirió no hacerlo porque Yuri parecía tener claro que no regresaría a la posada ni por todo el oro del mundo.

—Lo primero que deberíamos hacer es tantear a los habitantes de la zona, visitar los sitios que podría frecuentar Choi, como una farmacia o un supermercado —propuso entonces, intentando cambiar de tema.

—Cualquier opción es mejor que abordarle directamente. Ya sabes lo que dijo Kang. Tenemos que hilar muy fino.

Yuri seguía teniendo dificultades para caminar. A Jessica le sorprendía que todavía no hubiera dejado los tacones enterrados en el lodo, aunque lo que más problemas le estaba dando era sujetar el paraguas mientras se concentraba en dominar sus tacones. A veces parecía estar realizando complejos movimientos de equilibrista para sortear los charcos.

Su lentitud desesperaba a Jessica, una mujer terriblemente práctica, casi enemiga de la coquetería, y desde luego incapaz de comprender por qué su compañera parecía no querer cambiarse para facilitarles las cosas.

De pronto, Yuri se quedó paralizada al ver a un pastor que acompañaba a sus ovejas de vuelta a casa. Los animales caminaban en fila por el verde pasto que estaban bordeando; balaron quejumbrosamente cuando el pastor arreó con un palo los cuartos traseros de las ovejas más rezagadas.

—¡Venga, que no tenemos todo el día! —le gritó Jessica para que la escuchara con el ruido ensordecedor que hacía la lluvia al caer.

Sin embargo, la morena seguía tan quieta como una de las piedras del camino y Jessica tuvo la sensación de que su cuerpo se había encogido un poco al ver que los animales se acercaban.

—¿Te ocurre algo?

Yuri no le contestó. Seguía detenida al lado del charco, que cada vez se hacía más grande, y Jessica tuvo que deshacer el camino andado para volver junto a ella. Estaba empapada de pies a cabeza.

—Repito: ¿te ocurre algo?

Yuri dudó un instante. Era difícil contestar aquella pregunta porque no le agradaba la idea de que su compañera descubriera uno de sus puntos flacos. Aunque sabía que era algo que ocurriría tarde o temprano; lo había estado esperando desde el momento en el que les habían comunicado el destino del viaje. Era inevitable.

—Las ovejas.

—Las ovejas —repitió Jessica sin comprender. Yuri asintió con la cabeza. Tenía el pelo empapado, de su larga melena negra caían gotas del tamaño de lágrimas de elefante—. ¿Qué les pasa a las ovejas?

—Me dan miedo.

—Te dan miedo las…

—El campo. Odio el campo, ¿vale?

—¿Eso es todo? ¿Odias el campo? ¿Por eso estás así? —Era evidente que Jessica encontraba irrisoria la idea.

—Tú no lo entiendes. ODIO el campo —dijo, marcando bien las palabras—. Odio las vacas, el verde, la hierba y a las malditas ovejas que balan como si las estuvieran torturando a las mismísimas puertas del infierno. —Señaló al pastor que se había convertido ya en un minúsculo puntito en la lontananza—. Son espeluznantes, criaturas infernales.

—¿Y por qué no te opusiste a esta misión? Tú eres la senior, podías haberlo hecho.

Tenía razón. Si alguien podía haber intentado quitarle la idea de la cabeza a Kang, esa era ella. Pero Yuri era una persona que en el fondo disfrutaba con la idea de ponerse a prueba, como si una parte de su ser quisiera descubrir qué se sentía al convivir con Jessica Jung. Llevaban tanto tiempo odiándose una a la otra que en realidad nunca se habían dado una oportunidad de conocerse.

—Si te digo la verdad, no lo sé —replicó, encogiéndose de hombros—. Tal vez enel fondo soy un poco masoca, y quería ver cómo funcionábamos tú y yo.

La respuesta cogió completamente desprevenida a Jessica. Estaba segura de que Yuri había sido sincera al contestar, pero su manera de ver las cosas era muy diferente.

Si lo que pretendía era que le agradeciera que por su culpa ahora estuvieran perdidas en Shinmeigu, bajo un aguacero, caladas hasta el tuétano solo porque a ella se le había antojado que pasaran tiempo juntas, podía seguir esperando. Eso no iba a ocurrir. Ni ahora ni nunca.

Las siguientes horas se tornaron cansadas y poco fructíferas. Las dos mujeres esperaban encontrar una señal o alguna información que les fuera útil para acercarse a su escurridizo autor, pero todos sus intentos habían sido en vano.

Lo poco que sabían de Daniel Choi era que se trataba de una persona muy reservada, y que probablemente hacía pocas apariciones públicas. Tenían su dirección postal, podían presentarse en su casa sin más, llamar a la puerta y esperar que un mayordomo anunciara su llegada sin haber sido invitadas. Pero tal y como les había advertido Kang, aquello habría supuesto un inmediato suicidio profesional. Choi no cogía el teléfono desde hacía semanas, y todos sabían que no aceptaba visitas. Su jefe no quería que ellas cometieran el fallo de otros editores que se habían presentado en su residencia con todo el desparpajo del mundo solo para volver a casa con las manos vacías, posiblemente con una orden de alejamiento. Choi podía ser así de lunático.

Con todos estos inconvenientes, Yuri empezaba a sentirse como si acabaran de iniciar una cansina persecución de gato y ratón. Choi podía ser todo lo misterioso que quisiera, pero, aparte de sentir debilidad por las mujeres guapas, le parecía que también sentía debilidad por la atención que le estaba prestando el mundo editorial. En el fondo, pensaba, no era más que otro au

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Comments

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Kkomofam #1
Chapter 16: Just now i found out this story, and it's beautiful
Eriika
#2
Chapter 16: Yo quiero saber que le dice
Eriika
#3
Chapter 15: 7w7
Eriika
#4
Chapter 14: Alv
Eriika
#5
Chapter 10: Omaiga
Eriika
#6
Chapter 9: Awww
Eriika
#7
Chapter 3: Creo que ya lo había leído con anterioridad
Eriika
#8
Veamos
DollySweet
#9
Chapter 16: Que lindo!.me gusto mucho la adaptacion!
jramirez #10
Chapter 16: Te felicito, de verdad me gusto mucho la adaptación y espero poder seguir disfrutando de las adaptaciones que haces. :D