Mientras tanto, a unos cuantos metros, Seulgi no podía creer lo que sus ojos habían visto. No había podido escuchar la conversación debido al sonido de la lluvia, pero no le hacía falta para saber que su amiga estaba sufriendo.

Hizo un esfuerzo por calmarse y caminó hacia la triste chica que lloraba bajo la lluvia. Le tocó el hombro, sobresaltandola.

—Joohyun. —Susurró. —Es hora de irnos.

—N-no puedo, se ha ido.

—Lo sé, lo vi todo. —Suspiró. —Vámonos de aquí. Este lugar jamás te ha hecho bien.

Irene se dejó levantar y arrastrar de vuelta a su auto.

—¿Crees que puedas manejar? Puedo dejar mi auto y llevarte si no te sientes bien. —Sugirió Seulgi, preocupada.

Irene estaba en estado catatónico. No podía reaccionar, pensar o sentir nada; sin embargo, lo último que quería era que la vieran así.

—No te preocupes, —se forzó a decir—estaré bien.  

Las dos sabían que era una mentira, pero Seulgi no quería presionarla. Irene agradeció el gesto silenciosamente.

Cerró la puerta del auto y abandonó el lugar con una velocidad muy por debajo de la permitida. Se sentía confundida, no podía soportar otra pérdida así.

“Me perdiste mucho antes de tenerme.”

No notó que estaba frente a su apartamento hasta que Seulgi golpeó la ventana del auto.

—¿Piensas quedarte ahí?

Irene cerró los ojos, respirando profundo. Apagó el auto y se secó las lágrimas antes de salir. Afortunadamente para ella, era viernes. Lo último que quería era regresar a la oficina.

—¿Segura estarás bien? —Preguntó Seulgi nuevamente.

La chica sabía que no, pero también sabía que Irene no era de las personas que compartían sus sentimientos con los demás fácilmente.

Se despidió de su amiga, esperando que nada malo pasara.  

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Tres días después recibió una llamada de Joy.

—¿Has sabido algo de Miss Bae? —Preguntó la chica, tratando de no sonar preocupada por su jefe.

—¿Por qué? ¿Pasó algo?

—Pues no vino hoy a trabajar. Me imaginé que se debía a la noticia que recibió.

Seulgi paró en un semáforo, pues iba conduciendo.

—¿Crees que deba pasarme por su casa? —Preguntó.

—Creo que no debiste dejarla sola en primer lugar, —Regañó Joy. —pero como ya lo hiciste al menos asegúrate de que sigue viva. Ya le he cancelado las reuniones de esta semana y los socios están por matarme.

Seulgi rió por lo bajo, arrancando el auto.

—Iré a ver que no se esté matando de hambre nuevamente. —Aseguró, cambiando de dirección. —Estoy segura que ella te lo agradecerá Sooyoung. Te aviso cuando tenga noticias.

El estado de la empresaria era deplorable. Había pasado los últimos días llorando desconsoladamente hasta que simplemente se había quedó sin lágrimas. Nunca había sido muy buena aceptando la pérdida o cualquier sentimiento doloroso en general. Se sentía enferma.

A duras penas se puso de pie para abrir la puerta cuando escuchó el timbre.

—Te ves del asco. —Saludó Seulgi, haciéndose sentir como en casa ella misma.

Irene no respondió, volviendo a la misma posición que había tenido los últimos tres días.

—¿Hace cuánto no comes?

—¿Qué haces aquí? —Preguntó cortante Irene, cambiando el tema.

—Sooyoung y yo estábamos preocupadas por ti.

—¿...Sooyoung? —Cuestionó, sin prestar mucha atención.

—Joy, tu asistente. Definitivamente teníamos razón en preocuparnos.

Silencio.

Irene había olvidado por completo que se suponía que debía comer, bañarse e ir a trabajar. En algún momento pasó por su mente, pero rápidamente lo había desechado. Extrañaba a Wendy, física y emocionalmente.

—¿Por qué me pasan estas cosas a mí? —Murmuró para sí, sin esperar una respuesta.

Seulgi, sin embargo, la escuchó. Se acercó y la abrazó.

—No lo sé, Joohyun, pero no puedes seguir así. Te vas a enfermar. —Dudó pensando si decirle o no lo que tenía en mente. —Wendy no habría querido esto para ti.

Eso pareció calmar un poco a Irene.

—¿Qué te parece si te das un baño y te pones linda mientras voy por comida? —Sugirió Seulgi.

