Cap-8

Recordando el ayer [KaiSoo]

No, de eso nada —espetó Kyungsoo, con los brazos cruzados sobre el pecho—. No pienso dejar que duermas en mi cama con dos niños en la habitación contigua.

—No tiene nada que ver con el o —explicó con paciencia—. Eso sería un premio extra, por así decirlo. Te estoy diciendo que se trata de una petición oficial por parte del sheriff.

—Que resulta ser tu hermano. No —dijo, dándose la vuelta—. Tao se sentiría incómodo, y sería un mal ejemplo para los niños.

Jongin se preguntó qué habría contestado si no hubiera dos niños en la casa. Estuvo a punto de intentar averiguarlo, pero no lo hizo.

—Se trata precisamente de ellos y de su madre. ¿Crees que Bae se mantendrá alejado sólo porque Tao firme un papel diciéndole que lo haga?

—No sé qué pensará hacer, pero tendrá que pasar por encima de mi cadáver.

La idea le pareció aterradora.

—Escúchame...

—No, escúchame tú a mí —levantó una mano—. Ese hombre es un bruto y un borracho. No temo a los de su calaña. Ofrecí a Taoi casa y puede quedarse en ella todo el tiempo que quiera. Tengo una buena cerradura en la puerta, y el número de teléfono del sheriff, al que no dudaría en llamar llegado el caso.

—Pero no tienes ninguna cerradura aquí —dijo Jongin, mirando hacia la puerta de la tienda—. ¿Qué podría evitar que entrara cuando estés trabajando, para molestarte o para intentar algo peor?

—Yo.

—Ya. Te aseguro que tu obstinación no lo detendrá. Por si no lo sabes, le encanta pegar a los donceles.

No sabía cómo convencerle para que entrara en razón. La ingenuidad de algunas personas resultaba inquietante en ocasiones.

—Tendré que recordarte que yo llevo tres años en este lugar, a diferencia tuya. Sé muy bien lo que ha hecho a Tao.

—¿Y piensas que porque no estás casado con él te encuentras a salvo? —preguntó, agitándole—. No es posible que seas tan estúpido.

—No soy estúpido —se defendió—. Soy muy competente. Y no necesito, ni quiero, que seas mi guardaespaldas.

Los ojos de Jongin brillaron con ira. Apretó las manos sobre sus hombros antes de apartarse.

—Ya, supongo que ésa es la cuestión. No quieres ni deseas mi ayuda.

Kyungsoo suspiró y pensó que ningún monstruo era tan fiero ni vulnerable como el ego de un hombre como Kim.

—Si necesitara ayuda, el despacho del sheriff está a cinco minutos de aquí —declaró, con la esperanza de tranquilizarlo—. Jongin, aprecio tu preocupación, de verdad, pero puedo cuidar perfectamente tanto de mí como de Tao si fuera necesario.

—Seguro.

—Trabajé en una tienda de Washington durante años. Una noche me robaron a punta de pistola. Sé cómo actuar en esos casos, sé cómo defenderme y sé muy bien lo que no debo hacer. Agradezco tu preocupación, pero yo no soy como Tao. A mí no puede intimidarme, ni asustarme.

—Eso es lo que tú crees. La mayor parte de las personas maltratadas se creen tan fuertes como tú antes de encontrarse en esas situaciones. La gente se equivoca al pensar que son cosas que sólo le ocurren a las débiles.

—Deja que termine. Tao se siente más seguro ahora, y los niños están muy tranquilos. No sé cómo reaccionarían si tuvieran cerca a un hombre. No te conocen.

Jongin se metió las manos en los bolsillos.

—Te aseguro que no pienso dedicarme a pegarles patadas.

—Pero ellos no lo saben. Janey se pasa el día sentada a los pies de su madre, y apenas habla. En cuanto al chico... me rompe el corazón. Necesitan sentirse a salvo de nuevo. Y tú eres demasiado grande, demasiado fuerte, demasiado masculino.

Jongin intentó no pensar en el hecho de que lo había herido, en el hecho de que podía herirlo, y prefirió concentrarse en el problema.

—Eres un cabezota muy poco razonable.

—Hago lo que considero mejor. La única manera que conozco de hacer bien las cosas. Créeme, he pensado mucho en este asunto y he calibrado todas las opciones. Y que tú vengas á mi casa no es una de ellas.

