24 de mayo del 2015.

Han pasado ya tres meses desde que me dijeron que padecía de cáncer… cáncer al hueso. Papá sigue tratando de recaudar el dinero para la operación junto a mamá, mientras tanto debo llevar las radioterapias y créeme que duele como mierda. Sí, te lo juro. Creo que me siento como la araña de Harry Potter estando bajo la Maldición de la Tortura. Estoy viviendo mi pequeña agonía y…

 

— Veo que ya estás despierta… —En cuanto escuché la voz de mi madre cerré el diario y lo escondí bajo la almohada acomodándome en la cama. — ¿Tienes hambre? ¿Cómo vas?

¿Cuántas veces me preguntaría lo mismo? Era más que obvio que todo andaba mal en mí, mi alma se estaba pudriendo cada día un poco más… Pero debía sonreír y responder como siempre. — Me siento mucho mejor, mamá.

Luego de eso empezaba la rutina diaria, debía ayudarme a bajar de la cama y sentarme en esa silla de ruedas que me transportaba por los pasillos del hospital en un paseo tranquilizador, según ellos. Normalmente mamá se detenía en cada habitación, a veces lloraba y yo debía hacer como si no hubiese escuchado o visto eso.

La verdad es que no entiendo por qué mamá llora cada vez en la habitación 302… ¿Qué hay ahí? O… ¿Qué hubo ahí? ¿Qué es lo que le causa tanta melancolía?

— ¡Llegó el ángel del hospital! —Exclamó la pequeña anciana que encorvada en la cama sonreía a duras penas viéndome.
— Ay qué cosas dices, señora Bae. —dije con un leve sonroso en las mejillas adentrándome en el lugar con mamá al lado. Los ancianos también sonreían ante mi presencia. El señor Lee es con quien mejor me llevo, incluso es quien me ha enseñado algo de inglés. A cada uno los conocí en las sesiones que nos brindan para no deprimirnos. Al menos ahí tengo la oportunidad de hacer feliz a estas personas.

Es irónico como siendo yo quien más ganas de morir tiene, le dé esperanzas a los demás para seguir viviendo. A veces una simple sonrisa y un “Todo va a estar bien” los reconforta tanto. Hago todo lo posible por sonreír, por ellos… Pero a veces me gustaría sonreír por mí.

Ya es hora de irnos, bueno… yo me quedo.
Las paredes blancas, el suelo frío, los dolores que se intensifican… Mi tortura del día a día.

Cada vez que mamá se va, lloro. Cada vez que estoy sola, las lágrimas simplemente caen y muestro lo débil que soy. Mi reflejo en él espejo me parece tan patético. Me odio a  mí misma. Odio no poder ser feliz. Odio tener que esconderme. Odio tener que parecer un monstruo.
Las horas transcurren con tanta lentitud que puedo sentir el tic tac del rejo retumbando en mis oídos como la misma muerte contando los segundos que me quedan de vida.

Trato de conciliar el sueño, pero no puedo de nuevo. Me pregunto a qué hora Yoong vendrá a verme. Retrocedo algunas páginas y ahí está…

29 de febrero del 2015

Creo que hice una amiga… Pero tengo miedo. ¿Si yo me voy primero? ¿O si ella se va? No podría soportar algo así. Im Yoon Ah… Ella es muuuuuy bonita y me habló con tanta calidez que me hizo sentir aliviada luego de la primera radioterapia… Vaya, recién entro en cuenta que es una palabra muy difícil. Lo bueno de tener una amiga con cáncer, es que puedes compartir sentimientos.
Creo que las dos saldremos bien de esto. Estoy muy segura~

Me preguntó qué me pasó… ¿En qué momento dejé de tener tanta vida como en ese entonces?

— Unnie… —Con cuidado y acompañada de la enfermera, mi única amiga entraba a la habitación acomodándose en una nueva silla. Se notaba cansada, algo demacrada a comparación de la primera vez que la vi, pero incluso así nadie podía negar que era muy hermosa. — Unnie… —Apoyó sus manos sobre el borde de la cama y extendí las mías para tomar las ajenas que estaban frías.

— Yoong, te has demorado en venir… Tuve que visitar a la