Irene asintió sin muchas ganas.

El resto del día pasó rápido y Seulgi le hizo prometer a la otra chica que iría a trabajar el día siguiente. Apartarse del mundo no era bueno para su ánimo.

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Irene no durmió mucho esa noche, por esa razón llegó a la oficina casi arrastrada del sueño con unos lentes de sol lo suficientemente grandes para cubrirle medio rostro.

Saludó a Joy y le pidió que reagendara sus citas.

—¿Miss Bae? —Preguntó temerosa.

Irene solo frenó, esperando a que su asistente hablara.

—El investigador dejó unos archivos para usted que-

—Bótalos todos, Joy, por favor. —Dijo—No quiero saber nada de ellos.

Joy quedó perpleja.

—¿Está segura Miss Bae? Parecían importantes.

—Sí, estoy segura. Desházte de ellos lo más pronto posible.

La asistente asintió, tomando todos los documentos de uno de los cajones para triturarlos.

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—¡¿Qué?!

—Ouch, no grites Seulgi.

—¡¿Por qué me dices esto hasta ahora?! —Habló en el mismo tono, regañando a Joy a través del teléfono.

—Miss Bae me pidió que me deshiciera de ellos, pero no quería que luego se arrepintiera, así que los revisé. ¿Hice mal?

Seulgi se rió al otro lado de la línea.

—En estos momentos siento que te amo. —Dijo—Voy a pasar por ti ahora. Asegúrate de que Irene te acompañe.

—¡Espera! —El pitido de fin de llamada se escuchó del otro lado. —Cómo la odio.

Volvió con los pocos documentos que quedaban sin triturar, entrando a la oficina de su jefe sin permiso.

—¿Irene?

Irene enarcó una ceja.

—L-lo siento, Miss Bae. —Se disculpó por su falta de formalidad. —Tiene una reunión en veinte minutos. El chofer le está esperando abajo.

—Gracias Joy. —Dijo, caminando hacia el ascensor—¿Algo que deba saber sobre esta reunión en particular?

Joy comentó un par de cosas que sí eran de una reunión pero no de esa en particular. El ascensor abrió las puertas en el estacionamiento y la limusina ya estaba esperando por ella.

Entró junto con su asistente sin prestar mucha atención.

—Hola.

Irene rodó los ojos.

—¿Qué es esto? ¿Una intervención? —Preguntó enojada, viendo a Seulgi enfrente.

—Antes de que te enojes déjame explicar.

Irene suspiró fastidiada. Luego miró a Joy.

—No te contraté para ser la asistente de Seulgi, Park Sooyoung.

Joy bajó la mirada, apenada.

—Hey, no la culpes a ella. Fui yo la de la idea. —Intervino—Antes deberías darle las gracias.

—¿Ahora qué hicieron? Si entienden que nada va a hacerme sentir mejor, ¿verdad?

Seulgi ocultó una sonrisa, mientras que Joy se mantuvo en silencio, pues no sabía mucho de la vida personal de su jefe.

—Esto sí, o al menos eso espero. Ya verás.

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Irene se sintió aun más confundida cuando vio que la habían llevado a un hospital. Ya había tratado con psicólogos antes cuando su esposo había muerto y no había servido para nada; sabía que esta vez tampoco lo haría. Sin embargo, siguió a las dos chicas a lo largo de varios pasillos.

Se distrajo con una máquina expendedora mientras Seulgi conversaba con uno de los médicos presentes.

—¿Bae Joohyun?

El médico atrajo su atención, ofreciéndole una vestimenta parecida a la de él.

—¿Sí?

—Que bueno que llega. Ya vamos a desconectarla.

Irene frunció el ceño, intentando recordar si tenía a algún familiar enfermo.

—Creí que solo tendría una sesión. —Comentó, intentando aclarar la duda.

—Es usted muy graciosa, señorita.

El doctor le indicó que le siguiera hacia una zona restringida.

—Son Wendy, veinticuatro años, entró en estado vegetativo hace un par de días después de estar en coma por dos años. ¿Hay algo que quiera decirle antes de que la desconectemos?

Irene tuvo que apoyarse sobre la pared más cercana. El cuerpo de la chica de la que estaba enamorada yacía sobre una cama, una multitud de máquinas a su alrededor monitoreandole.

—¿Q-qué?

—¿Señorita? ¿Está bien?

Irene no escuchaba, sintiendo un dolor en su pecho.

—¡Rápido! ¡Enfermeras! ¡Esta mujer está teniendo un infarto!