—Invítame a cenar —dijo de repente.

—¿Quieres venir a cenar?

—Pídemelo. De ese modo, podré conocer a los niños y se acostumbrarán a mí.

—¿Quién está siendo tozudo ahora? —suspiró—. Muy bien, de acuerdo. Te espero a las seis y media. Y te marcharás a las diez.

—¿Podemos sentarnos un rato en el sofá cuando los niños se hayan marchado a la cama?

—Tal vez. Ahora, márchate de aquí.

—¿Es que no vas a despedirte con un beso?

Kyungsoo respiró y lo besó en la mejilla.

—Estoy trabajando —contestó, riendo alver que le abrazaba—. Jongin, estamos delante del escaparate. Yo...

Jongin no dejó que terminara la frase. Se lo impidió con un beso.

—Bueno, en tal caso, démosles algo de lo que hablar.

Sin embargo, tenía la intención de que fuera él quien tuviera algo en lo que pensar. Quería que pensara en él día y noche.

Le mordió el labio con suavidad y le soltó antes de marcharse de la tienda.

 

Tao se encontraba en el despacho del sheriff, con las manos juntas. Sabía que aquello iba a resultarle más fácil al encontrarse ante Kris, alguien a quien conocía de toda la vida. Pero contrariamente a lo que había pensado, se sintió más avergonzado.

—Lo siento. He estado muy ocupado y no he podido salir hasta ahora.

—No te preocupes, Tao. Ya he preparado todo el papeleo. Sólo tienes que firmarlo.

Había cogido la costumbre de hablar con él en voz muy suave, como si estuviera dirigiéndose a un pajarito herido.

—No va a ir a la cárcel, ¿verdad?

—No —contestó con amargura.

—¿Es porque dejé que me pegara?

—En absoluto —contestó, deseando poder tranquilizarle—. Confesó lo sucedido, pero adujo ciertas cosas en su favor. Habló de su problema con el alcohol y de su situación laboral y económica. Tendrá que someterse al control de un psicólogo y no meterse en problemas.

—Puede que le venga bien —dijo, bajando la mirada—. Si deja de beber, es posible que cambie.

—Ya —espetó, asombrado por la candidez de aquel hombre—. Pero mientras tanto, debes protegerte. Precisamente he preparado esta orden para eso. Cuando la firmes, no podrá acercarse a ti.

El menor levantó la mirada de nuevo y lo miró.

—¿Ese documento impedirá que regrese?

Kris sacó un cigarrillo, que no encendió. Su voz sonó fría y oficial.

—Impedirá que se acerque a ti. No puede aproximarse a ti en tu trabajo, ni en la calle, ni cuando estés en la casa de Kyungsoo o en cualquier otro sitio. Si se le ocurre desobedecer la orden, se revisarán su caso y pasará dieciocho meses en la cárcel.

—¿Lo sabe?

—Se lo han notificado.

Tao se humedeció los labios. No podía acercarse a él. Y si no podía hacerlo, tampoco podría pegarle.

—¿Sólo tengo que firmar?

—En efecto —contestó.

Se levantó, dio la vuelta al escritorio y le ofreció un bolígrafo. Tao no hizo ademán de cogerlo, y el sheriff tuvo que contener un suspiro de desesperación.

—¿Qué diablos quieres, Tao? ¿Quieres decirme qué quieres?

Tao movió la cabeza y cogió el bolígrafo por fin. Después, firmó con rapidez, como si le doliera.

—Sé que te he dado muchos problemas, Kris.

—Es mi trabajo.

—Y tú eres un buen sheriff —declaró, intentando sonreír—. Todo el mundo sabe que se puede contar contigo. Eres bueno y competente. Mi madre siempre decía que tus hermanos y tú acabaríais en la cárcel. Pero ya ves, se equivocó. Te pido disculpas en su nombre. Era una estupidez.

—No lo creas. Yo mismo llegué a creerlo —sonrió, pensando que en aquel momento se parecía mucho al joven que había conocido—. ¿Sabes una cosa, Tao?

Ésta es la primera vez en diez años que hablamos largo y tendido.

—Siempre tengo que meter la pata...

—No te preocupes. ¿Qué tal están los niños?

