Capítulo 2: Tira y no aflojes

101 razones para odiarla.
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No era un buen momento para quejarse. La situación no estaba para ponerse exquisita y Jessica lo sabía mejor que nadie. Había leído las últimas actas, prácticamente las había estudiado, y los números no encajaban. Las ventas caían en picado año tras año ante la ausencia de interés de los lectores por las novedades que salían al mercado.

Estaban perdiendo músculo editorial, a los buenos autores ya no les interesaba trabajar con Kang & Co, y la falta de liquidez había provocado que la empresa perdiese contacto con algunas de las librerías clave del país. Hacía meses que no se pagaban las cuotas que los grandes almacenes pedían por colocar las obras en los estantes más destacados, sobre todo los que conducían a las cajas registradoras o a las estanterías en las que figuraban los más vendidos. Eso significaba que los libros de Kang & Co se habían vuelto invisibles, ya que ahora sus novelas se relegaban a las zonas menos frecuentadas de los puntos de venta. Incluso en la librería de su barrio se había encontrado con obras editadas por ella que estaban cubiertas de polvo, señal de que nadie las había tocado en meses. Si nadie las tocaba, ¿cómo iban a venderse?

Por si todo esto fuera poco, varios de sus mejores agentes literarios se habían marchado, seducidos por los generosos contratos que la competencia les ponía sobre la mesa. Así que al departamento de recursos humanos no le había quedado más remedio que contratar a pipiolos recién salidos de la universidad o de los másteres especializados. Todos ellos no eran sino mano de obra barata con mayor o menor talento, a cuyas espaldas recaía la titánica responsabilidad de modernizar una editorial milenaria, con la misma esperanza de vida de un dinosaurio a finales del Cretácico y la rapidez de reacción de un caracol.

A menudo Jessica se quejaba de que la preparación que habían recibido había sido mínima, poco más que un curso acelerado de quince días cuyo contenido más útil eran consejos para lidiar con autores famosos. Autores famosos que, por cierto, ya no tenían. Los habían perdido a todos.

Para alguien como ella, esta exangüe preparación había sido casi suficiente, pero no del todo, porque todavía se sentía una novata en el desempeño de su trabajo. Llevaba poco tiempo en la empresa y aunque había leído libros y manuales por su cuenta, nada podía compararse a la seguridad y experiencia que solo se adquiere con el paso de los años.

Jessica estaba acostumbrada a destacar, ese era el verdadero problema. Lo único que nunca se le había dado bien eran los deportes, a los cuales tampoco prestaba demasiada atención, pues, francamente, consideraba primitiva la coordinación mano-ojo-pies y poco útil en el devenir de los días. La estimulación intelectual, en cambio, la motivaba de veras, y acostumbrada como estaba a destacar en este terreno, le resultaba muy frustrante sentirse en desventaja respecto a algunos de sus compañeros más veteranos.

Por si toda esta presión fuera poca, aquella era su primera misión comercial. Hasta el momento se había dedicado a ser asistente de editor. Hacía correcciones esporádicas, de vez en cuando emitía alguna opinión de dudoso calado y, si se le preguntaba, daba su punto de vista al departamento gráfico para el diseño de una portada. Pero Jessica todavía no había conseguido el puesto de responsabilidad que tanto deseaba, el cargo de editora senior que ocupaba Kwon Yuri. Así que si renunciaba ahora o ponía pegas, perdería una oportunidad única. Una oportunidad que a lo mejor no volvería a presentarse. Justo al contrario que Yuri. Ella no lo necesita, pensó.

Yuri había tenido ocasión de meterse a sus superiores en el bolsillo desempeñando una difícil misión en la sede de Myeong-Dong. Se trataba de una pequeña delegación, tocada de muerte, por la que nadie apostaba un duro, pues casi desde sus comienzos sus cuentas figuraban en números rojos. Con la crisis azotando el corazón de la editorial, muchos tenían claro que Myeong-Dong cerraría.

A Kwon la habían enviado allí meses antes para estimular el rendimiento de los trabajadores. Su labor consistía en sobrevivir o morir. Si sus esfuerzos no daban sus frutos y las ventas seguían descendiendo, la sede se cerraría, y su empleo quedaría en entredicho.

Y tal vez fue debido a un golpe de suerte o a un olfato de negocio que a Jessica le costaba creer que tuviera, pero a los pocos meses de estar allí, la sede de Myeong-Dong se hizo con los derechos de una de las obras de consulta más importantes de la historia, un superventas gracias a que lo habían incluido en el listado de obras obligatorias en los institutos de la comunidad. La editorial se llevaba pingües beneficios de esta publicación, que servían como escudo defensor de la delegación.

Por lo tanto, si alguien tenía que haberse quejado de aquel extraño emparejamiento era Yuri, no ella. Pero la maldita tan sólo había rezongado un segundo y luego se había callado como una perra.

Como una perra, pensó, y el insulto emitido en silencio la alivió momentáneamente. Esbozó una sonrisa amarga antes de girar la llave con enfado para abrir la puerta.

