Wendy gimió, estando lo más cerca posible de Irene sin llegar a tocarla.

—No puedo. No, no, no.

Irene sonrió. —¿Estás nerviosa?

—Un poco, sí.

—No va a pasar nada, ¿okay? Vas a estar conmigo.

—Lo sé, pero ¿qué tal si hago ruido? O si…

Irene le miró fijamente. —Escúchame, no va a pasar nada. Vamos a cenar, hablar un poco y luego tú y yo nos iremos a casa, ¿estás de acuerdo?

La chica asintió, intentando desaparecer su nerviosismo.

Irene tocó el timbre, esperando pacientemente.

—Son más de las siete, pensé que ya no vendrías. —Dijo Seulgi una vez que abrió la puerta.

—A mí también me alegra verte de nuevo. —Dijo la empresaria sarcásticamente. —Lo siento, paré en el camino para comprar vino y comida thai.

Extendió el brazo y entregó las dos bolsitas de papel.

—¿Cómo supiste?

—Siempre pides lo mismo, Kang. —Rodó los ojos. —¿Vas a dejarnos pasar?

Seulgi entornó los ojos.

—¿Trajiste a alguien más?

Irene abrió los ojos, notando su error. —Eh-h, no, no. Me refería a mí y al vino.

—Okaaay. —Su amiga estaba extraña definitivamente.

La chica hizo espacio disimuladamente para que entrara Wendy. Contrario a lo que todos creían, no porque fuese ahora un espíritu significaba que pudiese cruzar a través de paredes y de personas. Probablemente podía, según asumía Irene, pero no era algo que a Wendy le gustase hacer.

Estando dentro, Seulgi fue por copas para servir el vino mientras las dos chicas se acomodaban en el sofá (una de ellas secretamente).

—Eso estuvo cerca. —Murmuró Irene.

—Eres muy mala mentirosa, Joohyun, ¿lo sabías?

Irene rió. —Estoy consciente de ello. Se me salió, de verdad lo siento.

—No te disculpes tanto, el problema no soy…

—¿Con quién hablas? —Interrumpió Seulgi, poniendo las dos copas sobre la mesa. —Escuché la voz de alguien más.

—Con nadie. —Dijo, tomando de la copa que su amiga le había servido y mirando en dirección a Wendy, quien aguantaba la risa.

—¿No será que no quieres contarme sobre el chico que conociste? —Preguntó, dando el primer bocado a su comida. —¿Hablabas con él?

En ese momento sucedieron dos cosas. Irene se sonrojó y Wendy todo lo contrario.

“¿Qué amigo?” quiso preguntar Wendy, pero si la chica había preferido no contarle era porque no confiaba lo suficiente en ella. De todas formas tendría que esperar a que estuviesen solas para saber.

Irene notó el cambio de expresión de Wendy.

—No es que no quiera contarte, es que no puedo.

—¡No me digas que es casado! —Exclamó su amiga, chocando los palillos contra la mesa.

—¡No! Dios, no. Sabes que no podría. —Dijo Irene, sonando igual de alterada. —En todo caso no sería casado, sino… casada.

Seulgi frenó sus palillos y se quedó en silencio, contemplando a su amiga. Wendy miró el intercambio con expresión seria, sin entender aún.

—¿Es menor de edad entonces? ¿Ese es el impedimento? —Seulgi continuó comiendo.

—¿...qué? ¿No te importa?

—Claro que me importa si es menor, no quiero que te lleven a prisión.

—No tonta, que me guste una mujer.

—¡Claro que no! Eres mi amiga, eso no te hace diferente. —Irene sonrió. —Ya dime, ¿cómo se llama?

Wendy escuchó atentamente, pues también quería saber así le doliera.

Irene giró el cuello para poder mirar fijamente a Wendy, quien estaba a su lado. Afortunadamente, Seulgi solo lo interpretó como vergüenza.

—Se llama Son Wendy. —Pausó, dejando que la chica lo entendiera por fin. —Es menor que yo, pero no menor de edad.

—Qué extraño, tiene el mismo nombre que una conocida de la universidad en la que estudié. Creo que desapareció, su caso fue muy sonado. —Dijo—Pero igual aww, ¡qué ternura! Creí que jamás seguirías adelante.

—No lo sabía. —La sonrisa de Irene tembló ligeramente, pero solo Wendy lo notó.  —Gracias, me hace muy feliz la verdad.

El corazón inexistente de Wendy latió con fuerza, sintiendo ganas de besar a la chica que tenía al lado. Se gustaban mutuamente, algo que jamás le había sucedido estando viva. Qué trágico y qué especial se sentía aquello.

