Capítulo I

Un ángel guardián

Joonmyeon caminaba con tranquilidad, disfrutando el poder ver la ciudad tapada de color blanco. Respiró el frío aire, mientras, ya exhalando, podía ver una columna de humo saliendo de sus labios.

Sonrió, se sentía feliz de poder palpar la nieve por primera vez. Le agradaban esos copos que caían sobre su rostro o sobre su lengua cuando la sacaba para degustarlos. No sabían a nada en particular. Aun así, creía que no podía sentirse más lleno de alegría.

Siguió caminando, disfrutando de aquellas cosas que para los demás eran comunes. Se preguntó si con el pasar del tiempo, dejaría de disfrutar de aquellos pequeños detalles en su vida, como ellos lo hacían. “Imposible”, pensó mientras sonreía, y seguía pensando que la nieve era lo máximo que había visto hasta ese momento. Sin embargo, pronto algo captó su atención.

Había alguien en la nieve, recostado. La curiosidad lo invadió y decidió acercarse.

Era una joven que parecía de su edad, tirada en la nieve. Estaba sola, golpeada y ensangrentada.

Se espantó con lo que vio, pero de inmediato esto fue reemplazado por un sentimiento de compasión. Se arrodilló para estar más cerca y comprobó sus signos vitales. Estaba viva.

Sonrió aliviado, sacándose su abrigo y poniéndolo inmediatamente sobre ella, rodeándola con éste. La tomó en sus brazos, emprendiendo su marcha a un lugar seguro.

La joven respiraba con dificultad, emitiendo quejidos casuales.

“Llegaremos a un lugar seguro, no te preocupes.” Decía en susurros, para luego sonreírle, aunque ella no pudiera verlo.

El anochecer cayó de golpe sobre la ciudad. Realmente había perdido la noción del tiempo preocupado por aquella joven y había perdido, también, la noción de todo lo que había caminado. Sus pies dolían. Rio inocente ante esto último, ya que no le importaba mucho su dolor en ese momento. Estaba seguro de que se sentiría mejor ayudando a esa persona que ahora llevaba en brazos.

Ya en su pequeña casa,  cambió rápido sus húmedas ropas por algo seco y puso manos a la obra. Se dirigió a la joven y retiró el abrigo que cubría su pequeño cuerpo. Sonrió ante su belleza y la dulzura de sus facciones, aunque estas denotaran dolor solamente.

“Ese gesto de dolor no durará mucho” pensó, animándose a sí mismo a ayudarla.

Buscó algodón y alcohol, volviendo inmediatamente a ella para curar sus heridas.

Retiró un grueso jersey de algo parecido a lana, el cual estaba casi completamente rasgado, dejando sólo una delgada camiseta de tirantes que la envolvía. Procuró hacer la curación con cariño y suavidad. Respiró hondo, se sentía nervioso.

Posó con suavidad, sobre un pequeño corte, un algodón mojado.

El cuerpo de la joven reaccionó al instante, a lo que el muchacho saltó del susto. Ella emitió un quejido nuevamente.

 

-Sólo quiero ayudarte…-dijo él-

 

Volvió a posar el algodón sobre su herida. Esta vez no hubo queja.

Lo había escuchado.

Sonrió, y prosiguió confiado limpiando los rasguños, siendo algunos más profundos que otros.

Finalizada la limpieza, corrió a su botiquín y lo trajo con él hasta el sillón donde la muchacha seguía reposando. Tomó un termómetro que, inmediatamente, introdujo en la boca de la joven.

Esperar no era su virtud, se notaba por aquellas rápidas vueltas que daba entorno a la pequeña mesa de la sala de estar y, que luego remataba viendo su reloj. Apenas habían pasado 15 segundos.

Suspiró. Dio varias vueltas hasta que el tiempo indicado se cumplió. Se apresuró en quitar el termómetro de sus labios, leyó el resultado.

 

“40°C”

 

Espantado, buscó una fuente y un trapo. Pronto acomodó una silla al lado del sillón en el que ella aún estaba recostada. Empapó el trapo con agua y lo puso sobre la frente de la muchacha. Una, y otra, y otra vez.

Las horas habían pasado, eran las 2 a.m. y él seguía en pie, cuidando de su dongsaeng.