—¡Hola! —la voz de Taecyeon llegó desde el fondo de la casa. Por la hora que era, debía de haber llegado unos minutos antes. Jessica vio su cabeza asomándose por una de las puertas.

—¿Qué tal tu día? —le preguntó tras depositar un beso en su frente—. El mío ha sido una mierda. Esos malditos proveedores… Se las saben todas, los cabrones!

Jessica no contestó enseguida, quería disfrutar del efímero momento de paz que le reportaba llegar por fin a casa y recibir un cálido beso de su novio. Luego tiró su bolso en el suelo y se dejó caer sobre el sofá del salón, derrumbada. Se fijó en que Taecyeon tenía un profundo corte en la mejilla derecha, la sangre reseca todavía teñía la parte más superficial de la herida.

—¿Han sido ellos? —bromeó, señalándola con el dedo. El muchacho se llevó la mano a la herida y sonrió.

—¿Quiénes? ¿Los proveedores? No, no —negó, tomando asiento a su lado—. Es que esta mañana me he quedado dormido. Me he afeitado tan deprisa que casi me arranco la mejilla.

Jessica hizo una mueca muy parecida a una sonrisa. Su novio era tan descuidado a veces que todavía le resultaba increíble que le hubieran asignado aquel trabajo de comercial de una empresa textil. No estaba mal para un novato que apenas llevaba dos años en la industria, se trataba de un trabajo estresante pero bien pagado, cuyo mayor inconveniente era que Taecyeon tenía que pasar parte de la semana fuera de casa. Por suerte, no era nada que no quedara solucionado con un corto viaje en coche los viernes por la tarde y otro de vuelta los lunes, temprano por la mañana.

—¿Y bien? ¿A qué viene esa cara tan larga? —le preguntó mientras daba un mordisco voraz a un mendrugo de pan que había afanado en la cocina.

—Me han dado una misión, en Japón.

—¡Pero efo ef fantáftico! —Taecyeon se levantó con excitación. Tenía la boca llena y expulsaba miguitas de pan al hablar. Su entusiasmo era normal, habida cuenta de que Jessica llevaba meses quejándose de que no le asignaran tareas de mayor responsabilidad.

 

—Con Kwon Yuri.

—Oh. —Taecyeon se dejó caer de nuevo en el sofá, lentamente, con cara de circunstancias—. Pero no tiene por qué ser tan malo —le dijo entonces, tras tragar con dificultad—, seguramente serán un par de semanas, podrás volver los fines de semana como hago yo y luego…

—No se trata de la firma de un acuerdo, ese es el problema —le interrumpió ella—. Tenemos que vigilar al autor las veinticuatro horas. El mismísimo Kang Sungho nos ha ordenado que no regresemos hasta que sepamos la talla de su zapato. Literalmente. Si no conseguimos que firme, mi empleo corre peligro. No creo que pueda venir ni el día de Navidad.

Los ojos de Jessica se posaron con tristeza sobre la alfombra. Sentía tanta rabia que no reparó en las pelotitas de polvo que se estaban formando en las esquinas, y eso era preocupante, porque ella era una entusiasta de la limpieza y el orden, los cuales, por cierto, traían sin cuidado a su querido novio.

Cuando las lágrimas comenzaron a ser perfectamente visibles en las esquinas de sus ojos, Taecyeon la rodeó con su brazo y tiró de ella hasta que su cabeza quedó apoyada en su pecho.

—Vamos, anímate —le dijo, sacudiéndola con suavidad primero, acariciando su melena castaña después—. Sé que Yuri no es tu persona favorita, pero seguro que luego no es para tanto—. Trató de ser positivo, pero sus palabras sonaban huecas, carentes de energía, como si ni siquiera él tuviera demasiada fe en ellas—. ¿Cuándo os marcháis?

—Mañana.

Taecyeon esbozó un gesto de preocupación que Jessica no fue capaz de ver, apoyada como estaba contra su pecho. Pero su desasosiego duró apenas unos segundos, ya que pronto quedó reemplazo por una sonrisa pícara. Y es que iba a ser muy interesante ver a su novia peleándose todo el día con la persona que más odiaba del mundo. En ese momentotuvo tentaciones de preguntarle si ya se lo había contado a Donghae, pues se moría de ganas por in

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Comments

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Kkomofam #1
Chapter 16: Just now i found out this story, and it's beautiful
Eriika
#2
Chapter 16: Yo quiero saber que le dice
Eriika
#3
Chapter 15: 7w7
Eriika
#4
Chapter 14: Alv
Eriika
#5
Chapter 10: Omaiga
Eriika
#6
Chapter 9: Awww
Eriika
#7
Chapter 3: Creo que ya lo había leído con anterioridad
Eriika
#8
Veamos
DollySweet
#9
Chapter 16: Que lindo!.me gusto mucho la adaptacion!
jramirez #10
Chapter 16: Te felicito, de verdad me gusto mucho la adaptación y espero poder seguir disfrutando de las adaptaciones que haces. :D