Capítulo III

Un ángel guardián

Y así transcurrieron los días, los cuales se convirtieron en semanas, y éstas en aproximadamente dos meses, los cuales pasaron entre abrazos y bromas. Sus inocentes sentimientos seguían ocultos bajo una capa denominada 'amistad'.

Esta era una tarde bastante fría, ambos caminaban muy apegados el uno al otro. Ella por fin tenía en sus manos el pasaje que la llevaría de vuelta a su hogar y le comentaba a su amigo todas las aventuras que vivirían cuando ella volviera, que no se preocupara, que no tardaría mucho. Él asentía sonriente a la emoción de su pequeña compañera, pero esa curvatura en sus labios sólo denotaba tristeza. La verdad, esos días habían pasado demasiado rápido para él, y la hora de despedirse se acercaba a pasos agigantados.

Avistó un pequeño local de dulces a la distancia, y probablemente para distraerse de su tristeza se dirigió a él, indicándole a su compañera que lo esperara en ese mismo lugar. Una vez dentro, compró chocolates, de esos que sabía le encantaban a la menor, así que miraba divertido desde la ventana cómo la menor esperaba con paciencia aun contemplando su pasaje con admiración hasta que un personaje se acercó a ella obstaculizando su vista. Miró el rostro de la menor, y el gesto de ella se transformó paulatinamente en uno de terror inmenso al personaje cercano.

 SuHo, en cuanto vio esto último, se apresuró en pagar los dulces y corrió lo más rápido al punto de encuentro arreglado.

Ahí estaban los tres; Ella estupefacta, él expectante, y el desconocido, sonriendo relajado.

 

-Cariño... -se acercó a la menor para tocar la mejilla de ésta con la yema de sus dedos -por fin puedo encontrarte, hace días que te estaba buscando-

 

Acto seguido, el desconocido le dio un corto pero fuerte abrazo, mirándola con dulzura.

La imagen de ellos tres parecía haber quedado así, enmarcada, porque estaba estática ya varios minutos.

El mayor de ellos observó detenidamente al desconocido personaje que se situaba al lado de la menor y comprendió que era semejante a la criatura que vio hace días rondando su casa y, por lo tanto, que en ese mismo instante estaba frente al agresor de su 'pequeña'.

Respiró hondo, ya que en ese momento no representaba ningún peligro.

Inhaló.

El personaje ignoraba por completo la presencia del tercero.

Exhaló.

Una columna de humo emergió de sus labios y se acercó a la menor. Ella seguía con el pánico retratado en el rostro mientras el aún desconocido personaje la miraba con inocencia. Una inocencia que, ante los ojos del mayor, era totalmente falsa. Sabía que 'ese' estaba consciente del daño hecho, y de su frustración por no haber llevado el acto a cabo completamente. Joonmyeon la tomó del brazo con suavidad, poniéndola de pie, atrayéndola a él mientras la rodeaba con uno de sus brazos. Los labios de la menor trataron, con temblor, de emitir algún sonido.

 

-yo... no quiero -se dirigió al reciente personaje, el que la miró sorprendido- no quiero volver a verte. Nunca.

-Pero, cariño...

 

El mayor de los tres no permitió al joven terminar la frase, ya que había decidido irse sin dejar a la menor apartarse, estando así ya varios metros lejos del más joven. Éste último observó por largo rato a los dos jóvenes que se alejaban, perdiéndose así entre la multitud, resistiendo la tentación de seguirlos.

 

-Está viva -pensó LuHan, asegurándose de repetirlo varias veces mentalmente, como convenciéndose. La sangre comenzó a correr furiosa por sus venas, pero esbozó una sonrisa ladeada- Pronto saldrá de su escondite pensando que no hay peligro. Ese guardián debe dejarla sola en algún momento. No me cansaré de esperar, esto todavía no termina.

 

Dicho esto, viendo que el atardecer se acercaba, decidió emprender una caminata y relajarse; esa sería noche de luna llena y necesitaba estar radiante.

 

 

 

 

 

La noche estaba ya bastante avanzada, y del hogar en donde habitaban los dos jóvenes emanaban incontables risas. Un golpe con la almohada fue lo que detuvo al mayor de los dos de hacerle cosquillas a su compañera. Ambos se miraron con las sonrisas todavía retratadas en el rostro, estando sobre el sillón, uno al lado de otro. Pronto la pequeña mano de la menor se situó con delicadeza sobre la mejilla del mayor a lo que él cedió ante el dulce gesto, cerrando sus ojos, apoyando su cabeza en el hombro de su compañera.

Joonmyeon no entendía porque disfrutaba tanto estar a su lado. Esas caricias que hacía que sus mejillas ardieran, en vez de ser una molestia, le causaban... bienestar. Sentía que su corazón latía más rápido mientras más cerca estuviera de ella, sentía como mariposas en el estómago, se sentía el ser más afortunado del mundo. Pero, y ella? sentía algo especial estando a su lado?