Le cogió por la barbilla con la intención de hacer que levantara la cabeza. Pero entonces se dio cuenta de que en realidad estaba a punto de besarle, de modo que se alejó un poco.

—Oh, mucho mejor.

—¿Se llevan bien con Kyung?

—Sí, claro. Kyung es maravilloso. Hasta he llegado a olvidarme de que estoy molestándole. Me hace sentir como si estuviera en casa. Tanto ella como Jongin... En fin, supongo que tendrás mejores cosas que hacer que escuchar cotillees.

—En absoluto —respondió, dispuesto a hacer cualquier cosa para que continuara allí—. ¿Qué te parece la relación que mantienen Kyungsoo y mi hermano?

—Yo... Bueno, cuando regresó esta mañana, Kyung parecía muy contento.

—Pues él no estaba muy alegre cuando pasé por su casa.

Tao sonrió.

—Buen síntoma. Jongin necesitaba que una pareja lo hiciera infeliz. Siempre ha tenido demasiado suerte en sus relaciones. Bueno, él y todos vosotros.

—¿Ah, sí? Creo recordar que tú me diste calabazas.

—Oh, vamos, eso fue hace muchísimo tiempo.

Tao se levantó.

—Sólo han pasado doce años. Tú tenías dieciséis.

Mientras recogía su abrigo, se pregunto si alguna vez, realmente, había sido tan joven.

—Entonces, ya estaba saliendo con Songhae. Pero han pasado tantas cosas desde entonces que ni siquiera recuerdo cómo éramos, ni lo que queríamos. Muchas gracias por haberte preocupado por mí, Kris.

—Para eso estoy.

Cuando llegó a la puerta, Tao se detuvo, pero no miró atrás. Le resultaba más fácil hablar si no tenía que mirar los fríos ojos de Kris.

—Antes me preguntaste qué quería. Pues bien, sólo quiero sentirme a salvo. Eso es todo.

Entonces, armado con un abrigo demasiado fino para el viento que soplaba, regresó al café.

 

Jongin llegó con diez minutos de antelación a la cena, y subió los escalones de la casa de Kyungsoo como si fuese su primera cita. Llevaba una botella de vino en una mano y una caja de bombones para los niños en otra. En cierta manera, se arrepentía de haber tenido aquella idea, porque no sabía nada sobre niños, ni sobre cómo tratarlos.

Al final, se atrevió a llamar al timbre y dio un paso atrás. Kyungsoo abrió en persona, sin quitar la cadena.

—Bueno, al menos adoptas medidas deseguridad. Pero deberías haber preguntado quién era antes de abrir.

Kyungsoo cerró la puerta en sus narices, pero volvió a abrirla, esta vez sin cadena.

—Te vi llegar por la ventana —dijo, sonriendo—. Vaya, ¿no me traes un ramo de lilas?

Le habría besado de no ser porque se dio cuenta de que unos ojos grises lo observaban desde el sofá.

—De eso nada. Por cierto, parece que tienes un ratón en casa.

Kyungsoo se dio la vuelta y sonrió al ver a Janey.

—Es muy tranquila, pero preciosa. Janey, te presento al señor Kim. Lo conociste hace tiempo, ¿recuerdas?

Janey se levantó del sofá, mirándolo con desconfianza. Jongin sabía que tenía cinco años. Era tan guapa como una princesa de cuento, y tenía el mismo pelo y los mismos ojos de su madre.

—Yo conocí a tu mamá cuando tenía tu edad —dijo.

Janey se apoyó en las piernas de Kyungsoo y lo miró. Jongin utilizó el viejo truco de la caja de bombones. La sacudió un poco y preguntó:

—¿Quieres un bombón?

La niña sonrió de oreja a oreja, pero Kyungsoo le quitó el regalo.

—Antes de cenar, no.

—Vaya, hombre —protestó Jongin—. Aunque la comida huele muy bien.

—Tao ha preparado pollo. Tuve que hacer un enorme esfuerzo para convencerle de que no se marchara fuera a cenar, con los niños. Pero al final llegamos a un acuerdo y ha cocinado él. Vamos, Janey, llevemos los bombones a la cocina.

Janey se agarró a los pantalones de Kyungsoo y se volvió para mirar al hombre que acababa de entrar.