—Bien, ¿y cuál es el impedimento?

Irene volvió a dirigir su mirada hacia la rubia.

—No sé si ella sienta lo mismo por mí. Ya estoy mayor, ¿sabes?  Le llevó tres años y siempre estoy ocupada con mi trabajo, no quiero interponerme entre sus sueños.

Todo lo que había mencionado habría sido cierto en otra situación, pero no podía decirle que la muerte se interponía. No lo entendería y creería que se había vuelto loca.

—Cualquier hombre o mujer que te conozca se enamoraría de ti. No es mi caso, claro—Se apresuró a añadir—, pero estoy segura de que con Wendy lo será. Solo pregúntale, no podrá resistirse a los encantos de Bae Joohyun.

Irene sonrió, poniéndose aun más roja en presencia de la chica que le gustaba.

—Le preguntaré, gracias Seulgi. —Dijo, acercándose para abrazarla.

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El camino a casa fue silencioso, las dos estaban muy nerviosas como para hablar. Una que otra vez se lanzaban miradas, pero nada más.

Joohyun abrió la puerta del auto para que Wendy se bajase y continuaron así, en silencio, hasta estar dentro de la comodidad de su hogar.

Wendy fue la primera en decir algo.

—Creo que… tenemos que hablar, ¿no?  —Preguntó en voz tan baja que Irene se quedó unos segundos comprendiendo el mensaje.

—¿Tú crees?—Preguntó, roja de la vergüenza. —Yo entiendo si no sientes lo mismo que yo...

—Joohyun. —Dijo con un tono firme. —Me gustas y mucho.

Irene le miró, todavía precavida.

—¿Pero…?

—Pero nada. Me gustas, sin peros.

Irene solo quería cubrirse de la mirada de la otra chica. Sentía calor hasta la punta de sus orejas, lo cual indicaba que parecía un tomate de lo roja que se había puesto. Estaba un poquito alcoholizada y aquello no estaba ayudando a su situación.

—¿Lo dices en serio? —Una expresión de incredulidad cruzó sus facciones—P-pero tú y yo y…

—Lo sé, y no importa. No tengo ya nada que perder, así que depende de ti. ¿Quieres…?

—¿Estar contigo? —Terminó Irene—Dios, sí, sí quiero.

Wendy extendió su brazo, tocando el rostro de Irene. Era la primera vez que se tocaban e Irene se sorprendió porque se sentía como el tacto de cualquier otra persona viva. En las últimas semanas, un mes o más quizás, las dos chicas habían estado muy nerviosas, evitando el contacto a toda costa. Irene por respeto y Wendy porque no quería asustar a la chica mayor.

Irene se acercó, poniendo sus brazos delicadamente alrededor de Wendy. Ahora que estaban así todas sus preocupaciones parecían banales y sin sentido.

Wendy fue la primera en acercarse, pero Irene cerró los ojos primero. Ni muy lento ni muy rápido sus labios se tocaron levemente, para luego profundizar el roce. Entonces Irene fue consciente que de verdad se estaban besando, que era real.

Wendy cerró los ojos y se acercó todavía más si aquello era posible, sujetando el rostro de la otra chica mientras sus labios continuaban danzando en el beso, probándose, sintiendo.

Irene fue la primera en separarse, sus emociones traicionandola. Dejó su frente apoyada contra la de Wendy, con los ojos aún cerrados.

—No llores, por favor. —Murmuró Wendy.

—Lo siento, es que hace mucho no besaba a nadie además de… —Irene no necesitó terminar su frase para que Wendy comprendiera. —Muchas cosas han cambiado.

—Espero que para bien. —Sonrió.

—Claro que sí, Seungwannie. —Susurró, riendo al ver el rostro de Wendy.

—¡No me llames así! —Puso expresión fingida de ira.

Irene le sacó la lengua infantilmente, le dio un último beso y salió a correr, disfrutando de su recién hallada felicidad.

¡Hola! Podrá parecer que este capítulo es corto, pero en realidad el conteo de palabras es superior al capítulo anterior. Nuestro ojos tienden a engañarnos. 

Como prometí no tardé mucho en actualizar (ni en escribir, realmente me gusta esta historia). ¿Cuáles son sus predicciones? ¿Voy a matar a Irene de amor o de sufrimiento? ¿Serán felices para siempre? ¡Dejen sus comentarios, votos, subscripciones, personas que me leen!

¡Gracias! Hasta la próxima.

(Pondría un gif, but, well, soy floja).