Era raro ver mi sombra mientras caminaba por la calle empedrada hacia la sombrerería. Entre los chaparrones constantes y el mal olor que surgía del río y que quedaba suspendido sobre la ciudad como una neblina, el sol apenas aparecía. Su calor me animó el espíritu, pero la idea de volver a ver a la señorita Kim me había alegrado mucho antes de salir de casa.

Torcí la esquina, pero me llevé una decepción al ver solo a los tenderos que, como de costumbre, sacaban su género a la calle.

−Buenos días, señorita.

Di un paso atrás cuando la señorita Seohyun salió, repentinamente, de la puerta de una tienda que estaba cerrada.

−¿Siempre es usted tan atrevida cuando persigue a posibles modelos, señorita Kim? −le pregunté.

Me cuadré de hombros, para demostrarle que no me gustaba que me acosara de aquella forma. Sin embargo, en realidad tenía mariposas en el estómago.

−Perdóneme. Solo he venido a preguntar si había visto mi sombrero. Parece que lo he perdido.

La alegría que sentí al verla de nuevo provocó mi valiente respuesta.

−Y no quería encontrarse con la señora Lee una vez más, ¿verdad?

Aquella era la primera vez que flirteaba con una mujer.

Ella arqueó las cejas y sonrió con picardía.

−Qué astuta es usted, señorita Im . Parece que ya me conoce bien.

−Oh, señorita Kim, algo me dice que apenas he rascado la superficie. Sin embargo, encontré su sombrero antes que la señora Lee−dije, y le entregué la caja redonda, que él inspeccionó por encima y por debajo con sumo interés.

−Mi sombrero nunca había tenido mejor aspecto −dijo.

−Estoy de acuerdo, señorita −respondí yo con una sonrisa−. Y ahora, si me disculpa, tengo que irme a trabajar.

−Umm... Discúlpeme, señorita Kim. ¿Puedo preguntarle cuáles son sus planes para después del trabajo?

Yo me detuve y la miré. Era cierto que yo no pertenecía al círculo de la aristocracia, en el que debían enviar tarjetas de visita para solicitar la compañía de una dama. Sin embargo, me sorprendió aquel comportamiento tan poco convencional; aunque, ¿qué podía esperar de un mujer que había estado observándome durante cuatro días antes de hablar? Pensé en lo que haría yo por mis hermanas. ¿Me rendiría fácilmente si pensara que necesitaban algo de verdad?

−Debe de querer mucho a su hermana, señorita Kim.

Ella abrió la tapa de la sombrerera y me sonrió mientras se calaba el bombín.

−Pues sí, es cierto, pero ¿por qué lo dice usted?

Ella no se había dado cuenta de que yo le había arreglado cuidadosamente los bordes desgastados del ala del sombrero.

−Porque está claro que no se va a rendir, ¿no? Por muy grosera que sea yo.

Entonces, me observó con un nuevo interés.

−¿Está siendo grosera?

−¿Lo ve? ¡Usted ni siquiera se da cuenta! −repliqué yo.

Ella se echó a reír, y su risa fue tan espontánea que yo sonreí de nuevo, sin poder evitarlo.

−Señorita Im, le aseguro que mis intenciones son honorables. ¿No es usted lo suficientemente mayor como para aceptar una sencilla invitación para dar un paseo por el parque y tomar un helado?

−¿Con qué propósito, señorita Kim?

Sabía que, si aceptaba, oiría hablar más de su propuesta. Además, temía que mi interés no tuviera su origen solo en su propuesta, sino más bien en verla de nuevo a ella.

−Está bien −dije−. ¿Quiere que nos reunamos en la puerta oeste de Cremorne Gardens, entonces? ¿A las cinco de la tarde, más o menos?

−Estoy deseándolo, señorita Im. Así podrá hacerme todas las preguntas que, seguro, están rondándole por esa preciosa cabecita.

Con el helado en la mano, dejamos atrás el kiosco de baile y nos alejamos de la multitud y de la música del escenario. Hacía una tarde muy agradable en los jardines. Había farolillos colgados de los árboles, y las lucecitas brillaban en el atardecer. Soplaba una brisa suave que mantenía alejado el mal olor del río, al menos por el momento.

