Su cuerpo desnudo estaba presionado contra mi espalda descubierta, y nunca me había sentido tan cómoda. Saboreé el momento por tanto tiempo como mi ansiedad me permitió. Me sentía ansiosa por mirarla, asegurarme de que todo aquello no había sido solo un sueño, de que ella no se desvanecería en el momento en que mi mirada la encontrara. De todas formas, nunca lo hacía. Solo podemos tener este tipo de momentos una vez cada tanto, pero son probablemente lo más real que hay en nuestras vidas. Y en cada uno de ellos, me siento tan afortunada que es abrumante. Así que, cada vez que ocurre, aún tengo que asegurarme de que no es solo un producto de mi ilusa imaginación. 

Entonces abrí mis ojos, despacio. Frente a ellos se encontraban las dos copas de vino que dejamos sobre la mesa de luz cuando la pasión había tomado el control. Jiyeon no solía beber mucho. Yo la cambié, claramente. Pero nunca la dejaría caer en el alcohólico desastre en el que me había convertido. 

Solté un suspiro antes de voltearme para finalmente mirarla.

Se veía hermosa. Incluso tras una ebria noche de o. Incluso más que el día anterior –algo que parece imposible cada día, pero al siguiente siempre logra verse más bella. Ella es belleza. Y ha cambiado, mucho. Pero no completamente. Todavía puedo observar las mismas, exactas facciones que observé el día en que nos conocimos. Cuando ella era una niña y yo solo era su 'unnie'. Cuando nos abrazábamos tan a menudo, con tanta inocencia. Cuando quería cuidarla y protegerla como si fuese mi propia hermana menor. 

Suspiré una vez más, acariciando su mejilla izquierda. Ahora ella me protegía a mí, ahora nos protegemos la una a la otra, como enamoradas. Una diferencia de cuatro años de edad perdió todo su significado hace mucho tiempo.

Anoche hicimos el amor, otra vez. Uno no me creería, y sé que esto sonará cursi y cliché, pero fue perfecto. Siempre, todo es perfecto con ella. Pero anoche fue especial, mucho más especial que el o rápido en los sanitarios de los sets de filmación. 

Anoche se sintió real. Y no puedo explicarlo exactamente, pero es un alivio sentir algo tan real en medio de esta vida caótica que aún llamamos nuestro sueño.

 

Pronto en ese momento, vi mi reflejo en un par de marrones, hermosas y adormiladas pupilas.

"Buenos días". Susurré con una sonrisa.

Ella no habló, en cambio abrazó con más fuerza mi cintura y enterró su rostro en la curva de mi cuello.

La dejé ser. Nos dejamos ser. No íbamos a apresurarnos por nada, por una vez.

 

"Unnie". Habló de repente. Su respiración chocando con mi piel.

"¿Hm?" emití, jugueteando con sus largos cabellos castaños.

 

"Apestas a alcohol". Dijo simplemente, provocándome soltar una carcajada.

"Tú también apestas, Jiyeon". Me defendí, divertida, antes de que se me ocurriera cómo aprovechar la situación. "Entonces podríamos darnos una ducha". Sugerí, susurrando tan sutilmente seductiva como pude –que acabó siendo algo más similar a torpeza.

 

Sin embargo, en un abrir y cerrar de ojos Jiyeon no solo ya estaba parada, sino que estaba, además, correteando hacia el baño. 

Yo permanecí recostada, riendo, enternecida. Feliz.

 

"Hyomin, ¡date prisa!"