La niña pensó que, aunque era corpulento, sus ojos no brillaban con maldad. A su corta edad, ya sabía distinguir las miradas.Se parecía bastante al sheriff, un hombre que a veces jugaba con ella y le regalaba caramelos de limón. Pero, de todas formas, observó con atención a su madre, para ver cómo reaccionaba ante él.

Tao levantó la mirada del horno y sonrió.

—Hola, Jongin.

Jongin caminó hacia él y le besó en la mejilla.

—¿Qué tal estás?

—Bien, muy bien —contestó, acariciando al niño que estaba a su lado—. Jungkook, ¿recuerdas al señor Kim?

Jongin extendió una mano, que el rubio niño estrechó con timidez.

—Encantado de verte de nuevo, Jungkook. ¿En qué curso estás? ¿En cuarto o en quinto?

—En cuarto, señor.

Jongin arqueó una ceja y le dio la botella de vino a Kyungsoo. Jongin pensó que en tal caso debía tener ocho años. El niño hablaba con tanta tranquilidad como un cura.

—¿Sigue dando clases la señora Woo?

—Sí, señor.

—Cuando éramos pequeños la llamábamos la bruja —dijo, cogiendo una zanahoria de la ensalada—. Supongo que aún la llamaréis así.

El niño lo miró con absoluta sorpresa.

—Pues sí —confesó, mirando a su madre—. A veces.

Después, contuvo la respiración y dijo:

—Ha comprado la vieja casa de los Choi, ¿verdad?

—En efecto.

—¿Está encantada?

Jongin sonrió.

—Desde luego que sí.

—Lo sé todo sobre la batalla y esas cosas. Fue el día más sangriento de toda la guerra de secesión, y nadie ganó, porque...

De repente se detuvo, avergonzado. Precisamente los amigos lo llamaban «pesado» en el colegio cada vez que abría la boca.

—Porque nadie se atrevió a lanzar el ataque final. Tal vez quieras venir algún día a casa, a echar un vistazo. Te aseguro que sé de alguien que lo sabe todo sobre esa batalla.

—Yo tengo un libro, con dibujos.

—¿Ah, sí? —preguntó Jongin, cogiendo la copa de vino que le ofrecía Kyungsoo—. Vamos a verlo.

Captar la atención del chico no le costó demasiado, por lo menos mientras discutieron sobre las estrategias llevadas a cabo durante la batalla de Burnside Bridge. Jongin tuvo ocasión de comprobar que era un chico brillante, al que le gustaban demasiado los libros como para que cayera bien entre los niños de su edad, y algo tímido.

La niña, que parecía la versión femenina de Tao,nunca se alejaba de los donceles. Comía muy despacio, y no dejaba de mirarlo con intensidad.

—Ed debería tenerte en la cocina, en lugar de dejar que sirvas las mesas —comentó Jongin, después de servirse un segundo plato—. Doblaría el número de clientes en un mes.

Tao parpadeó, sorprendida. Nadie le había dicho un cumplido sobre su comida en muchos años.

—Me alegra que te guste. Si quieres, te daré lo que ha sobrado para que puedas llevártelo a casa y comértelo más tarde.

—Muchísimas gracias.

Cuando se levantó para quitar las cosas de la mesa, Kyungsoo levantó una mano y dijo:

—No. Tú has cocinado, así que yo limpio.

—Pero...

—Hicimos un trato. Y puesto que Jongin ha comido como dos hombres, no tendrá inconveniente en ayudarme.

Los tres Bae se miraron entre sí. No estaban acostumbrados a que un hombre compartiera las tareas de la casa; tenían la impresión de que sólo se dedicaban a aflojarse el cinturón y ver la televisión.

—Papá dice que sólo las niñas y donceles limpian los platos —dijo Janey.

—¡Janey! —dijo su madre, palideciendo.

Jongin consideró la posibilidad de comentaralgo sobre la escasa inteligencia y moral de su padre, pero decidió no hacerlo.

—No lo creas, Janey. Los hombres también tienen que responsabilizarse de las tareas de la casa. Además, si lo hago, es posible que consiga besar a Kyung.

—¿Por qué?

—Porque sabe casi tan bien como la comida de tu madre.

Satisfecha con su explicación, Janey siguió comiéndose su bombón.

Tao intervino entonces.

—Bueno, voy a bañar a Janey. Tengo que acostarme pronto porque mañana entro antes a trabajar.

—Muchas gracias por la cena.