La cabeza de la menor cayó sobre la suya.

 

-Te extrañaré tanto Suho-Oppa -dijo ella mientras dejaba escapar un suspiro-

 

Al escuchar eso, esbozó una sonrisa mientras la abrazaba.

 

-Yo también, pero nos volveremos a ver. Ya dejemos de preocuparnos de eso.

 

La intensidad del abrazo aumentó. Él levantó su cabeza del hombro de la menor para, sorpresivamente, plantar un pequeño beso en su mejilla. Ella sintió su corazón querer salir inmediatamente de ese agitado pecho. Giró el rostro para mirar al mayor seriamente con las mejillas rosadas.

Él sólo pudo sonreír, juntando sus narices, mientras ella acarició la mejilla de su oppa. Tragó saliva con dificultad. Su compañero seguía sonriendo, pero aún no se atrevía a concretar nada. Ella alejó bruscamente su rostro y abrazó al mayor, escondiendo así su avergonzado gesto en el pecho del muchacho. Cerró los ojos y trató forzosamente de dormir, mientras el mayor de ellos imitaba esto último. Esa era la última noche que pasarían juntos.

 

La mañana siguiente transcurrió de forma normal haciendo las cosas cotidianas en el pequeño hogar de los jóvenes. Sin embargo, se notaba una cierta tensión entre ambos. Sí, en unas horas más la menor de ellos se trasladaría a su casa en otra ciudad. Volvería a su realidad, dejando atrás a su compañero. Esa mañana, hubo un momento determinado en el que el mayor, mientras lavaba los platos, decidió detenerse para contemplarla. Ella arreglaba algunas cosas en un pequeño bolso que él le había obsequiado. Tenía una mirada triste y se notaba desánimo en sus acciones.

Pronto notó que el mayor la seguía con la mirada.

 

-¿Ocurre algo? -preguntó curiosa mirándolo también-

 

Él sintió su corazón quebrantarse al escuchar su voz y pensar que no la escucharía mucho tiempo más. Con sus manos llenas de espuma se acercó con pasos lentos y, al estar lo suficientemente cerca, la rodeó con sus brazos para después plantar un beso en los ojos cerrados de ella, quién correspondió sin dudar a su abrazo. Pronto se alejaron lo suficiente como para poder mirarse a los ojos.

 

-Niña, yo...

 

Sin embargo, un ruido interrumpió haciendo que ambos se sobresaltaran. Él la soltó lento, mientras ella desviaba su mirada hacia el lugar del cual provenía el molesto sonido. Revolvió su bolso hasta encontrar su celular, recordándole que su viaje era en una hora más. Suho, como ella le decía, la miró una vez más con ojos decaídos, mientras expresaba las palabras más tristes para él. "Es hora de irnos, no queremos llegar tarde" .

Ambos tomaron sus respectivos abrigos y emprendieron la marcha hasta la parada de autobús. Estaban callados, y ninguno se atrevía a romper ese silencio. Así fue por aproximadamente 5 minutos, hasta que llegó el autobús que los llevaría a su separación. Se sentaron juntos en los últimos asientos disponibles.

Permanecían callados y distantes, hasta que un pequeño niño y su anciana abuela subieron de la mano al transporte, pagando su pasaje y quedando de pie. Ella apenas los vio, sin tomarles atención; pero él sintió su corazón volcarse dentro de sí al notar que se estaban aferrando a los pasamanos y no estaba ayudando en nada. No había asientos disponibles, por lo que una idea iluminó por completo su mente. Tomó la mano de su compañera, entrelazándola, dedicándole una mirada que lo decía todo, a lo que ella asintió. Ambos se pusieron de pie y entregaron sus asientos al niño y la anciana. Ésta última entregó la sonrisa más sincera que había dado alguna vez, susurrando suavemente un 'muchas gracias'. El niño se sentó del lado de la ventana admirando los grandes edificios que entregaba como vista privilegiada ese autobús. Sonriente, mostraba constantemente a su abuela todas las cosas admirables que pasaban rápido frente a sus ojos. Mientras tanto, el mayor de nuestros protagonistas sonreía ya que sentía que había hecho algo útil. Ella tenía una expresión pensativa. De no haber sido por su compañero, no se habría percatado de ese par tan necesitado. Sin embargo, él sí lo hizo, e inmediatamente puso manos a la obra haciendo lo que tenía al alcance. Siempre había pensado de ella misma como una buena persona, pero... ¿las buenas personas ignoraban así a la gente necesitada? ¿acaso era digno denominarse alguien 'bueno' sólo por el hecho de ayudar a sus amigos? No, ella no hacía nada extraordinario en ayudar a sus amigos y familiares, sino en ayudar a aquellos desconocidos que, a veces, sólo necesitaban una sonrisa y un pequeñísimo gesto de amor como regalo.