−Hábleme de su hermana.

Yo tomé un poco de helado con mi cucharita mientras pasábamos, por debajo de unos arcos cubiertos de parras y de glicinias, hacia la otra parte del parque. Me pareció que allí podríamos hablar con más tranquilidad.

Recorrimos aquel túnel en silencio, y la sombra fresca me resultó tan agradable como el helado que estábamos tomando.

−¿Qué le gustaría saber de ella? −me preguntó..

−¿Por qué no me habla de su trabajo?

En aquel momento, se me cayó un poco de helado sobre la pechera del vestido. Hice una mueca de desagrado, y el señorita Seohyun se ofreció para sujetarme el cucurucho mientras yo rebuscaba un pañuelo en mi bolso.

−Tenga, señorita Im. Tenga el mío.

Se sacó el pañuelo del bolsillo y, rápidamente, me limpió el helado. Yo sentí el ligero roce de sus dedos en el pecho. Se me escapó un jadeo.

−¡Por favor, señorita Kim!

−Disculpe, señorita Im. Me parecía sencillo quitarle el helado sin tocar su...

Yo arqueé las cejas.

−Entiendo. No es necesario que me lo explique.

Yo tomé su pañuelo y me limpié el lugar donde había caído el helado. Tenía las mejillas ardiendo.

−Tal vez deberíamos buscar un sitio para sentarnos.

−Oh, sí, por supuesto. Mire, aquel parece un lugar agradable.

Esperó mientras yo me sentaba. Después, me ofreció lo que quedaba de mi cucurucho de helado, pero yo negué con la cabeza. Ella tiró ambos cucuruchos a una papelera y se sentó a mi lado.

−Por favor, señorita Kim, continúe. Me estaba hablando de su hermana −dije yo.

−Acerca de Taeyeon... Bien, es una tipa compleja, como lo son la mayoría de las mujeres que están en su situación. Supongo que su pasión es el arte, y es lo que provoca todos sus impulsos.

−Discúlpeme, pero ¿es bueno? ¿Ha expuesto su obra públicamente?

Ella me miró con curiosidad.

−¿De veras no ha oído hablar de ella?

−No, lo siento.

−Su obra anterior fue expuesta en la galería de la Royal Academy. Creo que todavía hay colgados dos de sus cuadros en la exposición permanente, por insistencia de uno de sus patrocinadores.

−Eso es impresionante. Debe de estar usted muy orgullosa.

−Ya le he dicho, señorita Im, que es una mujer con talento. No es perfecta, claro que no, pero es brillante y decidida. Es una romántica. Su obra se centra principalmente en la mujer, y utiliza imágenes poéticas, historias religiosas y leyendas para darles forma a sus ideas. Aunque, en realidad, su inspiración son sus musas.

−¿A qué se refiere usted con «sus musas»?

−Deje que se lo explique con claridad. Mi hermana tiene un amor profundo y perdurable por las mujeres. Algo como reverencia, diría yo. Taeyeon mira a las mujeres con la misma maravilla que otros hombres reservan para las estrellas o el amanecer.

−Vaya, qué bonito −dije yo. Por el rabillo del ojo, vi a una pareja que recorría apresuradamente la densa vegetación que había junto al túnel. No tuve ninguna duda de lo que iban a hacer−. ¿Y la fraternidad cuenta con muchos miembros? ¿Y con otras modelos?

−Somos varios, sí... Artistas como Taeyeon, algunos diseñadores como yo... También contamos con un poeta, un periodista y un escritor, y otros individuos. No tiene por qué preocuparse . Somos un grupo unido, y estamos muy atentos los unos de los otros.

Desde el otro lado del muro se oyó un suspiro de lujuria femenino. Yo seguí mirando el rostro del señorita Seohyun. Ella siguió hablando, pese a los sonidos que nos llegaban desde tan cerca.

−Nos sentimos orgullosos de nuestras creencias y nuestras aspiraciones. Cada uno tiene un propósito distinto, pero somos...

−Oh, sí... sí, eso está muy bien... −la mujer exhaló un sonoro suspiro−. Vamos a ver −dijo−, el regalito que tienes para mí...