Cuando se marchó con los niños, Kyungsoo declaró:

—Has estado maravilloso. Probablemente era la primera vez en muchos años que se sentaban a una mesa con un hombre y tenían una conversación civilizada.

—Bae no sólo es un canalla, sino también un estúpido —dijo, dejando los platos en la encimera—. Cualquier hombre sería feliz de tener de esposo a Tao y unos hijos tan encantadores.

Jongin no pudo evitar soñar al respecto. Pensó en una pareja que lo amara, en niños creciendo y hablando con él al final del día, en una familia sentada alrededor de una mesa, en los ruidos de la cocina.

Hasta entonces, nunca había pensado que pudiera desear aquellas cosas. O necesitarlas.

—Los has impresionado —dijo Kyungsoo, que se dedicaba a secar mientras él fregaba los platos—. Ver a un hombre inteligente y fuerte comportándose de manera inteligente y fuerte ha debido sentarles muy bien.

Lo miró, sonriendo. Pero su sonrisa desapareció enseguida. Estaba acostumbrado a que le mirara con intensidad, pero aquella mirada era distinta.

—¿Qué sucede?

—¿Cómo? —preguntó, regresando a la realidad—. Oh, nada, nada. Estaba pensando en el chico, en Jungkook. Es un chaval brillante, ¿no te parece?

Jongin se sintió algo avergonzado, como si lo hubiera pillado con las manos en la masa.

—Desde luego —contestó, tan orgulloso como si fuera su propio hijo—. Es brillante, sensible y dulce. Es decir, un objetivo perfecto para su padre. Le hacía la vida imposible.

—¿Lo maltrataba? —preguntó, asombrado.

—No lo creo. Tao se dejó llevar por las circunstancias, pero es muy protector con sus niños. Sin embargo, los abusos emocionales pueden ser tan graves como los físicos. En fin; ya se han librado de ese infierno. ¿Tu padre también fregaba?

—Sólo el día de acción de gracias —contestó—. Kim Kangwoo era un hombre tradicional.

—¿Kangwoo? Suena impresionante.

—Era un hombre duro. Nos miraba con ojos de acero cuando se enfadaba. Kris tiene los mismos ojos. Yo saqué sus manos —declaró, mirándose las palmas—. Recuerdo que cierto día me sorprendí cuando bajé la vista y vi las manos de mi padre al final de mis brazos.

Por alguna razón, Kyungsoo se emocionó al ver que sonreía ante sus propias manos.

—¿Lo querías mucho?

—Sí, aunque no estuvimos juntos mucho tiempo.

—¿Cuándo lo perdiste?

—Yo tenía quince años. Un tractor lo atropello. Tardó una semana en morir.

Kyungsoo tuvo que hacer un esfuerzo para contener las lágrimas.

—¿Por eso odiabas tanto la granja?

—Sí, supongo que sí. Pero a él le encantaba la tierra. Tanto como a Sehun.

Hasta entonces, nunca se había parado a pensarlo. O al menos, no había encontrado una explicación tan simple y directa. La granja había matado a su padre, y por eso odiaba la granja.

—¿Y qué sacó Chanyeol de él?

—Su sentido para los negocios. En cierta forma, te has llevado lo mejor de la familia.

—Me alivia saber que es mi abogado —dijo, secando otro plato—. Mi padre no ha fregado en toda su vida. Estoy seguro de que mi madre se habría horrorizado si lo hubiera intentado, Para ella, la cocina es dominio de la mujer, y los dos están de acuerdo. Cada mañana le lleva el desayuno antes de que se vaya al hospital. Es cirujano.

—¿Qué tal te llevas con tu padre?

—Antes no me llevaba muy bien con él. Lo responsabilizaba por que mi madre se pasara el día limpiando la casa, sin hacer nada más. Pero después, me di cuenta de que algunas mujeres y donceles eligen hacerlo por su cuenta y riesgo. Y si alguna vez ha deseado hacer otra cosa, no lo ha demostrado. Supongo que es por culpa de la educación que ha recibido, pero se contenta con ser la esposa del doctor Do.

Jongin empezaba a comprender que fuera tan estricto en lo relativo a llevar sus propios asuntos.

—Es posible que sea todo lo que desea.