Aún sentado, puso una vez más el trapo mojado sobre la frente de la joven. Sonrió. Con sus cuidados, ella seguro mejoraría pronto.

Dejó reposar su espalda sobre el respaldo de la silla para descansar. Sin darse cuenta, emprendió un viaje casi inmediato al mundo de los sueños.

 

Las horas avanzaron.

 

-Yaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!-

 

El joven sólo sintió cómo un chorro de agua caía sobre él, empapándolo por completo. Cayó de espaldas en el suelo aún sobre la silla. Se levantó como pudo a pesar del dolor de columna y respiró hondo.

 

-¿Quién eres? ¿Qué me has hecho?- preguntó la joven con la respiración agitada. Estaba de pie detrás del sillón, con una postura a la defensiva, que indicaba que no temía ocupar aquella fuente como un arma.

-Calma, por favor. Yo sólo traté de ayudarte. ¿Ves todo eso? –respondió apuntando a los objetos utilizados-Los usé para limpiar tus heridas.

-…¿Estás seguro?

-¿No crees que si hubiera querido te hubiera hecho daño ya?

 

Ella suspiró, sentándose con debilidad en el sillón. Apoyó su cabeza en sus manos mientras sus codos se afirmaban en sus rodillas. Él buscó un trapo y limpió aquel reciente desastre.

 

-Lo siento…

-¿Cómo te sientes?- preguntó un tanto tímido y asustado- No te ves nada bien, todavía…-la joven no respondió, parecía estar ausente del lugar- ¿Sabes qué fue lo que te sucedió?

-Yo… no lo sé. Todo fue tan rápido. No recuerdo nada que parezca tener sentido

 

Acto seguido, ella cubrió su rostro con sus manos. Él posó su mano sobre su hombro. ”Recuéstate nuevamente, no estás bien” le susurró, a lo que la joven acató.

El muchacho se puso de pie y, con calma, se dirigió a la cocina a preparar algo. Pensaba en que aquella primera impresión había sido mala, realmente mala. Pero ya lograría que las cosas mejoraran; después de todo, le quedaban unos pocos días.

Suspiró ante este último pensamiento. Haría aquellos días dignos de ser vividos.

Tomó dos tazas de café caliente en sus manos y se dirigió a la sala de estar, en donde ella aún descansaba sobre el sillón. Él se sentó en un sillón cercano, más pequeño. No sin antes entregarle una de las tazas a la muchacha y recibir los respectivos agradecimientos.

 

-¿Te sientes mejor para charlar ahora?- preguntó el, dándole un sorbo a su café, a lo que la joven asintió-

-Bueno… -suspiró, y hubo un largo silencio entre ambos, hasta que ella misma decidió romperlo- Vine hace unos días con un tipo de mi edad, o al menos eso parecía. Nos conocimos en un café, y comenzamos a frecuentarnos en aquel mismo lugar. Habíamos creado lazos muy fuertes de amistad en muy poco tiempo. Era todo un caballero, un buen amigo, era gracioso y atento, asique… comenzamos a salir. Sin embargo, todo cambió en la media noche a la luz de la luna llena. De repente…

-....¿Qué? -la animó a concluir la idea- ¿Qué sucedió?

-Es que, esto suena realmente ridículo –trató de reír, pero sólo salió una risa triste de sus labios- a la luz de la luna él… no era un humano y yo…yo…

 

No pudo más y se quebró dejando su frase inconclusa. Se sentía ridícula, triste y adolorida.

Él se retiró luego de tratar de reconfortarla, dejándola sola en la sala. Lamentaba de corazón no saber qué hacer, ni cómo borrar aquellos malos recuerdos; en el poco tiempo que llevaban juntos no la había visto sonreír ni una sola vez.

Volvió a la cocina con su taza que aún tenía del líquido dentro. Tomó el último sorbo de su café mientras la cabeza se le llenaba de preguntas curiosas. El único ´”peligro” no-humano que había visto era ese aparente joven que no controlaba sus instintos. O al menos eso hacía creer.

¿Sería este el encargo que se le había hecho? 

 

-Cuídala- escuchó una voz dentro de sí, a lo que él sonrió. Por fin conocía con certeza la razón por la que había sido enviado a la tierra.

Limpió un poco para ponerse a hacer el almuerzo de ese día. Sería algo simple, y esperaba que esto pudiera hacerla sentir mejor.