Sin duda, en esos pocos días, el joven había cambiado su vida.

Pronto fue sacada de sus pensamientos por su compañero, quien agitaba un poco su mano para hacerla reaccionar pronunciando un suave “ya es hora”. El niño y su abuela se despidieron con unas sonrisas de ellos, quienes ya bajaban del autobús.

Y ahí estaban, en aquella estación de trenes bala que sería testigo de su despedida. Se miraron una vez más y se acercaron al tren en el que relucía el nombre de la localidad natal de la menor. Él miró la hora; faltaban 15 minutos para la partida. Ella suspiró y estrechó la mano de su compañero que seguía unida a la suya.

 

-Oppa, yo... -ella se detuvo, mientras él la miró expectante- te extrañaré.

-Yo también a ti –

 

No importaba cuantas veces lo repitieran, nunca se cansaban de escucharlo del otro. Se soltaron las manos, para luego darse un largo y fuerte abrazo en el que ella dejó escapar unas cuantas lágrimas en el hombro de su compañero. Se alejaron un poco para que el mayor secara las lágrimas de ella, sonriéndole para que se tranquilizara.

 

-Nos volveremos a ver, lo prometo.

 

Ella asintió acercando su rostro al de él, estando a punto de confesarle sus sentimientos. Pero pronto se arrepintió y reemplazó esta acción por un beso en la mejilla de éste. Él se sonrojó totalmente mientras reía. La verdad, él también estaba a punto de llorar, pero si lo hacía, ella se iría preocupada.

No podía permitirse ser un impedimento para que la menor siguiera con su vida.

Ya faltaban menos de 5 minutos.

 

-Bien, creo que ya... -dijo nervioso-

-Lo sé -interrumpió ella- hora de subirme y esas cosas...

 

Se aseguró de llevar todo lo necesario y se encaminó con pasos lentos a las puertas del tren tratando de tragar saliva que le era impedido por el nudo que tenía en la garganta. Cerró los ojos con fuerza y se quedó parada ahí, para luego soltar su bolso, el cual cayó pesadamente al suelo.

Él abrió sus ojos como platos mientras veía a la menor acercándose corriendo a él. Ella acercó sus manos a su rostro, mientras él instintivamente posó sus manos sobre la cintura de la menor. Ambos se acercaron, lo suficiente como para poder sentir la respiración el uno del otro sobre sus rostros. Decidió apresurarse, porque el tiempo era realmente corto y porque su valentía probablemente no duraría mucho. Ella acercó sus labios a los de él y los juntó en un suave beso que hizo al pobre joven sentir su pecho explotar. Los pocos segundos que duró el contacto fueron suficientes para que el joven pudiera comprender por fin lo que sentía; pero las palabras no emergían de sus labios, sólo mantenía sus labios cerrados mientras por dentro sentía una angustia inmensa al ver a la menor subir al tren. Pronto volvió a divisarla ya sentada en el puesto asignado, el cual estaba al lado de la ventana.

Ella agitó su mano en señal de despedida con lágrimas en sus ojos pero con una gran sonrisa.

Él recién pudo enviar una orden de su cerebro a su brazo, la cual fue acatada, devolviendo así el gesto.

Ya era hora. Era la hora de verla partir.

Abrió sus ojos todo lo que pudo mientras el corazón le latía a más no poder con lo que veía a través de la ventana; era él, modulando un “te amo” mientras corría a la velocidad que el tren comenzaba a moverse.

“Yo también a ti”. Eso fue lo que el mayor pudo entender de la lectura de los labios de la menor.

 

Quedó largo rato mirando fijamente por donde el tren se había ido. Sin embargo, esta triste escena era contemplada por alguien a quien no le causaba mucho agrado lo que había visto. Dio una mirada sarcástica al pobre joven que seguía mirando hacia el vacío, y prosiguió con su camino. El momento aún no había llegado y no podía desperdiciar sus fuerzas así como así. Ella volvería, y con ello, él terminaría aquello que dejó inconcluso. Esta vez, definitivamente sería su fin, y el de cualquier persona que se entrometiera con su objetivo.

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Comments

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MimiXD #1
Chapter 5: Waaaaaaaaaaaa!!!!! Ok ok esto fue hermosooo y porque estoy sonrojada????? Jajajaajajaja ya tengo 3er bias!!! Mi angel joonmyeon!!!! Me encantooooo!!! Sigue escribiendo autora-nim!!! Eres geniallllllll!!!!! └(^o^)┘└(^o^)┘└(^o^)┘└(^o^)┘●﹏●●﹏●●﹏●●﹏●◑▂◑●▽●●▽●●▽●●▽●