—Al parecer, sí. Pero antes, me enfurecía el modo que tenía mi padre de tratarla. A mi madre le encantaba vivir en la capital, pero hace unos años, cuando él decidió marcharse a Arizona, ella hizo las maletas sin protestar —suspiró—. Sin embargo, son felices. Aunque no nos llevamos muy bien.

—Ya. Y supongo que te consideran un fracasado porque no tienes un marido rico, ni una enorme mansión, ni perteneces al club de campo.

—Hablas como si los conocieras —sonrió.

—En cierto modo —dijo, mirándole—. ¿Y bien? ¿Por qué no tienes todas esas cosas?

—Porque me gusta mi independencia. Quiero tener mi propio espacio, y por si fuera poco, detesto el golf —declaró, echándose el pelo hacia atrás—. De hecho, mi madre empezó a tener enormes esperanzas cuando conocí a Chanyeol.

—¿Cómo? —preguntó asombrado.

—Vinieron a visitarme poco después de que abriera la tienda. Y tu hermano nos llevó a cenar.

—Chanyeol —repitió—. Te llevó a cenar.

—Un par de veces, sí. A mi madre le gustaba la idea de que saliera con un abogado. En su escala de valores, es la siguiente ocupación más importante después de la de cirujano.

—Ya veo. ¿Saliste con Chanyeol?

—Bueno, fuimos a tomar algo juntos varias veces, poco después de que se divorciara —contestó, arqueando una ceja al ver que no le pasaba más platos—. ¿Hay algún problema?

—¿Saliste con mi hermano?

—Creí que ya lo sabías —contestó, intentando no sonreír—. ¿No te ha dicho nada?

—No. Pero creo que me gustaría que me explicaras qué entiendes tú por «salir» con alguien.

Kyungsoo tuvo que hacer un esfuerzo por no estallar en carcajadas.

—¿Te refieres a que si me acosté con él? ¿Piensas partirle la cara? ¿Puedo ir a verlo, en ese caso?

Jongin pensó que no sabía lo cerca que estaba de hacer que metiera su cabeza en la pila llena de agua.

—Sólo era una pregunta.

—Jongin, estás muy tenso. Pero te pones muy guapo cuando te enfadas. Sin embargo, y para que estés más tranquilo, te diré que no me acosté con él. Aunque, en cierta ocasión, le di un beso de buenas noches —sonrió—. O más bien, un par de veces. Estoy en condiciones de decir que al menos el cincuenta por ciento de los hermanos Kim besan maravillosamente.

—Pues piénsatelo mejor antes de intentarlo con el cincuenta por ciento restante —le aconsejó—. ¿Por qué no te acostaste con él?

Le pasó el último plato que quedaba por secar y acto seguido cogió su copa de vino.

—En primer lugar, no me lo pidió. Y en segundo lugar, yo no se lo pedí. Sólo éramos amigos. ¿Satisfecho?

—Es posible que lo pegue de todas formas, por una cuestión de principios.

Dejó la copa a un lado y le cogió por los hombros para que lo mirara. Cuando sonrió, apretó su cuerpo contra la encimera.

Entonces le besó, de forma apasionada y posesiva. El ronroneo de Kyungsoo lo excitó aún más. El beso se hizo más dulce y sensual, desatando la curva del placer en ambos.

El menor echó hacia atrás la cabeza, rendido, y Jongin se apartó.

—A partir de ahora, sólo recordarás esto de los Kim.

—¿Cómo has dicho que te apellidas? —bromeó.

Jongin sonrió y le mordió el labio inferior.

—Te diré una cosa. ¿Por qué no nos olvidamos del sofá y nos damos una vuelta por el asiento trasero de mi coche?

—Una oferta muy interesante —contestó, fascinado—. Creo que aceptaré.

 

Jongin entró en la casa de los Choi alrededor de la media noche. Reconoció el vehículo que estaba aparcado junto a la mansión, y no le sorprendió ver a Chanyeol en el salón, tomándose una cerveza.

—¿Qué tal estás, abogado?

En lugar de levantarse, Chanyeol se limitó a mirar su cerveza.

—He puesto en venta mi casa hoy mismo. Y no me apetecía quedarme allí.

Jongin gruñó y se sentó en su saco de dormir para quitarse las botas. Comprendía el mal humor de su hermano, y sabía que debía animarlo si no quería que los dos acabaran igual de tristes.