Pasaron los minutos, y un suave aroma provenía de la cocina. La pobre muchacha, que no había comido en días, no pudo evitar que su estómago rugiera con fuerza.

 

-Escuché eso, ¡el almuerzo está listo! – el mayor entró en la sala de estar indicándole a la menor que se acercara a la cocina. Una vez allí, sirvió dos platos sobre la mesa y se sentaron- Espera, yo acostumbro a dar las gracias antes de comenzar a comer –el joven agachó la cabeza y juntó sus manos, acción que la menor imitó- muy bien ¡a comer!

 

Hubo un largo silencio producto de que ambos estaban consumiendo sus alimentos con ansias. La menor dejó sus utensilios de lado un momento y  se decidió a hablar.

 

-Muchas gracias por todo lo que has hecho por mí. De verdad, no sé cómo te lo agradeceré

-No tienes nada que agradecerme –la miró con ternura, provocando en la menor un pequeño enrojecimiento en sus mejillas-

-¿Por qué tu sabes un poco de mí y yo nada de ti? Sólo sé que eres oppa, pero…–Preguntó la menor con inocencia- ¿Cómo te llamas? ¿De dónde vienes?

-Soy Joonmyeon. Y, de dónde vengo... es un secreto –aunque a la joven no le hizo mucha gracia, el mayor le sonrió-

 

Una vez terminaron de comer, reanudaron la charla.

Ambos se sentían, por fin, más cercanos y confiables. Más a gusto juntos.

Esa tarde había nacido una amistad que se alimentaba de cada broma y buen momento que pasaba. Y, sin saberlo, el corazón de uno daba un vuelco dentro del pecho cuando el otro sonreía.

Una vez más esa noche, ambos tomaron sus lugares, preparándose para ir a conciliar el sueño. La joven, el amplio sillón; el mayor, su habitación.

Ella recordaba lo que había pasado ese día. Lo bien que él le hacía sentir y lo bueno que era.

Recordó también que, ese mismo día, antes de pedirle el baño para tomar una ducha, preguntó por algo de ropa que pudiera quedarle. Él asintió, “lo mío es tuyo” dijo con una gran sonrisa y la llevó a su habitación, abriendo su armario para darle el gusto a la menor de tomar lo que quisiera. Pero ella miró extrañada, y es que ¿acaso alguna vez en su vida había visto a alguien que le gustara tanto el blanco como a él? Parecía que todo en aquella casa era blanco y, de hecho, así era. Los grandes ventanales de la sala de estar y la alfombra, la impecable cocina, el baño. Todo parecía relucir ahí.

Frunció el ceño. Aunque el lugar pareciera de otro mundo, sentíase a gusto. Era agradable, sobre todo con él cuidándola. Sonrió mientras pensaba en esa sonrisa y esos gestos puros por parte del mayor que la hacían sentir especial.

Él, por su parte, yacía recostado en su cama tratando de conciliar el sueño. Era terrible. Hace tan sólo unos días atrás no precisaba el dormir. Los de su naturaleza no dormían, claro, porque ellos no lo necesitaban. El cambio era bastante brusco, pero había sido enviado y él debía obedecer. Nunca le molestaban aquellas órdenes de su superior, de hecho, él siempre las ejercía con gusto. Sólo... esta vez era un poco más difícil. Se cansó de sus inútiles esfuerzos y decidió tratar después, ya que una escena de aquel mismo día se había apoderado de su mente, esa en donde ella le preguntaba de dónde venía.

Suspiró y cerró sus ojos. Inmediatamente después de aquel pensamiento se durmió.

 

“Aunque te lo dijera…

No me creerías de dónde vengo, ni que he venido sólo a protegerte”

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Comments

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MimiXD #1
Chapter 5: Waaaaaaaaaaaa!!!!! Ok ok esto fue hermosooo y porque estoy sonrojada????? Jajajaajajaja ya tengo 3er bias!!! Mi angel joonmyeon!!!! Me encantooooo!!! Sigue escribiendo autora-nim!!! Eres geniallllllll!!!!! └(^o^)┘└(^o^)┘└(^o^)┘└(^o^)┘●﹏●●﹏●●﹏●●﹏●◑▂◑●▽●●▽●●▽●●▽●