—Nunca me gustó esa casa. Como no me gustaba tu ex esposa.

Su opinión fue tan fría y certera que Chanyeol rió.

—Bueno, ha sido una gran inversión. Sacaré una buena tajada de la venta.

Jongin movió la cabeza en gesto negativo al ver la cerveza de su hermano.

—No saben tan bien sin fumar —declaró—. Por cierto, pensaba ir a verte.

—¿Por qué?

—Para darte una buena paliza —contestó, bostezando—. Pero tendré que esperar hasta mañana. Estoy demasiado cansado.

—¿Por alguna razón en particular?

—Tengo entendido que besaste a mi chico —contestó.

Jongin imaginó que aún le quedaban suficientes energías como para darle una buena lección.

—¿Eso hice? —preguntó Chanyeol, sonriente—. Ah, sí. Oh, sí... Ahora lo recuerdo todo. ¿Y desde cuándo se ha convertido en tu chico?

Jongin se quitó los pantalones. Sólo llevaba puestos los calzoncillos y la camisa.

—Eso te pasa por vivir en la ciudad. Hace mucho que estás fuera de juego. Y ahora es mío.

—¿Él lo sabe?

—Yo lo sé, y eso basta —contestó, tumbado y con los ojos cerrados—. Además, tengo intención de que siga siéndolo.

Chanyeol rió mientras tomaba un trago.

—¿Quieres casarte con él?

—Quiero quedarme con él —espetó—. Y me gustaría que las cosas siguieran como hasta ahora.

La idea de casarse lo asustaba.

Chanyeol encontró muy divertido todo el asunto. Divertido e interesante.

—¿Qué tal te va con Kyung?

—Muy bien —contestó, inhalando su olor en el saco de dormir—. Pero tendré que romperte la cara de todas formas. Compréndelo, es la costumbre.

—Lo comprendo —dijo, estirándose—. Aunque creo recordar que nunca me las pagaste por intentar ligar con Song Heejun, el actual señor Kang.

—Me limité a curar su corazón roto después de que le abandonaras.

—Sí, pero es la costumbre.

Jongin se frotó la cara, considerando la cuestión.

—Muy bien, tienes razón. Pero Heejun, por guapo que fuera, no es Do Kyungsoo.

—Nunca he visto a Kyungsoo desnudo.

—Gracias a eso sigues vivo —declaró, cruzándose de brazos—. En fin, supongo que estamos empatados.

—Bien, en tal caso, podré dormir tranquilo.

Jongin sonrió con ironía.

—Siento mucho lo de tu casa. Si tú lo sientes.

—En realidad, no lo siento. Me recordaba demasiadas cosas. Por desgracia, me comporté tan mal como Dara. Todo habría sido más fácil si nos hubiéramos limitado a arrojarnos cosas o gritarnos el uno al otro —declaró, dejando la botella vacía en el suelo—. No hay nada más desmoralizador que un divorcio civilizado entre dos personas que ni se quieren ni se aprecian.

—Bueno, es mejor que tener roto el corazón.

—No lo sé. Creo que preferiría haber tenido esa oportunidad.

En aquel momento oyeron unos sollozos, que procedían del piso superior.

—Pregúntaselo a ella —sugirió Jongin—. Estoy seguro de que no estaría de acuerdo contigo.

—Tal vez deberías pensar en la posibilidad de realizar un exorcismo.

Jongin sonrió y cerró los ojos, dispuesto a dormir.

—No. Me gusta tener los fantasmas alrededor. Ya he estado demasiado tiempo solo.

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Comments

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Endika #1
Chapter 4: Buenisima historia. Sería genial que Kai tuviese competencia
norare #2
Chapter 3: Jaja no deseaba impresionarlo, pero ya está muerto de curiosidad por él. No me esperaba ese beso *-*
Por cierto en algunas partes hay cambio a género femenino de pronombres, determinantes y adjetivos referidos a Kyungsoo, estabas escribiendo la historia inicialmente como genderbender? Estoy confusa >.<
norare #3
Chapter 2: Hola! Está muy interesante y muy bien escrito, se nota que le pones esmero y sabes como llamar la atención del lector, me está gustando mucho, y sólo hay un capítulo ^^
Espero leerte pronto y saber más de los Kim, Kyungsoo y Jongin y sus fantasmas :)